El ónfalo

La lástima es que solo hay uno por definición, porque parece que candidatos hay millones, y es aburrido, muy aburrido, tanta pelea de gallos, sean o no machos, que con esto de que las ciencias adelantan, lo de “mucho hombre es esta mujer” está a la orden del día.
Demasiados candidatos, me temo, y cuando eso pasa, al final entre ellos acaban por darse de tortas, o lo que es más divertido, llega Ulises, tensa su arco, y se deshace de sus competidores, dejando claro qué él es el ónfalo, al menos para su Penélope, que ya le valía tanto esperar y tanto tejer. Ella sabría.
Porque la cosa es que sin salirse del telediario, ves que saltan chispas entre dos personajes como Tito Trump y Tita Merkel, y uno no sabe si es por lo de quién es esa piedra lanzada por Zeus si Tita o Tito, pero los dos no pueden ser.
Y la mujer salida de las oscuridades de la RDA, no le acepta a Tito Trump que le altere el sistema que tan bien le está viniendo a las multinacionales alemanas, (multas contra Volkswagen y Deustche Bank incluídas), que ella soñaba con enseñar al Imperio ese idioma de Goethe que no supo imponer como lengua mundial ni Hitler ni Bismark. Y no el tratadito que le hubiese venido tan bien, pues agua de borrajas, lo que no deja de ser un fastidio.
Y Tito Trump, que al parecer el escote de Doña Ángela no le gusta, que se dedicó a hacerle la cobra, y ni una sola miradita lasciva soltó, con lo que hubiera ayudado a las relaciones internacionales.
Vamos que le soltó, al día siguiente, claro, un viaje en eso del “silbidito”, de los que hacen época. Y es que insinuar que la gran Alemania no paga los recibos de la NATO a fin de mes tiene más que guasa, que además quién sabe si es verdad o no, que uno que en esas cosas y en otras muchas, se imagina que el tal recibo tiene más trampas que una factura de Iberdrola.
Y mientras tanto, otro de los aspirantes a ombligo del mundo, ese KIim Jon-un , de Corea del Norte, venga a emular las Fallas, y lástima que no sea él el Ninot, que aunque lo indultasen, al menos lo dejaban quieto y desenchufado en el museo fallero. ¡Mira que tiene petardos el muy jodido!, y a lo mejor quiere que le hagan pedidos de misiles los pocos aspirantes de segunda a ónfalo que andan por las Sirias, los Yémenes, o los vaya usted a saber dónde, que aquí se trata de vender petardos, no de exportar un sistema político, o apechuscar al Sur y quedarse de una tacada con Samsung, Hyundai y Kia, que por ahí no parece que vayan los tiros.
Y el otro aspirante a ónfalo, ese que vive en Pekin…perdón Beigin, (que soy del plan del 58, y me lo enseñaron de otra manera), pasito a pasito quiere ser la piedra de Zeus. Se sienta con el representante del Imperio, y le dice que bueno, que depende, que pegarle un bombazo al coreano, a lo mejor no es tan buena idea, que está esperando que le acaben unos misilitos para el ejército rojo, que allí la mano de obra es más barata que en Shangai, y que luego ya veremos.
Y no, lo de Taiwan, y esas islitas del Mar de la China, ahora no son importantes, resolvamos lo del gordinflón del Sur cuando hayan entregado los misilitos, y los haya paseado por Tiananmen, que luego ya habrá tiempo.
¡Ah!, y de lo de la pasta que les debe el Imperio, ya hablaremos otro día, y que la Lockheed y la Boeing no se preocupen, que el próximo concurso es para ellos, y ponemos a currar a los del medio oeste.
Y ahí estamos a ver quién mea más lejos, y en eso hay que reconocer que Tita Merkel lleva las de perder, aunque Tito Trump, sin “blue pills”, no creo que lo haga más allá de sus zapatos.
Y esto se me ocurre el día de San José, el de ¡menudo papelón me ha tocado!, y ya nadie se acuerda de la cosa, que ya no te preparan natillas con melindros como Dios y la tradición han mandado, que entre el Corte Inglés y Amazon se nos olvidan del santoral, y solo nos avisan de que el Día del Padre es lo realmente sagrado, cuando la paternidad es el hecho más inseguro de la creación. Que con madres, con permiso de las sores de las maternidades, hay pocas dudas, pero padre, ni la madre a veces sabe por dónde se anda la cosa sin una confirmación por esa reacción de la cadena de polimerasa, que acaba poniendo a todos en su sitio.
Pero volvamos al ónfalo, a ese supuesto ombligo del mundo, a esa piedra que lanza Zeus en Delfos, y que ayuda a las Pitonisas, a las Sibilas a entrever el futuro a lomos de su virginidad. Pero los oráculos estos días no hay quién los descifre, que ando como loco a ver si por fin me dicen cómo van a ir las Matildes de aquí a fin de año, y lo que me encuentro es un cúmulo de análisis técnicos, de análisis fundamentales, que acaban en un lo más seguro es que quién sabe, y como en esas andamos, pues no hay quien le envíe un pepino con dedicatoria a Pionyang, nominativo al culo del Líder Supremo, de ese Kim Jon-un, que los telediarios han conseguido que nos caiga tan mal.
Pero nos aguantaremos, que como decían la otra noche los amigos de la Escóbula de la Brújula, aspirantes a ónfalos en la historia los ha habido a porrillo, y todos y cada uno, sin excepción, han demostrado, que tenían más de ciudadano poderoso y tirando a desnucasapos que a otra cosa.
Y comentaban la historia de aquel Haile Selassie que para modernizar a su pueblo, compró dos sillas eléctricas, (por seguridad), y así ajusticiar a los malotes del reino. Claro, que no cayó en la cuenta de que el Reino no disponía de electricidad, con lo que las transformó en su trono imperial.
Y al final todos estos monigotes, cada uno en su grado y condición, son apenas imitadores del Rasta Fari etíope, y ninguno de ellos será el nuevo ónfalo, la nueva piedra de Zeus lanzada a Olimpia, pero en el camino nos van a amargar la fiesta.
Con su pan se lo coman

Samantha.

