Afeitarse tranquilo

Se me mezcla todo, y lo que me queda es un guirigay en la cabeza de esos que te dejan sin aclarar las conexiones de las meninges por unos días. Pero qué le vamos a hacer, siempre podía haber elegido vivir en el Gobi sin Internet, sin El País, y sin Radio la voz de la experiencia, de la Cadena del Water.
Vamos, que te levantas por la mañana, con la sana intención de coger el tren para tomarte un pescadito en Barcelona, aprovechando que dicen que va a llover, y los de la radio siguen repitiendo, que por fin, con eso de la salida de la Unión Europea del Reino Unido de la Gran Bretaña, se va a revertir el tratado de Utretch, y las monas de Gibraltar pronto serán bilingües, y los llanitos celebrarán la Semana Santa.
Que el negociador europeo se ha puesto de perfil, y lo que es peor, de uñas planeando un ataque por la derecha, que como todo el mundo sabe, desorienta mucho al pueblo británico.
Pero eso no es nada….¡qué vá!, ya que en un despiste, en una tertulia, una dama menciona al Profesor Cordeiro y se pone a dar guita al tema de la implantación de chips en nuestro cerebro, en una interfase que permita el intercambio de datos, la inmortalidad y no sé cuántas cosas más.
Y su ying es que el conocimiento (ya no sé si la sabiduría), estaría implantada entre nuestras (espero) asombradas neuronas.
Claro que el aguafiestas de turno nos sale diciendo que muy bien eso de que toda la información venga a ocupar nuestro cerebro…bueno en una nube conectada al mismo, quiero decir, que es como se llaman los servidores de la NSA, como todo el mundo sabe.
Y se me ponen los pelos como escarpias cuando me pongo a pensar, que en el supuesto de que podamos alcanzar toda esa información, nuestro cerebro pueda procesarla, pero a cambio habremos puesto a disposición del chip todo lo que somos, todo lo que soñamos, todo “on line”, para todos.
¡Madre del amor hermoso!, mira que no sé yo si el negocio me interesa, porque con la otra mano, habré perdido posiblemente la capacidad más bonita del ser humano, la curiosidad, que ya lo sabré todo, hasta jugar con la Play Station. ¡flipante!
Y eso no es todo, que con la disponibilidad inmediata de todo el conocimiento y toda la información, posiblemente habremos perdido la capacidad individual del discernimiento, siendo la consecuencia más inmediata la pérdida de libertad y la manipulación total de la Humanidad.
Así que con estas cosas, uno no se corta con la Gillette de milagro, y casi aterra meterte en la ducha, pero no pasa nada… y si pasa se le saluda, que por fin el gobierno decide reducir el IVA a los espectáculos en directo.
No está mal, veamos si al final la cosa se incluye en los presupuestos, que aunque no me baje el precio del teatro, a lo mejor la calidad de la vida de los cómicos va un poco hacia arriba, que ya está bien.
En Catalunya, no les salen las cuentas a los indepes, ni haciendo trampas al solitario de las encuestas que ellos mismos preparan, y además doña Merkel anda buscando a Marianico por los pasillos, y se muere por sentarse a su lado en la silla del cole.
-¡Que no te preocupes Marianico! ¡Que como se les ocurra a los indepes liarla les damos de bofetadas hasta en el carnet de identidad!.
-Tú mientras marea a los británicos con la murga de Gibraltar, que entre lo de Escocia y lo del Peñón les colamos cuatro clausulas en el acuerdo de salida que se van a enterar.
A todo esto Junckers, que anda cabreado con Tito Trump, que si Putin es buen chaval, que,¡ venga inglesitos! dejar a los carcas de Bruselas, que a ver si a los franchutes les convenzo….le suelta que a lo mejor Texas y Ohio, por lo menos se animan a salir de la Unión, que a los californianos no hay que animarles mucho…
En fin, que así no hay quien se afeite, aunque uses jabón de lavanda de ese que hacen los portugueses con fórmula británica y flores de Grasse. Un sin vivir.
Y menos mal que no se me ocurrió tener acciones de Abengoa, que a mí eso de los Benjumea, siempre me sonó a rejoneadores de postín, de los de ¡Zeñito!, ¿Le paso un paño a las espuelas de plata del zeñito, que se están oscureciendo?. Y, claro, tarde o temprano acaban toreándote a pié, a caballo, y al final rejón de muerte.
En ese momento uno decide desconectar del runrún de los medios de comunicación que te adoctrinan antes del desayuno, que si no pierdo el tren, y tampoco es cosa, y casi me sueltan el madurazo, que ha tenido que salir por un pico en jueces.
Con todo esto quiero llegar a la reflexión del bombardeo que continuamente recibimos de cosas que realmente no nos interesan nada, o casi nada.
Que Texas sea parte de la Unión, o no realmente no me interesa, y casi ninguna de las cosas que he escuchado esta mañana. Lo que realmente queremos es saber si hay que coger el paraguas por la mañana, si funciona el metro, si el pasajero que se sienta a tu lado no huele a choto ni a tigre, y que no va a ponerse a gritar por el teléfono cualquier historia de su intimidad.
Lo que realmente nos interesa es saber qué pasa en nuestro trabajo, nos interesa saber qué piensan nuestros seres cercanos, es más, nos interesa saber qué sienten, que sueñan, para quizás, si nos lo permiten soñar con ellos.
Si a Cassandra la condenan, nos revienta si estamos de alguna forma involucrados directamente….en caso contrario cambiamos de nivel, lo pasamos a las cosas tontas de cada día, y quitamos un trocito en nuestro mapa de la libertad que aún nos queda. Pronto, ni eso. Pero, ¿a quién le importa la libertad, si la mayoría de nosotros no somos capaces siquiera de definirla?´
Seguiré escuchando la radio por la mañana, ¡claro que sí!, pero en la clave en la que hay que colocarla, en la clave del entretenimiento, que lo demás no importa, que lo demás son esas medias verdades con las que nos distraemos.
Esas medias verdades que nos quitan tiempo para leer el último de Tom Clancy, por lo menos, o las Aventuras del Corto Maltés, ahora que tenemos el congreso mundial del cómic, perdón, del TBEO, en mi pueblo, En Barcelona.
Que no se os indigeste

