Cuando un amigo se va

Mi amigo Enrique me envió hace unos días un mensaje cargado del cabreo que enfila la buena gente, cuando cree que se ha hecho una injusticia, que aunque no le afecte demasiado en primera persona desde el punto de vista material, si que lo hace en el sentido de que parte del mundo que ha sido su casa se desmorona, sin que pueda hacerse demasiado.
Creo que la sensación de impotencia, a las personas sensibles como Enrique, les causan un dolor del que en muchas ocasiones no saben defenderse, al menos en un primer momento.
Luego, ciertamente el tiempo pasa, la adrenalina vuelve a su cauce, y aquí no ha pasado nada, bueno si, ha pasado la vida, que lo hace como un tren expreso, de esos que ya no quedan, con diez vagones tirados por una vieja Santa Fé, a ochenta kilómetros por hora cruzando a ruido y fuego los andenes de Caspe, por poner un aquel.
Mi amigo Enrique estaba cabreado, porque estaba asistiendo a un proceso de esos que escribía Gabo, y que llamaba Crónica de una muerte anunciada.
Un anuncio que ha durado casi cinco años, pero eso a nadie le importa menos a los que amaron al “fu”, que diría Pirandello, porque el occiso, que lo será pronto según los médicos que lo atienden
– “No pasa de esta noche, vayan despidiéndose”.
Este, que no pasa de esta noche, era joven aún, que nació allá por febrero del ochenta y uno, y tuvo que pasar las enfermedades de la infancia, un sarampión fuerte, unas paperas, y un susto cuando creyeron que tenía viruela. Pero la cosa quedó en una varicela que pasó pronto, cosas de la aclimatación, que los padres eran ingleses, y eso es siempre mala cosa, si el neonato tiene que vivir en una nación secularmente enemiga como la Piel de Toro lo ha sido siempre de la Pérfida Albión, que hay cosas que ni se perdonan ni se olvidan, aunque nos debamos tanto los unos a los otros.
Que sin España, la Trafalgar Square, iba a ser aburridísima, que sin Nelson, ni la Venus del espejo, la cosa quedaba solo para esos conciertos que daba Neville Marriner empeñándose en convencer a fuerza de darle a las cuatro estaciones, que el verano también llegaba a esa “Phileas Fogg” que ha sido siempre Londres.
Cosas de Saint Martin on the Fields, que si es más cutre y le salen piernas, se pone un sombrero de puta de un hombre solo y aparece en Ascott, que peores cosas se han visto.
Así que pasados los primeros sustos, el niño se metió en la época del aprendizaje rápido, y lo hizo con nota, que cumplía con las expectativas de sus padres curso tras curso, pero claro, ese viejo imperialismo de Gin-tonic de Plymouth, de Assam tea, y galletitas de mantequilla, nunca entendió bien a los que no circulaban por la izquierda, e incluso a esos, que había que ver los “pardon”, y “excuse me”, cuando un australiano, quería hablar de tiburones con uno de Leeds que creía tener acento cockney. Descojonante.
Los papás intentaron que el supuesto pragmatismo británico se filtrara hasta los tuétanos de aquel, ya casi zangolotino mozuelo, y no se dieron cuenta de que mucho habían conseguido, pero claro con el filtro de ese sol mediterráneo que a todas horas le daba en la cara, y esa cultura milenaria, mamada en miles de ubres generacionales, no había forma de reconocer al vástago como propio del todo.
Imposible de reconocer, y difícil de trasegar a los que a duras penas han conseguido salir del binomio Eton-Cambridge, o Kings-Oxford, que de ahí hacia abajo, el hecho simplemente de poder transmitir ideas utilizando sonidos vocales, ya se considera un elemento elitista.
Pero ese era el ecosistema al alcance del zagal, dispuesto a darlo todo, y a mejorar, superando si cabe a sus progenitores.
