la fin del mundo o el apocalipsis ecologista

Venía hoy, o quizás ayer, un artículo en La Vanguardia, con ciertos aires apocalípticos, como ya es costumbre en estos temas, hablando de la sobre-explotación a la que estamos sometiendo a la Tierra, y el trabajo recoge los famosos porcentajes de que estamos consumiendo el 75% más de lo que se regenera….bla, bla, bla.

Es como un mantra, un puñetero mantra que nos empeñamos en lanzar una y otra vez a las entendederas de la gente que abrazan las causas “ecologistas”, y a los que no las abrazamos por la carga que llevan de fanatismo en el sufijo “istas”, por ver si, camino de Damasco, nos caemos del caballo.

Estoy seguro de que el tema ya lo he tratado alguna que otra vez, pero la repetición de una idea hasta que cuaje, es un buen sistema como decía aquel Goebbels, de infausta memoria.

Así que voy a ello:

Quizás los que se reconocen como ecologistas deberían leer un poco al Profesor Margaleff, por poner delante de sus narices, a un ecólogo de primer orden, y que publicaba en castellano, y empezar a entender qué diablos es eso de un ecosistema.

El primer concepto que desearía aclarar, es que todas estas proclamas apocalípticas de los llamados ecologistas, en el sentido de que nos estamos cargando la Tierra, son más falsas que un duro sevillano, que el ser humano, no tiene absolutamente ninguna posibilidad de cargarse, ni la tierra ni la vida.

Lo que sí quizás nos podamos cargar, es a unas cuantas especies, miles, quizás millones, bueno tampoco, que si variamos las condiciones físico químicas de un ecosistema, desaparecerán unas especies pero aparecerán otras.

El juego del DNA, seguirá imperturbable, sin duda. La actuación del ser humano sobre la tierra, ciertamente está afectando al ecosistema en el que se desarrolla nuestra vida, la del ser humano, de eso hay pocas dudas, pero realmente a la Tierra le importa muy poco.

Que si sube la concentración de CO2, posiblemente desaparecerán las especies que no puedan soportar esas concentraciones, pero el hueco se llenará inmediatamente de organismos capneicos, y de las especies que desarrollen sistemas orgánicos adaptados a las nuevas concentraciones.

Si la temperatura sube, los organismos termófilos serán felices, y ciertamente los mares se llevarán la casita de la playa de Torrevieja, pero ese es el ecosistema de Doña Eduvigis.

Si desaparece el oxígeno, vivirán como reyes los anaerobios, y los que no sepan qué hacer con esa nueva composición del aire, pues desaparecerán.

Es decir, que a la Tierra todos esos cambios le importan muy poco, y a la vida menos, desde luego. Que prácticamente sea cual sea la composición de un ecosistema, habrá una cadena de DNA moviendo el rabo.

Conseguir la esterilidad no es cosa fácil, hay técnicas, desde luego, como la esterilización clásica en autoclave, o por bombardeo de rayos gamma, pero hasta donde sabemos es así para el entorno en el que se está desarrollando la vida hoy, y por poco tiempo, que mantener un ambiente estéril es muy difícil.

Y seguro que vendrá el “ista” de turno a decirme que mire a la Luna, o a Marte, que no hay vida allí. Quizás lleve razón, pero una cosa es que no la hayamos detectado y otra muy diferente que no la haya.

No hay peor cosa para un microbiólogo buscando algo, ver que en la placa de Petri, o en el tubo de ensayo no le ha crecido nada. Lo primero que hace es desconfiar de su protocolo.

Quizás sí, es más, seguro que sí, que si seguimos por este camino, las condiciones de vida en la Tierra van a cambiar, y mucho, y en nuestra visión antropocéntrica, avisamos de que es la Tierra y la vida en ella la que va a desaparecer. ¡No me mareen, por favor!.

Como mucho van a alterarse seriamente los ecosistemas en los que el H. sapiens sapiens (del Hemisferio Norte más Australia, New Zealand, y como mucho Chile, Argentina, Uruguay, algo de Brasil, Cape Town y Durban) desarrolla su vida, y tampoco creo que demasiado.

Ya que agua hay tanta, tanta que al planeta deberíamos llamarlo Agua, no Tierra, y es solo cuestión de dinero usarla para lo que nos dé la gana, (siempre que seamos del grupo mencionado anteriormente).

Que desaparecen los peces, habrá medusas. Ya sé que es un perjuicio para Doña Eduvigis, que no podrá bañarse en la playita de Torrevieja, pero nada más que para los que son como ella.

Es posible que desaparezcan elefantes, buena parte de la humanidad, los leones, algunas aves, y los cientos de especies que cada día desaparecen y son substituidas por otras.

Pero la vida ahí sigue, otra vida, otras especies, pero sigue, y la Tierra tan pichi en su elíptica. Así que no me mareen con el chantaje de que nos estamos cargando el Planeta. Está fuera de nuestro alcance, pero el mantra vende.

No hablaría así´, si de lo que me hablasen fuera del final de nuestra civilización, y hablo de la del Norte más excepciones, que aunque lo veo difícil, es posible.

Se irán reduciendo los porcentajes de humanos que puedan pagar los acondicionamientos de sus entornos, cambiarán el ocio, cambiarán posiblemente las fronteras y las superficies de los países. Nada nuevo.

Y de con los otros mundos, el tercero, y el cuarto, ya veremos lo que pasa, pero lo que intuyo es que se reproducirán más deprisa, y vivirán menos tiempo, posiblemente en peores condiciones, pero sobrevivirán.

Acortar el tiempo de generación que nadie olvide es una forma de acelerar las mutaciones necesarias para adaptarse al cambio del ecosistema, y si no que se lo pregunten a los microorganismos multiresistentes a los antibióticos.

De hecho, solo hay que mirar a esa parte del mundo para constatar que los índices de natalidad se van adaptando a las necesidades de repoblación de la especie. Así, que siento decir que los mensajes de catástrofe global de desaparición de la vida, y de destrucción de la Tierra, no son más que reflejos del interés económico de pequeños grupos que desean manipular a la Humanidad en su favor como siempre.