Pesa 40 kilos, unas medidas de 90 cm de busto, 55 de caderas, y 90 de culo. Unos preciosos ojos verdes y una larga cabellera castaña.
Samantha es suave, no como Platero que parecía como de algodón, pero es suave, en el tacto y en el trato. Una magnífica compañera para amenizar una tarde de lluvia charlando del sexo de los ángeles en el sofá de casa. Y no se conecta a Internet.
Claro que Samantha no es humana, Samantha es una muñeca, una muñeca creada por unos (la noticia les llama científicos) hombres en Barcelona.
Pero es una muñeca con Inteligencia Artificial, fabricada con un material que se conoce como TPE (Termoplastic Elastomer), similar a la silicona médica, según indica en su noticia el rotativo barcelonés La Vanguardia, en su edición de ayer.
En la zona de la cabeza, se le incorpora un microprocesador que funciona con un potentísimo algoritmo, lo que permite a Samantha interactuar en modos diferentes con humanos, desde una charla familiar, hasta una relación ¿sexual?, llegando la muñeca al ¿orgasmo?, siempre que su dueño sea capaz de estimularla según los protocolos que activan su microprocesador.
La verdad es que en primera instancia la noticia me produjo una arcada, ¿qué quieren ustedes que les diga?, por lo que de humillante tiene para las mujeres desde mi punto de vista, y lo que informa acerca del sujeto que pueda llegar a comprar una de esas cosas, para un alivio y limpieza de los conductos deferentes.
Y es que a uno, lo del androide soñando con ovejas metálicas le dejó un poso de inquietud, y no sé yo si Samantha está diseñada para superar el test de Turing, y si lleva un chip de obsolescencia.
Desde luego, si un día su Inteligencia Artificial le permite un razonamiento, seguramente buscará a su creador para cantarle las cuarenta, porque podría haberla diseñado, no sé, para desarrollar un remedio contra cualquier enfermedad, pero no, la diseñó para ser un objeto sexual, con las medidas ideales que se implantan en la cavidad craneana hueca de tanto y tantos hombres/cabestros que andan por el mundo.
Nada nuevo bajo el sol, que con nuestro Franco vivo, en 1973, el gran Berlanga, nos regaló aquella obra maestra Grandeur Nature, (Tamaño natural) se acabó llamando aquí, en la que el bueno de Michel Piccoli, hastiado y enfermo, acaba por enamorarse de un maniquí, en detrimento de su esposa.
Las razones del enamoramiento del maniquí, son terroríficas….no habla (puede esto ser un problema para Samantha), no envejece, no tiene caprichos, y el dueño puede hacer lo que quiera con el muñeco.
Pero al final, el hombre inseguro, acaba por matar simbólicamente a su muñeco….porque le engañaba con otros hombres.
No he escuchado nada aún con referencia a las posibles reacciones a este hecho por parte de las asociaciones feministas, que no hay forma más ruín de hacer un objeto de un ser humano, femenino en este caso, aunque de su inteligencia lo más probable que acaben decidiendo no hacer aprecio, que al final es el mayor desprecio.
Mi Barcelona, que para estas cosas del puterío siempre ha sido una avanzadilla importante, (el Raval ha satisfecho ardores de marineros y obreros de paga sabatina durante generaciones), no quiere quedarse atrás, y aunque Samantha no sea aún más que un prototipo, ya ha puesto en marcha un lenocinio de muñecas sexuales, y desde luego ignoro todo acerca de su éxito como negocio.
No indica la noticia si Samantha está adecuada a los gustos de otros colectivos que tienen sus necesidades sexuales, hablo de que la mitad más uno de los heterosexuales no han sido considerados, ya que nadie ha diseñado un Clark, bien dotado, con voz de barítono capacitado para acariciar adecuadamente, y por supuesto con su correspondiente depósito de yogur que solo se activará si su dueña supera las pruebas marcadas en el protocolo de su Inteligencia Artificial, incluida en su microprocesador.
Y no hablemos de homosexuales, que lo mismo Samantha no ha sido programada para satisfacer o ser satisfecha por una mujer, y el posible Clark, para satisfacer y ser satisfecho por un hombre.
Insto a estos colectivos a enviar datos antropométricos a los diseñadores, a la mayor brevedad, para que los nuevos muñecos tengan en cuenta las diferentes sensibilidades.
No voy a entrar en el tema de los menores usados en ciertas comunidades como objetos sexuales, que a lo mejor a estos bastardos, usando un muñeco se le quitaban las ganas de andar detrás de los niños, pero eso es harina de otro costal.
Como decía al principio, leer el texto de la noticia me ha dado una buena arcada antes de lanzarme con mi suizo (especialidad barelonesa consistente en una taza de chocolate negro cubierta de nata recién montada), y mi cruasán de por la mañana, pero al final creo que es un desarrollo técnico que cuadra perfectamente con los tiempos en los que vivimos.
Las hormonas que aún quedan por ahí, y que no han sido absorbidas por el móvil, el silbidito (twitter), el caralibro, el guasap, y otras que hubiese por ahí, no parecen que estén muy dispuestas hoy en día para afrontar el reto que las relaciones humanas con el sexo contrario, o con el mismo, por supuesto, lo que abre un nicho de mercado a estos cacharros que la tecnología pone a disposición para uso, disfrute, y enamoramiento si usted quiere, pero sin contacto humano.
Es el final del Imperio Americano, del que somos parte todo occidente, incluido Japón, que en eso como en otras muchas cosas nos llevan años de ventaja, ya que será una ayuda más a la falsa sensación que los elementos electrónicos que se ponen a nuestro alcance, nos dan de ser miembros de grupos sociales.
El Gran Hermano que nos vigila, ya ha conseguido que evitemos el roce con otro ser humano mientras intercambiamos ideas o expresiones, y la llegada de estos trastos, lo va a hacer definitivo, me temo. Es una forma de onanismo mecanizado.
Samantha no está conectada a Internet, pero será cosa de segundos que no salga un desnucasapos diciendo que si se conecta convenientemente, se puede interactuar con otros pollos de tu tribu, y jugar a ver quién hace que el trasto se corra más veces en menos tiempo.
Los anunciantes tendrían otro filtro abierto, que como enciendas tres veces el aparato, y vean tus habilidades, sabrán perfectamente, que es lo que te pone,,,y te harán llegar la información publicitaria, a ti, y a Samantha, claro que ella es inteligente también