El Mandarín

Es muy humano eso de pensar que lo correcto es que mi mierda la acarree otro, no está mal, ciertamente no está mal, pero además de insolidario, al final acaba el argumento volviéndose contra quien lo esgrime.
Y digo esto por una razón fundamental, ligada a un estudio que se ha publicado recientemente, y en el que explica lo que ha hecho el mundo occidental para disfrutar de sus cachivaches, bien baratitos, y cuales son sus consecuencias.
Un artículo publicado hoy en El País, y firmado por Don Manuel Ansede, se hace eco de una publicación del economista chino Dabo Guan, aparecido en Nature, una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo.
Parece ser que la fabricación a bajo coste, esa que hemos ido poco a poco desterrando de occidente y que ha recalado en China, entre otras muchas cosas desprecia los problemas que producen al medio ambiente, sus emisiones, sus vertidos, y claro, la realidad que es tozuda como una mula, te devuelve a la puerta de tu casa la porquería que has esparcido en el viento.
El artículo se ciñe a la producción de partículas de diámetros inferiores a 2,5 micras, (milésima de milímetro), que se asientan en los pulmones, en los alveolos más concretamente, y que pueden pasar al torrente sanguíneo, sin mayores problemas.
Al parecer hay cálculos, que indican que en el año 2007, más de tres millones y medio de muertes prematuras en el mundo, pueden tener su origen en estos contaminantes, pero el drama aparece cuando 411.000 de esas muertes estaban relacionados con bienes producidos en regiones del planeta diferentes, y consecuentemente producido por los contaminantes fruto de esas manufacturas.
Peor aún es el dato de que 762.000 muertes se producían en la región donde se producían los bienes que en su totalidad eran consumidos fuera de ella.
Así que el profesor Guan mantiene que unas regiones consumen mientras otras producen, y sufren los efectos en su salud. Me recuerda los muertos por silicosis en los valles asturianos, para que en Madrid tuviésemos calefacción. Son otras magnitudes, pero el concepto es el mismo.
Afirma de nuevo el profesor Guan:
“ Si el precio de los productos importados es bajo porque en las regiones de producción las leyes contra la contaminación son menos estrictas, entonces los ahorros de los consumidores podrían estar generándose a expensas de vidas perdidas en otras regiones”.
Nada nuevo, que ya Montesquieu nos recordaba, que sin la utilización de esclavos negros en la producción de azúcar, el precio sería inasumible para el “mundo civilizado”.
Desde el punto de vista más egoísta, la respuesta es bien sencilla: ¡Ellos sabrán!, que a nosotros nos encanta ver el cielo azul, pescar salmones en los ríos, y ver la nieve blanca en la cumbre del Aneto, sin ir más lejos, pero al final, cada vez que compramos un coche fabricado con acero chino, o utilizamos cualquier producto que haya sido producido con fuentes de energía “barata”, estamos de alguna forma matando a alguien, estamos matando al Mandarín, como hizo aquel empleado del Ayuntamiento de Lisboa, en el cuento de Eça de Queiros.
Si matas a alguien que no conoces, solo con desearlo, sin mancharte las manos alcanzarás la riqueza te propone el diablo, y nosotros hemos aceptado, sin pensar nada más que en nuestro dinero.
Y además, como estas cosas no se explican demasiado, que luego los líderes mundiales tienen que trabajar más de la cuenta, cuando el hecho es que aunque el Mandarín muera con las tales partículas dando vueltas por sus pulmones, y por su torrente circulatorio, hay otra parte importante, en los países impolutos, que también muere por esas emisiones, más o menos entre dos y tres veces las que ocasionan los accidentes de tráfico.
Así que quizás deberíamos pensar, y en esta ocasión en contra de lo que plantea Tito Trump, no en recuperar medios de producción baratos, si no directamente exigir que la producción de todo lo que de forma compulsiva consumimos en todo el mundo, esté sujeto a protocolos de fabricación que eviten no solo este tipo de emisiones, sino los salarios de miseria, la inseguridad en los sistemas de producción, y cualquier elemento que para ser producido en el mundo occidental requiera protocolos o sometimiento a leyes que nos hemos dado por estas tierras de consumidores compulsivos.
Que al final, todo se paga de una forma u otra, que la porquería te la vuelve a depositar el mundo en la puerta de tu casa. ¡Que si no hay esclavos el precio del azúcar es inasumible!.
Ahora que empezar a ejercitar acciones para que el azúcar de hoy en día se produzca sin esclavos, no parece tarea fácil, que quitar la esclavitud, es algo que aún no se ha conseguido, por mucho que digamos. Estadísticas mencionan más de 35.8 millones de esclavos ahora mismo en el mundo, (visitad www.findelaesclavitud.org) de los que el 79% son esclavos sexuales, y el 18% esclavos laborales. Que hace unos días se han detenido a tres portugueses por tratar “esclavos” en fincas agrícolas de Cáceres de forma mísera. (EFE Guarda Portugal, 10/02/2017).
Así, que para comprar azúcar, llevar un nuevo coche, y hablar por el último chirimbolo de la manzana mordida, necesitamos que trabajen esclavos (o al menos obreros en condiciones inaceptables en los países consumidores) necesitamos que los sistemas de producción sean agresivos con el medio ambiente, aunque luego llegue la contaminación a matar a casi tres mil personal al año en España.
Creo que deberíamos revisar un poco lo que hay detrás de las cosas que compramos, deberíamos considerar si hay esclavitud, muertes prematuras, y no solamente llorar porque nuestro puesto de trabajo se marchó a China, lo que ciertamente ha hecho mucho daño en Occidente. Hay más, hay mucho más, pero lo fácil es poner la dosis de azúcar en el café sin romper el presupuesto familiar.
No me toca a mí buscar soluciones a temas que son viejos como el mundo, que siempre ha buscado el ser humano el abusar de otros seres humanos para que su vida material fuera más placentera, y a lo mejor es lo que hay que hacer, aunque a mí no me parezca adecuado.
Pero debo confesar, que cuando me subo en mi coche, cuando abro una botella de vino, cuando compro algo barato, no pienso nunca en lo que hay detrás de la producción de ese acero, del humo que echo por mi tubo de escape, de cómo se fabricó la botella de vino y qué nivel de dignidad tenían los que recogían las uvas para mí.
Así que tendré que hacérmelo mirar, o callarme y no pensar, no sea que me pase como al funcionario del Ayuntamiento de Lisboa, que aceptó desear la muerte de un Mandarín de la China a cambio del dinero que le ofreció un espíritu maligno con poder.
Con su pan se lo coman

El impuesto a la inteligencia artificial

Tengo un amigo que cree razonable, y quizás posible, establecer un nuevo impuesto a esas tecnologías que nos vienen, como la inteligencia artificial, a dejar a los cristianos sin trabajo, y claro, sin impuestos al Estado por el asunto siempre peliagudo del IRPF.
Y lo malo del caso, es que con mi amigo, discusiones las justas, que sabe de esto mucho más que yo, y cuando el habla yo tengo que echar mano de orejas si quiero salir beneficiado.
Pero, como es mi bitácora, y en este jardín solo meo yo, que diría mi amigo y maestro Miguel, pues me lanzo con la valentía de los ignorantes a ese ruedo, el de poner impuestos a los coches de Tesla, por ejemplo, pero no por ser coches, sino por llevar al conductor incorporado, que van a dejar en el paro a los taxistas urbanos sin ir más lejos..
Ya me veo subido en uno de aquellos trastos que Tito Arnold usaba en Total recall, y que acababa sin propina y sin cabeza.
Si le pedimos a las máquinas un impuesto por rendimiento personal, les estamos quizás reconociendo algo que por el momento parece que no son, personas, aunque no sé si lo de persona lo da la genética, o lo da la inteligencia, así que se me viene encima el primer dilema moral. ¿Puedo pedirle a una máquina más inteligente que yo un impuesto personal?.
Lo obvio es que me salga la tal máquina más lista que el Señor Montoro, que tampoco hay que correr mucho, y con sus neuronas de chips no les van a pillar las trampas ni locos esos de Hacienda, que si se escurren los Pujoles, a estos ni con cien galgos. Terrible asunto.
Pero los que defienden esta guerra que se nos viene encima, queramos o no, mantienen que aunque los inteligentes artificiales no sean del todo personas, al menos de la forma en que hoy nos reconocemos, tarde o temprano será difícil distinguirnos, como a los robots esos de Asimov, que siempre buscaban una excusa para apiolar a un cristiano y saltarse la primera ley de la robótica.
Yo lo que propongo, es que ahora, que aún estamos a tiempo, pongamos una nueva ley de la robótica:
Todos los robots estarán obligados, sea cual sea su forma y desempeño a pagar los diezmos de su producción a las Haciendas respectivas, de forma progresiva, sin que la evasión fiscal pueda ser una posibilidad.
Bueno, creo que con todo y eso, se la saltan, y defraudan, y si no esperen sus gracias.
Hay también defensores de la Inteligencia artificial, que defienden el pago de impuestos no por el trabajo realmente desempeñado por el robot, que al no ser persona, todavía, no se le puede pedir el IRPF, por cuestiones semánticas, mayormente, sino porque estos engendros necesitarán mantenimiento, ensamblajes, diseños, y todas esas cosas que todavía necesitan el lavaplatos y la nevera de casa, por lo menos. Y pardillos de nosotros aún creemos que esas tareas estarán reservadas a Pepe Gotera y a su fiel Otilio, y a esos, si no te andan con lo de ¿con IVA o sin IVA?, aún les sacas algo.
Pero no, que me han dicho de muy buena tinta, que esas máquinas inteligentes, son capaces de aprender unas de otras, y lo que es peor, ensamblarse entre ellas, y ya no hablamos del mantenimiento o del diseño de su software, que la inteligencia artificial nos tiene prometido “il sorpasso” al humano en cualquier momento.
Así que el apechusque me llega como el agua de las inundaciones de Valencia del 57, más arriba de los corvejones, porque a ver quién es el guapo, si estos bichejos entran en el yo me lo guiso, yo me lo como, que les pone el chip IRPF. Lo veo muy crudo.
Y eso que el otro día, leyendo no sé qué, que a lo mejor me envió el enlace uno de los míos, parece que anda ya por ahí un pollo dispuesto a crear un interface para conectar el cerebro fabricado con base de carbono, vamos el de toda la vida, con otro fabricado con base de silicio, y ahí ya el tema fiscal parece más factible.
Claro que la condición debe ser, sí o sí, que el cerebro que gane esté manipulado por el Señor Montoro, que si no ni en broma veo yo al medio Cyborg trasteando con el programa Padre, que tantos y tantos disgustos nos ha dado.
Así, que no sé, no sé, que lo primero que me vino a la cabeza es ponerle un IRPF…a la máquina del AVE, que me ha sustituido, y es más ha eliminado al gremio de fogoneros que alimentaban las calderas de las Mikado, que arrastraban el rápido de Gijón. Y los impuestos por el rendimiento del trabajo de esas personas…¿eh?, ¿quién los paga?.
Mi amigo ha prometido explicármelo, y seguro que veré la luz, es más seguiré llevándola conmigo, pero la enjundia del planteamiento ahí está.
Porque claro, si las máquinas llegan a independizarse del ser humano, y las convertimos en el esclavo que todos hemos querido tener, se paga un impuesto por tenencia lícita de robot, y a otra cosa, pero si ganan ellos la batalla de la inteligencia, (nada difícil por otra parte), ¿qué hacemos? ¿Pagamos impuestos los humanos por aceitarles el motor?,¿ los paga el robot por nosotros, y nos largamos a pillar la cervecita “after work”?, ¿o nos chivamos a Hacienda, que nuestro amo robot anda changando los diezmos que le corresponde pagar, porque nos ha salido más listo que el gremio de inspectores de Hacienda de por junto?.
Los dilemas que plantean las nuevas tecnologías son evidentemente algo que ni siquiera Montesquieu hubiese podido imaginar, vaya, que si me apuras ni Henry Levi, así que nos vamos a hacer puñetas, que estas cosas de los impuestos, parece que las carga el diablo.
Yo mientras tanto, seguiré aferrado a mi parte humana, que intuyo intacta, aunque nunca se sabe, que parece que hay por ahí unos pollos que andan poniendo en el agua de los humanos unos chips ultramicroscópicos de obsolescencia casi indetectables. Y vamos a terminar todos como los cacharritos de Samsung, con la placa base del teléfono listillo inservible, pagando los impuestos de nuestros robots, y sustituidos por el Humano MarkIV.
Espero que al menos se nos apliquen las leyes españolas de la esclavitud, promulgadas por los Austrias, que dicen que eran más blanditas que las de los calvinistas.
Con su pan se lo coman

