Ya me perdonará el gran Thomas Mann por eso de apropiarme del título de su obra, pero como no pienso copiarle la novela, no creo que se me enfade mucho, y quienes me leéis, ya sabéis de mi tendencia a pescar de aquí y de allí, que si no te pasa como al personaje ese del señor Dicker, o algo así, que desde las playas de Nueva Inglaterra, se enfrenta al síndrome de la página en blanco.
Desde hace unos días, me levanto, y lo primero que veo delante de mí es una montaña, que no sé si es mágica, pero es majica, y con eso, el resto del día da gloria pasarlo.
Desde luego no he venido a curarme de una tuberculosis, que con eso de las mutirresistencias, uno no sabe si va a acabar como Violeta, o como Mimí, en brazos de un Alfredo o un Rodolfo cualquiera, y uno no está para esos trotes, con lo que he decidido no caer en la debilidad de asociarme con el tal bacilo, pero desde este semiretiro a esta montaña semimágica, se me vienen a la cabeza esas historias de los veraneos de nuestros…..bueenoo, de mis abuelos, aquellos que en caso de que tuvieran posibles, y huyendo de los rigores mesetarios, o del Pla Barceloni, tocaban arrebato, y carretera y manta, hacia San Sebastián, Santander, e incluso a Comillas los mesetarios, y “capa la platja de San Pol” o a la Cerdanya los que se dedicaban al textil y a putear al noi del sucre.
Que unos se iban a sus casas, que para eso eran gente bien que acarreaban unos mínimos enseres, al servicio, (que no debía faltar), y simplemente cambiaban de pueblo, que no de casa.
Pero otros iban a tomar las aguas, que siempre me ha parecido algo de lo más romántico, y para eso estaban los balnearios, (ahora se llaman resorts con SpA), y don Usted, y Señora, se quedaban en la habitación de todos los años, con vistas al jardín, los tres meses que marcaba la religión, que en eso, y en otras muchas cosas, eran verdaderos integristas.
Y los baños eran de mar y montaña, que no era lo mismo que la hipocondria de don Usted, fuera de tendencias reumáticas, o de eso del riñón que me trae a mal traer, ya ve usted. Claro que tantos meses en el mismo sitio, y ocupando lugares comunes, la gente podía incluso llegar a intimar, cortésmente, sin confundirse que lo del amour fou de verano es una modernidad, que uno no sabe si la trajeron las suecas de los sesenta a Lloret de Mar, o fue una cosa de las playas de Montecarlo en donde pescaba (rubias) Roger Vadim.
Siempre está la excepción del amor de Von Aschenbach, por el indefinido Tadzio, pero el pobre, al final, paga su pecado desteñido en los baños del Lido. Que eso está muy mal, don Gustav, vamos, que no se hace ¡Hombre!.
Las cosas han cambiado, y no porque haya gente, que, como siempre, suban a las playas verdes, o se pierdan en la Cerdanya o incluso en la Costa Brava, que de esos siempre queda alguno, aunque me han dicho, que ahora tienden más al Lago di Garda, o a la Costa Esmeralda, y ya se sabe, hasta al dinero viejo, de vez en cuando le gusta epatar.
Todo esto empezó a cambiar con los planes de desarrollo de aquel López con cara de meapilas, y culminó con las residencias de educación y descanso, para productores con suerte, afiliados de oficio al sindicato vertical.
La cosa es que ahora, hasta los esclavos toman vacaciones, de esclavo claro, que consolidó cuando el jefe del negociado de mireusteses, del ministerio de qué le voy a decir a usted que no sepa, pudo firmar las letras del apartamento en Benidorm, y ¡cómo no!, las del Simca mil, para hacerse el dueño la nacional tres.
Ahí vino el famoso invento del “Rodríguez”, que se hacía mil kilómetros a la semana en Simca mil, y soñaba con que alguna de esas señoritas que fumaban, le dijeran un “¿qué pasa con tu cuerpo?”, pero eso era publicidad del Ministerio, que las señoritas que fumaban o se iban a Fuenterrabía, o a San Feliu de Guixols, como las gaviotas, siguiendo la caza mayor, y el Rodríguez acababa con úlcera de estómago, que por no aprender, no había aprendido ni a hacerse un gazpacho decente.
Hoy las cosas van por otros derroteros para el proletariado, que con eso de la liberación de la mujer, los calendarios escolares, los trabajos precarios, no hay quien junte más de tres días para la conciliación familiar en período vacacional, y se ve en el trasiego de gente en estos sitios donde te recibe una montaña casi mágica, que te duran eso, tres días de proletario estrés fuera de casa, que lo veo en este semiretiro pirenaico.
Que se te sienta a la hora del té una familia en la mesa de al lado, y uno no sabe si saludarles en plan nos veremos durante las próximas semanas, o un buenaaassss, que todo lo que van a dar es la tabarra con el mamoncete que acarrean, y nadie hay que te los presente.
A los dos días desaparecidos, y lo que es peor, substituidos, con lo que te despistas un montón, ya que parecen todos clónicos, y si el camarero no te da un codazo a tiempo, casi les dices, lo de ¡Qué alegría volverles a ver!. Un sindios.
Las habitaciones de los Balnearios, siempre he dicho que como máximo tienen cuatro fronteras, arriba, abajo, a derecha, y a izquierda, con lo que mis abuelos sabían lo que tenían a su alrededor los tres meses de verano, y claro, no podían aplicar lo de que “para lo que me queda de estar en el convento, me cago dentro”, que eran tres meses, y así dos o tres décadas, vamos, o lo que tardara en matarte una Pseudomona de la piscina, o una Salmonella en la ensaladilla rusa.
Pero ahora se pueden poner a ensayar “El cant de la Sibyla”, en la habitación del otro lado del Pecos, que como van a ser dos días, no les da tiempo a los de recepción a poner orden, ni apetece, que es muy cansino, aunque tengan entrenamiento, y además por los seiscientos euros que me sueltan, no estoy para cuchufletas.
Así que no hay quien duerma la siesta en paz, que a los de arriba se les ha acabado la lectura del Ars Amandi, y se me ponen de prácticas ruidosas, y como no son de mi círculo ni en Recoletos, ni en el Mercantil de Pedralbes, no hay forma de atenuar los ardores, que de prohibirlos nada, por supuesto, que uno es muy liberal para esas cosas.
Otra cosa que ya no se vé, es lo de la botella de vino de Don Usted, que se la guardo para esta noche, para mañana, para cuando Don Usted mande, y le ponemos el distintivo doble en un baberito atado al cuello del tintorro, “Don Usted, Hab. 1431”, (lo de la protección de datos, y la preservación de la intimidad no había sido tenido aún en consideración),
-Que este año hay dos camareros nuevos, y aún no le conocen, que yo no necesito esas indicaciones, que le conozco de muchos años, y sé que su tacañería no le deja pasar de un Gandesa poco filtrado.
Seguiremos unas semanas más hasta que refresque, y se vayan los malos aires de Barcelona, además ya empiezan las fiestas de Gracia, y tenemos que dejar que la mucama se acerque al baile de la Plaça del Diamant, la pobre, que también tiene que distraerse, y estas chicas de pueblo, con tan pocas luces, bueno, ya se sabe.
Y para Madrid, pues a tiempo de la Virgen de setiembre, que aquí hay para todos.
Buenas noches, y buena suerte