Solo deberían hablar de cómo va a afectar esta evolución del ecosistema a la parte de la humanidad concernida, porque de hecho es lo que están haciendo. Es economía pura.

En lo demás, la ecología nos recuerda que el ser humano, como cualquier otra especie es absolutamente prescindible, y que cuando una especie desaparece, el hueco en el ecosistema será inmediatamente, en términos cósmicos, ocupado por otra forma de vida.

Y ustedes que lo vean

Melones y sandías

Esto es como los melones y las sandías, que aparecen en verano, y me refiero a las huelgas de transportes públicos. Que si en Barcelona se bloquea el aeropuerto, que si por toda España de descaraja el tren.

No importa, al final quien apechuga es el mismo que paga los impuestos, la puñetera clase media, que cuando tiene que descansar, y alejarse de las miserias de su trabajo, de las neuras y los robos de los jefes, de los aumentos de precios de los paquetes vacacionales, tienen que soportar el extraordinario puteo de los sindicatos, de las reclamaciones laborales en donde más les duele.

Qué le vamos a hacer, supongo que es la venganza de UGT, y de los COCOS, por haber sido abandonados por los trabajadores, y hay que hacer publicidad de que algo hacen. Miseria, nada más que miseria.

Cuanto mejor sería ir a dar la barrila a los responsables de los desaguisados del Prat, o del puteo de ADIF o RENFE a sus empleados, y me refiero a reventarles las vacaciones a los directivos, a los responsables del ministerio de turno que no han atendido las reclamaciones justas de los trabajadores.

Que no, señores sindicalistas, que no están ustedes ayudando a sus representados, están ustedes literalmente jodiendo a toda la sociedad, que a base de tanta ineficacia por su parte, les han dejado sin asociados de pago, que lo que únicamente les importa son los liberados, es decir currantes que cobran sin currar, y por supuesto, y que no falten las subvenciones, que al ir a cargo de nuestros impuestos, no deja de ser una cuota de afiliación obligatoria.

Ni el sindicato vertical fascista lo hubiera hecho tan bien. Han superado ustedes a los sindicatos verticales, se lo garantizo, porque nadie de ustedes se atreve a bloquear los puertos deportivos hasta que el problema en discusión se resuelva.

Al señorito ni se le toca, al obrerete se le machaca y se le utiliza “ad nauseam”.

Hoy me entero de que faltan médicos de familia, que el maldito ministerio, ocupado por socialistas hoy, por peperos ayer, se han dedicado a hacer firmar contratos de una tarde, ¡en médicos de familia, donde la relación a largo plazo con el paciente es lo fundamental!

¡Las vacaciones que le iba a dar a la ministra actual, y a los ministros de antaño, hasta que se comportaran con una mínima ética, y no hicieran con otros lo que desde luego nunca aceptarían en su profesión!.

Pero al final, ¿qué más da?, se cubre el expediente y si pagamos los ciudadanitos de medio pelo, no pasa nada, somos muchos, y con las herramientas que ofrecen los sistemas de comunicación hoy, junto con las redes sociales, se afina el mensaje adecuado y a otra cosa, nos lo tragamos todo mientras nos cabreamos en el mostrador de Vueling, o en el andén de RENFE, mientras nos destrozan las vacaciones.

Como los melones, ya lo he dicho, y que nadie se preocupe, que no van a hacer cambiar nada ni a Adif, ni a RENFE, ni a IAG, que el folloncico seguro que está pactado, que llega hasta aquí, no hasta allá, que a los dirigentes no les afecta, y es el empleado quien paga, el eventual que cae en la lista negra, y el ciudadano, de clase media, quien acaba con las vacaciones arruinadas, por lo menos.

Al final, no es cuestión de que coja un cabreo más o menos fuerte, es que parece que hay una conspiración contra el ciudadano, que nos hemos creído la palabreja, y la realidad es que de súbditos no pasamos. Por cierto del servicio a jets privados, no he oído nada, que esto afecta en un 80% a los de Vueling, los de los asientos de setenta centímetros, y los que te cobran casi por mear en el avión.

Dejaremos el tema, que ni voy a ser yo quien lo cambie desde esta bitácora, ni ganas tengo de hacerlo, pero al menos sí me apetece dejar el testimonio de que es una situación que no puedo considerar más injusta.

Por lo demás, sin novedad en el frente, mi capitán, que los periódicos y los noticiarios cuentan todos lo mismo, hasta que llegas a las páginas del corazón, que ahí mandan las exclusivas de las que vive el famoseo, que tanto se queja cuando le preguntan por sus relaciones de pareja.

Todo muy veraniego, hasta parece que alguien se dedica a matar a la gente en Barcelona, que se han tenido que organizar grupos de súbditos para echar del metro a los carteristas, esa pobre gente que tiene que ir maltirando de monedero en monedero.

Los “Mossos” parece que todo lo que no sea lo del rollo indepe, se lo pasan por el forro, que si les matan a un chino en el Olimpic, no importa demasiado, hay muchos, y si apalizan a un pollo en el Raval, pues muy fácil, no haberse metido por donde no se debe, que siempre me lo ha dicho mi madre:

  -Hijo por esas calles de la derecha de las Ramblas no te metas.

Y así andamos, con los calores estivales que nos traen estas sandías y estos melones que debemos tragarnos sin pestañear, y si no nos apetece, la próxima vez intentas nacer rico o sindicalista, de esos que montan la huelga, y viven de las subvenciones.

Parece que el calor me ha cabreado, y no quiero ocultar que un poco sí lo ha hecho, ¿para qué engañarnos?, y es que debería dejar de leer a Orwell, que me hago bola con el Ministerio de la Historia, la Policía del Pensamiento, y los animales de la granja.

Su distopia la hemos superado con creces. Creo que el bueno de Orwell volvería a morirse si descubriese que las televisiones que ponía el Gran Hermano para vigilar a la población, hoy las tenemos más sofisticadas y encima pagamos por tenerlas.

Además la censura que era perseguida por la Policía del Pensamiento, hemos decidido montarla entre nosotros escandalizándonos cada vez que alguien pone algo políticamente incorrecto en las redes sociales.