Los tres jugadores

Muchas veces no nos damos cuenta de que somos unos pardillos, y ciertamente el poder no está para despardillarnos, que a veces le viene de perlas que andemos la mitad de los días en la luna de Valencia, y la otra mitad por los cerros de Úbeda.
Leyendo esas cosas de la geopolítica, y viendo lo que es hoy Europa, no hay que ser muy brillante para darse cuenta de que estamos entre pillados y jodidos, aunque la cosa se demore aún unos pocos años.
En el panorama internacional el bacalao se corta en los Estados Unidos, que al fin y al cabo aún son el Imperio, y hay que acatar al César, aunque el que hay ahora nos parezca una mezcla de Calígula y Nerón, y creamos que nos va a arrojar a los leones.
Los cuchillos se están afilando en China, con esa paciencia de calígrafo milenario, y a su tiempo los tendrán preparados, si es el caso de que no los tengan ya.
Y el Zar no ha olvidado nada, que ese Putin, parece que es el único ruso abstemio, y yo siempre he preferido a un borrachuzo conocido, que de ese hombre con la mirada más fría que James Bond no me fío un pelo.
Y Europa, Europa, amigos míos, simplemente no existe, somos 28 países, y pronto 27, que los British prefieren cobijarse bajo el ala de sus primos, que estar con los que han guerreado por milenios, que la cosa ya fue mal con Julio César, y hasta Adriano les tuvo que hacer un muro de los que no se saltan ni los caballos del Grand National.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los primos de los Británicos nos enviaron su dinerito para que reconstruyéramos nuestras desoladas tierras, bueno, no, casi todas que por aquí Mr. Marshall paso a toda velocidad en el coche de Berlanga.
Claro, en la vieja Europa nos pusimos a trabajar, y construimos un espacio económico donde quinientos millones de personas pueden comprar casi cualquier cosa que se produzca, es decir, somos tierra de comerciantes, de negocietes, de amiguetes. Está bien, pero no tenemos escopetas, que esas nos las presta Tito Trump.
El poder de Europa, a mí se me antoja casi inexistente, y nos someten a presiones por el este, con aquello de que los rusos prueban a ver que hacemos si se lían a tiros en Ucrania, que lo de Crimea no fue suficiente.
Ahora el Imperio, está interesado en que esta cosa inane de la Unión Europea, se rompa que tomar el sitio del poder inexistente que se acuesta en Bruselas, le apetece, así que animamos a los que se pueda a abandonar la Unión, como hacen los británicos, ¡Venga Marie, tú puedes!.
Nada mejor para hacerse con el mercado europeo que dividirnos todo lo que se pueda, que apechuscar uno a uno a los veintisiete que quedan es algo fácil, ¡Si señor!, que si entre todos no tienen ni una escopeta que valga la pena, uno a uno ni tirachinas.
Y los chinos afilando sus cuchillos con paciencia de calígrafo milenario.
Si entre estos tres jugadores fuertes que andan paseando por el tablero mundial, consiguen un par más de deserciones, que nos creamos que el franco, la peseta, el escudo, el marco, son las monedas que deben andar en nuestros bolsillos, vayamos preparando la máquina de falsificar dólares para pagar la deuda europea a quien corresponda, y nuestra Europa, no volverá a la edad de piedra, no, pero las españolas volverán a fregar suelos en Paris, y los españoles a llevar el taxi de Münich.
El comercio es el sostén de Europa, y los movimientos proteccionistas que están cociéndose en la costa este de América, me temo que van mucho más contra los intereses europeos de lo que nos podamos imaginar, aquí sentados en nuestra hamaca tendida en el jardín de la Arcadia europea.
A mí nunca me han gustado esos tratados como el TTIP, ya que es como si cediésemos parte de nuestra soberanía a compañías multinacionales, que a base de presión de lobby, han conseguido unos protocolos de actuación, en muchas ocasiones dañinos incluso para nuestra salud y siempre contra nuestro bolsillo, pero resulta que sin ellos parte de nuestra capacidad comercial, de mercaderes que somos los europeos desaparece.
Y en Europa no nos enteramos, que nos la están metiendo doblada, como le hicieron en Washington a Doña Merkel cuando Tito Trump le pasó una factura de trescientos mil millones de dólares que según él se le debían al Imperio en concepto de gastos de defensa que los yanquies habían sufragado, y ya sabes, si no pagas te corto el suministro, como hace Iberdrola.
La lectura es sencilla, ¡Chicos haced lo que queráis, pero mis soldados no están para defender vuestro precioso culo!.
Y claro, no se nos puede olvidar que el gas viene de Rusia, que la invasión de Ucrania viene de Rusia, y que los Panzer no intimidan ya a nadie, y menos a los rusos, que a pesar del calentamiento global que promueve Tito Trump, tienen invierno y estepas de sobras para que el aceite de los rodamientos se congele.
Creo que si no estamos listos, y me temo que no lo estamos, nuestra Arcadia europea se va a ir al garete, y que si no nos peleamos entre nosotros, como en los viejos tiempos de las guerras de los treinta, de los cien años, de religión, y de todo lo que quieras, vamos a volver a ver reyecitos enjaezados en corceles blancos saliendo al exilio hacia Annobón como poco.
Las campañas de todo aquel que sueña con erosionar la idea de Europa, encuentran fácil soporte en las potencias que dominan o quieren dominar el cotarro, y a nosotros solo nos queda discutir en la tele en sesudas tertulias, el que si son galgos o podencos lo que se nos echa encima.
Lo peor del caso, es que el asunto tiene solución, a costa, claro, de ceder esa cosa que se llama soberanía, que a los ciudadanos nos importa un pepino, pero que es la razón de ser de las clases políticas, que sin parcelitas de poder, no hay mamoneo.
En medio de todo esto, los ciudadanos, no somos capaces de desarrollar un criterio que no esté perfectamente dirigido, y seremos incapaces de darnos cuenta de que no tenemos ni como individuos, ni como países, ni como europeos, la más mínima posibilidad de defendernos del nuevo expolio que se nos viene encima, queramos o no. Y la batalla no ha hecho más que empezar, las cartas están encima de la mesa, Europa es el Jack pot y los jugadores son tres, USA, China, y Rusia.
Solo espero que tras los setenta y dos años en los que en Europa solo ha habido guerras en Yugoeslavia, en Ucrania, en Irlanda del Norte, e incluso en el País Vasco español, no se nos organice una buena, que ninguno de estos tres quiere la guerra en su casa.
Ojalá sea yo un imbécil que no se entera de la misa la media.
Con su pan se lo coman

