Los tres jugadores

Muchas veces no nos damos cuenta de que somos unos pardillos, y ciertamente el poder no está para despardillarnos, que a veces le viene de perlas que andemos la mitad de los días en la luna de Valencia, y la otra mitad por los cerros de Úbeda.
Leyendo esas cosas de la geopolítica, y viendo lo que es hoy Europa, no hay que ser muy brillante para darse cuenta de que estamos entre pillados y jodidos, aunque la cosa se demore aún unos pocos años.
En el panorama internacional el bacalao se corta en los Estados Unidos, que al fin y al cabo aún son el Imperio, y hay que acatar al César, aunque el que hay ahora nos parezca una mezcla de Calígula y Nerón, y creamos que nos va a arrojar a los leones.
Los cuchillos se están afilando en China, con esa paciencia de calígrafo milenario, y a su tiempo los tendrán preparados, si es el caso de que no los tengan ya.
Y el Zar no ha olvidado nada, que ese Putin, parece que es el único ruso abstemio, y yo siempre he preferido a un borrachuzo conocido, que de ese hombre con la mirada más fría que James Bond no me fío un pelo.
Y Europa, Europa, amigos míos, simplemente no existe, somos 28 países, y pronto 27, que los British prefieren cobijarse bajo el ala de sus primos, que estar con los que han guerreado por milenios, que la cosa ya fue mal con Julio César, y hasta Adriano les tuvo que hacer un muro de los que no se saltan ni los caballos del Grand National.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los primos de los Británicos nos enviaron su dinerito para que reconstruyéramos nuestras desoladas tierras, bueno, no, casi todas que por aquí Mr. Marshall paso a toda velocidad en el coche de Berlanga.
Claro, en la vieja Europa nos pusimos a trabajar, y construimos un espacio económico donde quinientos millones de personas pueden comprar casi cualquier cosa que se produzca, es decir, somos tierra de comerciantes, de negocietes, de amiguetes. Está bien, pero no tenemos escopetas, que esas nos las presta Tito Trump.
El poder de Europa, a mí se me antoja casi inexistente, y nos someten a presiones por el este, con aquello de que los rusos prueban a ver que hacemos si se lían a tiros en Ucrania, que lo de Crimea no fue suficiente.
Ahora el Imperio, está interesado en que esta cosa inane de la Unión Europea, se rompa que tomar el sitio del poder inexistente que se acuesta en Bruselas, le apetece, así que animamos a los que se pueda a abandonar la Unión, como hacen los británicos, ¡Venga Marie, tú puedes!.
Nada mejor para hacerse con el mercado europeo que dividirnos todo lo que se pueda, que apechuscar uno a uno a los veintisiete que quedan es algo fácil, ¡Si señor!, que si entre todos no tienen ni una escopeta que valga la pena, uno a uno ni tirachinas.
Y los chinos afilando sus cuchillos con paciencia de calígrafo milenario.
Si entre estos tres jugadores fuertes que andan paseando por el tablero mundial, consiguen un par más de deserciones, que nos creamos que el franco, la peseta, el escudo, el marco, son las monedas que deben andar en nuestros bolsillos, vayamos preparando la máquina de falsificar dólares para pagar la deuda europea a quien corresponda, y nuestra Europa, no volverá a la edad de piedra, no, pero las españolas volverán a fregar suelos en Paris, y los españoles a llevar el taxi de Münich.
El comercio es el sostén de Europa, y los movimientos proteccionistas que están cociéndose en la costa este de América, me temo que van mucho más contra los intereses europeos de lo que nos podamos imaginar, aquí sentados en nuestra hamaca tendida en el jardín de la Arcadia europea.
A mí nunca me han gustado esos tratados como el TTIP, ya que es como si cediésemos parte de nuestra soberanía a compañías multinacionales, que a base de presión de lobby, han conseguido unos protocolos de actuación, en muchas ocasiones dañinos incluso para nuestra salud y siempre contra nuestro bolsillo, pero resulta que sin ellos parte de nuestra capacidad comercial, de mercaderes que somos los europeos desaparece.
Y en Europa no nos enteramos, que nos la están metiendo doblada, como le hicieron en Washington a Doña Merkel cuando Tito Trump le pasó una factura de trescientos mil millones de dólares que según él se le debían al Imperio en concepto de gastos de defensa que los yanquies habían sufragado, y ya sabes, si no pagas te corto el suministro, como hace Iberdrola.
La lectura es sencilla, ¡Chicos haced lo que queráis, pero mis soldados no están para defender vuestro precioso culo!.
Y claro, no se nos puede olvidar que el gas viene de Rusia, que la invasión de Ucrania viene de Rusia, y que los Panzer no intimidan ya a nadie, y menos a los rusos, que a pesar del calentamiento global que promueve Tito Trump, tienen invierno y estepas de sobras para que el aceite de los rodamientos se congele.
Creo que si no estamos listos, y me temo que no lo estamos, nuestra Arcadia europea se va a ir al garete, y que si no nos peleamos entre nosotros, como en los viejos tiempos de las guerras de los treinta, de los cien años, de religión, y de todo lo que quieras, vamos a volver a ver reyecitos enjaezados en corceles blancos saliendo al exilio hacia Annobón como poco.
Las campañas de todo aquel que sueña con erosionar la idea de Europa, encuentran fácil soporte en las potencias que dominan o quieren dominar el cotarro, y a nosotros solo nos queda discutir en la tele en sesudas tertulias, el que si son galgos o podencos lo que se nos echa encima.
Lo peor del caso, es que el asunto tiene solución, a costa, claro, de ceder esa cosa que se llama soberanía, que a los ciudadanos nos importa un pepino, pero que es la razón de ser de las clases políticas, que sin parcelitas de poder, no hay mamoneo.
En medio de todo esto, los ciudadanos, no somos capaces de desarrollar un criterio que no esté perfectamente dirigido, y seremos incapaces de darnos cuenta de que no tenemos ni como individuos, ni como países, ni como europeos, la más mínima posibilidad de defendernos del nuevo expolio que se nos viene encima, queramos o no. Y la batalla no ha hecho más que empezar, las cartas están encima de la mesa, Europa es el Jack pot y los jugadores son tres, USA, China, y Rusia.
Solo espero que tras los setenta y dos años en los que en Europa solo ha habido guerras en Yugoeslavia, en Ucrania, en Irlanda del Norte, e incluso en el País Vasco español, no se nos organice una buena, que ninguno de estos tres quiere la guerra en su casa.
Ojalá sea yo un imbécil que no se entera de la misa la media.
Con su pan se lo coman

7 comentarios sobre “Los tres jugadores”

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