es lunes

Nunca me ha gustado enfrentarme a los lunes, no sé bien por qué, ya que aún no se ha inventado eso del síndrome “post fin de semana” (seguro que lo llamarán “post weekend”, si llegan a definirlo). No sé por qué, ya digo.

Y analizando la cosa, a mí no me afecta el que haya que volver al curro, que eso hace ya muchas lunas que no me acontece, realmente no sé por qué me molestan tanto estas mañanas de nueva semana.

Esta se levanta triste, con el cielo cubierto solo por fastidiar, que llover, no llueve pero no se ve el sol, y los que nacimos a orillas de ese Mediterráneo, al que me gustaría añorar, la ausencia del sol quizás nos entristezca. Lo dicho, no sé.

Quizás sea la constatación de que todo sigue igual, con esa tozudez que da la predestinación en la que no creo, pero como las meigas, hayla. Te deja de nuevo con la sensación del ratoncito en su rueda, moviéndote sin sentido, y como es lunes y empieza el ciclo corto de la existencia, que es la semana, miras por la ventana, ves la cosa gris, y te esfuerzas para correr en la ruedecita de tu jaula, sin llegar más allá de lo que te hayan marcado no sé quiénes.

Creo que los lunes son los días en que realmente te das cuenta de que estás ahí atrapado, que te vendrán historias que te son ajenas y a lo mejor te producen la ilusión de que resuelves algo, de que generas alguna actividad que puede traer un beneficio para alguien, para algo.

Pero al final no es más que el movimiento del ratón dentro de la rueda, en su jaulita blanca…..creo.

No es que aspire a la trascendencia, que no es eso, pero la sensación que conllevan mis lunes no me ha gustado nunca, y a lo mejor, esa indicación de “volver a la rutina”, es lo que más me produce esa sensación de inutilidad.

La cosa, a lo mejor está relacionada con esas malditas preguntas que la humanidad viene haciéndose desde siempre, relacionadas siempre desde la trascendencia con que si no sabemos de dónde venimos, ni a dónde vamos, ni que se espera de nosotros, en fin, esas cosas, que hacen que el coger el coche por la mañana del lunes para ir a la oficina, o al campo de golf, que viene a ser lo mismo para lo que nos ocupa, llenen la mente de la conciencia de la pérdida de tiempo.

Ya saben, aquellos que me han hecho el honor de leerme, que hasta ahora el único papel reconocido por mí y que trasciende al ser vivo, es de transmitir su carga genética a otra generación.

Nada más, ya que el resto de las cosas es un ver quién mea más lejos, y además es igual en todas las especies de seres vivos del planeta, (por lo menos).

Que si el yate más grande, que si los dientes más fuertes, que si los colores de la cola más brillantes, que si el fruto más atractivo….toda la naturaleza bailando al mismo son, sin parar, desde siempre, que de lo que se trata únicamente es de transmitir el maldito ADN, en el que a lo mejor va nuestra conciencia, nuestra alma, o vaya usted a saber qué.

Porque puestos a cogérnosla con papel de fumar, ni siquiera podemos decir que nuestro ADN es nuestro, que viene desde muy atrás generación tras generación, y nosotros como mucho lo administramos como podemos, y lo transmitimos, quizás con nuestro “touche de classe”, si el entorno ha sido favorable.

Es decir, que ni siquiera en la acción trascendente de nuestra vida, somos capaces de introducir de forma consciente nuestro granito de arena.

Por eso me molestan los lunes, creo yo, porque se reinicia el ciclo del ratoncito que no va a ningún sitio, tras un paréntesis en el que a lo mejor ha cambiado algo tu rutina, pero que no deja de ser un espejismo.

Si me pusiera del lado de Sartre, me quedaría con que son mis actos los que determinan el significado de mi vida, con lo que tendría que crear mi propia ética de responsabilidad y alejarme de las creencias externas a mí.

Y sí, me suena, porque de hecho si he encontrado la ética universal de los seres ¡más que humanos!, ¡vivos!, y es la de transmitir ese ADN que nos pusieron al concebirnos, por mucho que se empeñe Ortega en que además de ser yo, soy mi circunstancia, vamos, el ecosistema en el que estoy ubicado, diría yo.

Pero mi circunstancia como ser vivo está más que clara, ninguna otra hay que la supere. Lo único que nos hace cósmicos es ese deber da la transmisión del ADN, que lo demás está, creo, sometido a esa labor, es la carcasa necesaria para la efectividad del deber que nos impone la vida.