A la turca

Las cosas son como son, qué diantres, y esta mañana me levanto con la noticia de que a los turcos no les dejamos en Europa alentar a sus emigrados las intenciones del señor Erdogan de hacerse casi eterno en el trono del sultán de Constantinopla, vamos un segundo Ataturk, pero con ideas de resucitar al Imperio Otomano, que Ataturk quería un país moderno, y casi lo consigue.
Pero las cosas son así, dicen en Holanda que no quieren reuniones para esas cosas que creen que ni les van ni les vienen, sin acordarse de que el hecho de tener turcos en su tierra les ha venido muy bien para barrer las calles, para conducir taxis, e incluso, aunque no sea turco, para tener en Rotterdam un alcalde marroquí.
Yo no sé qué escalofrío debe estar asediando las espaldas de los holandeses cuando se echan atrás en cosas como esta. Cierto que tienen encima unas elecciones y que Geert Wilders está tomando un ritmo que puede llevarle al gobierno, y como buen rubio de ojos azules, a la que ve alguien moreno se le erizan sus cejas calvinistas, a no ser que le esté limpiando los zapatos.
La ministro turca ha tenido, desde Alemania,donde le han dejado las autoridades holandesas, que partir a la dulce Francia, que a Hollande que no se presenta a las elecciones, le viene muy bien que Tita Marie coja un rebote nacionalista, racista, y todo lo que quieras.
El futuro sultán, ha cogido un cabreo monumental, y ha puesto a caer de un burro a los dirigentes holandeses, les ha amenazado con no sé qué y con un qué sé yo, pero de entrada la ministro, a Metz.
A mí me repatea las tripas esta historia de los cabreos del turco, porque me apetece ir a Estambul otra vez, y no hay forma, que lo comentas y se te encabrita la familia, llamándote loco irresponsable, que te va a pillar una manifestación en Istiqlal, y te van a romper los sesos. Y lo malo es que a lo mejor llevan hasta razón, así que el Ciragan tendrá que esperar.
Y al final lo que nos está ocurriendo, y llevamos varios años diciéndolo, es que nuestra forma de vida se está escapando hacia el este, y nuestras clases medias occidentales, no entienden, no entendemos, vaya, que parte de nuestras rentas vayan a países que ni siquiera nos interesa marcar en el mapa, para que más familias en esas ignotas tierras, puedan alcanzar cosas tan sutiles como tener unas medicinas en casa, o que del grifo salga agua potable.
Nos hemos creído que es algo que solo nos puede pasar a nosotros, y que si otros seres humanos pueden de pronto acceder a ello, por favor, que no sea a costa de que por estos lares nos quedemos cortos de perras, que lo llevamos muy mal.
Y andamos buscando culpables como locos, que para eso somos únicos, y damos oportunidades a dirigentes marginales para que nos digan lo que queremos oír, sea o no la mejor de las soluciones, eso de pan para hoy….,y nos afloran Trumps. Le Pen, Iglesias, y lo que quieras, aunque el hecho ni ha sido culpa de ellos, ni por supuesto lo van a solucionar aunque los culpables de nuestras miserias se parezcan a lo que nos gobiernan.
Claro, que el pobre Erdogan, que ve aún un rayo de esperanza a la hora, no ya de perpetuarse en el poder, sino de ofrecer a sus súbditos algo que no sea su miseria secular, se cabrea como una mona cuando aquí, en esta Europa caduca y decepcionante para tantos , nos ponemos estupendos y le hacemos la cobra.
¿Qué le vamos a hacer?, y lo que es peor, ¿qué va a hacer el señor Erdogan con lo que tiene que bregar?. Pues ya veremos que a mí me da que el jenízaro sigue siendo tan bruto como aquellos sultanes que se llevaban pescozones en el Mediterráneo frente a las naves mancas de Don Juan de Austria.
Y con don Putin, se lleva a ratos, a los azerbayanos no los pudo exterminar del todo el bueno de Ataturk, y ahí los tiene cabreados que no le dejan subir al Ararat tranquilo a visitar el Arca de Noé, los kurdos molestando lo que quieren y más, y por si era poco ahora se le llena el sur de los sirios que no saben qué hacer al encontrarse metidos en el desastre que el Imperio les dejó.
Si, si, don Erdogan tiene para cabrearse, que esas cosas no se le hacen a un país que está creciendo, ¡coño!, que le dejen en paz como a China, que él ya se encargará de subir la calidad del Kebab, y de limpiar el barrio de Galata si se tercia.
Pero no, cada mañana con una nueva, y el pobre hombre que contaba erróneamente con el liberalismo europeo, se da de bruces con el calvinismo más intransigente que impide a los suyos, incluso hablar a los suyos en Holanda, claro.
Vaya la cosa que ha dado algo de juego este fin de semana aburrido, que los juzgados no nos echan carnaza catalana, ni siquiera de los peperos, para alegrarnos la tarde, así que esperaremos las opiniones de mañana en la prensa de los incidentes políticos en las fronteras del calvinismo más rampante, y echaremos unas risas, si es posible.
Porque de lo que nos podemos ir despidiendo es de que la clase media occidental recupere sus 100 euritos diarios para pagar sus miserias, que con veinte hay en muchos sitios, de esos que nos empujan, en los que la gente se siente rápidamente clase media, y hasta se compra un Tata.
Y nos podemos ir despidiendo del color del norte, que vienen los morenos del sur a sentarse en los campos de la Provenza, o a tomar té de menta en Amsterdam, que aquí hemos decidido acabar con nuestra raza, y la verdad es que me parece estupendo si lo que queremos es leer a Lévi y a Houellebecq, discutir sobre el último montaje de Baremboin, y pasar el día mirándonos en el espejo mágico que nos llega de Corea o de América. Y es que al final de todo no solo nos gusta mirarnos el culo, sino que en el fondo lo que queremos es que todos lo miren, pulsen el fatídico ¡Me gusta!, y luego con dignidad nos ofendamos por el ataque a nuestra intimidad.
Como diría aquel ministrillo de la guerra que luego se sentó en la presidencia de las cortes españolas….
¡Joder qué tropa!