Pero nuestra Piel de Toro está llena de retrancas, de sabiduría popular, de Itacas y de Circes, y que si se acaba con Troya, no pasa nada, Eneas se inventa al pueblo romano, aunque le tenga que poner los cuernos a Dido, y Odisseo corre a gorrazos a los novios de su Penélope.
Al fin y al cabo es lo que tienen los viajes iniciáticos, que como en el viejo Mediterráneo, no se dan en ningún sitio, que allí se cansan pronto, y el pecado les cae encima como al pobre Tanhauser (que sí, que es germánico), o al pobre Lancelot, que las faldas le acaban de reventar el final de un viaje iniciático cojonudo.
Esa cortedad de miras, y ese pragmatismo, provocados por la imposibilidad que tienen de contemplar horizontes abiertos, (la niebla continua es muy mala) les hace aferrarse a lo poco que tienen que es siempre, o casi siempre material, y así les va, que yo no he querido nunca ser inglés, aunque usarlos ha sido siempre divertido.
Cuando a ese muchacho se le despertó el sexo, pensaron sus papás que del exotismo que le daba su estancia de tanto tiempo entre las tribus bárbaras del sur de Europa, lo mismo podían obtener un beneficio si se lo ofrecían al Sultán del Imperio, para que, a cambio de unas monedas lo pusiera en su harén de Massachusetts, y así daban por concluido el ciclo.
No tuvieron la delicadeza, que seguro habría tenido un mediterráneo, de pedir que lo enviaran a Harward, a perfeccionar sus conocimientos.
Y su orgullo hecho de mantequilla y patatales impidió escuchar alguna de las lecciones que ese hijo de los viajes iniciáticos que desde Abrahama a Moises, desde Ulises a Eneas, o incluso desde Cristo a Mahoma, han hecho de este Sur la cátedra de la vida, y a fuer que lo necesitaban.
Y eso al final es lo que ha pasado, querido Enrique, que es más fácil destruir lo que no se conoce, que intentar aprender de ello, es más fácil desconfiar tras el miedo que produce la vida a quien tiene que defenderse con las mejores armas, que entender a ese que con tu nariz levantada como dueño del Universo que te crees intenta mostrarte o enseñarte algo. Y así lanzas tus pilum, tus glaudium, tus formaciones en tortuga, contra aquellos a los que temes por su conocimiento.
Que el error ya lo cometió Roma, y aquí lo sabemos muy bien, que no hacemos más que pasear por sus ruinas desde Mérida a Palmira, que también lo cometió ese Imperio Británico, que aún piensa ser el centro del universo porque un día los boers les atacaron en Pekín, y en las selvas del Yukon intentaban cuatro desarrapados emular la jerga de los barrios bajos de Londres.
Sé que poca gente entenderá este escrito, que he dedicado a la historia de esa vieja amiga y compañera de desempeños que fue la empresa en la que trabajé, la que empezó haciendo sopicaldos y llegó a lo más alto de su disciplina en el mundo científico. Sé que hay personas a las que les dolerá la muerte anunciada en boletín oficial de la comunidad de Madrid, de que la vieja Oxoid va a perder su nombre en aras de la productividad y del supuesto pragmatismo, y andará algún tiempo más intentando satisfacer las ansias de dividendos de los hijos de Harward, hasta que se cansen.
Mi dolor ya no existe, a no ser por las personas, los tripulantes de la nave que aún andan de babor a estribor baldeando la cubierta engañados por un capitán bellaco al que nadie conoce. Espero que tengan larga vida o que la muerte les llegue sin dolor, yo ahora estoy intentando entender el “Motus Libri”, y con ello ya tengo bastante, que para el Voynich, un amigo que dice que puede desencriptar cualquier cosa, me asegura que el lo arregla en cuanto se lo deje.
Buenas noches, y buena suerte

