La montaña mágica

Ya me perdonará el gran Thomas Mann por eso de apropiarme del título de su obra, pero como no pienso copiarle la novela, no creo que se me enfade mucho, y quienes me leéis, ya sabéis de mi tendencia a pescar de aquí y de allí, que si no te pasa como al personaje ese del señor Dicker, o algo así, que desde las playas de Nueva Inglaterra, se enfrenta al síndrome de la página en blanco.
Desde hace unos días, me levanto, y lo primero que veo delante de mí es una montaña, que no sé si es mágica, pero es majica, y con eso, el resto del día da gloria pasarlo.
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Desde luego no he venido a curarme de una tuberculosis, que con eso de las mutirresistencias, uno no sabe si va a acabar como Violeta, o como Mimí, en brazos de un Alfredo o un Rodolfo cualquiera, y uno no está para esos trotes, con lo que he decidido no caer en la debilidad de asociarme con el tal bacilo, pero desde este semiretiro a esta montaña semimágica, se me vienen a la cabeza esas historias de los veraneos de nuestros…..bueenoo, de mis abuelos, aquellos que en caso de que tuvieran posibles, y huyendo de los rigores mesetarios, o del Pla Barceloni, tocaban arrebato, y carretera y manta, hacia San Sebastián, Santander, e incluso a Comillas los mesetarios, y “capa la platja de San Pol” o a la Cerdanya los que se dedicaban al textil y a putear al noi del sucre.
Que unos se iban a sus casas, que para eso eran gente bien que acarreaban unos mínimos enseres, al servicio, (que no debía faltar), y simplemente cambiaban de pueblo, que no de casa.
Pero otros iban a tomar las aguas, que siempre me ha parecido algo de lo más romántico, y para eso estaban los balnearios, (ahora se llaman resorts con SpA), y don Usted, y Señora, se quedaban en la habitación de todos los años, con vistas al jardín, los tres meses que marcaba la religión, que en eso, y en otras muchas cosas, eran verdaderos integristas.
Y los baños eran de mar y montaña, que no era lo mismo que la hipocondria de don Usted, fuera de tendencias reumáticas, o de eso del riñón que me trae a mal traer, ya ve usted. Claro que tantos meses en el mismo sitio, y ocupando lugares comunes, la gente podía incluso llegar a intimar, cortésmente, sin confundirse que lo del amour fou de verano es una modernidad, que uno no sabe si la trajeron las suecas de los sesenta a Lloret de Mar, o fue una cosa de las playas de Montecarlo en donde pescaba (rubias) Roger Vadim.
Siempre está la excepción del amor de Von Aschenbach, por el indefinido Tadzio, pero el pobre, al final, paga su pecado desteñido en los baños del Lido. Que eso está muy mal, don Gustav, vamos, que no se hace ¡Hombre!.
Las cosas han cambiado, y no porque haya gente, que, como siempre, suban a las playas verdes, o se pierdan en la Cerdanya o incluso en la Costa Brava, que de esos siempre queda alguno, aunque me han dicho, que ahora tienden más al Lago di Garda, o a la Costa Esmeralda, y ya se sabe, hasta al dinero viejo, de vez en cuando le gusta epatar.
Todo esto empezó a cambiar con los planes de desarrollo de aquel López con cara de meapilas, y culminó con las residencias de educación y descanso, para productores con suerte, afiliados de oficio al sindicato vertical.

La cosa es que ahora, hasta los esclavos toman vacaciones, de esclavo claro, que consolidó cuando el jefe del negociado de mireusteses, del ministerio de qué le voy a decir a usted que no sepa, pudo firmar las letras del apartamento en Benidorm, y ¡cómo no!, las del Simca mil, para hacerse el dueño la nacional tres.
Ahí vino el famoso invento del “Rodríguez”, que se hacía mil kilómetros a la semana en Simca mil, y soñaba con que alguna de esas señoritas que fumaban, le dijeran un “¿qué pasa con tu cuerpo?”, pero eso era publicidad del Ministerio, que las señoritas que fumaban o se iban a Fuenterrabía, o a San Feliu de Guixols, como las gaviotas, siguiendo la caza mayor, y el Rodríguez acababa con úlcera de estómago, que por no aprender, no había aprendido ni a hacerse un gazpacho decente.
Hoy las cosas van por otros derroteros para el proletariado, que con eso de la liberación de la mujer, los calendarios escolares, los trabajos precarios, no hay quien junte más de tres días para la conciliación familiar en período vacacional, y se ve en el trasiego de gente en estos sitios donde te recibe una montaña casi mágica, que te duran eso, tres días de proletario estrés fuera de casa, que lo veo en este semiretiro pirenaico.
Que se te sienta a la hora del té una familia en la mesa de al lado, y uno no sabe si saludarles en plan nos veremos durante las próximas semanas, o un buenaaassss, que todo lo que van a dar es la tabarra con el mamoncete que acarrean, y nadie hay que te los presente.
A los dos días desaparecidos, y lo que es peor, substituidos, con lo que te despistas un montón, ya que parecen todos clónicos, y si el camarero no te da un codazo a tiempo, casi les dices, lo de ¡Qué alegría volverles a ver!. Un sindios.