La información políticamente correcta

Si hay algo que me gusta, es no enterarme de las cosas que pasan a mi alrededor. Así no mareo, me quedo con lo que me dicen que ha pasado, y tan pichi, que dice el chulapo.
Y entiendo que las cosas no deberían hacerse así, pero ponerme a luchar contra el famoso piélago de adversidades, o lo que es peor, contra los molinos de viento, no es cosa que esta tarde me venga muy bien, qué queréis que os diga.
Demasiada gente de esa que comparte de una u otra forma vida conmigo, han decidido que si hay que leer prensa, o lo que es peor ver los informativos de la tele, pues se ven, que no hay que olvidar que a los chicos de márketing les sale por un pico eso de convencernos de que lo que escriben es la pura vedad de lo acontecido.
Y todos de acuerdo, que de lo que pasa no nos enteramos, ni siquiera con entrada de tribuna en el telediario de la noche. Un sin vivir.
Así, que cuando uno ve que un personajillo de estos que deciden vidas y haciendas sale a la palestra a decir la primera cosa que se le ocurre, y vemos que otro coge el canasto de las chufas y pone su carótida en riesgo a tenor de lo escuchado, se queda uno de piedra que parecía que lo que el pollo decía no era para tanto.
Pero claro, el aquel es que no nos enteramos de la misa la media porque a saber lo que había por detrás o de qué coño estaban hablando o dirimiendo, que por mucho que rebusque el asunto en prensa, en el noticiario, la cosa no es para tanto, y tienes a un padre de familia congestionado al borde de una alferecía.
Así, que solo te queda pensar que te has perdido lo del intríngulis de la cosa, que no te han informado o que te han dado una versión sesgada e interesada, al servicio de alguien que ha pagado.
Porque aunque andemos con las cosas de las sensibilidades heridas, que se hieren con un nada, ni así lo entiendes.
Y hablando de las sensibilidades heridas, leía el otro día un artículo en el que un avispado comentarista, con quién comulgo en esa visión, se quejaba amargamente de lo que significaba estar reprimiendo continuamente tu libertad de expresión, por no molestar al tontolaba, que sin tú quererlo pasaba por tu lado.
Y lleva razón, que cuando sueltas una opinión, una frase, sin tener en cuenta el interminable listado de lo que no se puede decir, siempre hay un dolido….o dolida, que nunca se sabe, que estas cosas las carga el diablo.
Prefería la censura de Franco, era más burda, pero más fácil de esquivar, y si no que se lo pregunten a los Chumi Chumez, De la Iglesia, Perich, que se las metieron dobladas hasta a Monseñor Escribá de Balaguer, que para caminos la Nacional dos, y que si hay algún meapilas que le da la alergia, pues ya sabe, Urvasón.
Y en ciertos ámbitos, quizás pueda entender eso de que me ha rozado, y me ha salido un sarpullido, pero son ámbitos de esos en los que la falta de conocimiento y madurez, hacen que el niño eche las campanas a rebato, porque le han llamado sonso o porque el de la mesa de al lado en el cole, ha dicho lo de pis, culo, caca, que como todo el mundo sabe son pecados mortales, de esos que te llevan a las calderas de Pedro Botero, aunque nuestro papa porteño, insista ahora en que, eetttee, ¿vitte?, infierno, infierno llo creo que no hay, que me mandan un cura allí, se entera Iker Jiménez, y la tengo liada.
Pues sí, como el comentarista mantenía, y yo suscribo, estamos en una sociedad hipersensibilizada a la desnucasapez, porque los niveles de proteccionismo que esperamos nos brinden nuestras autoridades, son tan grandes, que no nos están dejando crecer.
Porque el hecho de que en una universidad, a un profesor se le pueda demonizar por decir lo que piensa a los alumnos, indica que nuestra piojosa sociedad occidental, miedosa y carcomida, no soporta la discusión, no soporta el hecho de que una vez el protocolo se ha establecido, venga alguien a decirnos que no, que no es afroamericano, que no es oscuro, que es negro, y que está orgulloso de serlo, y puede ser gay, pero por alegre que por su orientación sexual es homosexual, y es suficiente, que tampoco vamos a descender a la grosería. Y si no nos anduviésemos con tanta corrección política, esa persona no habría necesitado un armario para esconderse.
Es como si las cosas que forman nuestro entorno nos aterrasen, que aquello que no está protocolizado pudiese en un momento lanzarse a nuestro cuello con aviesas intenciones. De hecho, como digo parece un infantilización de nuestra sociedad, de la que ciertamente no nos podemos escandalizar, ya que es la consecuencia de los actos de nuestros dirigentes, y nuestra falta de interés en analizar lo que nos rodea.
Y es cierto, corremos detrás de un me gusta que por error puede pulsar cualquiera en cualquier sitio del mundo, pasamos el día embobados detrás del espejito de colores, y ahítos de mantras de todos los colores, nos hemos olvidado de pensar, del arte de la deducción, con lo que seguiremos la senda que nos marquen otros, claro, siempre que sean del protocolo políticamente correcto.
Queridos, si un dogma de cualquier religión no me gusta, y ese día toca, daré mi opinión, y si acabo como Shalman Rusdie, escondido para que no me rebanen el pescuezo, pues tan ricamente, si el punto de vista de un dirigente político no coincide con el mío, lo diré y lo discutiré, si es necesario, y a quien no le guste, ¡aire ligero, si será por aquello que te dijeron!.
No me apetece demasiado el andar poniendo paños calientes a las cosas, creo que la luz sale de las discrepancias explicadas, discutidas con respeto, y rebatidas sin tapujos. Que al final nada es cierto del todo, nadie lleva toda la razón, nadie es el dueño de ninguna idea.
Y necesito tener adultos delante para mejorar, gente que se sienta tranquila y segura al dar sus opiniones, sean estas las que sean, que todo en este mundo es mejorable, y si nos enquistamos, haciendo dogma pulcro de cada situación de la vida, si lo protocolizamos todo, conseguiremos que el miedo a la herida nos paralice, y que acabemos pidiendo el arropo de cualquier mamá que ande suelta, el que los más débiles creen que les dará Tito Trump, o Tita Marie.
Nos lo hemos ganado.