Del puerto de Dakar, ha salido un barco, cargado deeee….esclavos

Cayó el sábado un libro en mis manos, que me puso de muy mal humor. Escrito por un canarión, lo tituló Africanos en Madrid, y en unas pocas páginas, apenas cien, habla de forma muy superficial, desde luego, de lo que significa la emigración, senegalesa, ya que prácticamente se ciñe a los emigrantes que proceden de ese país.
País, por otra parte más cerca de Canarias, de lo que las Afortunadas lo están de Madrid desde el punto de vista geográfico, pero en todo lo demás parece imposible que ambos territorios formen parte del mismo planeta.
Recuerdo hace tres o cuatro años una visita a Senegal, que me retuvo en aquel país al menos dos semanas, y que a pesar de que viajaba, como hacemos muchos europeos, envuelto en la burbuja protectora de la agencia de viajes de turno, algo pude ver de la realidad de aquella tierra, que con todo, no es ni mucho menos de lo peor de esa zona del África Occidental.
En esta Europa pulcra, que se pelea por un quítame allá un burócrata, en la que nos cabreamos como monas porque el presidente de la comisión sale nombrado por una especie de contubernio digno de la democracia orgánica, se levanta la nariz cuando roza el problema que los africanos acarrean cuando llegan a esta maldita tierra, que muchos de ellos creen de promisión.
Toca el libro varios aspectos de lo que representa el hecho de tener una piel de distinto color, una cultura diferente a pesar de que pasó por allí la mano depredadora de los franceses, que como los españoles en Guinea no fuimos a aportar, fuimos a robar, hablando en términos generales, y una vez se acabó la posibilidad de seguir robando, a los habitantes de aquellos territorios, los dejamos más pobres aún, confundidos por unos usos que el hombre blanco llevó a sus hogares, y lo que es peor, seguimos sin reconocer que son como nosotros, y en la mayoría de los casos, mejores que nosotros, tomados uno a uno, claro.
Y desde luego, lo que desde nuestra soberbia nos parece increíble es que gente con cultura diferente, de esa que no nos apetece conocer, que con la nuestra es suficiente, claro, quiera intentar desarrollar una vida por el único motivo que los humanos realizamos ese tipo de movimientos, por mejorar nuestras condiciones, y la de los nuestros, aunque sea al cabo de dos o tres generaciones.
Cuando el viaje es al revés, es decir un blanquito con tufo calvinista decide ir a Senegal, a Côte d’Ivoire, al Chad, a….para mejorar su carrera profesional, decimos que es un expatriado, y se le trata en las compañías que lo envían como si fuese el sultán de Brunei, por lo menos.
Pero esos senegaleses, guineanos, gambianos, que se acercan a nuestra tierra, lo que se encuentran es la persecución policial, el miedo a ser deportados, o lo que es peor, encerrados en los malditos Centros de Internamiento de Extranjeros, cuando en su concepción del mundo, su lucha no es para ellos, es para toda su familia, para toda su gente que tienen puestas sus esperanzas en quien ha atravesado media África a lomos de traficantes, con la esperanza de dar una vida mejor a los suyos.
Habla el libro de las diferentes formas de llegar a Europa de estas gentes, unas veces como estudiantes, otras, porque un familiar de alguna forma los puede traer, y ahí empieza el calvario.
Si tienes pocos papeles te la estás jugando a cada momento, te pueden deportar sin juicio, por la cara, en un avión que para algunos significa el mayor de los desastres vitales. Pero de eso nuestras autoridades no dicen nada, se hace de forma vergonzante, muchas veces amparados por ese paraguas miserable que es la normativa europea, el tratado de Schengen, que entran por España, por Francia, por Italia, y pueden acabar en Dinamarca, y se lo ensucian todo.
Y la mayoría de ellos demuestran una solidaridad con los suyos que no tiene parangón. Luchan por poder enviar cien o doscientos euros para que vivan los de su familia, vendiendo Vuitones, o Cartieres, mientras con un ojo te dan el cambio de lo que te cobran, con el otro atentos a la pasma.
No nos gusta a los europeos que esos negros, y lo digo en el tono despectivo en que más de una vez he escuchado referirse a ellos, que esta carne de esclavo se asiente en nuestros jardines, en nuestra vecindad, que si los queremos es para que corten la caña, recojan el algodón, nos limpien los zapatos, o nos abran la puerta del hotel multiestrellado. Eso si son machos, que las hembras, ya se sabe, en primera apreciación se las prostituye, que seguro no les importa.
Y sí, a veces son sus propias mafias las que las traen, con las amenazas de maldiciones ligadas a sus creencias religiosas, como ya lo hicieron cuando los portugueses iban a por carne humana al África occidental, pero el cliente de esa esclava acaba siempre siendo el blanquito cabrón y racista.
Han servido solo para eso, durante casi cuatro siglos, y eso no nos lo quitamos de la cabeza, que ya el gran Montesquieu dejó bien claro su pensamiento cuando decía barbaridades del tipo:
“El azúcar sería demasiado caro si no se obligase a los negros a cultivar la caña”. Dichos esclavos son negros de los pies a la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible no tenerles lástima”
“No se concibe que Dios, un ser tan sapientísimo, haya puesto alma en un cuerpo tan negro, y un alma buena”
“Es imposible suponer que tales seres sean hombres, porque si lo supusiéramos deberíamos creer que nosotros no somos cristianos”.
Todo esto aparece en su Espíritu de las leyes, que fue de alguna forma base de la Constitución americana, y se refería a la colonia de Haití, que luego sería el primer estado en América que siendo de raza negra se liberó. Claro que a un precio que aún están pagando.
Busquen ustedes el libro y léanlo, pero no se queden ahí, hagan por enterarse de los anhelos de estas personas, que no están tan lejos de los anhelos que tenían nuestros Manolos que en los sesenta iban a Alemania a la construcción, o nuestras Lolas que iban a Paris a limpiar casas….las que tenían suerte. Y todos soñando lo mismo, Negros, Manolos, Lolas….ayudar a la familia del pueblo, y volver a casa algún día con los parcos frutos de sus ahorros tras una vida robada de nuevo, como si fueran los esclavos que salían del puerto de Dakar hacia La Habana en pleno siglo XIX.
Con su pan se lo coman