Ya ven ustedes, que acabaré metido en la náusea sartriana derivada de la monotonía del transcurrir de la vida, de los días de la semana, independientemente de si pienso libremente o no, independientemente de si ejerzo mi albedrío, o no, que al final nunca decidí venir por este mundo, ni decidí mi forma biológica, ni decidí el método de aprendizaje para adaptarme a un medio que ni diseñé ni escogí.

Y además tampoco voy a decidir cuándo se acaba mi tránsito por estos lares del demonio, que tampoco es que importe, pero sí que se reconozca mi derecho a la libertad, aunque para lo trascendente no tengo ni una pizca de ese supuesto bien.

Y a lo mejor es lo que tiene el lunes, que te dan ganas de hojear “Crimen y castigo”, o “El extranjero”, y eso te deja hecho unos zorros, que acabas sumido en una suerte de nihilismo que no se ajusta a patrón alguno, y sin ganas de navegar por los canales que te han preparado.

Si habéis llegado hasta aquí, gracias, y espero que a nadie se le ponga en la cocorota proponer el “síndrome del fin de semana”, que lo mismo le hacen caso y la CEOE ya tiene bastante con que hayan subido el salario mínimo, y con que ahora no les dejen despedir ni a enfermitos, ni a preñadas ni a los de los permisos parentales. Que tiene guasa la cosa.

¡De nada!

Y yo, ¿ qué sé?

A veces nos empeñamos en afirmar que no pasa nada, y quizás sea cierto, que por lo que veo, en este valle de lágrimas, se trata de “hablar de mi libro” como Don Marianico nos recordó con toda su retranca el otro día junto al tomo de sus memorias.

Así, que debemos todos tener la sensación de que sí, de que las cosas están pasando, una detrás de otra, y que todas nos afectan de forma directa, en primera persona del presente de indicativo.

Parece que si me empichan al Tito Trump, mi vida se tambalea, si los nietísimos de Su Graciosa se encabritan, mis carnes deben ablandarse…

Y así una tras otra, con esa lista interminable que hoy empieza por Torra, y acaba con el Vp. del Gobierno viéndose a escondidas con el enviado de Maduro, y mañana acabará con el arrebato a los cielos en un carro de fuego de los Comín y Puigdemont…..

Y a mí ¿qué?, a mí ¿qué cojones me importa?, vamos lo mismo que si se le pone la cara larga al seguidor del “Pupas” porque la Cultural…. Mantener estas tesis puede que te haga nadar contra corriente, que piensen los que te rodean, (de los que por cierto pocos importan algo), que eres un cafre cavernícola, o un pollo con vocación de santón estilita, que por cierto su razón tendrían.

Lo malo es que sí pasa, y mucho, pero de eso no nos enteramos, ya que de su conocimiento podría derivarse un beneficio personal, y eso, ¡ay, amigos! no está al alcance de los mortales.

Ya me gustaría tener las informaciones que de verdad me atañen, como el ser la mosca en la pared de las discusiones de consejo de dirección de las grandes compañías del mundo, o de los entresijos en caliente de lo que andan peleando los chinos y los yanquis.

Si haría unos dineros con eso, ¡vaya si los haría!, pero es mejor que me sienta cautivado por el color del pelo de la cantante de moda, o de las broncas conyugales de Menganita o Zutanita, que como todo el mundo sabe, es la versión femenina del intento de fichaje del futbolista ese, que al final parece que compra un partido por un plato de lentejas.

A todo esto, y a caballo de telediarios, de tertulias cultas en Telecinco, de discusiones cuasi tabernarias sobre los logros de Zidane o las penas de Valverde, se nos va pasando la vida sin que de ninguna manera podamos tener la más mínima oportunidad de saber realmente que es lo que está pasando a nuestro alrededor, de cuáles son los contubernios en los que de verdad se decide qué es lo que va a pasar con nosotros, por qué y si es posible a qué hora.

He pensado en preguntar a San Google, que me dicen ya sabe de nosotros mismos, más que la madre que nos parió, y por supuesto más que nosotros, que somos todos unos haraganes de mucho cuidado, que con ese afán de estar informados, nos sabemos de memoria la lista de fichajes de invierno del Muy Respetable Club de Fútbol Real Celta de Vigo, y la de los novios de Doña Chenoa, pero ni idea de cuándo van a subirnos la factura del gas o qué está pensando en hacer nuestro gobierno para quitarnos por la puerta de atrás dinero subiendo no sé qué impuesto, y quitando no sé qué servicio/derecho.