El día D

Cuando se celebran en el mundo días como los de ayer, y me refiero al día de la mujer, (no matizo lo de trabajadora porque es una obviedad, todas trabajan de una u otra forma), uno no sabe si ponerse a escribir las sensaciones que le vienen encima, que el mundo está de lo más susceptible, y alguien en seguida se te ofende.
Así, que, en cualquier opinión que salga de esta pluma, no hay más que respeto, admiración, y cabreo, mucho cabreo.
Vaya por delante, que si algo realmente deseo, es que desaparezca este “día”, que no me gusta porque lleva implícita la desagradable carga de que más del cincuenta por ciento de la población es considerada, y se considera a su vez como un enorme colectivo a ser defendido y protegido, ya que es tratado indignamente, lo que desgraciadamente es cierto.
En todo el mundo, bueno, en todo el mundo en que no se lo impide el machismo reinante, las mujeres salen a la calle para exigir que se les pague por su trabajo, para exigir que no se las mate o maltrate por el hecho de serlo, o por ejercer la libertad, que es su patrimonio, de hacer lo que más les plazca.
En mi vida, he trabajado con muchas mujeres, como directivo que era de una multinacional, y eran más o menos (49/51%), del total de compañeros, con variaciones puntuales, que en más de treinta años pasan muchas cosas.
Mis directivos más cercanos, es decir, quienes me ayudaban a llevar la compañía siempre fueron mujeres, así que la nómina que se pagaba en la empresa a las mujeres era siempre mayor que la que se pagaba a los hombres, y nunca se pagó más o menos por el hecho de ser una cosa u otra, simplemente por lo que las características del puesto exigía.
Y la cosa fue bien, muy bien diría yo, y la clave estuvo en que no se discriminó, se buscó a la mejor persona en cada momento para desarrollar la tarea que hubiera menester. Realmente fue fácil hacerlo, muy fácil, bastaba quitarse prejuicios, nada más.
Pero una cosa es hacerlo en una estructura comercial, y otra es intentar que siglos de intolerancia y de reparto de papeles en todo el mundo, puedan cambiarse de forma inmediata. Es muy difícil, y es por lo que entiendo y desgraciadamente debo apoyar el que este tipo de eventos sean de la mayor trascendencia posible.
Necesitamos, creo, para el progreso de la humanidad, que tantos y tantos prejuicios que imperan en las relaciones entre mujeres y hombres desaparezcan, y creo que la única forma, como casi siempre, es fomentar la cultura, es decir, la sabiduría que se adquiere en libertad, y que la garantiza de por vida.
Yo puse en mi vida laboral mi granito de arena, y debo reconocer que los grandes directivos de mi grupo, nunca pusieron la más mínima pega al hecho de la presencia femenina en mi equipo, siempre que los resultados fueran los adecuados, claro, que si no lo eran claramente percibían que el error estaba en otro sitio, no en el hecho de la presencia femenina.
Y desde estas letras quiero decir eso en voz suficientemente alta, para que empecemos en todo el mundo, a creer que somos todos seres humanos, y que siendo distintas nuestras capacidades, son todas ellas igual de valiosas.
Espero, para nuestro bien, para el bien de todos, que empecemos a desterrar de forma efectiva esas burradas que se les hacen a las mujeres como la infibulación, la ablación clitoridiana, la negación a la educación, la reducción a objeto sexual a través de las infinitas formas de prostitución que se han desarrollado en el mundo.
Espero que sepamos desterrar la negación de derechos a esa mitad de la humanidad simplemente por el hecho de ser mujeres, y hablo de derechos como el de llevar un coche, como el de disponer de dinero propio, como depender de ellas mismas, no del padre, no del marido, de nadie, que no lo necesitan, claro si desde el inicio se les dan los elementos formativos que cualquiera necesita.
Y no, no se puede permitir que aún se compren mujeres para esclavizarlas, y lo que es peor aún para ser vendidas o alquiladas a los sofisticados miembros de las sociedades occidentales, que creemos, simplemente por el hecho de tener algún dinero, poder disponer de un objeto sexual a nuestro capricho.
Lo siento, siento mucho que deba celebrarse este día, que aparezcan lemas como el de “ni una menos”, que recuerda el triste escenario argentino, donde una mujer es asesinada cada treinta horas, o el drama hondureño que reduce el plazo a trece horas, es inadmisible.
Como es inadmisible que a los verdugos no se les haya enseñado desde niños que no se mata, que las cosas son como deben ser, no como ellos quieren que sean. Que a las mujeres que son sus víctimas tampoco les hayan enseñado a quién no deben acercarse. Parece que no interesa, parece que las cosas están bien así.
No quisiera que estas amarguras acabasen como alguna tendencia indica en el mundo más desarrollado, y es la ignorancia hacia el sexo opuesto, con el empobrecimiento intelectual que ello conlleva. Sin relaciones de ningún tipo, mundos estancos.
Al final, en este comienzo de siglo, en el que la humanidad se está jugando el ser o no ser, no podemos dejar de considerar que no podremos sobrevivir, si no somos realmente compañeros de nuestras compañeras, y viceversa.
Debemos dejar de comportarnos a nivel de género, como si uno de los dos sexos actuara de forma dominante frente al otro. No es esa la forma de seguir adelante, nos necesitamos, como cuando en el plano individual dos personas se acercan una a otra y empiezan juntos a desarrollar vida y proyectos.
Pero la verdad es que mi nivel de confianza en que esto se desarrolle es poco, que sin saber el origen real de la situación (Günter Grass, en el Rodaballo mantenía que el poder de la mujer desapareció cuando perdió el tercer pecho), es muy difícil intentar buscar soluciones que no sean las de la extensión del saber, de la cultura, en libertad y de forma igualitaria por todo el orbe, y desgraciadamente creo que eso no lo veré, si en algún momento se da.
Buenas noches y buena suerte