Ánimo que queda poco .

Delicias playeras

Parece que los domingos de verano son para mirar lo que dice el ¡Hola! en la portada, y comprobar lo cutre que es uno, al constatar que aunque el famosón de turno esté en la playa, donde no está desde luego es en la sombrilla de al lado.

Porca miseria, y porco governo, bueno, porco nada, que a lo que parece por culpa del otro nada de nada, ni governo ni porco, y empieza la cosa a ser aburrida, que si no tenemos gobierno, nos tendrían que hacer un descuento en los impuestos esos con los que nos sacuden a la clase media de mala manera.

Pero no, que a esta panda la tenemos que seguir pagando aunque sea en funciones. Ya te digo que tendríamos gobierno si se suspendieran los salarios de diputados, ministros, directores generales y subsecretarios, y se pusiesen en la calle a los asesores de a dedo, hasta que se pusiesen de acuerdo.

No hay tu tía, que me dicen, sotto voce, que con lo de comer no se juega, y que la hipoteca de Galapagar hay que pagarla puntualmente.

Las cosas son así aunque no debieran.

Me dicen, claro, que el hecho de que en la sombrilla de al lado, en la playa abarrotada esa se siente Doña Eduvigis, con sus filetes empanados cubiertos de pimientos asados pringosos, que atraen las moscas con casi tanta intensidad como la miel, no es casual, que el futbolista de relumbrón está en la misma playa pero mar adentro, y desde su barquito sortea las moscas con envidiable precisión.

Y además, con esto de la microbiología hoy no  dejan que me bañe, que el agua es tóxica, como las lechugas envasadas, que a saber con qué las riegan, y es que el mar tiene más coliformes que los aseos de RENFE, que se nos ha desmadrado un vertido, o con esto del calentón terráqueo, se han venido no sé cuántas medusas de paseo por la costa. ¡Tendrán las pobres derecho a su chapuzón!.

Me da envidia el desparpajo con que los ciudadanos de la bella Recife brasileira se tomaban los carteles de no bañarse por la presencia de tiburones toro que merodeaban, ignorándolos olímpicamente, aunque algún ciudadano pasease bonitas cicatrices, bonitos muñones.

Somos así los humanos, cuando la burocracia no dirige nuestras vidas.. Pero en esta pulcra Europa en la que los burócratas al final han conseguido que nos la cojamos con papel de fumar, nos dicen que hay un coliforme y si nos metemos en el agua que sea con un buen traje de neopreno….pero no, que a ver si va a tener un poro y se me cuela ese bichico que viene en el protocolo, y con el desastre de sistema inmunológico que tenemos, pillamos una cagueta monumental, o peor aún que si el coli es ese famoso E.coli O152, que lo resiste todo, hasta las tentaciones se te lleva al otro lado de la laguna Estigia.

Negocio para Caronte….que por estos lares ya no sabemos por dónde anda el negocio, y es que ni la operación Chamartín arranca, y los militronchos no saben qué hacer con los cuarteles de Carabanchel.

¿Y qué?, que por mucho que se empeñen, al final no nos interesa a los pobres, que esos son los dineros de altos vuelos, los dineritos que producen las comisiones a los políticos egipcios, los que llevan una mano abierta frente a la barbilla y otra abierta también junto a la zona lumbar, casi en el culo, vamos.

Doña Eduvigis, muy educada ella, al verme solo en mi sillita de playa y bajo mi sombrilla individual, con dimensiones bien marcadas por los protocolos de los burócratas playeros, piensa que me voy a morir de hambre y me ofrece filetes rusos con pringue de pimientos, y hasta un vaso de Poca-Loca.

-Gracias señora

¡De qué hubiera usado Sócrates cicuta si hubiera sabido de estos manjares! Además creo que el fallecimiento es más rápido.

-Gracias señora, pero estoy a régimen. Eso es todo lo que se me ocurre en mi defensa, y así tampoco le quito la ración a su Pepe y a los niños.

Podría huir, pero es de cobardes, y no hay sitio en la playa para volver a montar mi sombrilla normalizada.

Deberías comprarte uno de esos barcos que llevan los futbolistas de relumbrón, y así le quitabas a la buena de Doña Eduvigis el cuidado de ofrecerte los filetes rusos. Pero no me sale, por mucho que intento encarrilar el asunto de llenar el bolso de milloncejos, no hay forma, debe ser cosa del destino, o de que no sigo con precisión los pasos de la iniciación que esos mundos requieren, soy indolente, ¡qué le voy a hacer!.

Todo lo que me queda, una vez destrozado el periódico por la arena, el viento, y el niño hijoputa que me ha tirado agua sin querer, es tirar de Tablet barata, y ver si puedo piratear el libro del verano, que la canción ya me la pone Spotify.

Pero es tiempo de disfrutar de las fritangas apresuradas de los chiringos de casi playa, que los de playa ya los quitó el burócrata de turno, asociado a Pazverde, de disfrutar de las paellas prefabricadas que te ofrecen en la foto de la puerta. ¿Qué le vamos a hacer?,

Pues seguir soñando con la portada del ¡Hola!, que hasta la Obregón se nos ha hecho camastrona, como el Osborne, a Doña Shakira no sé qué le pasa, que con su Piqué parecen la i y el punto. Pero tan felices, a pesar de que los crucifiquen, (dicen), por la imagen poco soñadora que ofrecen.

Cualquiera se va al apartamento a dormir la siesta. El de AirBnB dijo que había aire acondicionado, pero no dijo que no funcionaba, ni que el técnico local se había fugado con una repartidora de Deli-bérame dómine, que estaba encantada por haber sido reconocida su relación laboral de salario mínimo en bici.

De crucero Pullmantur, me temo que andan, en una preciosa cabina interior con vistas a la caldera del barco, que les ha salido por un nada, y es que el low cost lo soluciona todo.