Las habitaciones de los Balnearios, siempre he dicho que como máximo tienen cuatro fronteras, arriba, abajo, a derecha, y a izquierda, con lo que mis abuelos sabían lo que tenían a su alrededor los tres meses de verano, y claro, no podían aplicar lo de que “para lo que me queda de estar en el convento, me cago dentro”, que eran tres meses, y así dos o tres décadas, vamos, o lo que tardara en matarte una Pseudomona de la piscina, o una Salmonella en la ensaladilla rusa.
Pero ahora se pueden poner a ensayar “El cant de la Sibyla”, en la habitación del otro lado del Pecos, que como van a ser dos días, no les da tiempo a los de recepción a poner orden, ni apetece, que es muy cansino, aunque tengan entrenamiento, y además por los seiscientos euros que me sueltan, no estoy para cuchufletas.
Así que no hay quien duerma la siesta en paz, que a los de arriba se les ha acabado la lectura del Ars Amandi, y se me ponen de prácticas ruidosas, y como no son de mi círculo ni en Recoletos, ni en el Mercantil de Pedralbes, no hay forma de atenuar los ardores, que de prohibirlos nada, por supuesto, que uno es muy liberal para esas cosas.
Otra cosa que ya no se vé, es lo de la botella de vino de Don Usted, que se la guardo para esta noche, para mañana, para cuando Don Usted mande, y le ponemos el distintivo doble en un baberito atado al cuello del tintorro, “Don Usted, Hab. 1431”, (lo de la protección de datos, y la preservación de la intimidad no había sido tenido aún en consideración),
-Que este año hay dos camareros nuevos, y aún no le conocen, que yo no necesito esas indicaciones, que le conozco de muchos años, y sé que su tacañería no le deja pasar de un Gandesa poco filtrado.
Seguiremos unas semanas más hasta que refresque, y se vayan los malos aires de Barcelona, además ya empiezan las fiestas de Gracia, y tenemos que dejar que la mucama se acerque al baile de la Plaça del Diamant, la pobre, que también tiene que distraerse, y estas chicas de pueblo, con tan pocas luces, bueno, ya se sabe.
Y para Madrid, pues a tiempo de la Virgen de setiembre, que aquí hay para todos.
Buenas noches, y buena suerte

El “circensis” que viene.

Ya empiezan las amenazas, se nos vienen encima los tan esperados Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, y yo también me río.
Y de veras que no me río porque los brasileiros puedan liarla parda, que seguro que con unas sambas algo de Candombé, y el uso adecuado de mulatos y mulatas por los participantes del primer mundo, los recuerdos que quedan son maravillosos.
Luego quedan los sexalescentes, que sin ser del todo inmunes al hechizo mulato, o rubicundo, que de todo hay, a lo mejor, desde su posición ya de turista de lujo, o miembro destacado de alguna delegación o del mismísimo Comité Olímpico Internacional, buscan un paseo tranquilo por la playa de Ipanema, a ver si es verdad eso de la garota.
Luego creerán que en alguno de los pequeños restaurantes con escenario, un redivivo Vinicius de Moraes jugará con Toquinho, o hasta con Maria Bethania, como si estuvieran en aquel antro bonaerense de La Fusa, a reinventar la bossa nova.
A lo mejor, y con algo de suerte encuentran un sitio donde María Creuza aún susurre aquella “Samba de una nota so”, o aquella desesperada canción que decía lo de que “Tristeza nao te fin, felicidade si”, y que es de lo más triste que he escuchado en mi vida.
Porque claro, aterrizando en un aeropuerto que se llama Antonio Carlos Jobim, no te puedes esperar otra cosa, la bossa nova te embriagará como en su momento hace ya más de medio siglo, enamoró a Sinatra, a Ella, a Nat King Cole, a Stan Getz, a Charlie Bird, a….medio mundo.
Pero la Bossa, nació de la simbiosis de un gran músico, Jobim, y de un maravilloso golfo Vinicius, que desde una posición cultural importante y una mundología desconocida en aquel país, hizo lo que quiso con los políticos y gobiernos locales hasta que dijeron basta, y sin embargo siguió haciéndolo pero de otra manera.
Claro que toda esa generación del primer tercio del siglo pasado, quedaría incompleta si no mencionáramos a Joao Gilberto ni a Astrud Gilberto, que para mí fue quien mejor cantó A garota, a pesar de que lo hiciera en inglés.
Pero eso es un tiempo pasado, que los sexalescentes buscarán, probablemente en un corto paseo en taxi desde su suite del glamouroso Copacabana Palace, hasta el corazón de Ipanema, que cruzar la montañita que separa las dos playas, ni se lo van a permitir sus barrigas, ni el miedo que les han metido en el cuerpo, todos los sistemas de comunicación al alcance de sus respectivas delegaciones.
Yo anduve por ahí, no recuerdo muy bien, hará cinco o seis años, quizás menos, y sí, encontré un pequeño restaurante donde cantaba María Creuza, y fue una sorpresa, comerse el chusco de carne escuchando aquella maravilla, pero me temo que era el final de esa magnífica generación que trajo la “nueva ola” a la música brasileira.