A ver hoy

Te pones a garabatear delante de una página en blanco, y no sabes, o por lo menos, yo no sé casi nunca, que parte de mi alma va a dejarse traducir a garabato, que las partes son muy suyas, y las hay que duermen, las hay que no están, y las hay que quieren salir a empellones, como si se tratara del comienzo de la carrera del maratón de Nueva York.
Pero hay días que la cosa se pone peluda, y te vienen demasiadas cosas al garabato, porque el entorno no se está quieto, porque de pronto no lo entiendes, porque el político de turno ha vuelto a rebuscar el recoveco de la última mentira, porque el banquero ha estudiado la forma de hacerse con el último céntimo que nadie consideró importante, porque a lo mejor entre tanto material de deshecho, no te ves con la fuerza de rebuscar ese diamante que sabes que se esconde por ahí.
Y a uno no le apetece volver a los mantras interesados que cada día nos van cayendo encima, que la crisis, que si los corruptos, que si las pensiones, que si la intolerancia, que si el pobre no puede ser rico, que el compás que delimita la equidistancia del centro, no debe usarse, que la elipse marca más las castas.
No, no quiero volver al mantra de que estos años de vacas flacas han pasado, ¡compre Matildes!. No quiero volver al mantra de que vienen los populistas…¡Uuuuhhh!, no quiero volver a los miedos que te van poniendo uno a uno en el camino para que sigas la senda que te han marcado.
Yo sé que hay otros caminos, que la vieja humanidad que se esconde en la Europa miedosa, o en esa América del Norte que se ha quedado sin fuerza, como los mamuts en sus islotes antes de desaparecer, se niega a ser sustituida por la savia nueva que llega del sur, siempre del sur, las savias nuevas siempre suben por el árbol, con dificultad, con lentitud, pero de forma inexorable.

Y las murallas de las viejas civilizaciones, de la falsa opulencia se alzan para que no se llenen las calles de parias que no pueden tener un Renault nuevo, y que tratan de sobrevivir vendiendo las porquerías ilegales que les ofrecen aquí. Y así la señora quiero y no puedo, pasea con su bolso falso de marca de lujo.
Pero nos molesta el que viene de abajo, del África Subsahariana, de las tierras calientes del istmo americano, porque no tiene el culo blanco, y cuando reza lo hace a otra deidad, y cuando ama…enfin.
El mundo con hambre, naïf para nosotros que creemos ser de la pata de Adán, llama a nuestras puertas, con fuerza, con mucha fuerza, y en vez de intentar entenderlo, intentamos pelear contra él, no queremos aprender del hambre ajena, de la ilusión que viene de lejos con ansia de transformarse en ser humano.
El poder no sabe abrir los brazos a los que no son poderosos, el poder no quiere hacerlo y nosotros lo apoyamos. Porque al final, nos gusta aprovecharnos de quien es más débil que nosotros aunque en público denostemos la esclavitud, vivimos en un mundo en el casi todo el mundo es esclavo de alguien.
Ya veo como van las cosas que salen del almario, poco a poco, se van encanallando, como la huida hacia no sé dónde del patético President de mi Catalunya, que todo lo que quiere es que no caiga la justicia encima a sus conmilitones, a sus jefes, que para algo le pusieron ahí, para que recibiera las bofetadas.
Claro que a lo mejor cuando llega una de esas bofetadas se agacha y le da en la barba mal afeitada y canalla de Oriol.
Son canalladas del día a día, cuando lo que realmente debería importar es el ser humano, que hoy solo importa para esclavizarlo, con tantas y tantas palabras huecas que nos esperan en esos espejitos de colores que hacen de nuestra intimidad un basurero.
Pero quizás haya aún una esperanza, que cada vez hay más gente dispuesta a escapar de esas redes sociales que no hacen más que vampirizarte el alma, y a venderte al mejor postor.
Ya veremos, que los chicos de marketing se las saben todas, y les pagan para que la última parida del genio que vende humo, ese que se fabrica con salarios de miseria, llegue al imbécil del culo blanco, ese que se cree que lo sabe todo, que lo controla todo, mientras tropieza por la calle mientras mira el espejito de colores con el que le lavan el cerebro, el poco que le queda, que la mayor parte, no se le desarrolló, no dejaron a sus educadores que lo hiciera en libertad, había que condicionarlo todo, había que hacer de él un producto, para el espejito, para la cocaína, para el alcohol sin medida, para que pague la cadena que le ata, y si no puede la sociedad tiene sus cloacas bien engrasadas.
Espero que esa savia nueva que viene empujando desde el sur, no caiga en nuestros errores de sociedad vieja, porque se lo vamos a facilitar todo lo que podamos, que nunca más esclavos disponibles fueron muchos, aunque pongamos filtros, aunque pongamos muros, lo que hacemos es escoger, filtrar, pero aceptamos al final.
Y las cosas deberán cambiar, ya sabéis, para que todo siga igual, que seguirán habiendo en el basurero del mundo que mantenemos con tanto esmero, gente con hambre que quiera comer, gente que crea que es revolucionaria, y al final sirvan al Príncipe Salinas en su afán de volver a barajar, volver a repartir, volver a quedarse con lo que desea.
A todo esto, seguiré mirando como pasan los ciudadanos que comparten calles conmigo, quizás con el Mercado de San Miguel a mi derecha, quizás con el Mercado de la Cebada al fondo, a lo mejor con una playa. No lo sé, lo que sé es que la gente sigue pasando, sigue soñando con sueños que no son suyos, con sueños que les han implantado como se implanta un programa informático a un robot, que creen que son alguien después de un ¡¡Me gusta!! que es la forma más ruín de pagar a alguien por él mismo, por su intimidad por su vida.
No es más que la fábula del cuervo y la zorra.
Bebamos pues el agua de La Fontaine, e intentemos pasar lo que queda del martes, con dignidad.
Con su pan se lo coman