El sesenta aniversario

Me envía ayer un querido y admirado amigo, un pequeño artículo en donde reseñaba los puntos de la Declaración de Roma de este 2017, realizada por los máximos representantes de los socios de la Unión Europea, en un momento, que sin mucha discusión, podríamos considerar de un cierto riesgo para la Institución.
No soy yo quien vaya a poner en discusión las conclusiones de los representantes de los estados, pero en esta mi página, creo que tengo casi la obligación de dejar clara cuál es mi opinión sobre la tal Declaración.
En este sesenta aniversario de los Tratados de Roma, la sensación que tenemos todos es de que el tinglado se tambalea, y no es únicamente por el hecho de que Gran Bretaña haya decidido en una maniobra más o menos acertada dejar el club, que en el fondo, es en mi lista de problemas uno de los menores, sino, y se deja claro en la declaración, por una serie de elementos tan viejos como la propia Unión, que no hemos sido capaces de resolver.
Nuestros próceres en alguno de los discursos que he medio escuchado, convenientemente editado por la cadena de turno, ha tenido la desfachatez de recordar a los portugueses, españoles y griegos, que la Unión nos sacó de las garras de los dictadores.
Miren, no fastidien, en Portugal lo hizo el ejército en aquella revolución de los claveles, en España, simplemente porque se nos murió el dictador, y en Grecia de nuevo la presión popular desterró a su régimen autocrático, cuando los coroneles, decidieron la invasión de Chipre allá por 1974, y se llamó deprisa y corriendo a Karamanlis para que les arreglara el entuerto.
No, la Unión Europea, desde mi punto de vista, que es el de testigo de esos acontecimientos, fue en todo caso un freno, que le venía muy bien a nuestros competidores centroeuropeos que por estos sures no siguiésemos sus estructuras democráticas, y permítanme recordar que no fue la entrada de nuestras naciones en la Unión un camino de rosas.
No se nos escapa que el presidente de la comisión, el señor Juncker, ha estado detrás de maniobras nada claras manejando competencia ilegal con otros socios en base a juegos de impuestos muy permisivos con las multinacionales, y suponemos que sin ningún beneficio personal. Así que en la cabeza de la comisión, tenemos a un señor con ciertas dudas sobre su honorabilidad, y que no se ha sometido a un escrutinio popular. Yo si hubiese tenido la oportunidad, no le hubiese votado.
De hecho, la Unión Europea sigue sin existir por mucho que en los preámbulos de los Tratados de Roma, indicasen el deseo de una real unión en todo el continente. Pero estamos muy lejos de eso, en mi humilde opinión.
Las fuertes diferencias entre los estados que formamos la Unión, y que empiezan con el idioma, (dos países y medio hablan francés, y dos hablan alemán) continúa con siglos de desconfianzas, de guerras entre los que hoy son socios, y acaba con un aglutinante único para todos y es el interés de las grandes compañías mundiales por crear un ámbito único, con legislaciones de comercio y de impuestos, suficientemente estables, y con un ámbito de aplicación los más amplio posible en el que desarrollar su actividad.
Y es en este punto, donde quiero destacar las acciones que se llevan en Bruselas por parte de estas compañías por adaptar lo máximo posible las reglamentaciones a sus intereses. Los ciudadanos no tenemos lobby en Bruselas, ya se sabe.
En cuanto a instituciones comunes, la cosa está de lo más débil, apenas el Euro, no aceptado por los que se creen más que ricos, y no ofrecido a quienes son pobres. Todo un ejemplo de Unión.
Un Parlamento carísimo en Estrasburgo, que es utilizado, al menos en España como cementerio de elefantes, y percibido por los ciudadanos como poco eficaz a la hora de abordar los problemas de cada día de nosotros, los que pagamos la estructura. Ni policía común, ni sistema sanitario común, ni educación común europea, ni siquiera proyectos de inversión multinacionales para la creación de estructuras que sean de interés para todos los socios. Como digo cuando me cabreo, aquí cada perro se lame su cipote.
De unión, nada de nada, por lo que el grito de que necesitamos una Europa unida de verdad suena a utopía con tufo del 57, que aún olían los campos a la muerte de la guerra acabada poco más de una década antes. Y claro, la dulce Francia, la bella Austria, piensa que el hecho de que existan dentro de la Unión países como Bulgaria o Rumanía, les impiden el desarrollo a la velocidad que creen necesitan. Así que en la Declaración dejamos claro que no hay que ir a una Europa con dos velocidades, bueno con el añadido de que si hay que usar diferentes ritmos, se hace en caso de necesidad. O sea no hay intención de que Bulgaria, o Rumanía, puedan, con ayuda de sus socios tener el mismo nivel de vida que el Baden-Würtemberg, o la Picardie, vamos ni de broma, por no hablar de suecos y daneses, que aún deben estar descojonándose.
Así que habrá mano de obra barata circulando por la Unión, ya se sabe.
Hay un palo a los nacionalismos, no gustan, aunque mis colegas catalanes se empeñen en lo contrario´
Cuando en la declaración se habla de una Europa segura y protegida, rápidamente me viene a la cabeza la bronca de Trump a Merkel a cuenta de las facturas de defensa, pero pelillos a la mar. Lo que desde luego en sesenta años no hemos sido capaces de crear es un verdadero ejército europeo, una política de acciones militares y relaciones internacionales únicas, que el papel de nuestros comisarios es penoso desde el punto de vista de la eficacia de sus acciones. No tienen el poder suficiente, ya que sus actos pueden interferir con las políticas de los estados….¡y eso sí que no!.
La cooperación judicial, policial con sistemas legislativos tan diferentes dentro de la Unión, sigue pareciéndome una utopía, y la sensación de que no hay muchas ganas de ir hacia ese tipo de unión legislativa, fiscal, militar, policial…por no hablar de los derechos de los trabajadores, que evidentemente no son los mismos en ningún país de la Unión, estableciéndose diferencias brutales en derechos y compensaciones por los trabajos que realice un ciudadano europeo, dependiendo del país en el que viva.
Por mucho que se matice en esta declaración, el hecho de que existan estas diferencias, significa una falta de voluntad política notable, ya que en sesenta años, el progreso en estos terrenos fundamentales son nulos en la percepción de la ciudadanía. Y no hablo del trato a inmigrantes y refugiados, porque mis niveles de vergüenza me impedirían seguir escribiendo
Y que nadie olvide, que Europa no existe como tal ente en la concepción de Aldea Global que ahora tanto se lleva. Son los estados de forma individual los que pueden sacar la cabeza frente a los gigantes que conforman el mundo de las naciones hoy día.
Aquí somos simplemente un grupo muy numeroso de personas con buen poder adquisitivo, lo que nos convierte en objetivo de las compañías internacionales, que prefieren influir en Bruselas que tener que hacerlo en los veintiocho países que la conforman. Eso es todo amigos, y Bruselas un nido de burócratas.
Así, que en este espacio donde vierto mis opiniones, acabaré diciendo que creo firmemente en un proyecto europeo como el que en la Declaración de Roma se publicita, pero de la misma forma no creo que haya ninguna intención de llevarlo a cabo, y si de mantener puestos políticos, administrativos y de control, con ámbito supranacional, percibido por demasiados de nosotros como poco útiles en el mejor de los casos.
Habrá que pensar un poco más en los ciudadanos….que el tinglado se hunde, amigos.
Digo yo.