Sé que hay nuevas generaciones, y que es un filón que ha de darnos aún muchas alegrías, pero quiero constatar que ese aire romántico que nos dejaron todos aquellos monstruos de la música, se perdió como lágrimas en la lluvia que diría el androide.
Yo no me atreví a bañarme en Ipanema, ni en Copacabana, ni en San Salvador de Bahía, ni en Recife, que además decían que tenían tiburones toro a la búsqueda de ciudadanos despistados, así que me veo a los hijos del primer mundo cruzando a nado las bahías y se me rompe el culo de la risa, que eso no se limpia en dos días, que se vuelve a ensuciar en media hora.
Yo percibí al oriundo de Río, como una persona más favela que ciudad, que aquello no da para que vivan los millones de habitantes que a ojo cuentan, que hacer un censo serio por allí me suena a utopía, y desde luego intentar cinturones sanitarios que aíslen el mundo de la elite del deporte de la realidad carioca, no sé yo si funcionará.
Es como si quisiéramos quitar la vida de la favela a Orfeo negro, que Camus se quedaría sin película, y nosotros sin una bella historia y unas bellas bossas.
Ahora, los “fisnos de verdad”, o no han querido ir, como los mejores golfistas del mundo, o como los del equipo de baloncesto USA, que han puesto un barco de lujo como hotel a sus disposición, que de la villa olímpica no se fían Y eso que a mayoría de ellos podrían pasar por habitantes de la zona, eso sí, mejor alimentados.
Y al resto de los mortales, nos tienen preparado el bombardeo de los deportes a seguir, de las retransmisiones de madrugada, y de los suplementos especiales de los periódicos que ya no se venden, a ver si se nos olvidan por un momento todas esas porquerías que este mundo en guerra nos ofrece.
Porque esto no es la antigua Grecia, y el negocio de las armas no cesa, es más que habrá que equipar a la seguridad de los Juegos de escopetas muy sofisticadas, que tenemos miedo al ratero y a acuchillador que asesina delante de seiscientos agentes en el corazón del primer mundo.
Pero ya nos huele todo a trampa, que si el no sé terol ruso que se lo daban con el vodka del desayuno, pero bueno que no se enfade el oso, que Don Helenio Herrera dicen que les daba un cafetito antes de jugar contra el Madrit (ens roba).
Y lo siento, pero yo no seré uno de los tropecientos mil millones de humanos que se amorrarán a la tele a ver la ceremonia, o a ver el putt del “niño” en el Green del 18, ni siquiera la mala suerte de Nadal cuando resbale al responder el match ball de Nolo…
Y todo porque ahora que establecimientos Miró entra en concurso de acreedores nadie hace publicidad para que me compre el último televisor de infinitas pulgadas, y sin tele cinco, ni la sexta que ahora vienen inteligentes.
Tendré que hacer algo, y lo que se me ocurre, a lo mejor, es largarme a donde no llegue la señal, o enfrascarme en el último ensayo sobre la duplicación inesperada del alma del cangrejo de río español, que siempre ha sido un consuelo.
Y es que mi problema no es saber cuántas medallas ganará este o aquella, si no como podrán resolverse los verdaderos problemas de nuestra maltrecha humanidad, es decir, cómo podremos ser más libres, cómo podremos librarnos de las guerras, cómo podremos ser solidarios con nuestros semejantes, como podremos todos alcanzar los niveles de desarrollo que hagan que no nos sintamos inferiores a nadie.
Cómo nos quitaremos de encima dictadores, charlatanes, ladrones, iluminados, asesinos, y otras hierbas, que tanto daño nos han hecho.
Así, que mis amigos, me pondré a escuchar ese bello disco de Getz/Gilberto, en honor a una tierra que me pareció duramente maravillosa, desde Manaos a Sao Luis, y desde Sao Luis Iguazú, pero donde, como en todo el mundo, parece que los que deciden, se han vuelto locos, (o tontos, que nunca se sabe).
Buenas noches, y buena suerte

La decimotercera enmienda.

Estas cosas que tiene el Imperio, y que siempre me han puesto los pelos de punta, porque, claro, uno que no entiende de casi nada, ya se quedó en su momento de piedra, cuando se enteró de forma sucinta de qué iba la segunda enmienda, y para qué se estaba usando en nuestros días.
Que como en aquellos tiempos no tenían pasta para proteger tan vasto territorio, que además seguía creciendo, lo fácil era dejar que los buenos americanos tuvieran su Winchester, que había que defenderse de los malotes.
No voy a marear mucho con esa historia, sobre la que seguro ya he dicho bastantes inconsistencias desde estas mismas páginas, pero como un último apunte, mencionaré solamente el poder que tras esa enmienda se ha forjado, no solo entre los fabricantes de armas, si no en aquellos que se han beneficiado del miedo de muchos ciudadanos no ser protegidos por el sistema. Las consecuencias las conocemos todos, y no estoy aquí para dar la murga con eso.
Pero, en el Imperio, en ese Imperio que se forjó entre otras muchas cosas con loables sentimientos de Fraternidad, Igualdad y Libertad, esa decimotercera enmienda necesitó esperar un año para ser adoptada desde su propuesta, hasta que la firmó Georgia, justo el día en que nosotros celebramos el día de nuestra Constitución pero de 1865.