Mis amigos

Mis amigos son unos atorrantes, que decía Serrat. Los míos no lo son, la verdad es que me gusta estar con ellos, aunque alguno pueda pensar que el atorrante soy yo, y si es así que le ponga música, y haga una canción con acento del Poble Sec, y hace unos duros.
Mis amigos, a los que no pienso calificar, por eso, porque son mis amigos, son personas bien formadas, y cuando toca tertulia nos dan las tantas, y aunque no debemos, hablamos de política, que al fin y al cabo es esa ciencia que trata de las cosas de la “polis”, de la ciudad, y aunque no deberíamos nos gusta hablar de religión, porque al fin y al cabo es uno de esos pilares que sustentan el alma humana.
Mis amigos no son unos atorrantes, porque saben distinguir las partes necesarias de las contingentes, que diría Cuerda, y así, lo último que se nos ocurriría es hablar de políticos profesionales, o de las organizaciones que los sustentan, no a eso no nos gusta jugar, pero si nos importa el ser humano, nos importan todos y cada uno de ellos, nos importan cómo se relacionan, cómo se agrupan, cómo sueñan. Nos importan sus inquietudes, sus anhelos, lo que esperan de sus vidas, nos importan las vías que utilizan para colmar aquello que pueda darles la felicidad.
Mis amigos no son unos atorrantes, mis amigos saben discutir con la pasión de la razón, esa que aleja el dogmatismo de la charla, mis amigos saben poner sus argumentos en almoneda y saben callar para escuchar el argumento de otro amigo.
A mis amigos les gusta hablar de Platón, pero también de Rousseau, y si se tercia y aparece Mazzini en la charla, siempre habrá alguien que pueda enseñarnos de él algo más que el hecho de dar nombre a la calle del teatro Alla Scala.
Mis amigos no son unos atorrantes, no, no lo son, porque saben hablar del pensamiento de Disraeli si se tercia, y reír con algún chascarrillo de esos que nunca dijeron ni Groucho, ni Oscar, ni Winston. Porque a mis amigos les seducen las ideas, les seduce el arte de la discusión como se entiende en los clubs de Chelsea, es decir entre caballeros que se acaban su copa de Beaujolais, que a veces la cosa no da para más, que el Armagnac sale por un pico.
Y a mis amigos les gusta hablar de religión, tanto como les aburre si alguien habla de creencias de dogmas, de morales esclerotizadas.
Porque a mis amigos les gusta enriquecerse con las opiniones de los demás, y los dogmas no pueden discutirse, que si están ahí es porque alguien los puso, y a lo mejor poco a poco fue beneficiándose de ello. Eso no lo saben mis amigos, así que de eso no hablamos, porque preferimos buscar la paz espiritual de otra forma, quizás imperfecta, pero a nosotros nos va bien. Y esa forma está en la comunicación que somos capaces de generar cuando estamos juntos, en las bromas que sabemos intercalar entre los más sesudos argumentos, y en la forma de ser conscientes que nunca, ninguno de nosotros llevará la razón, y posiblemente tampoco la llevaríamos si estuviésemos todos de acuerdo en este o aquel argumento.
Mis amigos, que no son unos atorrantes, quizás se sorprenderían si se diese una tal circunstancia, a lo mejor pensaban que habíamos argumentado poco, quizás estuviéramos ignorando algún argumento, quizás no habíamos entendido alguno de los argumentos. Quizás quedara un pequeño rescoldo de incomodidad al levantarnos de nuestra tertulia.
Mis amigos no son unos atorrantes, a mis amigos les gusta la libertad, y saben qué precio tiene, así que cuando, en libertad discutimos de la libertad, el respeto en nuestros argumentos es incluso mayor. Saben mis amigos que la libertad es la mayor enemiga del dogmatismo, de la regla impuesta, del mensaje del líder, del haz lo que digo, no hagas lo que hago.
Y a mis amigos les gusta entrar a desentrañar ese concepto, una y otra vez, de forma que ninguno de sus matices quede sin su atención, porque mis amigos saben que la libertad es frágil, tiene la vida corta, como una Monarcha de esas que adornan Tierra Caliente.
Mis amigos detectan perfectamente a los depredadores de la libertad, pero mis amigos son pacíficos, así que la defenderán con palabras, que no les veo tomando las armas contra un piélago de liberticidas, hacerles frente y terminar con ellos.
No, mis amigos, que no son unos atorrantes, sueñan en que todos los seres humanos disfruten de verdad de la libertad por igual, que se sientan unidos como lo que somos todos los humanos, (o al menos eso creemos algunos), hijos de una misma madre.
Con mis amigos me he dado cuenta que mi sueño de estar siempre alejado de lo que acabe en “ista”, ha sido un acierto, el no tomar partido más que en la defensa de los sentimientos del ser humano, acaba por reconciliarte con tu entorno, aprendes, no sin dificultad, que tú mismo estás lleno de dogmas que de alguna forma debes eliminar para una vez limpio, poder aflorar realmente aquello en lo que crees, y poder defenderlo, no en defender la idea que los dogmáticos durante décadas han sembrado en ti, y llega a convencerte de que esa carga es creación tuya.
Mis amigos, que no son unos atorrantes, me han enseñado a reírme de mí con ellos, y eso es algo que ha permitido a mi espíritu caminar, o flotar, o yo qué sé, que no sé cómo el espíritu se desplaza si es que lo hace de una forma más ligera, y con ello aflora mi parte más lúdica, más epicúrea, más transcendente mientras pierde transcendencia ajena.
A mis amigos, que no son unos atorrantes, los quiero, a cada uno en su grado y condición, cada uno de ellos ha pulido con cariño de maestro experto aristas de mi vida, es más hace que mis cabreos al menos sean meditados, lo que no es poco. Claro que eso les da profundidad, perspectiva, y aleja el posible desagrado de forma que puede usarse como nuevo soporte para otro trozo del alma que llevo en el almario, que sin esa meditación se habría acabado por perder, como lágrimas en la lluvia….(el personaje, en ese momento caduca, una paloma blanca sale volando entre las gotas, y el runner se quita un buen peso de encima).
Así que quiero a mis amigos, incluso les llamo hermanos, como ellos a mí, me permiten que no comulgue con sus ideas, es más me animan a discutirlas, y me reñirían si no lo hiciera, y aunque tenemos diferentes sensibilidades, las usamos para enriquecernos entre nosotros.
Mis amigos no son unos atorrantes, mis amigos son masones, como yo.
Disfrutad