Siete de julio

Pues sí, San Fermín, que ya hacía un año que no tocaba, y empezábamos a echar de menos el hecho de que mientras el Herrera soltaba su parida matutina, los de RNE, nos anduvieran contando eso de la curva de Mercaderes, o el tumulto en Telefónica.
Parte del circensis, digo yo, que no pienso, y a ver si lo consigo, ni alabarlo ni cargármelo, que no me toca a mí esa labor.
Son muchos años ya de ese circensis, del que, la verdad no conozco el origen, y ahora no me viene nada por enchufar la Wilkipedia, y el Espasa se me ha quedado anticuado con sus verdades de hace medio siglo. Seguro que en su Gárgoris y Habidis, el Sáchez Dragó dice algo, pero lo dicho, estoy muy perro esta mañana.
Leí en su momento aquellas referencias del periodista/novelista don Ernesto, al que por cierto nunca le perdonaré que hiciese subir el precio de mercado de los daiquiris, en Fiesta y en París era una fiesta.
Don Ernesto, que siempre me pareció un cabestro de mucho cuidado, tenía toda la pinta de salir cada mañana encabezando la manada desde los corrales a la plaza, ya que de lo que leí de él, fumable, lo que se dice fumable, para mi humilde gusto, fue solo aquel inolvidable Viejo y el mar, que sus otras obras, incluyendo las Nieves del Kilimanjaro, y Por quién doblan las campanas, incluidas Fiesta y París era una fiesta, me parecieron como poco una mezcla de niño rico haciendo su Erasmus en Europa y Rodolfo el de la Bohéme, pero poco más, que nunca he creído en la creatividad del absenta.
Creo que aparte de pegarse unas buenas panzadas en “El hostal del rey noble”, (vulgo “las Pocholas”), y conseguir aquel estado fantástico de “Evite resacas, siga borracho”, todo lo demás fue propaganda a favor del régimen de nuestro malhadado generalote, que andaba como loco porque lo reconocieran tanto en la ONU, como en los USA.
Cierto que no perdió ocasión de andar por todas las guerras que pudo en aquella terrible primera mitad del siglo veinte, que no dejó títere con cabeza, y a pesar de las heridas que recibió, tuvo sus compensaciones económicas, así que como aquí se viene “llorao”, pues a otra cosa.
Volviendo a los San Fermines, la publicación de París era una fiesta, supuso, desde mi punto de vista uno de esos espaldarazos que internacionalizaron esta fiesta que hoy comienza. Se publicó en 1964, tras la muerte del escritor con material que había recogido en los años veinte, en una suerte de apuntes autobiográficos que se había dejado olvidados en un hotel de Paris por casi un cuarto de siglo, y que había empezado a recomponer en los aledaños del 57, culminando en un viaje a España, y a los Sanfermines, allá por 1959, dos años antes de su muerte. Le vino bien a Pamplona.
Mario Cabré que junto con Luis Miguel Dominguín andaban a ver quién se acostaba más veces con Ava Gardner, aprovecharon para salir en la foto, que hasta “Uncle Frank” tuvo que venir a rescatar a su chica que veía que los hispanos se la embarazaban a poco que llegara el avión con retraso, y seguro que le costaba un papel en el nuevo proyecto de Cecil B. de Mille, o algo parecido.
Los Nodos de la época se hacían sopas enseñándonos las barbas blancas en el tendido de la plaza pamplonica de Don Ernesto. ¡Que por fin se reconocía la grandeza de España en ese mundo anglosajón, pérfido y masón!. ¡Que la bravura y el corazón hispano brillaban con un único esplendor! ¡Que la discreción y la laboriosidad de la mujer española eran un ejemplo para el mundo!. ¡Doña Pilar Primo de Rivera, había conseguido un modelo de mujer ejemplar para el mundo, y Don Ernesto estaba allí para verlo!.