Así que dejaré que las moscas de la tarde me devoren bajo mi sombrilla normalizada, de mi silla tamaño butaca turista de Vueling, y diré cuando hayan pasado las dos horas:

-Que siesta más buena podría haberme tirado si no hubiese sido por el móvil de Doña Eduvigis, del niño hijoputa con su pelotita, de la mosca cojonera que me ha levantado ronchones.

Y es que la brisa marina y el rumor de las olas hacen milagros. Disfruten

Qué calor hace en las Ramblas

Me pilla la Virgen del Carmen lejos del mar. Cosas que nos pasan a los que nacimos pobres en la playa, y la vida nos lleva a la meseta. ¿Qué le vamos a hacer?.

Claro que mentiría si dijese ahora aquello de que añoro las sardinas de la playa, el ron cremat y al cuarteto de habaneras “Els quatre indepes de Cuba”, cantando lo de la bella Lola, en el estradillo de Calella de Palafrugell. Mentiría como un bellaco, que para una o dos veces que he asistido al tal espectáculo, siempre me ha parecido la versión blandurria del concepto “fiestas populares”.

Pero que nadie se me alarme, que a veces los ayuntamientos de la Costa, se estiran y te regalan unos fuegos artificiales decentes, a costa de los impuestos locales de pernoctación y del incremento del precio del carajillo en los bares del paseo marítimo.

No pasa nada. Vuelves a casa con los pies,(como poco) llenos de arena, la jaqueca por el ron cremat, y recordando al profe de historia que te contaba el ardor patriótico catalán defendiendo los intereses de la corona española en Cuba y en Filipinas, en las guerras del desastre de 1898.

Bueno, para ser exacto, los catalanes que fueron, eran los catalanes pobres, los catalanes incultos, que los demás estaban por disfrutar de sus palacetes de S’Agaró, de sus palacetes de Puigcerdá, de sus palacetes de Pedralbes mientras iban saliendo los kilómetros de telas, de hilos de sus fábricas bien defendidas por los somatenes, (los seguratas de entonces).

Así, que para no meterme en charcos para los que esta mañana no tengo cuerpo, diré aquello de que me alegro de no andar por aquellas tierras, que además posiblemente ya no reconocería, y en las que me sentiría muy incómodo.

Además estos son tiempos de calor, de tener los nervios a flor de piel, preparado todo para que cualquier chispa, de esas que se apagan con un pisotón, creen el mayor de los incendios, lo mejor es quedarse quietecito, y que no le pase a uno como a mi amigo, que sin comerlo ni beberlo me contaba el otro día sus penas mientras estaba tranquilamente acodado en mi rincón de Boadas detrás de mi Negroni.

– Chico, estoy hecho polvo, que me ha dejado la novia.

No te preocupes, pensé yo, que quien pierde una gran mujer, no sabe lo que gana.

– ¡Bueno, ya será menos!, un calentón estival sin ir más lejos, que verás como la cosa se arregla.

Y en el “se arregla”, queda sobreentendido que habrá reconciliación a la vuelta de la esquina, y todos ¿contentos?.

Mi pobre amigo lo está pasando mal, que en estas cosas lo que más duele es el orgullo herido, que a la que uno piensa despacio, la frasecita de que el buey solo bien se lame toma un excelso sentido.

Así, que me empeño, como una Doña Elena Francis cualquiera, en convencer a mi amigo:

– Si las cosas son así, qué le vamos a hacer, mejor que pase ahora, que no dentro de más tiempo, y se hayan profundizado las raíces de vuestra relación.

Que aún eres joven y apuesto, y a buen seguro no te van a faltar oportunidades.

Ya sabemos todos que para digerir el asunto, o eres el Falco del Reverte, o tu amigo entra en esa depresión del que se siente abandonado después de “haberlo dado too”, que se dice.

Y yo venga, ¡que no te han abandonado, que te han devuelto la libertad!, que si quieres arroz, el campo está lleno.

Claro, que mi amigo, que efectivamente quiere arroz, se está planteando lo incómodo que es sembrarlo con los pies llenos de barro, después de haber preparado el campo, y luego que si hay suerte y el esfuerzo no se lo lleva una riada, o una plaga….en fin que eso del amor, de la pareja, parece que hay que currárselo a fondo, y cuando crees que has hecho las cosas bien, aparece un ex que quiere volver, o haces una bobada sin darte cuenta, y la chica de tus entretelas vuela para hacer infeliz a otro.

Que no hay moza sin amor, ni sábado sin sol, ni putón que no se case, ni duro falso que no pase, que escuchaba yo de los sabios de la tribu cuando aún era preadolescente.

Pero ni por esas, el muchacho, que por cierto no estaba demasiado interesado en mis razones, no me levantaba cabeza, y se estaba forrando a gin tónic, que es lo que hace la gente ahora, a ver si consiguen la longevidad de Elisabeth II, esa reina que tiene a mi buen Carlos de príncipe de Gales eterno.

Tanto es así, y viendo el estado de postración, intento cambiar un poco la técnica, y asumiendo que mi amigo es bastante bruto, asumo que a su Chuchita le ha hecho algo malo, y le sugiero

-Pídele perdón, por tus faltas y pecados, que a lo mejor así lo arreglas.

-¡Pero si no sé lo que le he hecho!, me dice el pobre, así que no sé de qué voy a disculparme, y como pregunte, me van a salir con lo insensible que soy, que seguro que sé perfectamente lo que he hecho, que si me estoy burlando.

-Vale, vale chaval, pero si quieres arreglar la cosa algo tendrás que hacer, ¿no te parece?

-Por el momento ya me ves, haciendo subir el precio de los gin tónics, y preguntando a un amigo, que por cierto no me está ayudando ni un poco.

-Es que no soy Elena Francis, amigo, y estas cosas o las arreglan ellas o no se arreglan, que son terrenos muy resbaladizos para los chavalotes.

-¡Pues vaya ánimos que me das!

A partir de ahí me veo pidiendo mi segundo Negroni, que empieza a ser peligroso a estas horas de la mañana, con la correspondiente carga de manises y de maíz frito, mayormente para tener algo en el estómago. Cojo fuerzas y suelto:

– Chico, me parece que hay otro, y si te ha dejado de forma tan abrupta, es que te quiere, y no ha querido ponerte los cuernos, así que se un caballero y da las gracias, que tampoco pasa nada.