Paris era una fiesta

Paris era una fiesta, y en ese título aquel periodista americano que se lo bebía todo, que consiguió una estatua en La Habana, eso sí dentro de un bar, no uno cualquiera, El Florida, pegándole al daiquiri con la insistencia de quién tiene al menos dos hígados, resumió esas aventuras exóticas para él y para sus lectores que cabalgaban entre la bohemia del absenta y las tetas de Josephine Baker, y la sangre de los encierros pamplonicas, eso sí con vino cosechero, que por estas tierras hemos sido siempre más del campo que San Isidro Labrador.
Y ahora París no parece lo mismo, que las francesas de hoy ya no vienen del medio oeste, ni siquiera de esa Valencia huertana que manda duvales al Folies, Paris es otra cosa, parece la cuna del estereotipo, eso sí, con sus hoteles para hijos del Islam petrolero que quieren tomarse unas vacaciones de tanto zumo de naranja, y harén aburrido, con sus restaurantes, como siempre llenos de mantequilla como esa Coupule que se repite en el Hotel de Paris en Montecarlo, la misma mantequilla, los mismos Bordeaux caros, a precio de petróleo, de Bugatti, de Bentley sport, o de Ferraris de los de “hacemos cincuenta solo”, así que pague usted, por Dios, y no se me ponga pesado.
Paris era una fiesta, pero ya no lo es, que se ve todo detrás de ese ocupante del Elíseo putero, pero con cara de mal follado, al que no quiere nadie, que no satisface ni a las putas que se lleva a la cama, que el estrés de perder la presidencia parece que me lo tenga cohibido, vamos con problemas de erección, que diría un técnico.
Y es que está claro que no le quiere ni ese catalán que puso de primer ministro, y que las masas, esas que tanto quieres y a las que tanto debes, les han dado la espalda, una pena, que ni la alcaldesa que huele a mar de Cádiz se lo arregla, que Paris era una fiesta, y hoy es otra cosa, otra muy diferente.
Siempre dije que cuando la ópera se fue desde el Garnier a la Bastille, Paris había perdido personalidad, y sólo le faltaba empezar a servir en el Espadón alcuzcuz a la manera del Bulli, deconstruído, y no desespero.
Ahora, cuando te asomas desde tu ventana del Meurice para ver caer la tarde sobre las Tuilleries, los reflejos de las mamparas protectoras de la Tour Eiffel acaban deslumbrándote, si no lo hace esa pirámide famélica y transparente que pusieron para enmendar la plana a los arquitectos del palacio real.
Y ese Paris que era una fiesta, hoy que debería tomar el puesto de capital de Europa, está lejos de nosotros, no tiene aquel espíritu que me hizo soñar cuando paseaba por sus bulevares, cuando me asombraba como un imbécil delante del Pensador, o de Gioconda, o de la de Samotracia.
Ni siquiera sé si me apetece comprar un cucurucho de ostras en Capucines, y tomármelas con un botellín de Piper, o de Mumm, que me da lo mismo. Ni en el metro me puedo subir en primera clase, que la clase se ha ido por las cloacas hasta el Sena.
Pero hoy, esa capital de Europa no acepta ya ni siquiera a la derecha tradicional, que es tramposa, y se le ve el culo, no quiere a los socialistas mal encarados y posiblemente priápicos, vuelve los ojos al sur, a Marsella, y se olvida que desde allí les llegó un Tapis, y que no es casualidad que el Mistral barra el polvo hacia el mar.
Y como los viejos corsarios mediterráneos los aires que nos llegan del sur de la Provenza no transportan los aromas de lavanda de los campos de Grasse, ni siquiera el agradable murmullo que nacía en Cannes y dormitaba la siesta en Saint Jean les Pins. El poeta Mistral perdió su guerra con su Mireille a la espalda, ni siquiera Daudet pudo ganarla, y los que nos va a llegar a ese Paris, que hace no mucho tiempo éramos todos, a tenor del Bataclán, o del hebdo de Charlie, es la miseria que anida en el corazón de los europeos que hemos perdido algo que no tuvimos nunca, y es las ganas de estar juntos.
Que anda Junkers, ese presidente que parece, sin serlo, un gran amante del dinero, proponiendo caminos para que los ciudadanos sigamos creyendo en un proyecto que nos ha arruinado en demasiados casos, que ha provocado que el Reino Unido intente dar un portazo, que ha provocado que en Neederlands nos salga un pollo levantando la manita con el brazo estirado como un Julio César cualquiera saludando al Senado del Pueblo de Roma en uno de esos vítores por haber conquistado la aldea irreductible de los galos.
Le falta flequillo y bigote, y parece que la fuerza necesaria para armar legiones, como a nuestra Marie, que ya le están levantando las faldas con unas perrillas que no se sabe muy bien si salieron de debajo del Tapis.
Pero un alguien hoy, en plena campaña para la presidencia sale a pedir un salario mínimo europeo, y dice como calcularlo, y que sea en 60% del salario medio del país. Él no es populista, no populachero, que se me queja de que los países competidores de aquel Paris que era una fiesta, hacen trampa en los escandallos cuando fabrican Peugeots a costa de la paga del obrero.
¡Ah!, y que nadie lea los correos del jefe fuera de las treinta y cinco horas de curro semanal, y que la seguridad social llegue a todos, que las multinacionales ganan una pasta gansa.
Acabará sin votos y ahorcado en un puente de Londres como aquel de la panda de Marcinkus, pobre Calvi. Y diremos que le pilló el Brexit sin papeles en la City, y se ahorcó de la desesperación.
Paris era una fiesta, fue la capital de Europa, cuando Europa no existía, y fue dejando de serla poco a poco, cuando Europa parecía que llegaba a existir, y ahora, ahora me temo que nos quedamos sin Paris, sin Europa, algo más pobres, los americanos medio en pie de guerra, los chinos que intentan empezar a fabricar con tecnología superior a la occidental en algunos sectores, y nosotros con cara de imbéciles, que hasta Gran Bretaña piensa que no es interesante invadir esta vieja tierra a punto de entrar en el convento de arrecogías, aunque no sea el granaído de Santa María Egipciaca, porque puta lo ha sido un rato.
No quiero volver a Paris, tardaré en hacerlo, seguramente, porque todo lo que me hizo soñar y vibrar en algún momento ha desaparecido, no existirá más que en nuestro recuerdo, y la sustitución huele a parque temático, como tantas cosas.
Au revoir