Cierto que el Plan Marshall había pasado de largo por esta tremenda piel de toro, pero “Uncle Sam” era nuestra única tabla de salvación, y a los españoles nos convencieron de que aquella visita del alemán de Pennsylvania, Dwigth Eisenhower, en 1961, iba a ser el espaldarazo definitivo para nuestra Una, Grande y Libre, que el tío Paco se empeñaba en pintar por las paredes de nuestras calles.
Sirvió para unas cuantas bases americanas en nuestro territorio, para que nos ensuciaran con cobalto Almería, que era el precio que debíamos pagar a los americanos para que nos metieran en la ONU allá por 1955, pero ya estábamos dentro del Imperio, como una provincia periférica, pero dentro.
Y cierto, los Sanfermines, los toros, Hemingway, Eisenhower, y hasta nuestra Saritísima besando apasionadamente a aquel Gary Cooper, que demostrando sus dotes de actor, nos hizo creer que se derretía desde su atalaya gay, que ciertas lenguas viperinas comentan.
Pero malas lenguas aparte, esta fiesta que hoy comienza, queramos o no, representa una buena parte del estereotipo español allá por donde vayas del mundo, que a los hooligans de Liverpool, no les hubiera importado tener una cosa así, que lo de los “Reds”, es poca cosa, sobre todo desde que se les fue Benítez, y para no morirse de aburrimiento y quitarse el empacho de rubias tetudas, hasta los australianos se vienen por estos pagos a jugarse la femoral, que para eso la tienen.
Algún amigo pamplonica de esos que todos tenemos, me decía que el mes de julio entero, a Benidorm, que la casa junto a la Rochapea la cerraba a cal y canto, que no había quien soportara borrachos multinacionales, vascos radicales, y mujeres llorando medio violadas porque se creían que el cabrón borracho de Conneticut iba de buena fe.
Pero todo al final tiene su encanto, que puede ser hasta morboso. Se llenará Estafeta el fin de semana, habrá heridos o muertos por asta de toro, por asfixia, por exceso de alcohol, o por un navajazo a destiempo, que a nadie le importa, pero de alguna manera el rito medio iniciático del muchacho que cree mostrar su valor corriendo entre cuernos, seguirá en algún sitio de la fiesta, aunque no se vea ya, o el rito de fertilidad, que cuesta creer hoy, pero que en esa amalgama de razas que se junta alrededor del templete de la Plaza del Castillo, seguro que aparece.
Hemos rodeado nuestras tradiciones ancestrales a base de cubrirlas con capas espurias de unas connotaciones que no les corresponden ya, pero que indudablemente subyacen en lo más hondo de la Fiesta. De esa fiesta que aquí va desde el sacrificio de un toro, a la romería a cualquier santo o virgen a través de nuestra geografía.
Y mientras, el Basajaún de turno, o la Mari de los bosques seguirán mirándonos desde sus mundos mágicos, para que al final, el daño que podamos hacernos no acabe del todo con nosotros, que bien sabido es que sin heridas no se forja un rebelde ¿Verdad Don Ramón?.
Así que disfruten de lo que sean capaces ustedes de percibir de la fiesta, intenten entender algo, o no, que a mí se me da una higa, no confíen que los mangas verdes lleguen a tiempo, que a ellos “pa lo que les pagan” tampoco les importa demasiado lo que pase, siempre que no salpique, y no olviden que sin la internacionalización que nos dio el cabestro de Don Ernesto, nuestras fiestas solo serían, eso, ritos iniciáticos y de fertilidad en la España campesina.
Buenas noches, y buena suerte