El artículo 25

A colación de lo que comentaba ayer, hoy, sin despeinarme demasiado, y dado que en mi escritorio tengo siempre a la vista un ejemplar guarrillo que me dieron, compré, o robé…(siempre teniendo en cuenta que lo había pagado antes con mis impuestos) en la sede de la ONU, en la Gran Manzana, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Así que pensando en los quinientos de ayer, esos que cada año se mueren en las calles de Paris, me doy de bruces con el artículo 25:
1.-“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
2.- La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.”
La tal declaración se hace en Paris, en 1948, en ese mismo Paris donde la gente se muere de frío en las calles, basándose en la que se realizó en 1945 en San Francisco, donde por cierto también la gente se muere por las calles, que esto no es cosa de París, que si cobra es por ser capital del mundo de vez en cuando.
No me tengo leída la “Bill of rights” británica de 1689, ni la Declaración de los derechos del hombre y los ciudadanos, que fue consecuencia de la Revolución Francesa, simplemente, yendo a este artículo 25, quisiera reflexionar un poco, acerca de lo que tenemos en un país civilizado, occidental, rico, con referencia a los derechos recogidos en ese artículo.
Y que conste, que cuando digo un país digo un país cualquiera de los que conforman ese mundo occidental al que tantas veces hago referencia, que no me voy a poner encima a ver las cosas desde el punto de vista de uno de esos “países finca”, en los que dejamos que se siente cualquier sátrapa violador de camellos o de iguanas que lo mismo me da.
Durante estos tiempos de crisis que vienen durando milenios, parece que si nos hemos dedicado a algo es a intentar no aplicar estos Derechos, sobre todo si alguien intuye que en algún momento la tal cosa le puede costar la pasta, y veremos que con eso de que hay mil millones de seres humanos que ingresan 1,75 USD, por día, o menos, ya tenemos unos pocos a los que la salud, el bienestar, la alimentación, la vivienda, la asistencia médica, y los servicios sociales no les suenan ni de lejos, por no hablar de los seguros que puedan cubrir cualquier contingencia, que incluso pueda poner en riesgo esos 1,75 USD.
Y cuando revisamos las tendencias que en nuestro occidente saneado aparecen día tras día, los que más necesitados están, no parece que les vayan a reconocer estos derechos básicos.
El nivel de vida adecuado en occidente, es difícil de medir de forma estándar, pero si nos ponemos en lo que una familia de Madrid que tenga a su cargo dos hijos, nos encontraremos que debe alimentarlos, y eso se lleva no menos de seiscientos euros al mes, y ya han comido.
En el vestido es más discutible el montante que se necesita, pero como mínimo, plantearse un gasto de 150 euros mensuales para los cuatro, no parece ser algo desmesurado.
Para que vivan cuatro, como mínimo se necesitan 60 metros cuadrados, y no voy a hablar de propiedades, sino de un simple alquiler, que por menos de seiscientos euros no encuentras, a no ser que intentes que los institutos de vivienda comunitarios tengan algo de sobra, y entonces quizás por la mitad puedas encontrar algo.
Para tu trabajo debes desplazarte, y como mínimo, los dos adultos deberán asegurar una cantidad alrededor de los cien euros al mes para ir a trabajar.
Tendrás que pagar cincuenta de luz, veinticinco de agua, y otros cincuenta para la energía que te permita cocinar.
Asumo ducharse con agua fría y olvidarse de calefacciones.
Una suma fácil, te pone, para cubrir los gastos reconocidos por los derechos humanos en este artículo 25 en unas cantidades cercanas a los mil quinientos euros al mes.
Nuestra sociedad, nos ofrece un salario mínimo, que cubre la mitad de esas necesidades, ya que en el apartado dos, se reconoce el derecho a que los niños, tengan además una protección especial.
Es decir, que la consideración de un salario mínimo de 1500€, debería ser algo obvio, o bien conseguir que los gastos de esos elementos básicos, se ciñeran al salario a recibir por el ciudadano.
Pero ya sé las dificultades que hay para que la factura de la energía se torne razonable, a la vista de los balances de las compañías energéticas, o para que la vivienda se mueva en baremos que permitan a quien lo necesite, en el momento que lo necesite acceder a su Derecho reconocido en este artículo 25´.
En algunas cosas, el libre mercado, no es respetuoso con los derechos humanos, claramente.
En caso de pérdida de trabajo, por la razón que sea, incluido el capricho del empleador, o su afán de obtener más beneficios, las cantidades a ingresar bajan considerablemente, y las tendencias de los gobiernos son a reducir cualquier tipo de ayuda relativa a cubrir los derechos reconocidos y firmados, con lo que el deseo de vulnerar esos artículos por su parte es notoria.
Si nos ponemos a considerar que el artículo dice “por circunstancias independientes de su voluntad”, deberían quizás evitarse que conductas de los empleadores que conllevasen la pérdida de derechos de ese tipo para los empleados, deberían ser evitadas, por ley, obviamente, y desde luego crear los fondos necesarios para cubrir esas contingencias.
Los temas de invalidez, de vejez, sufren de forma continuada una presión desde los entes gobernantes tendentes a la reducción de los ya magros recursos puestos a disposición.
Por no hablar de la atención sanitaria, a la que de nuevo se somete a presiones indecentes, demasiadas veces por intentos de enriquecer a minorías organizadas como grupos de presión, y algunas simplemente por la falta de capacidad de los dirigentes políticos para afrontar el reto que supone cumplir con los requerimientos expresados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Así, que en los países desarrollados, si hay que reducir, eliminar, ahorrar en definitiva, la tendencia es tratar de incumplir o reducir el cumplimiento de ese artículo 25, sin ningún rubor, y los ciudadanos, que desgraciadamente estamos más ocupados del caralibro que de otra cosa, buscamos el ¡¡me gusta!! de Chuchita o de Chuchito, y mientras nos van dando por donde amargan los pepinos.
Con su pan se los coman

Quinientos.