El camarero, como siempre, viendo que empezaba a estar pellín acorralado, me recordó en voz bien alta que tenía mesa reservada a la una y media en casa de Bofarull.

Así que pagué, salí Rambla abajo, como alma que lleva el diablo, y deje a mi amigo, sumido en la duda de si debía intentar arreglar lo de su novia, dejarla a ella que tomase la iniciativa, o alegrarse de que hubiera encontrado o reencontrado a alguien más alto, más guapo, y sobre todo más rico que él.

¡Qué calor hace en Las Ramblas!

en las nubes

La sorpresa de estos días es que los cacharros de Google, de Amazon, incluso algunas teles de Samsung, nos graban las conversaciones sin que nos demos cuenta.

A lo mejor las teles de Samsung, además nos graban imágenes. ¡Madre del amor hermoso!, que la tele esa de Samsung, inteligente ella como pocas la tengo instalada en el ciento, (el loo para los angloparlantes fisnos), así que me temo que las grabaciones que estén almacenado procedentes del tal rincón doméstico, les van a salir pelín escatológicas. Lástima que la tecnología no haya llegado a grabar aromas.

En fin, que no se escandalice nadie, que quien compró uno de esos adminículos sabía perfectamente el riesgo que corría, que nada como grabar las acciones del interior de un hogar, para saber si hay que promocionarle condones con sabor a fresa, o pañales de bebé.

Y es que parece que no nos enteramos, que todo está hecho en nuestro beneficio, y que el tal periodista ese (belga tenía que ser), no ha levantado ninguna liebre que no llevase años correteando por el campo, ya que desde que decidimos entrar en este mundo en el que nosotros somos los productos, el calvinismo intrusivo que rige las relaciones económicas mundiales, no iba a dejar de explorar cualquier faceta que fuera susceptible de transformarse en posibilidad de ganar dinero.

Y si nosotros somos el producto, estos pollos del comercio de datos, andan haciendo cuentas, que ya tienen a nuestros contactos, ya tienen nuestras fotos, saben por dónde andamos, y con quién, saben mucho de nuestros gustos, qué compramos, a quién y a qué precio, dónde viajamos y de qué forma, cuales son los restaurantes que nos gustan, saben si vamos solos o acompañados . Saben, saben, saben.

Ahora quieren conocer lo que hablamos con la parienta, o cómo nos lo montamos cuando estamos en el ciento, (que ya son ganas), y como he dicho antes, con la sana intención de ayudarnos, que solos no somos capaces de acertar con la marca de papel higiénico.

Así que, para empezar, personalizamos la publicidad que recibes, establecen planes de producción industrial para saber la cantidad de acero que hay que fabricar, y hasta los carquinyolis me temo están condicionados por el análisis de los big data dichosos.

Está bien, poco ya podemos hacer a estas alturas de la película, que como ya he dicho más de una vez, hemos dado oro y diamantes a cambio de espejitos de colores y una buena dosis de Plymouth gin a los jefes.

Pero el calvinismo económico es insaciable, y me temo, que en aras de la eficacia, de la productividad, o de lo que sea, deben tener ya perfectamente preparado el sistema que permita conocer nuestros pensamientos, pero con precisión.

Que a lo sumo ahora disponen apenas de los reflejos que nuestro rastro va dejando por esos caminos de las webs, las redes sociales, las nubes, los robots de voz dulce y femenina, ¡hola Alexia! ¡Hola Siri!. Reconozco que hubiera sido más interesante que nos espiase la Eva del Reverte, o doña Mata Hari, pero no, lo hace Alexia, Siri, o quién sea.

Tengo mucha curiosidad por saber cómo nos atraerán para que podamos dejar nuestros pensamientos, nuestros sueños, en sus manos. Seguramente será un chip en la nube, conectado con los centros del placer y que permita quitar el cortafuegos natural del cerebro, para adentrarse en lo más íntimo de nosotros.

Y será por nuestro bien, que el tal chip conectado con Hacienda, permitirá, sin dudarlo,  saber, no ya si he defraudado, sino si pienso defraudar. Sabrán mis barreras morales, y sabrán cómo ayudarme a saltarlas elegantemente, cosa que no creo que hagan, a no ser que sean fuente de ingresos, de poder, o de todo a la vez.

Y si conocen nuestros pensamientos, no de forma indirecta como hasta ahora, sino de forma directa, lo de la peli aquella del Cruise, de la poli del pensamiento está encima, claro que siempre en nuestro beneficio.

Y no quiero ni pensar, como dice mi amigo el transhumanista, (la verdad es que mi amigo se apunta a cualquier bombardeo), en la posibilidad de descargar nuestro cerebro (de tres a cuatro gigas, mantiene), en la nube gratuita de uno de estos pollos de las transnacionales, como copia de seguridad, vamos. ¡Y palabrita del niño Jesús que no chafardeamos lo que nos confíes!, vamos, ¡que no sale de España! Que diría el castizo.

Así que el futuro puede llevarnos a que esté en la nube cualquier cosa del ser humano susceptible de ser utilizada, añadida a lo que hasta ahora ya está por ahí a disposición  de todo el mundo, como dice el periodista belga, que ha levantado la liebre que corría.

No está mal, que a parte de las fotos con Chuchita, y aquellas tan monas de la panda de Benidorm, que parecen sacadas de verano azul, estarán todos y cada uno de los detalles de la vida de todos y cada uno de los que caigan en los brazos de las Alexias y de las Siris que vengan, y lo que es aún más útil, si el chip cerebral llega, hasta lo que se piensa estará en la nube. ¡No olvide usted su copia de seguridad!, y podrán hacerse utilísimos estudios de mercado sobre los proyectos de los seres humanos, adaptando consecuentemente, la producción de los elementos necesarios para que los mejores salgan adelante, por ejemplo.

De eso a la implantación de datos convenientemente seleccionados entre los disponibles para ser implantados en estructuras humanoides, hay un pequeño paso para el hombre, que diría Amstrong.