¡Con la caló que hay!

Hoy estoy llorica, que con esto de la caló, las noches tropicales en la meseta, los aires acondicionados y el exceso de aguas que uno debe tomarse, por aquello del riesgo de momificar antes de tiempo, uno está que no sabe qué hacer.
Claro, que siempre hay los que están peor, pero es un magro consuelo, que me he enterado de buena tinta, que hay gente que de veraneo se llega a ir a sitios como Qatar, en donde no puedes ponerte en la playa ni el tanga ni el mini bikini, que la peña por allí al parecer se pone de los nervios a la que ven un trozo de chicha cristiana más de lo que su ley permite.
Hay gente, que me he enterado en mi mentidero de cabecera, que ha decidido pasar buena parte de las vacaciones en Barcelona, bueno, en el aeropuerto que con eso del metro al parecer se llega en un plis.
Que me han dicho, que dormir en el suelo sin necesidad de deshacer el equipaje, sale gratis, ¡oiga! ¡gratis!, que no te pesan para tal menester ni la bolsa del Corte Inglés, ni la mochila del niño, ni si la abuela se ha empeñado en viajar con su herramienta para hacer encaje de bolillos, ni si el abuelo se lleva su bolsa nueva de palos, que desde que cruzó la setentena, ya le dejan salir de azules, y eso hay que aprovecharlo.
El hostelero aeroportuario está encantado, más del ochenta por ciento de ocupación en los suelos del Prat…¡neeennn!, y se prevén nuevas reservas estos días lo que garantizará la ocupación casi total. Una pasada, que va a ser una estadística de esas que duran como el record de Bob Beamon saltando en México todo lo que quiso y más. No puede ir mejor el verano, y es que la caló, tiene eso, acaba fomentando el contacto humano, ya que con tal de pasar el rato, dicen las crónicas que los pasajeros han llegado incluso a entablar conversaciones entre ellos:
-Y usted, ¿cuántos días va a estar por aquí?, que mira que es bonito esto, y además baratito.
-Pues yo he venido con la niña que está ya casadera, y luego se la presento que se ha ido a cargar las pilas del móvil para guasapear a su peña las fotos de todo esto, que mi niña para estas cosas, no sabe usted lo que vale.
Creo que en Benidorm, la cosa está también así, y eso que ya no puedes enviar al abuelo jubilata e insomne a las cinco de la mañana a pillar sitio para la sombrilla, que han puesto vigilantes, y si te ven marcando territorio, aunque no sea con meaditas, te ponen multas más cars que una noche en hotel de cinco estrellas con piscina, ¡oiga!. Un sin vivir.
Los cordobeses, otra vez encantados, que tienen el record de los cuarenta y pico, que este año no se lo va a quitar ni Écija, que eso del calentamiento va por barrios, y ellos juegan a la lotería con mucho sentido.
Y volviendo a las vacaciones aeroportuarias, a las que los gabachos creo que van a potenciar, recuerdo una vieja historia que me contaban de Don Santiago Rusinyol, que como buen “sitgetá” de adopción, que él nació en Barcelona, bien que de padres de Manlleu, tenía la cultura y el arte en la mano derecha y la retranca del saber popular en la otra.
Para demostrar el buen sentido de los “sitgetans”, apareció un día en el mercado con una bandeja llena de duros de plata, ¡oiga, una pasta!, los ofreció a sus conciudadanos a ¡cuatro pesetas!.
Pasó todo el pueblo, miraron las monedas, las mordieron como Nadal la copa del Roland Garros ese, la tiraron al rebote contra el suelo. Vamos que les hicieron la prueba del nueve, y parecían buenas, y a Don Santiago lo conocían perfectamente, que tenía detrás de la iglesia el Cau Ferrat, y que sabían dónde vivía.
No vendió ni uno. Claro, que entonces, eso de la mercadotecnia andaba que no era ni un brillo en los ojos de papá, pero todos sabían que nadie daba duros a cuatro pesetas, y que si alguien los ofrecía, te engañaba, seguro.
Lo del Vueling de las narices, como otras historias relacionadas con las líneas aéreas de bajo coste, o con cualquier cosa de bajo coste, es el triunfo de los duros a cuatro pesetas, y picamos todos, unos detrás de otros, y si no que se lo digan a los veraneantes del Prat, que a todos los inconvenientes que se van a llevar de estos maravillosos días de vacaciones en los suelos de la T1, tendrán que añadir el hecho de que si consiguen viajar, posiblemente tengan que pagar un extra por las piernas, y todos los amenes que les planteen en la puerta de embarque, que la funda de las gafas cuenta como equipaje de mano, y son cuarenta del ala.
Y todo eso con la caló de por medio, que además te pone agresivo, y te lías a tortas con el eventual del aeropuerto que es el que por tres perras eventuales, encima, tiene que dar la cara por aquellos a quienes el servicio que deberían dar a cambio de dinero, lo niegan, mientras suman con la Excel los beneficios desde su despacho de la City.
Hoy ha salido amenazadora, esta ministra zamorana, mitad médico, mitad de obras públicas a decir que podrían suspender la licencia a quienes con indecencia tratan a los pasajeros, a los que prometen duros a cuatro pesetas, justo cuando la caló aprieta.
Es la segunda línea que el nacionalismo catalán ha querido que fuera su compañía de bandera. La primera se pegó un guarrazo de los de toma pan y moja, claro, que se llamaba Spanair, y con ese nombre a Catalunya, malament. Y a esta que le ponen un nombre más choni que la churrera de Leganés… no sé yo, que la han liao parda, me temo.
Echo de menos los billetes de avión que duraban un año desde el momento del uso del primer cupón, y luego, cuando llegabas a bordo, te dabas cuenta de que eras una persona, y como tal te trataban…tiempos, de duros a cinco pesetas.
Pero los tiempos cambian, y mientras los gobiernos de los países estén obligados a mantener ciertos modelos de negocios, que si no los del TTIP, o cualquier otro les sacuden o les ponen una cuña en la puerta giratoria al señor ministro, nos van a seguir tratando de esta forma, Ryannair, Vueling, Easy Jet, y cualquier otra de cualquier otra cosa.
Menos mal que a las eléctricas no se les ha ocurrido aún lo del “low cost”. Lo íbamos a pagar carísimo, con la caló que hasse.
Buenas noches, y buena suerte

