Me dicen por ahí que España, que los españoles somos un pueblo desencantado, un pueblo que ha hecho del escepticismo casi una religión, y en ello a veces me reconozco, pero no solo me reconozco a mí mismo, que sea cual sea la época que miro, ese desencanto está ahí, presente, inmóvil.
¡Que gran vasallo, si hubiera gran señor!, decían de Mío Cid, y seguro que no fue el primero, que a Marcial el calagurritano se le leía el desencanto en las líneas satíricas que andaba difundiendo por el Imperio.
Y sin ánimo de ser exhaustivo pienso en el desencanto de los ciudada….perdón de los súbditos del Siglo de Oro, de los soldados de los tercios que dejaron la vida en los barrizales flamencos, de aquel maravilloso lisiado que fue a dar con sus huesos a la celda de San Marcos, con vistas al Bernesga..
Pienso en el desencanto que supuso para tantos y tantos españoles, ver que el Deseado era en realidad un Rey Felón, en el bueno de Mariano José de Larra, que se avergonzaba del funcionariado.
Me viene el desencanto que supuso para los españoles perder el tren de la revolución industrial, que el cortijo de los señores no necesita máquinas, ni súbditos ilustrados, que luego pasa lo que pasa.
Y el desencanto que supuso el mazazo al corazón de los que durante la segunda república se creyeron ciudadanos, cuando vieron en manos de qué políticos habían puesto sus vidas, y como se la arrebató el Dictador asesino.
Y el desencanto que nos enseñó Berlanga del balcón de aquel ayuntamiento desde el que se vió pasar el plan Marshall a cien por hora, dejando solo una nube de polvo e inamovible la miseria.
Hoy somos más, y más para desencantarnos, pero los motivos siguen siendo los mismos, que las desilusiones una detrás de otra las provocan los mismos, y para los mismos fines, y la plebe, la miserable plebe solo está para disfrutar de las migajas desencantadas que sobran de una mesa tan lejana de nosotros como el Sambalá o el planeta Urano, por decir algo.
Y la justicia, ese desencanto continuo, sigue con su labor de siglos para que el desencanto de la injusticia se prolongue, que si la culpa la tienen las leyes, que si la culpa la tiene la interpretación, o el ansia de poder del señor juez corriendo tras su promoción profesional. Es lo mismo, son hifas del mismo hongo.
Y hoy el indepe empieza a sentir también el desencanto, que parece que la señora Gabriel, acostumbrada a vivir del pueblo, pide a los suyos ayuda para sobrevivir en Ginebra, o en Lausanne, que me da lo mismo, que parece que no la quieren de maestra, y eso de entrar de interna en la mansión de Alonso, el correcoches, parece que no le viene.
Y ella también estará desencantada, que los suizos no la quieren de maestra, con la lista de másteres y mandangas que cuelgan de su curricula, ¡y ella creía que le iban a recibir con cátedras en Zurich, en Basel, en Montreux….!
Y no es la única, que todos los que han ¿acabado? Sus estudios en una de esas ochenta y pico universidades públicas, y se dan cuenta de que lo hecho no vale para comer, que solo ha servido esa política para llenar, presuntamente, los bolsillos de los políticos con la obra civil, de los jefes de departamentos universitarios con los máster ful, y para evitar que la juventud se apunte al paro a los dieciocho años, que si fuese así, las estadísticas nacionales nos iban a equiparar a Somalia o Haití, por ponerme pelín exagerado.
Y si luego viene el desencanto, no pasa nada, el populacho está acostumbrado, nada va a cambiar, ni mi amarre en Puerto Banús, ni mi colección de Ferraris, ni mis casas en Paris, Londres, Miami…son cosas de los Grandes de España, y si el pueblo no lo entiende, es que es muy bruto, que llevamos seiscientos años recordándolo, ¡joder!.
Tierra bien abonada para el desencanto, que ya nos lo dicen las estadísticas esas que tan bien manipula el INE (Instituto Nacional de Estadística), que los españoles no creemos en nuestra Iglesia ( o de ellos, que nunca se sabe), y es que ha abandonado demasiadas veces a los suyos en pos del poder, luego se pide perdón por el apoyo a los criminales de E.T.A., y a otra cosa, que ellos también perdonan en el confesionario a quien confiese haber dado una dentellada a la materia remota de la Santísima Eucaristía. ¡¿qué más dá?!. Quid pro quo!
El desencanto está en todas partes, bueno en casi todas, que nadie entiende las prebendas que se lleva un cristiano por apretar un botón a la orden, en la Carrera de San Jerónimo, que nadie entiende que el robo, el expolio llevado a cabo por los que administran el territorio no acabe con la prisión incondicional hasta la devolución de lo robado, y quizás nos desencanta ver que pujoles, aguirres, gonzáles, pepiños, y tantas y tantas presuntas alimañas, siguen encerrados en el disfrute de lo que tenía que haberse utilizado para el populacho.
Pero la plebe, mi plebe, en esa en la que estoy encastrado desde que al nacer me pusieron el sello maldito de “pobre”, está acostumbrada, está acostumbrada a ver pasar al señorito en lo alto de su alazán con las espuelas de plata bien pulidas camino de su bodega donde tiene la manzanilla a refrescar, y los mocos se sorben en casa mientras se preparan las sopas de ajo, con pan duro. Y es que el agua lo ablanda todo.
Por lo demás, sin novedad en el frente, si eres ladrón poderoso no te preocupes, si eres violador adscrito a las fuerzas armadas o policiales, preocúpate solo en función de tu rango, que la milicia tiene graduaciones, si eres solo parte de la gleba, busca acomodo bajo las alas de un “pater familias” adecuado, se fiel a tu señor hasta la muerte, y soporta el pago de tus diezmos, el uso por su parte de las mujeres de tu chamizo, limpia los escupitajos que te lance, y la próxima vez, ten cuidado al nacer escogiendo una familia patricia, a ser posible de primogénito.
Aunque también se necesitan capataces, pero con caducidad estudiada, que luego empiezan a creer que son Grandes de España, les sacan el video de sus miserias cosméticas, y los lanzan a la turba para el linchamiento ritual.
¿Verdad Cris?
Porca troia