No sé si me gusta ese futuro, que tiene mucho de presente, y de alguna manera me alegra estar en esta parte del camino de mi vida que hará que no necesite adaptarme demasiado a esas distopias que parecen estar cada vez más cerca.

Por lo demás, sin novedad en el frente, ya saben ustedes, las guerras de todos y cada uno siguen llenando las hueras páginas de los periódicos y de los telediarios, eso sí, teniendo un exquisito cuidado de no hablar de lo que realmente importa.

Buenas noches, y buena suerte

La residencia

No sé si es “la caló” la que me pone de mal yogur que se decía cuando lo de la mala leche había que confesárselo al padre Pío mientras te sobaba las piernas en acto de bueno, voy a dejarlo que hoy no voy por ahí.

Y no, creo que aunque tenga cierta influencia, no es “la caló” la que me pone de mala leche, sino el hecho de que ayer los telediarios se pusieran, posiblemente con toda la razón del mundo en campaña contra el mundo de la residencias de ancianos de la Comunidad de Madrid.

Como alguno de mis amigos conspiranoicos, yo no creo en las casualidades, que sí en las causalidades, y ciertamente el caso de la residencia en la que pegaban a los ancianos, no debe ignorarse, y en las que no los tratan como deben, tampoco.

Que son personas que, más que nadie, necesitan que el trato que se les ofrezca sea, sin ningún paliativo, cinco estrellas, si no seis, en lo que se refiere a ofrecerles una atención desde el punto de vista de cuidados médicos, alimentación, higiene, y trato personal.

Quizás puedan quedar en segundo término aspectos como la velocidad de la red wi-fi, mientras lleguen las fotos de los nietos con claridad, o el tamaño de las televisiones en los salones comunes.

Tampoco el agua de la piscina es algo importante, pero si la infraestructura de su baño, la forma en que le ayuden a la higiene personal, y el trato, siempre el trato, que es diferente al que se le debe a un niño, o a un adulto en plenas facultades.

Todos tienen sus áreas específicas de respeto. Pero las medicinas deben suministrarse con precisión, la alimentación que debe estar supervisada por un nutricionista, debe tratarse con precisión absoluta, y así todo aquello que deba ayudar al bienestar de esas personas.

Como digo, parece que estamos en campaña, y salen datos a la palestra donde dicen que hay cerca de sesenta mil personas viviendo en estos centros, lo que no es poco, ya que nos circunscribimos a la comunidad de Madrid, que representa un quince por ciento aproximadamente de la población española. Sesenta mil personas que vienen a pagar una media de mil quinientos euros al mes, lo que significa euro arriba euro abajo un mercado actual de unos mil cien millones de euros al año. No está mal.

Si se cumpliesen los ratios de personal que al parecer la ley exige, o sugiere, que no lo tengo claro, hablaríamos de unos quince mil empleados, que suponen un gasto por paciente de unos quinientos ochenta euros en ese capítulo, al mes, habrá que añadir los doscientos cincuenta euros en comidas, los treinta en energía, y la amortización de las instalaciones, que tampoco puede ir más allá de los diez euros por metro cuadrado al mes, que es precio de los alquileres en la Comunidad.

Otros ciento cincuenta euros al mes en ese concepto. Vamos, que el coste por persona se va a unos mil cien mil doscientos euros, al mes por interno, así que hasta mil quinientos de media hablamos de unos trescientos euros de beneficio por paciente.

No está mal, que me salen doscientos dieciséis millones de beneficios al año que este negocio deja como mínimo en los bolsillos de los gestores, en el supuesto de que todos fuesen privados, que no es el caso, pero es la tendencia.

No voy a mencionar las tasas de crecimiento en la demanda de estas plazas, pero digamos que a los fabricantes de automóviles, sin ir más lejos, les encantaría crecimientos en sus mercados similares a las demandas de plazas residenciales para mayores.

Voy ahora directo a mi cabreo, ya que parece que buena parte de las residencias están en manos de grupos de capital extranjero, cosa que en principio no me parece mal, algunas en manos de la iglesia católica o en asociaciones y fundaciones ligadas de alguna manera a la misma, cosa que por cierto, tampoco me parece mal. Lo que ya me va pareciendo no tan saludable es que los resultados de las inspecciones, de las multas impuestas por deficiencias en el servicio que se les debe a estas personas, como fallos en higiene, fallos en la comida, tanto en su diseño como en su realización, fallos en los suministros de medicamentos a los enfermos, haya decidido la Comunidad de Madrid, gobernada por cierto desde tiempo inmemorial por el Partido Popular, no publicarlos, haciendo defensa numantina del asunto.

La excusa es que en aras de la ley de protección de datos, mejor es ocultar ese asunto, no sea que vaya a afectar al prestigio de las compañías que regentan las residencias.

¡Manda huevos! Que diría don Trillo, con su deje murciano, que no hay mayor prestigio que en un escenario de transparencia el centro que tú regentas no tenga nunca una multa, que tenga todas las inspecciones pasadas “cum laude”, que los de la ISO no hagan más que poner adecuados a los procedimientos y a su cumplimiento.

Pero no, la Comunidad no lo publica. A partir de ahí toda especulación es válida, y la primera es que las residencias gestionadas por la comunidad de Madrid, lo hacen fatal, y no quieren los gestores, (partido popular hasta ahora) que les digan lo mal que en sus centros tratan a los ancianos.

El coste en votos, y lo que de eso cuelga puede ser importante, así que a callar. Las informaciones globales, que según El País da la comunidad de Madrid indican un incremento entre 2014 y 2018 del 50% en el número de multas (de 27 a 41). El importe de las sanciones pasa de 401.000 a 730.000 en el mismo período de tiempo, es decir, o que han aumentado las inspecciones, se han cambiado los criterios, o que esto va a peor claramente.

Parece claro que aquí a quien se trata de defender es a cierto grupo de residencias que lo hacen mal, y no entiendo como las que no son sancionadas, no lo publican a gritos, para salir de ese cenagal, o por qué en definitiva se oculta algo a los ciudadanos, con, por cierto un curioso silencio en esta campaña de las asociaciones de consumidores.