Nos la cogemos con papel de fumar, o la ley del embudo

Estos días, con eso del Brexit, los dignos 27 restantes le han recordado al Señor Cameron, que eso de querer usar el Mercado único, pero de recibir ciudadanos de otros países, ni hablar, está muy, pero que muy feo. ¡Hombre!.
Que son las tres las grandes libertades sobre las que se fundamenta la Unión Europea, libertad de tránsito de personas, libertad de tránsito de capitales, y libertad de tránsito de mercancías, o algo así.
Los europeos conocemos esto muy bien, sobre todo si nos movemos por el espacio Schengen, que llegas a Paris desde Madrid, o desde Berlín con la misma facilidad que si te trasladas en un tren de cercanías a Aranjuez, o a Sans Soucis.
Pero más aún, si soy francés, y quiero vivir en Palermo, pues muy bien, que “i mafiossi” te aplicaran los mismos derechos que tienen sus soldados, y tú tendrás los mismos deberes. Esa es la cosa.
Desgraciadamente, aún no nos hemos puesto de acuerdo en tonterías como que la sanidad existente al servicio del ciudadano, no es la misma si vives en Palermo o en Amsterdam, o que los impuestos que pagas en uno u otro lugar no son los mismos.
Incluso hay otras cosas que aún nos diferencian, como las legislaciones laborales, penales, o simplemente los códigos civiles, por no hablar de los sistemas judiciales, o los derechos individuales, aunque en general y sin entrar en detalles, si eres malote, te van a tratar de forma muy parecida, aquí o allí.
Tenemos todos un pasaporte que dice que somos ciudadanos europeos, y aunque aparecen las nacionalidades de origen, en principio, somos reconocidos por otros países como originarios, y ciudadanos de un mismo espacio político, cierto que con tremendas carencias en cuanto a la protección como europeos, ya que aún no nos hemos dado una política exterior común.
Creo que esta facilidad de movimiento, de residencia, es un gran avance en la integración de muchos individuos a la hora de establecer vínculos que evitarán, posiblemente disputas internacionales, siempre y cuando los políticos que nos gobiernan desde Estocolmo a Lisboa, no fomenten separatismos, o broncas que crean pueden ser útiles para sus intereses personales. Me alegro por esas roturas de fronteras, que era un peñazo, y aún me acuerdo de llevar el pasaporte preparado en el tren para enseñárselo al policía al cruzar la frontera en Port-Bou, por ejemplo. Creo que es algo fundamental, y si hay problemas en ese tráfico de personas, no es más que por la mala coordinación policial europea, y los prejuicios que aún no nos hemos quitado de encima, y me temo que por mucho tiempo aún.
Yo, que no pretendo evadir impuestos, el poder utilizar en ese espacio el mucho o poco capital que pueda tener, incrementa las posibilidades de utilizar productos financieros dentro de ese espacio, y al disponer de la misma moneda en 19 de los 28 países que integran la unidad monetaria, evito los riesgos del cambio de divisas, y sus costes asociados.
Cierto que tiene sus contrapartidas, y no todas positivas, pero creo que en general es una gran ventaja para los 19 países incorporados a este sistema de moneda común.
Discutimos temas relacionados con las cesiones al común de áreas de poder que algunas de las naciones no quieren perder, que esas cosas de las perras son, han sido y serán temas sobre los que las discusiones son inevitables. Creo honestamente que el libre movimiento de capitales en Europa, ha facilitado enormemente el desarrollo económico, y la facilidad de comercio.
He vivido profesionalmente las dos situaciones, y no puedo por menos que recordar las dificultades que tenía para comprar productos franceses, alemanes, ingleses, a la hora de pagarlos, que tenías que pedir permisos, comprar divisas, con los costes asociados que el sistema antiguo comportaba.
La libre circulación de mercancías, ha sido todo un avance en el comercio europeo, y conste que estoy hablando “grosso modo”, que si vamos al detalle hay muchas cosas que mejorar.
Recuerdo aún pedir licencias de importación para traer material de vidrio de laboratorio desde Francia, y además tenía cupos que no podía saltarme. No hablamos de los impuestos, aranceles, y gastos de despacho. Realmente era una tremenda dificultad, y un sistema que no echamos de menos.
Sea todo dicho a cuentas, primero de esta historia relacionada con la posible salida del Reino Unido del espacio europeo común. Con su pan se lo coman, y los líderes europeos ya le están diciendo a los “British”, que airecito ligero, y que si quieren mojar en este sistema, eso de que un rumano o un polaco no puedan vivir en el Reino Unido, como ciudadano europeo que es y buscarse las habichuelas honestamente, les impide entrar en el espacio de libre circulación de capitales y mercancías. Fantástico, lo aplaudo con todas mis fuerzas. Cogida con papel de fumar, ¡si señor!
Claro, que estos días de locura y hasta malos modos, entre los líderes europeos que hemos visto a través de la parte de información que nos han servido, han hecho que el viaje del comisario europeo Cecilia Mälstrom a Whasington tenga un significado especial, aunque por aquí no nos han dicho ni pío.
La señora Mälstrom es comisario de comercio, y su viaje es para renegociar el tratado TTIP, dentro del nuevo escenario que en Europa aparece con la salida del Reino Unido del espacio comercial europeo.
Ciertamente esto va a trastocar y posiblemente alargar las negociaciones del TTIP, lo que creo va a ser bueno para los ciudadanos europeos en general, ya que se une a este nuevo escenario la situación electoral en los Estados Unidos, así que ya veremos.
http://www.express.co.uk/news/world/684291/Brexit-effect-EU-US-TTIP-trade-deal-faces-failure-after-referendum
Sugiero leer este enlace del Sunday Express del pasado 29 de junio, abundando en este tema.
Decía al inicio del artículo, que con Gran Bretaña nos la hemos cogido con papel de fumar, que si no aceptan a los ciudadanos europeos, se cierra el mercado único para ellos. Perfecto, pero, ¿y con el TTIP?, a los americanos les vamos a permitir acceder a nuestro mercado europeo, pero no parece que se esté hablando de personas, nada de que los americanos puedan vivir en Europa libremente y viceversa sin necesidad de ningún otro tipo de requisitos, así como la libre circulación entre ambos bloques. Aquí ya parece que nos la cogemos con papel de lija, y creo que es una estafa a los ciudadanos de ambos lados del Atlántico, los negociadores se olvidan que trabajan para los ciudadanos, y eso es lo primordial, no solo el vender libremente Seat en Maine, y seguros de salud en Provenza. Es más seguimos con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas en el sentido de las multas que las multinacionales podrán poner a los estados si las normativas que decidan los parlamentos ¿soberanos?, afectan a sus beneficios.
Ya veremos cómo acaban estas cosas, pero me temo lo peor para nosotros, aunque la cosa se retrase y no esté ese caballo de Troya que era para Europa el Reino Unido, como siempre intuyó De Gaulle.
Buenas noches, y buena suerte

El coño de la Bernarda.