Pues sí, quinientos han sido los muertos el año pasado, muertos indigentes que vivían, por decir algo, en las calles de Paris.
La edad media de esas personas fallecidas era de cuarenta y nueve años, casi un diez por ciento, cuarenta y seis, eran mujeres, y lo peor de todo, es que en las calles de Paris han muerto niños de menos de cinco años, indigentes también.
Novecientos son los sin techo que viven en Roma, aproximadamente el mismo número de iglesias que hay en la llamada Ciudad Santa.
Los que viven en esas condiciones en otras partes del mundo, en otras ciudades de esas en las que los occidentales somos capaces de gastar mil euros por una noche de hotel mediano, o pagar diez mil por una botella de vino, o cualquier otra barbaridad de las que hacemos sin darnos cuenta, porque sentimos que tenemos el sacrosanto derecho de hacer de nuestra capa un sayo si se nos viene, no he sido capaz de contarlos.
Ahora, pateando las calles del mundo, como he hecho hasta la saciedad, los he visto, claro que los he visto, durmiendo en las rejillas de ventilación del metro de Nueva York, en un banco del Retiro madrileño, en la puerta de tantas y tantas iglesias de no importa qué confesión, en los alrededores de las mezquitas, en las calles de San Francisco, o en Moscú, agarrados a una botella conteniendo algo blanco, que puede ser vodka, alcohol de quemar, o simplemente agua.
Son los excrementos de nuestra puñetera sociedad, gentes que por la razón que sea, han sido excluidos, y no tienen redención posible. Su casa unos cartones en la calle, en el vestíbulo de un banco, hasta que los dueños deciden echar el cierre, para que no nos molesten a la hora de retirar fondos del cajero de la sucursal.
Pero resulta que se mueren, se mueren lentamente, aunque la edad media en Paris de sus fallecimientos el año pasado fuera de cuarenta y nueve años, y no sea yo capaz de ponerme a buscar en otras ciudades la estadística correspondiente, pero me temo que con las variables que deben introducirse en el algoritmo como temperaturas medias anuales, pluviosidad, número de habitantes, acciones de las autoridades locales, y todas esas cosas, los resultados no distarían, por millón de habitantes demasiado de lo que Paris nos ofrece.
La noticia la he escuchado esta mañana en la radio, ya que una organización, ha decidido recordarlos en una placa que creo se ha puesto no lejos del Louvre. Algo es algo.
Cuando me he acercado a este tema, y reconozco que lo he hecho de forma deslavazada, como estoy haciendo hoy, siempre sale alguien que te recuerda que los indigentes, los que se mueren en la calle, no siempre quieren ir a refugios, no siempre quieren ser socorridos por servicios sociales que puedan aliviar un poco la situación, que para nosotros que vivimos bajo un techo, y entre cuatro paredes, puede ser difícilmente asumible.
Pero pensando un poco más las cosas, te das cuenta de que posiblemente se prefiere esa libertad entre cartones, mugre, hambre y soledad, que el verte controlado por una organización gubernamental, que posiblemente te exija pagar precios en independencia y en intimidad que no todo el mundo está dispuesto a pagar.
El que nuestra sociedad miserable produzca estos deshechos, me produce nauseas, y como se me da una higa el saber la razón de que alguien haya llegado a esa situación, lo único que quiero saber es lo que hacen nuestros gobernantes para que no se les muera la gente en la calle.
Y no me refiero al hecho de llevar un plato de sopa, o ponerse en una cola para que te den un trozo de pan bendito, no, no me refiero a eso, me refiero que las sociedades que hemos ido formando, solo tienen razón de ser si son capaces de proteger a sus miembros, y no a algunos de sus miembros, sino a todos y cada uno, en su particularidad.
Porque dignificar la vida de esas personas, no es tan caro, con seis millones de euros al año, no se te había muerto ninguno en las calles de Paris, pero ese dinero no existe.
Ni siquiera ahora que Francia está en campaña, ninguno de los aspirantes, a excepción de uno de los candidatos del que no recuerdo su nombre, ha llevado estas situaciones a su programa electoral.
Que lo que toca ahora es pelear contra las ideas de Tita Marie, que si se nos cuela el populismo fascistoide vamos a tener unos líos muy gordos los próximos años. Así que preferimos que se mueran quinientos, y seguro que el hecho de que el calentamiento global sea algo real, reduce la mortalidad del colectivo, con lo que su agonía se alargará un poco más.
Seguro que hay por ahí estadísticas de lo que una persona sin hogar tarda en morir viviendo en la calle, pero a quién le importa eso salvo al burócrata que gana su dinerito elaborándolas para luego publicarlas, que nadie haga caso, y que se sigan muriendo, por favor, que yo me gano la vida haciendo estadísticas de esas.
Creo que como sociedad, no debemos ayudar a estas personas que viven en la calle, lo que creo, es que tenemos los medios, el conocimiento, para evitar que nadie se vea lanzado a esa situación. Hay que proteger a la gente que no puede pagar su casa, que no puede pagar los suministros básicos, o que simplemente está enfermo, y abandonado.
Y en esos protocolos preventivos, hay que tener, desde mi punto de vista, una capacidad de anticipación al drama que luego se desarrolla realmente eficaz.
Pero no, nuestra sociedad sabe que esos deshechos existen, y saben, posiblemente, que los muertos en las calles de Francia, de España, de donde sea, son iguales o superiores a los que mueren, sin ir más lejos en accidentes de tráfico.
Y para protegernos de esos accidentes, hay campañas publicitarias, multas a los infractores, protocolos, exigencias, estadísticas en las que se marcan objetivos de reducción de accidentes con muertos, inversiones en tecnología, dinero.
Pero de los cuatro sin techo que se mueren en las calles, solo se acuerdan un poquito en Paris, y sin hacer mucho ruido, que estas cosas, ya se sabe, huelen mal, es nuestra mierda esparcida públicamente.
¡Ah!, por cierto, hay casi mil millones de humanos, que viven con menos de 1,75 $ diarios, pero de esos la revista Fortune no dice ni pío, que se quién es el más rico, pero no sé quién es el más pobre
Con su pan se lo coman

El día de la felicidad

Ayer hablaba de la amargura de los ciudadanos, y hoy me encuentro con la gilipollez de que es el día de la felicidad, pero en serio, que lo dice ese organismo que hemos dado en llamar ONU, y que nunca me ha dado la sensación de ser demasiado útil, aparte de servir para que vivan a costa de los ciudadanos del mundo unos cuantos privilegiados.
España, al parecer, anda por el treinta y tantos de más de ciento cincuenta países que se prestan al juego miserable de estos burócratas que posiblemente nada mejor tienen que hacer, que con la tal nueva estadística aseguran unos cuantos años más de mamoneo.
Ellos sabrán, pero a mí que en Bután sean más o menos felices que en Montreux me importa muy poco, entre otras cosas porque no me dejarán ser ciudadano de ningún país en el que el índice de felicidad sea mayor que en el mío, así que como no sea la tal cosa para hacer publicidad de no sé qué, y llenar tres minutos del telediario el tal índice me parece cuanto menos miserable.
Porque si de lo que se trata es de mejorar la vida de los países que están a la cola de la tal estadística no sé si esa es la manera.
Reconozco que no me he metido a valorar los elementos de juicio utilizados por los burócratas de la segunda avenida neoyorkina, pero probablemente se hablará de expectativas de desarrollo humano, de limpieza, de sanidad, de educación, de niveles de democracia, y de esa serie de pendejadas que solo se le puede ocurrir a un burócrata rico, de los que cobran en dólares de la gran manzana, o en francos de esos que se reparten en Suiza.
A ver quién es capaz a tenor de lo publicado de implementar las acciones necesarias para que los ciudadanos de Chad, o de Siria, o simplemente de Ghana, puedan alcanzar los niveles de felicidad que puedan tener los suizos, los noruegos, o las pasteleras madres de todos estos que diseñan estadísticas para orondos.
Ves las entrevistas que hacen los del telediario a los pollos locales que pasean por la calle de cualquier ciudad española, y tras el adecuado filtro, que el Gran Hermano nos mira, te dicen que lo suyo va bien, que quieren a su novia, que en el curro a veces le pagan a fin de mes, y uno que no es de aquí, te suelta que la gente es amable, y que las tapas son estupendas.
Hemos llegado a un nivel tal de estupidez, a un nivel de alienamiento tan brutal, que nadie es capaz de ponerle cara de metro a las siete de la mañana al entrevistador, aunque si lo hace, seguro que no sale en la tele. ¡porca miseria!.
Y todo esto en el contexto de los nuevos tiempos en los que la información dejó de ser fiable, dado que hemos perdido a caballo de las malditas redes sociales la figura de la autoridad moral, de la autoridad intelectual, como decía el otro día Don Carlos Canales en una radio.
Y lleva razón, que con esto del caralibro, del silbidito, cualquier imbécil puede discutir con alguien que haya trabajado seriamente un tema durante años, y haya llegado a conclusiones científicamente elaboradas.
El imbécil, puede sin el menor reparo soltar aquello de que no está de acuerdo, porque le han dicho en un chat, no sé yo, que el hombre viene de la patata patatera, y a por ello.
Así que entre el índice de felicidad medio averiado, las manipulaciones de la opinión pública y los imbéciles dando rienda suelta a sus más bajos instintos amparados por el último desnucasapos opinando sobre las ondas hertzianas de los espacios encontraos, nos encontramos con la única salida posible que nos queda….coger un cohete al espacio sideral.
Que nadie se me altere, que para eso ya estoy yo mismo, pero empiezo a estar un poco harto de toda esta vaina, ¿qué quieren ustedes que les diga?.
Parece que nos han dado a todos la misma pastillita del compuesto maravilloso que hace que veamos no lo que hay delante de nuestros ojos, sino una especie de escenario ficticio en el que unos burócratas crean el concepto de felicidad patrón y a partir de ahí ponerse a medir, sin encomendarse a Dios ni al Diablo, de la misma forma que otro define la cultura, otro la ciencia, y los imbéciles que poblamos la tierra, de pronto nos sentimos expertos en la teoría de fractales, porque hemos visto una peli de ciencia ficción, o creemos tener en nuestro poder las claves de la etología porque hemos visto mear a un elefante en el zoo. Y claro, opinamos, ¡Vaya si opinamos!.
Realmente no sé si esta tendencia se va a prolongar en el tiempo, aunque parece que hay ganas de que así sea, que debe ser muy cómodo para quién maneje esto, si alguien hay que lo haga, que empiezo a dudarlo.
Ya que aunque algunos piensen que estamos dirigidos por mentes poderosas subidas a cuerpos más poderosos aún, y que no hacen más que quitarnos la inteligencia, la reflexión y la libertad al fin y al cabo para sentirse más poderosos, yo creo que no es así, que estamos encima de un caballo desbocado que corre sin control alguno.
El control va por barrios y encaminado a que los resultados de esta o aquella multinacional, o de aquel gobierno, cumpla las expectativas, medibles, claro, que hayan prometido para el final del trimestre en curso, no creo que haya mucho más, que la construcción es ladrillo a ladrillo, y sin arquitecto.
Y así en este día mundial de la felicidad en el que el orbe se desangra en guerras que casi no ocupan un silbidito en las redes, o en el odio transpirado por sus dirigentes cada vez que se encuentran o que hablan el uno del otro, lo que veo es gente infeliz por todas partes, gente sola en los hospitales, gente matándose por un quítame allá esas pajas, en cualquier garito de barrio, en cualquier burdel de carretera, en cualquier casa de gente humilde.
Así, que yo no pienso celebrar el puñetero día de la felicidad con poster multirracial de propaganda, donde jovencitos saltan alegres transmitiendo la idea del bienestar mundial, mientras en cualquier sitio de África, de Centro América, de Asia, de cualquier suburbio de la bella Europa, de la pulcra Canadá, o en el corazón del mismísimo Imperio, un niño se muere de hambre, una mujer es prostituida, violada o asesinada, a un joven se le da un fusil para que le maten, o se abandona a un viejo para que muera en soledad.
Pero me atreveré a discutir de biología molecular con un premio Nobel, que lo que he leído en Google es la verdad.
Espero que nos hostien a todos