Claro, los viejecitos votan poco, y a lo mejor en este negocio hay amiguetes o grupos de poder que incrementan sus líneas de beneficios ahorrando en comida, en asistencia, en preparación de los empleados, en limpieza e higiene….

Pero no son tontos, y más del 85% de nuestros mayores quiere que sus días acaben en su casa, claramente conocen el percal.

Yo no lo sé, pero creo que alguien tendría que decirnos algo.

Fiat voluntas tua

Joao Gilberto

Me han dicho que el gran Joao Gilberto, el hermano de Astrud, ha viajado al Oriente Eterno. Iba a decir que lo echaré de menos, pero no es verdad, que lo único que me ha importado de él fue su música, y esa la tengo en mi discoteca….y en Spotify, sin ir más lejos.

Quiero también manifestar con toda la claridad del mundo, que hace años fui a pasear por aquel barrio medio pijo de Ipanema en Río, con la escondida esperanza de que el olor a bossa nova me invadiera, como por otra parte así fue. Anduve buscando los garitos que entendía habrían sido refugio de aquella panda irrepetible de los Gilberto, De Moraes, Jobim, Creuza, Bethania, Buarque, Toquinho, y, sí, algo alcancé, en uno de los pequeños tugurios del barrio, el Veloso bar, en la calle Vinicius de Moraes, donde mientras me tomaba mi cervecita vespertina, resulta que María Creuza se puso a cantar.

Y es que somos como niños, que nos gusta escuchar la misma canción una y otra vez, y a María la había visto no hacía mucho en uno de esos festivales de verano en Madrid, que no sé si lo organizaba el ínclito Manzano, o cualquier otro que dejo grasa de su culo en la poltrona municipal.

En aquel “Veranos de la Villa” me afané en conseguir entradita para ver a María Creuza, y me… bueno digamos que disfruté el espectáculo, y sobre todo me dio la oportunidad de abordarla en el Veloso, simplemente para expresarle mi reconocimiento por su carrera. Punto y final.

No recuerdo que cantó en aquella ocasión, pero casi seguro que cayó la Garota, el Você Abusou, o la Saudade de Bahía, que al fin y al cabo me da que era su tierra.

Me recordó el sitio, salvando las distancias, aquella Cova del Drac del Carrer Tuset de Barcelona, a donde iba a escuchar a Tete, acompañando a Nuria Feliu, las veces que abandonaba el Jamboree, o cuando aparecía al mismísimo Sidney Bechett con su “petite fleur” bajo el brazo.

Siempre soñé con haber sido uno de los asistentes a los conciertos que esta panda daba allá por Mar de Plata en los setenta, en aquel, que no imagino como era, tugurio conocido como La Fusa, pero no era mi tiempo aún, pero si fue mi tiempo el disfrutar, como hago ahora, con los discos que por allí se grabaron, aquel inolvidable Vinicius+Bethania+Toquinho, sin ir más lejos.

Son los recuerdos de los setenta, recuerdos de los veinte años, llenos de bruma, por cierto, pero con los posos que dejan en el espíritu para siempre todas y cada una de las veces que se abren por primera vez los ojos a algo.

Escuchar en esta caída de la noche mesetaria esa música cálida me devuelve otra vez al barrio carioca donde casi María Creuza cantó para mí. (No creo que en el Veloso fuéramos más de diez personas), o a los años en los que la vida aún estaba por escribir.

Y al final, no recuerdo haberme cruzado con la Garota del barrio, es más, caminarr por la playa no dejó nada especial en mí, ni tampoco recuerdo haberme puesto a pasear tras ninguna de ella a contemplar su gracia, o su balanceo.

No era el momento, que el momento estaba en el recuerdo, y en el imaginar a Vinicius y a Jobim seguir por la playa a “La menina que pasa”.

Tengo que reconocer que me faltan esos sitios hoy, y eso que alguna vez el Jamboree te da una alegría, porque el viejo Whisky jazz madrileño donde veías a Pedro Iturralde, a Lou Bennet y su órgano Hammond, o a la Canal Street jazz band de sonido New Orleans, mientras te sacudías un whisky de Kentucky, pasó a mejor vida.

Cosas de la rentabilidad, que ese sitio de Santa Ana, no es lo mismo, y el antro chamberilero tampoco. Mis sitios ya están dichos, como el Blue Note antes de que entrara en las guías turísticas y te hicieran cenar un N.Y.steak recién descongelado con una Bud para oir a Chris Botti, por ejemplo.

Hablaba de nostalgia esta mañana, de ese tiempo que pasó, aunque queden sus sombras aún impregnándolo todo, débilmente, desde luego, y de como los recuerdos aún pueden llenar los momentos de hoy.

Quiero recordar que por aquellos tiempos las Bossa Nova enamoró también a los yanquis, y le faltó tiempo a Sinatra para abrazar a Jobim, en un disco inolvidable. Por cierto que no sé donde leí que el “blue eyes” abrazó al pobre Antonio Carlos, como los Grizzlies abrazan a sus presas, pero esa es otra historia, que “la Voz” y sus amigos de Las Vegas mandaban mucho.

Pero nos han quedado las grabaciones de Stan Getz con Astrud Gilberto, la forma que Ella dio a la Bossa, Gerry Mulligan…. Todos iban a Brasil, a navegar en el movimiento musical que estaba floreciendo. Está bien.

Siento tanto en mi incultura acerca de los movimientos musicales de hoy, aunque me temo lo peor, que cuando veo llenarse los pabellones de deportes, los artistas son de mi quinta o peor, las más veces (no todas), y no sé donde puedo escuchar a quien esté abriendo un camino musical de esos que llegan al corazón de varias generaciones, si ese alguien existe, en Petit comité como escuché, no hace tanto a María Creuza en el Velasco.

Y es que parece que el mundo, gracias a Dios ha cambiado, porque aunque un saxo no suene igual en un estadio que en un garito lleno de humo de tabaco o de lo que sea, mientras te ponen otro trago de Jim Bean, y dejas de contar cuantos te has tomado, que la verdad tampoco importa, las carencias las ahogaremos en más redes sociales, que es lo que de veras importa.