En una emisión radiofónica, el historiador Don Juan Eslava Galán, contó la historia de la Bernarda y su coño, no resisto pues la tentación de ir sobre el tan manido asunto, del que nos faltan (al menos a mí), algunas precisiones que nunca mi familia alpujarreña ha tenido a bien aclararme, seguro porque el tema no debe salir frente a niños, ni por supuesto, frente a damas.

A poco que he buscado, parece que la cosa es algo que nos remite a Artefa, un pueblo alpujarreño cercano a Trevélez, y al siglo XVI, de forma que he encontrado este texto que se repite en páginas de diarios como El Ideal, o en multitud de páginas parecidas a la mía en este mundo de Internet. Ahí va la historieta en un corta y pega digna del “rincón de los vagos”

DICE la historia no exenta de leyenda y mentidero granaíno que la procedencia del llamado ‘Coño de la Bernarda’ se sitúa en el lugar llamado de Artefa, villa cercana a Trevélez. Al parecer una mujer, de nombre Bernarda, de la que se decía que era hija natural del rey musulmán Aben Humeya, y nacida en torno a mediados del siglo XVI en Artefa era una reconocida santera. A caballo entre ambas religiones, en unos tiempos difíciles, recorría las calles de aquella aldea armada con sus tablillas de oraciones, mezcla de versículos coránicos y cristianos. Era la sacristana de la ermita en la que los artefaños guardaban y veneraban la imagen del Señor del Zapato. Aunque la fama le venía de santera, ya que lo mismo enderezaba la pata torcida de un cordero, como remediaba las más diversas dolencias, como dirigía los rezos en ausencia del cura por lo que era mujer conocida y querida entre sus vecinos.

Una noche la mujer fue sorprendida por unos toques en la puerta de la ermita que solía habitar, de manera más concreta en una pequeña dependencia aneja. Asustada abrió la puerta y vio que, embozado en su capa, no sabiendo muy bien si por el frío, o por salvaguardar su intimidad, se encontraba Don Aurelio del Alto Otero, a la sazón segundo Conde de Artefa, que venía, pese a lo alto de la madrugada, a solicitar su consejo, ya que, según él, había tenido un sueño que le tenía profundamente alterado:

-»Tuve una visión en la que vide los graneros de Artefa todos vacíos, y secos, con homnes e mulleres famélicos, que ploraban lagrimas a sus puertas y nadie podía façer nada… de repente, en medio de todos eles, aparecíase el Conde mesmo, lamentándose por la suerte de las gentes de su pueblo, y sin poder façer nada, alzaba los ollos al cielo esperando una respuesta, aparecióse entonces la figura, que él creyera de San Isidro Labrador, y una voz en el cielo que decía desta manera: »San Isidro, labrador, quita lo seco y devuélvele la verdor…»

La mujer se vio sorprendida ante el relato del Conde y le contó que ella había tenido otro sueño parecido, una noche que se acostó apesadumbrada por haber dedicado su vida a los demás, no haberse casado y no haber tenido hijos, pues, según ella:
-«No es buena la mujer de cuyo higo non salen fillos». En ese momento se le apareció en su habitación la figura de San Isidro labrador que metiéndole la mano en la raja, de donde gustó tanto la santa mujer que creyera entender por fin el significado de la expresión ‘tener mano de santo’ y al punto casi de morir, por el arrobamiento experimentado, creyó ella oír, por boca del santo, la misma expresión: San Isidro, labrador, quita lo seco y le devuelve el verdor…

El Conde se fue, casi con la misma duda que traía pero, desde su entrevista con Bernarda, las cosechas de Artefa se sucedieron sin parar y no hubo la hambruna temida por el Conde a raíz de su sueño. Por eso, el Conde, hombre religioso, compartió el secreto de su visita a donde la Bernarda, con el cura del lugar Don Higinio Torregrosa, quien, en la homilía del día siguiente, se dedicó a cantar, desde el púlpito, las alabanzas de Dios que tantos «bienes e menesteres plugóle mandar sobre esta sancta terra nuestra de Artefa, por mediación de la muy noble, e sancta muller de Bernarda, o más bien, por medio del figo della, o sea, del coño suyo benedito».

Con todo, había un artefaño, conocido como Manolico, ‘El tontico’, que se pasó todo el día, en la plaza del pueblo, gritando:

-«Que non se creyera lo de la sancta Bernarda, que ninguna muller es sancta por donde mea, así en el infierno arda».

Indignada Bernarda con estas palabras mandó traerlo a su presencia y en la intimidad de la ermita le dijo:

-«Mete tu mano en el coño bendito, a ver si miento, en lo que siento, y sea tu escarmiento».