Los ciudadanos amargados.

Y sin cortarse un pelo, desde un programa de radio nos soltaba que en su opinión, la Humanidad está amargada, como nunca lo ha estado en la historia, o al menos esa era su percepción al subirse en un transporte público en horas punta en cualquier ciudad del mundo llamemos civilizado.
Y ciertamente las caras que se ven en el metro de Madrid, Paris, Londres o Santiago de Chile, son las mismas. Y la cosa empieza por que se encuentra en esos transportes a toda la Humanidad, es decir a una representación multirracial del mundo obrero.
Las caras hasta el suelo, todos y cada uno de los viajeros inmersos en su espejito mágico, bien aislados del resto por medio de esos auriculares que cancelan el ruido exterior, para que la sensación de soledad sea la máxima posible, que ya se sabe, mientras más aislado mejor.
Las energías negativas que se respiran son tremendas, y mantenía este señor, que posiblemente esta es la época en que más gente infeliz hay en el planeta.
Bueno, suena a boutade, que cada vez hay más seres humanos en la Tierra, pero realmente, incluso si hablamos de proporciones, muy posiblemente lleve razón, que la gente en el planeta salvo ínfimas minorías no tiene dinero, no tiene tiempo, no tiene derecho a ser feliz, que cada vez son menos aquellos que deciden las grandes cifras del mundo, y cada vez esas decisiones afectan a más gente.
Y si me pongo conspiranoico, diré que todo está sujeto a un plan predeterminado por no sé qué fuerzas ocultas, quizás por el famoso contubernio judeo-masónico, o por la influencia del Imperio Soviético, o vaya usted a saber qué.
Pero realmente creo que las cosas han llegado a estos puntos, simplemente por el desarrollo de la sociedad de consumo, que requiere para sobrevivir crecer a cada momento, de forma global, y de forma individual, que el tamaño es lo que importa en este estanque de tiburones.
Y quien acaba sacrificado, siguiendo las pautas que le van marcando, somos los que viajamos en el metro, cada día, a cada hora, en cada ciudad, de forma que hasta muchas veces se nos ha olvidado hasta el concepto de vivir.
Es más el hecho de entender realmente qué es lo que significa la vida, creo que demasiadas veces se nos escapa, tantos son los reclamos que están continuamente separándonos del camino que quizás nos condujese fuera del metro de las siete de la mañana, fuera del espejito, fuera del “Visite Benidorm”, fuera del cooommmpreee lo mío.
Y nuestra vida, nuestra modesta sonrisa amarga depende de un me gusta de cualquier red social miserable, en la que intentamos ser el más popular del instituto, cuando en realidad deberíamos buscar otros caminos.
Pero yo no soy Pepe “El gurú”, yo no sé enseñar a nadie donde está el camino de su felicidad, y además no creo que pudiera luchar con este sistema que ha ido apareciendo poco a poco, sin hacer ruido, infiltrándose en nuestro viaje de por la mañana en el metro, aislándonos de los otros miembros de nuestra tribu, convirtiendo nuestra naturaleza gregaria, en gregarismo virtual, en soledad impuesta.
Porque el divide y vencerás, vencerás voluntades individuales y reinos si se tercia, es a lo que nos estamos enfrentando hoy. Se nos han roto los pueblos, se nos han roto los barrios, y hasta las escaleras, se nos ha roto cualquier posibilidad de defensa conjunta, nos hemos aislado en nuestros espejitos coloreados, en nuestros utilitarios que pueden circular solo de vez en cuando, en nuestras mesas de trabajo con biombo y pantalla que actúa de protección frente a no sé qué, frente a no sé quién. Estamos solos en la multitud de solitarios.
Puede que sea así, pero también puede ser que la cosa sea solo del metro de las grandes ciudades, y uno no sabe ver más allá de sus narices, aunque cuando te paseas por el mundo, ese que está fuera del occidente creciente, lo que ves es aún más descorazonador, ves a gentes que quieren dejar su tierra, que sueñan con su móvil y su piso en un suburbio. Sueñan con crear una prole que pueda ser triste en el metro, y pagan precios altos, demasiado altos.
Pagan precios en carne de niñas que son arrastradas a la prostitución, pagan precios en muchachos arrastrados a la inmovilidad en centros de acogida, en los que se les da una manta y un bocadillo, en una prisión sin juicio. Son precios muy altos por cambiar infelicidades de la aldea del sur, del altiplano, de la selva…por tener una pequeña posibilidad de llevar un teléfono nuevo con pantallita de colores, y hablar con la aldea de vez en cuando.
Quizás lleve razón el personaje que mantenía la infelicidad del ser humano, que él veía reflejadas en los pasajeros del metro a las siete, que no importa si de la mañana o de la tarde, y que además he visto en las aldeas tanzanas, en las aldeas de Zimbawe, o en las comunidades tibetanas, en las comunidades nepalíes, en los ojos de las niñas prostituidas en las estaciones de los ferrocarriles indios.
Esa tristeza la he visto en demasiados sitios, porque también la puedes ver en la cara del ejecutivo en cualquier sala business de cualquier aeropuerto del mundo. Sabe perfectamente que ese no es su sitio, que está corriendo detrás de una liebre eléctrica de esas que ningún galgo puede cazar nunca. Y tiene la mirada triste, porque piensa, y posiblemente con razón, que la vida se le ha escapado detrás de anuncios de coches, de neveras, o de vacaciones en Benidorm, ¡¡Venga usted y emborráchese lo que quiera!!. A usted se le olvida la vacuidad de su existencia, de la que es absolutamente consciente, y las compañías aéreas, los hoteles baratos, y los que venden alcohol mal destilado, consiguen crecer el tres por ciento que ha prometido el CEO a los accionistas en la última reunión con analistas financieros.
Por no importar, el ser humano, ha dejado de importarle incluso a él mismo. Hemos creado un monstruo universal que con un poco de suerte acabará devorándonos a todos, que ya hemos empezado a pensar que reproducirnos nos quita tiempo para darle al ¡Me gusta!, y que si no hacemos lo que nos dicen que hagamos tendremos pocos, muy pocos seguidores, y eso es algo que no podemos permitirnos.
Así que volveré a releer El cartero del rey, o La luna nueva, por ver si Tagore me hace recordar que hay un ser humano dentro de mí, y que la Humanidad necesita descubrir de nuevo la felicidad del alma.
…………………………………………….
Y la vajilla de fino oro labrada
Sea de quien la mar no teme airada.
(Fray Luis de León. Oda a la vida retirada)
Hasta luego