Perdón por estas líneas un tanto deslavazadas, pero es lo que tienen las noches de verano cuando se ponen nostálgicas, que le vienen a uno tantas y tantas cosas que pasaron y que al final no han hecho más que conformar quienes somos hoy, o así lo creo.

Buenas noches y buena suerte

Nostalgia,

Ayer estuve en el Real, había que terminar la temporada en Madrid. En las tablas “Il trovatore”, ese drama prácticamente desconocido de García Gutierrez, al que le puso coro el bueno de Verdi.

Recuerdo en la escuela cuando el profesor Segarra, nos contaba el teatro del romanticismo español, y en aquellos años preadolescentes, no olvido que se nos inflamaba el espíritu con las peripecias y los sacrificios excelsos de sus personajes.

Pues qué bien, que al fin y al cabo, el bueno de García Gutiérrez lo que quería era eso, despertar cierto sentimiento en el alma de quienes fueran al teatro.

Ese malo malísimo, ese bueno que parece tonto (de hecho es tonto) y esa chica angelical, estaban diseñados para emocionar, de la misma forma que la truculenta historia de la bruja gitana que es madre de un hijo que no es suyo, que al suyo lo sacrifica por error y en aras de la venganza.

Buenos mimbres para un cesto, a los que Verdi apoya con un coro de gitanos inolvidable, y un par de arias de tenor de esas que cuando un tenor quiere demostrar su calidad lo intentan.

Se regresa al medioevo, con ambientaciones intimistas, y esas interminables señas que nos hacen reconocer el tiempo romántico donde todo esto se enmarca. Hasta aquí todo bien, y uno se sienta en su butaca, con esa intención, sana, de rememorar historias de la preadolescencia, de esas que a uno le inflamaban el corazón (luego me enteré que eran las hormonas, pero no importa), y claro se ve uno con la hormona muy desgastada por el uso, y lo que espera encontrar ya se ha ido.

Siempre se me ha dado bien echar la culpa a otros de mis cagadas, que pienso debería haberme dedicado a la política o a la administración pública, al grito de no he sido yo, ha sido ese.

Así que al no sentir emoción lo primero que pensé es que la representación no estaba a la altura de mis expectativas, que el hecho de tener la escena configurada como un cajón negro con una columna de luz que se mueve a lomos de los personajes, y un torreón simbólico que parece una chimenea de diseño estaba pensado, seguro para emocionar a alguien, no a mí, claro, pero a alguien, y es que no se puede ser tan egocéntrico.

Tampoco el hecho de que no supiera encontrar emoción en las voces de Leonora o de Manrique, no implica que no la estuvieran imprimiendo. Seguro que sí, pero en un universo paralelo al mío, ya que no faltaba ni técnica ni potencia. Mi percepción era que se habían ajustado al protocolo.

He buscado un Trovatore de la Callas y Di Stefano, que a pesar de oírlo en casa, si me ha emocionado. El diagnóstico es claro, estoy viejo de cojones.

Que bien se muere Leonora, que bien se entrega al maluto, que suavidad en ese Ah, si ben mi. Qué emoción me transmite esa vieja grabación de más de cincuenta años, qué ritmo encuentro en Di quella pira. Y no sé si son los timbres de los artistas, la mano de Von Karajan que anda por ahí detrás dando la lata.

No lo sé, a lo mejor es que mi oído de vecchio uomo no es sensible más que a la delicadeza, y no vibra ni con la potencia ni con los protocolos, que los sentidos esclerotizados tienen muchas limitaciones. ¡Qué más dá!.

Y el problema, es que la cosa no fue solo ayer, que sentí el mismo vacío delante de una Tosca el otro día en mi Liceu, y así, día tras día.

Creo que la historia es que se acaba la historia. Me acuerdo de cuando decía aquello de que la vida de las cosas termina cuando ya no te sorprenden, cuando ya no te emocionan, y estoy llegando, creo a ese punto en mi vida. Pero que nadie se alarme, que no me encuentro a gusto con demasiadas cosas que el mundo actual se empeña en ofrecerme, pero siempre está mi mundo, con aquellas referencias en las que encontré las sensaciones que me acompañan en mi vida.

Me duermo con las series esas de Net-bo-prime, pero echo mano de aquellas historias para no dormir, y no lo hago.

Quizás me acuerde de tiempos pasados, yo, que nunca estuve demasiado de acuerdo con Manrique, que cualquiera tiempo pasado fue mejor, me encuentro rebuscando en los viejos baúles. Cosas que pasan. Empiezo a distanciarme de este mundo en el que la inmediatez es el nuevo becerro de oro, esa inmediatez que te deja sin amigos si no contestas de forma inmediata al “chat” de tu grupo, esa inmediatez que te hurta la posibilidad de reflexionar, que si no, te pisan la opinión o llega tarde cuando la conversación ya va por otros derroteros.

Vivo en un mundo en el que ser profesional de la vértebras cervicales, es lo único que te garantiza la continuidad laboral, ¿qué le vamos a hacer?. Y siento decirme que no me encuentro nada cómodo en él, que ya me gustaría que la cosa fuera diferente, pero no puedo pretender que todo se ajuste a mis deseos, ya que el gran principio de la ecología es precisamente el contrario, quien no se adapte al entorno, debe desaparecer del mismo.

Pronto iré a escuchar una Luisa Miller, que espero sea, al menos, acorde con algún protocolo, pero, por si las moscas me estoy entrenando con mi vieja grabación de la Caballé y el Pavarotti, si, ese que una compañera, una vez me insistió que se llamaba Tutto.

Estoy seguro que, o dejará de importarme que en la plaza de Oriente de Madrid no sean capaces de darme unos boquerones decentes en la Taberna del Alabardero, y que las gambas al ajillo haya que devolverlas, o simplemente dejaré de entrar en el teatro y dejaré de sentarme en las terrazas de la plaza, que las cosas son así, y para ser feliz hay otras muchas cosas disponibles, sobre todo personas que pueden hacer que todo eso no importe.

Con su pan se lo coman