Hízolo así Manolico, que desde entonces, pues nadie vio el milagro escondido, se hizo el más célebre predicador del ‘figo benedito’ de su paisana artefaña.

Las bendiciones se sucedían sobre Artefa, diciendo las crónicas que:

– «Todos los homnes, e mulleres, de los derredores, allegábanse a casa la Bernarda, a tocar su coño benedito, y por doquiera la abundancia manaba: las mulleres daban fillos sietemesinos fuertes como cabritillos, y las guarras parían cochinillos a porrillo, las cosechas se multiplicaban y hasta las gallinas empollaban ovos de sete yemas…»

Mas Bernarda murió, y la enterraron entre gran llanto y duelo de sus gentes, que a partir de ese momento, como maldecidos por la ausencia de la buena mujer, sufrieron en sus carnes todo lo que aquella, quizás en vida evitara: terremotos, abortos en el ganado y las mujeres, cosechas baldías…

Cuenta la leyenda que un buen día que:

«Una muller del pueblo, ploraba lágrimas de seus ollos al sepolcro della, vióse sorprendida por unas luminarias que ascendían del sepolcro, asustada e enloquecida corrió a presencia del señor cura párroco, que ordenó desenterraran el corpo morto de la Bernarda, hallando, todos los presentes, con el Notario de Artefa al frente, que la Bernarda polvo era, como es la suerte de nuestros padres, salvo su figo incorrupto, rojo y húmedo qual breva».

El párroco, Don Higinio Torregrosa ordenó el traslado del despojo santo a la parroquia, donde enseguida lo colocaron en un relicario, llamado desde entonces el Coño de la Bernarda, por la urna de oro y la forma de lo que dentro conservara… y que no hubo nadie que al contacto del relicario no recuperara la abundancia.

El por aquel entonces arzobispo de Granada, D. Pedro Castro Vaca y Quiñones, más preocupado en vigilar de cerca de los moriscos falsamente convertidos a la ‘fe verdadera’, no estaba mucho por la labor de apoyar una petición de canonizar a una santera, amén de que, como expresivamente decía la misiva, remitida al Ayuntamiento de Artefa: «Dicen los senyores teologos e dominicos desta Ecclesia de Granada que nunca oyóse en toda la christiandad, que el Senyor Papa gobierna, y Christo benedice, que nada bueno saliera del coño de una muller».
Con tal respuesta, Don Higinio Torregrosa, según las crónicas, escondió el ‘sagrado órgano’ tras el falso muro que el cura mandó construir, introducido en un relicario de oro con brillantes. Realidad o ficción, la misma historia, con trazas de similitud se sitúa en localidades como Ciudad Real y Sevilla.

Las versiones modernas del Coño de la Bernarda, las encontramos hoy en las bocas santas de los políticos de estas tierras de demócratas occidentales, que no hacen más que meter la mano en el santo coño de las promesas de donde dicen salen las maravillas de la abundancia, que habrá de repartirse todo ciudadano temeroso de Dios, y miembro, (sea dicho sin ninguna connotación escabrosa), de nuestras sociedades occidentales.

No voy a hablar de los nacionalistas de mi tierra, que creen que “El coño de la Bernarda” es esa soñada independencia en donde podrán meter la mano y encontrar las maravillas del huerto verde que dice San Isidro.

Ni voy a hablar de los británicos, que describieron con un arte digno de un Marlowe, las maravillas que ellos habían intuído al asomarse al “Coño de la Bernarda” en versión británica, ahora que se quitarán de encima el yugo europeo.

Y por supuesto, las promesas de los que se han asomado al “Coño de la Bernarda” en versión USA, están intuyendo las maravillas que pueden alcanzar, si la plebe les permite finalmente meter la mano, como Manolico, vamos.

Lo malo, es que van a matar a la Bernarda, y va a quedar su coño para reliquia, de esas que como las de San Pantaleón, o San Genaro brillan de vida de vez en cuando, eso sí dentro de una urna, que para esto «la mano de santo» puede torcerse, y a ver si trastoca «el verdor en seco», y hacemos un pan como unas tortas.

Nada más inteligente que la postura eclesiástica, declinando más publicidad, y huyendo como alma que lleva el diablo, de tentaciones beateras a cuentas del tal coño. ¡Bien por el sentido común del Señor Obispo!.

Y tras su muerte, ya veis lo que pasó, que se secó todo, menos “El coño de la Bernarda”, y con la lección aprendida, a ver si metemos en cintura de una vez a estos politicastros que necesitan que Don Francisco de Quevedo i Villegas, les haga unas coplillas.
Buenas noches, y buena suerte