Sin embargo, Kentucky no la firmó hasta el 18 de marzo de 1976, y Misisipi no lo hizo hasta el 16 de marzo de 1995. Más aún, y por motivos que no parecen estar claros, la ratificación por parte de la oficina del registro federal no expidió el sello de oficialidad hasta el 7 de febrero de 2013.
No hay que olvidar que en 1865, acabó la Guerra de Secesión, que en pocas palabras era un intento por parte de los llamados Estados del Sur, de separarse de la Unión, por muchas causas, pero entre ellas una muy importante era el intento por parte de los Estados del Norte, de abolir la esclavitud.
Además le costó a los americanos que le asesinaran en aquel 1865 a su presidente, Abraham Lincoln, que estaba decidido a la implantación de una filosofía de gobierno en su país en la que las virtudes sobre las que se fundó, significaran el sostén de todo el entramado moral en el que debía basarse la historia de su tierra.
Esa era la parte bonita, que ahí estaba, desde luego, pero también estaban por en medio temas económicos relacionados con la revolución industrial que se abría paso de forma inexorable, en fin, los libros de historia lo explican mucho mejor que yo.
Porque a mi lo que me ha dejado de piedra, es que hasta hace tres años, un Estado de la Unión, Misisipi, no había ratificado la abolición de la esclavitud.
Y, si, desde luego, las historias del Tío Tom ya no se dan, pero yo no quiero ser negro en ese estado, y tiendo a desconfiar de esa autoproclamada Gran Nación, que aunque sea sobre el papel, ha mantenido dentro de su territorio, un baldón al ser humano de esas dimensiones.
Muchas veces he pensado, y alguna de ellas además lo he dicho, que sigo convencido de que en nuestro mundo occidental, liberal, avanzado, la esclavitud sigue siendo un elemento ligado a la producción de bienes de cualquier tipo, aunque en un alarde de hipocresía social oficialmente esté eliminada.
Me habéis leído posiblemente esa diferencia contable que se ha introducido a la hora de considerar a las fuerzas laborales, que en aquellos tiempos del esclavismo no dejaban de ser un activo en los balances, vamos una máquina más, pero propiedad del empresario, o del terrateniente, y cualquier contable sabe que para obtener el mayor beneficio de un activo, hay que llevar un protocolo de mantenimiento adecuado, para que no se te rompa antes de la amortización correspondiente al catorce por ciento, o a lo que sea.
Pero la Guerra de Secesión americana introdujo un interesante cambio en la contabilización del trabajo, que dejó de ser un elemento amortizable a ser un gasto. Este cambio pretendió poner en igualdad a la hora de pactar el servicio llamado trabajo, al poder y al obrero, con las consecuencias que todos conocemos, y su evolución histórica, movimientos obreros, sindicatos que negociaban en nombre de los individuos en un intento de igualar fuerzas, y mi impresión desde fuera, es que el esclavismo continuó, que si un obrero se rompía ya no era una propiedad del patrón la que se perdía, se contrataba un sustituto, y la producción no se resentía.
Y cierto, no hay latigazos, pero hay mobbing, acoso, laboral y de género, y al final, muertes, ¿Verdad France Telecom?, por ejemplo, o M. Renault, o los hedge founds de la City, o….
Pero, y hoy, ¿Cómo ha evolucionado la cosa?, me temo que de muy mala forma para los esclavos actuales, y lo digo al aire de los comentarios que van apareciendo en prensa, o en los intentos de la mercadotecnia, para colocar algún producto.
Vamos por partes, y empecemos por los japoneses que llegan a la destrucción física por tener contento al jefe, que si no sobreproduces, corres el riesgo de ser eliminado del sistema, ya que hay otros dispuestos a hacer lo que tú haces por una fracción de lo que cuestas, y la solución es muy sencilla.
No sé qué banco intenta vender no sé qué a los que en España llamamos hoy con ese eufemismo que usa Fátima Yáñez, emprendedores, y dice imbecilidades como que el colectivo está formado de superhombres, que creen que una baja es una señora de escasa estatura, o que son insensibles a cualquier burrada que se le haya ocurrido al brillante de la campaña con la que todo el mundo ríe. ¡Ya lo tenemos, el hombre máquina, que lo soporta todo!.
Porque la tercera pata de toda esta sucia historia del esclavismo de nuestros días, se llama externalización. Usted ya no tiene relación conmigo, yo le pido lo que necesite, y usted me lo da, y tiene que ser el mejor al precio más bajo, que si no, dejo de comprarle, y sin mis pedidos, usted desaparece, se muere profesionalmente, vamos. Así que trague que afuera es el llanto y el crujir de dientes.
Y como queda feo tener esclavos en casa. Los busco en Nepal, en Bangla Desh, en China, donde haya, y cuando su producción no incremente mis beneficios de la forma que esperan mis inversores, pues hasta luego, que ellos sabrán qué hacer con sus vidas, que tan ajenas me son.
Así que me permitiréis que siga pensando que la decimotercera enmienda es papel mojado, y que esclavos son los que recogen el algodón para mí, los que arrancan el zoltán para mí, los que cosen mis camisas, los velan por el éxito de mis inversiones, los que llevan en un taxi, los que me dan de comer, los que me curan en los hospitales, los que me entretienen ….y los que con su esfuerzo de esclavo, como el que he ofrecido yo, hacen que mi vida sea más agradable.
Hasta que surja un Espartaco, que venza a Craso.
Buenas noches, y buena suerte

Los bancos

Yo no entiendo mucho de estas cosas, Dios me libre, pero no dejo de interesarme por esta historia de los bancos y del precio que dicen que tienen los mercados bursátiles, lejos, claro del valor que ellos dicen que tienen.
A lo mejor ha llegado el San Martín de los bancos, y los cuchillos de los matarifes están ya cerca de la yugular, no lo sé, pero parece que las fortunas del Opus, que se sintieron siempre confortables en manos de los hermanos Valls, andan hoy con temblor de chichas, que no hay forma de que alguien quiera dar un duro por los papelitos que atesoran, y que hace un par de lustros certificaban que eran los dueños del poder.
Y los de ese banco de Siena, que suena a Monte de Piedad, anda así, pidiendo piedad, y buscando qué empeñar para taparlos agujeros que los malditos contables mantienen que existen, “Porca Troya”, que diría el toscano.
Y como Don Botín, se nos cambió de barrio, no pudo ver la traición que a su corazoncito británico le acaban de hacer los pollos del brexit, que a pesar de los esfuerzos de su bella e inteligente hija, Santander va a parecerse al coche de Alonso, o al trenecito de Arganda, ese que pita más que anda.
Pero es que en la cuna europea de los dineros, que antes se llamaban marcos, nadie sabe qué pasa con las sparkasse federales, pero como les vaya solo la mitad de mal que a los buques insignia del Deustche o del Commerce, no quiero ni pensarlo.
No voy a meterme con los bancos tramposos, que dicen por ahí, y seguro que no lo son, como ese de Hong Kong y Singapur, o Shangai que nunca me he parado a mirarlo, y que tienen más trucos que el Green del 18 de Las Matas, que parece una película de Jackie Chan de las trampas que esconde.
Porque a mí, como absoluto ignorante que soy de todas estas cosas, siempre me ha parecido que esto de los bancos es ese negocio que si lo monto yo, me corren a gorrazos, y acabo en el Soto ese de la sierra madrileña, haciendo piña con los políticos a los que tanto queremos, y tanto nos deben.
Porque la cosa, más o menos creo que va así. Yo pongo unas perras, y digo que soy un banco cojonudo, de forma que acepto que me den muuuchhaaaas perras a las que me comprometo a remunerar con mi conocimiento del mundo de los negocios. Y creo servicios en los que yo te dejo algo de pasta, y tú me devuelves pasta y cuarto, o compro casas muy bonitas hoy a perra chica, y las vendo mañana a perra gorda.
O te ayudo a que te sea más cómodo pagar la luz, y así me traes tu magra nómina, y con eso a lo mejor, que seguro no es así, pago algún dividendo.
Bueno, a Keops le duró más el negocio, tanto que él se murió por en medio, y ahí sigue el monumento como ejemplo a la banca mundial.
Pero las cosas se tambalean cuando, al apretar tanto al que se desprecia para obtener algo más de beneficio cada trimestre, es decir, al cliente de a pie, este deja de llevar sus recursos a las entidades, que apenas da para comer, que los salarios son low cost, y que el negro dura los tres primeros días del mes, y de ahí en adelante, a rezar a Lourdes…o a Fátima…Totta.
Y claro, de repente, nadie quiere esos papelitos tan monos que los ingleses llaman shares (trozos), y nosotros acciones, porque a la que te descuidas se te queda cara de opusino popular, es decir, compuesto y sin novio.
Que no, que no te voy a pedir que me dejes dinero, porque creo que me vas a tangar a la que me descuide, y yo no tengo los abogados que tú tienes. Que no voy a dejarte los ahorros de toda la vida, que a la que me descuide, me pones una cláusula suelo de esas que vienen en el canto del contrato, se me pasa, y me haces un pié agua. Y además si te lo pido, me vas a pedir tantas historias, tantas garantías, porque no soy ni un partido político ni el dueño de Electricola, que a lo mejor me mola más acercarme a los fondos cruzados esos del internet, que no marean tanto.
Lo dicho, yo no entiendo de estas cosas, pero me da en la nariz, que tantos y tantos de esos que llaman créditos fallidos, y yo llamo inversiones erróneas, han ido, en la mayor, a esas supuestas grandes operaciones, de empresas solventes, apoyadas por el poder…y que al final ¡uuupppsss!, te abengoas, y a otra cosa, porque lo de la hipoteca de doña Euduvigis, que no me jodan, que con desahucio incluído a la inversión le sacaron pasta, sin duda.
Cierto, los balances, el debe y el haber, hay que respetarlos. Pero es lo que tiene Keops, que la base necesita muchos ladrillos para que el vértice brille.
Que si el dinero es barato, malo. Que si suben los intereses de los bancos centrales, peor, que si los costes laborales del país suben, malo, muy malo, que bajan los beneficios, pero si esos costes bajan, peor, mucho peor, que la peña no tiene un duro y no alimenta la base de mi negocio y este se tambalea.
Claro, que si las cosas se ponen muy peludas, se pide que le den unas perras, las de la señora Euduvigis, claro, vía presupuestos del estado, que como todo el mundo debería entender es un dinero que no es de nadie, y por lo tanto se puede echar mano de él, si metes mucho miedo, , o tienes los negativos del montaje del cajero con la Lolita de turno.
A lo mejor es cosa de Francisco, que en su lucha contra el mal, quiere volver a considerar pecado el préstamo con intereses, con desazón rediviva para un Shylock, y alegría para Porcia, que acabará cobrando por los pleitos.
No lo sé, pero me da, que estos muchachos están a punto de pagar más de una tropelía que en abuso de poder, de conocimiento, han usado para hinchar sus arcas, y a lo mejor, lo más sensato es volver al colchón de los abuelos, y llenarlo, no de papelitos de esos de In God we Trust, sino de pepitas doradas que es lo que mi bisa me hubiera recomendado.
Veo las cosas fatal para nosotros los jubilatas que no sabemos jugar a la petanca, y que nos encantaba ir a la sucursal a preguntar si nos habían ingresado la pensión, porque el día menos pensado nos obligan a hacerlo todo a través de las oficinas virtuales, de voces grabadas y se nos va a poner la cara como a Michel Piccoli, con su muñeca hinchable….y no es lo mismo.
Buenas noches, y buena suerte

Mi querida Turquía, algo más que decir*

Me enteré el otro día, que Napoleón dicen que dijo, que si el mundo tuviese una sola capital, sin duda sería Estambul, que por lo visto en una suerte de griego acomodaticio, quiere decir algo así como “en a la ciudad”. (Eis tin poli)
Mucho le costó que la reconocieran por ese nombre, que como todos sabemos fue antes la sin par Bizancio, la ciudad de Constantino luego, y para los del plan del cincuenta y ocho, pues eso, Estambul, antigua Constantinopla, ignorando lo de Bizancio, por un aquel de los de S.M. editores que mirar hasta el 330 de nuestra era les costaba un tortícolis.
Dejó de ser la capital en 1923, que fue cuando Ankara tomó el relevo, pero me temo que no perdió ni un ápice de su esplendor, todo lo contrario.
A mí la ciudad me enamora, y empiezo a soñar cuando el taxi que me lleva desde el aeropuerto se enfrasca en el atasco alrededor de las murallas del Topkapi, y no sé si pensar en los almogávares intentando colarse por las defensas bizantinas, o a Melina Mercouri, intentando robar, con la ayuda de aquel gran Peter Ustinov, la más preciada de las gemas….la famosa cuchara, que dicen era el quinto diamante más grande del mundo.
No siempre me he alojado en Sultanameth, así que lo más normal el que el taxi siguiese su ruta a paso de caravana, hacia Pera, aquel barrio de las embajadas europeas, o siguiendo por Istiqlal, hasta los hoteles que están en la zona de negocios que abajo en la orilla del Bósforo, junto al Dolmabache, solo me quedaba cuando engañaba al señorito, pero eso es otra historia.
Así que normalmente, mi primer paseo ha sido casi siempre por “la calle del tranvía”, la bella Istiqlal, con sus tiendas occidentalizadas, pero oliendo a Oriente, y esos restaurantes donde nos mezclamos los visitantes con los locales, en las terrazas abigarradas, jugando al noble deporte de volver loco al camarero y al cocinero discutiéndoles la idoneidad de los entremeses, y la frescura del pescado….y eso convive con el gran centro sufí de Estambul, que anda a caballo entre la religiosidad y la recaudación turística….pero ¿a quién le importa?.
Bajas tranquilamente hacia la torre Galata, que preside el barrio que fue de Genoveses…también, y de judíos, y que se incendió, y que volvió a rehacerse, y que a los almo….
Es lo que tiene, que hablas de un trozo de esta ciudad, y no sabes quién puso allí el huevo antes, pero a mí me gusta entrar en los supermercados del barrio a comprar cosas como barras de jabón de afeitar, que ayudan a apurar la barba, pero nunca el bigote, que entonces no te reconocen como amigo, y es bien sabido que lo peor de este mundo es un enemigo turco.
Y si no que se lo pregunten a Churchill que llevó a la muerte para nada en Galipoli, a decenas de miles de hijos de la Commentwealth, y eso enfrente de Troya, como aquel que dice.
Pero dejémonos de disgresiones que estoy a punto de cruzar el puente de Gálata, y con tanta historieta, aún no he cenado. Y me dejo enamorar por alguno de los voceros que me juran que su restaurante es el mejor del mundo, pues claro, que no estoy para discutir. Y la cosa sale como sale, pero el blanquito local se puede beber, es más, está muy rico, y me permite llegar a Emimonu, a coger un barquito que me devuelva a las cercanías del Çiragan, que después de mucho llorar me dieron la habitación con vistas al Bósforo, y yo les pago cenando en los bajos del Gálata.
Y en el barquito, me acuerdo, de la historieta que me contaban, o que leí, que tampoco importa, de la cadena que protegía el famoso Cuerno de Oro, de las entradas de buques no deseadas, o de las salidas de buques que no habían pagado impuestos.
Ya con el sol te pierdes en el mercado, consigues salir, y por fin en un ataque de cordura, te paseas por el de las especies, pero es lo mismo, estas metido en la ciudad, y vuelves a subir hacia la Universidad, junto a la gran Madrasa de esa mezquita que a mi me gusta más que la azul, y me encuentro de nuevo con esa columna en la puerta del Gran Bazaar, siempre en restauración, donde dicen que se guarda el hacha con la que el patriarca Noé cortó los árboles para hacer su arca..
El tranvía me deja de nuevo frente Aya Sophia, esta vez no entras en el recinto sagrado de Justiniano, sino que paseas por el estadio romano que unió Bizancio con el Islam, y con la famosa cisterna presidida por Medusa, todo un ejemplo de gestión romana del agua, que nos regala un acueducto en medio de una ciudad tan abrumadora, que si te descuidas ni te enteras que existe.
Y las iglesias fuera de muros, o las historias de que con la amenaza de la llegada de aquel cabroncete de Methmet II, enterraron en la bahía las riquezas de la ciudad con el ánimo de recuperarlas cuando el Islam se fuera…así que ese cuerno de mar acabó siendo el Cuerno de Oro.
Inabarcable ciudad, la de Belisario y Narsés, la de Constantino y de Justiniano, la de Methmet y de Ataturk, la de todos nosotros, la de los cruzados que la quemaron, la guardiana de Mar Mediterráneo y del Mar Negro a la vez, la del puente sobre el Bósforo, y al final la de los turcos, que son herederos de miles de culturas, a las que siempre han acabado por rechazar de alguna forma.
Que con tantos dioses que han visto pasar y morir, navegan como maestros en un agnosticismo de misa de una, o de canto de muecín, pero sin molestar demasiado. Que ya no hay harén en Topkapi, ni existe la favorita del emperador, del sultán, que es oficio devaluado.
Y si ahora se ponen integristas recordarán que en Pummukale tienen una de las puertas del infierno, o te invitarán a sus casas con ese alarde que enamora y que ellos llaman hospitalidad, a comer un buen kebab, aunque no gire, que la señora de la casa estará encantada de hacer lo mejor que esté en su mano para que sientas que se te acepta, como uno más de lafamilia.
Ankara siempre me cayó mal, y no debería ser así, que por ahí anduvo Midas, el de los duros, la buena de la reina Zenobia, intentando dar la lata a los romanos, pero también anduvieron los hititas, seleucydas, griegos, persas, frigios…..y lo que de verdad importó fueron sus gatos de Angora y sus ovejas que daban la raza tan especial y las lanas chivatas que te dejaban pelillos en la americana si la muchacha del jersey se te apretaba demasiado.
Así que si Erdogan cree que va a poder con todo esto, y con mucho más, en una tierra en la que los hombres hicieron la mejor arquitectura como en Efeso o en Pérgamo, y los dioses construyeron la Capadocia, se equivoca, aunque parezca que durante algunas generaciones lo ha conseguido.
Buenas noches, y buena suerte

* Una entrevista de Miguel Blanco, me animó a sacar de mi baúl los recuerdos que tengo de esa tierra

Mi querida Turquía

He estado muchas veces en Estambul, y una sola vez en Turquía, y con todos los acontecimientos de estos días he sentido una cierta necesidad de hablar de mi experiencia y de mi visión de esa tierra mágica.
Si fuera Pierre Loti, me extendería en la visión neo romántica de Estambul, y posiblemente haría como él y me quedaría a vivir un tiempo al final del Cuerno de Oro, y si como Agatha Christie, me hubiera casado con un arqueólogo, hubiera también intentado contar un viaje en el tren mítico, por aquello que lo importante no es llegar, sino el camino, aunque luego acabaran todos matando al pobre Richard Widmark que siempre dio muy bien de malo, y ella alojada en un hotel inglés con nombre local en lo alto de Pera.
Si por otra parte me sintiese algo más Sender, y teniendo en cuenta que hoy ando por tierras de la Corona de Aragón, hablaría de los almogávares, y de aquel cabrón de Roger de Flor, que colgó de mala manera al Temple en San Juan de Acre, cuando salían todos por piernas, y acabó de mercenario mal pagado del Emperador de Bizancio.
Pero no soy ninguno de ellos, y no me atraen ni los bailes de las odaliscas, ni los jenízaros capones, ni siquiera los bazares, que son hoy más zoco de baratijas chinas que el reducto de la artesanía milenaria que uno espera al aterrizar por esa increíble ciudad. No nada de eso me atrae con la fuerza suficiente para desarrollar el amor que siento por esa tierra.
Recuerdo que la primera vez que llegué a Estambul, hace ya muchos años, dejé la maleta en el hotel, y me fui directamente a Aya Sophia, me coloqué en medio del templo, y me emocioné como pocas veces me he emocionado, y no fue ni por la arquitectura, ni fue por el ambiente, ni siquiera por la poca gente que había, sino porque de pronto se me vino encima buena parte de la historia de la Humanidad, capa a capa, como si esa Troya de Schliemann me mostrase vivos todos sus estratos, con sus gentes, sus historias, su cultura sus guerras y su abandono sin razón conocida.
Turquía, mi querida Turquía, me ha parecido siempre la cuna de la civilización en la que nos movemos hoy, que son capaces de enseñarte la cueva en Urfa donde iba a beber el patriarca Abraham…el de ¡no mates a tu hijo!, de las clases de historia sagrada del padre Serra, o la tierra de los Hititas que se empeñaban en darle la lata a Ramsés, el egipcio.
Pero ¿qué decir de aquel Antíoco I que hizo un monte para que lo enterraran, haciéndose proteger por águilas, leones, y dioses de todo pelaje, un Hércules, un Zeus, un Aura Mazda, un Tique, un Apolo Mitra….y todo con sus simbologías astrales, y la visión lejana de una Mesopotamia, que ya olía a paraíso.
Y eso que el puñetero tuvo que esperar a ser rey a una decisión romana, tras una hábil decisión política. Gracias a ello, nos quedó una muestra de sincretismo religioso allá en las cumbres del Monte Nemrut, y porque aún faltaban unas décadas para lo de Cristo, que sino, el bueno de Antíoco nos coloca un pez para que sepamos con quién nos jugamos los cuartos.
Que por allí, por la meseta Armenia, nos cuentan que anduvo Noé con su barquito, cuando lo del encharcamiento global, y uno se lo cree casi todo, porque se trata de mi querida Turquía.
Y cerca de Éfeso, parece que anduvo la mismísima María, y Juan escribió su evangelio, quizás empujado por aquel mago de la mercadotecnia que fue llamado luego San Pablo. Y no podía ser de otra manera, que un pollo que nace en esa Tarso fundada por Perseo, héroe nacido de Zeus, tenía claramente el destino fijado.
Que se me ponen los arqueólogos a hacer agujeritos, y les sale un asentamiento urbano de al menos once mil años en Göbleki Tepe, (la colina panzuda), y otro no muy lejos, por si había dudas en Nevali Çori. Era el famoso creciente fértil, el paraíso, junto al monte Tauro, a la vista del Eufrates.
Claro que si nos empeñamos y dejamos atrás el caballo de Troya, la ciudad de Pérgamo, que acabó reconstruída por la rapiña alemana en el museíto berlinés, la biblioteca de Efeso, la tumba de Trajano, y queremos entender qué es Turquía, a mí se me hace difícil.
Porque las más bonitas catedrales paleocristianas excavadas en la roca, con unos frescos que te encogen el corazón, están en esa Capadokia (tierra de hermosos caballos), conviviendo con increíbles ciudades subterráneas, que nadie sabe por qué están allí, por qué se hicieron, qué antigüedad tienen, y por qué se abandonaron por alojamientos trogloditas.
O esos paisajes que parecen torres de la Sagrada Familia, y que si tienes ganas puedes ver desde el aire o desde un altozano, con su leyenda detrás, como todo aquello que está asentado en el corazón de los pueblos. La leyenda dice que los hombres y las hadas convivían en esa tierra, hasta que ocurrió lo predecible que hubo amor, amor prohibido, claro, y la reina de las hadas acabó perdonando el pecado, pero transformó en palomas a todas la hadas, y les hizo esas formaciones que son como palomares, y los ciudadanos hoy respetan y cuidan a las palomas…
Esa Turquía que dominó el mundo antiguo por cuatro siglos largos, siendo referencia desde Estambul hasta Asuán como poco, que aceptó ese islamismo exquisito que es el sufismo, haciendo de Konya una suerte de centro del mundo de amor islámico.
Claro que dominaron e Mediterráneo hasta que las naves mancas de Juan de Austria los calmó un poco, pero, ¿qué importa?, si al final y puestos a comparar en las mesetas Armenias, y en las orillas del Mar Negro había más monasterios y más antiguos que en las mesetas castellanas.
Ahora y tras el paso de Jamal Ataturk, que liberalizó el país y le quitó el yugo religioso….aunque pasó por la piedra a kurdos y armenios, parece que el viejo imperio otomano pugna por volver aunque sea a destiempo, desmontando lo que ha sido un intento magnífico de transformar el país en algo que nos pudiera aportar a todos esas dosis de sabiduría que tanto necesitamos, y que es tan poco frecuente.
Pero aunque me moleste lo que está pasando, sobre todo por cómo va a afectar a millones de personas en su libertad individual, tendré que aceptar que este proceso es parte del ciclo histórico de un pueblo que lo ha sido todo en sus más de quince mil años de historia, que ha albergado a las culturas y civilizaciones que han significado algo en la historia de la Humanidad, y que nos ha demostrado que para mantener el poder los sultanes debían capar a sus mejores soldados, los jenízaros.
Deseo lo mejor para esa tierra tan querida para mí, y no me preocupa, salvo por lo que va a significar para muchos de los actuales habitantes las últimas acciones, el futuro de un país que ha permitido e trasiego de las culturas del este y del oeste, que ha sabido ser el puente cultural, político, y humano durante milenios, y sin quién nada de lo que hoy conocemos y amamos como nuestro se nos habría dado.
En cuanto pueda, me voy a dar una vuelta por Turquía, parando antes en Viena para tomarme un café vienés, con un croissant, claro.
Buenas noches, y buena suerte