Y es que no sé qué pinta el político de turno sobrevolando las zonas devastadas por el temporal. ¡Cómo si no hubiera suficientes funcionarios para cuantificar los daños!.

Pero queda muy chulo salir en el telediario con cara de solidaridad, hacer promesas, y ciscarse en ellas, que hasta dentro de tres años nadie va a ver un duro.

Pues no, no me importa nada esa noticia, que lo que me importa, si vivo allí, son las soluciones para resolver mis necesidades de forma inmediata, y si no es ese mi caso, saber que se está liando parda, para aplazar así mi viaje, y no transformarme en parte del problema.

Se imaginan ustedes un telediario que empezase por transmitir en directo el consejo de administración de una compañía eléctrica, o la reunión matinal de directivos de Apple, Google o Amazón….bueno, de Inditex también.

¿Se imaginan ustedes lo que sería, de verdad, estar informados de aquello que pueda afectarnos, de las ideas que aquel directivo está colocando en el consejo de su empresa, para saber más de nosotros, o de cómo manejar la información ya en sus manos?.

¿Se imaginan ustedes lo que sería que las agencias de información de los ejércitos de los países nos dijeran lo que saben de nosotros, y sobre todo cómo piensan utilizarlo y para qué?. ¿Qué se habrá hablado en las suites de Davos, o paseando por los campos nevados de los Alpes?.

Ahí posiblemente está el meollo de la información, no en la distorsión que llega a las ruedas de prensa, y que no sirven más que para manipular al que además, como yo, le presta poca atención. Cierto que después se apostilla el asunto con los artículos de fondo de la segunda del ABC. Pobre consuelo.

Es evidente que las grandes preguntas que me dicen se hace el ser humano, no tienen respuesta, los famosos de dónde venimos, a donde vamos, quiénes somos, cuál es nuestro papel por estos lares…

. Pero las de segunda fila, tampoco tienen respuesta, ¿Qué saben de mí?, ¿Quién lo saber? ¿Para qué lo usa? ¿Quién me quita lo que es mío? ¿Por qué lo hace?, ¿Cómo llego a fin de mes?, ¿Cómo alimento a mis hijos? ¿Quién decide por mí?.

Y no es ponerme conspiranoico, pero me temo que hay demasiadas cosas que me/nos interesan a los seres humanos, y se nos oculta de forma consciente, siempre con el motivo de no alarmarnos. ¡Coño si el alarmarme es el sistema de autodefensa con el que me ha dotado la naturaleza!.

No sé si alguna vez nos será concedida la gracia del conocimiento de aquello que ocurre en nuestro entorno, creo que no, de forma que estaremos desvalidos en nuestra protegida cárcel de cristal oscuro. ¡Voy a poner los informativos!

Un despiste

Es posible que no lo sepáis, pero soy de natural despistado, que si fuera uno de esos sabios que la caricatura adjetiva así, se entendería, pero no, que me falta lo de sabio.

Y en esas condiciones uno se transforma en viejo chocho, es decir despistado no por andar en un mundo de sabiduría, analizando los ángulos epistemológicos de la cosa, (la que sea), sino porque el mundo en el que anda uno no está demasiado poblado de temas trascendentes y pasa lo que pasa.

Cada vez me voy dando cuenta con más frecuencia del hecho de que se me traspapelan las ideas, que si he quedado un martes, resulta que caigo el miércoles en que la cita era el lunes, y a lo mejor hasta me estoy equivocando a la hora de comprar el número de lotería que he soñado, que o descoloco los números, o descoloco el sorteo.

Cosas del diablo, o de la edad. Y es que en esa vorágine uno ve a los de la generación triunfante que ahora anda en política, tras haber defenestrado a los viejos dinosaurios, (más jóvenes que yo en cualquier caso), y echa uno de menos al tal Tardá, al cual Más, incluso al cuyo Rajoy, o al quien Rubalcaba.

Que veo lo que las nuevas generaciones nos han traído, a lomos de pericos, rufianes, y malcasados, y no le llega a uno a tentarse la ropa.

Que a lo mejor, lo que pasa es que ya uno no habla ese lenguaje, cosas de la edad, o que a uno se le olvida lo que te quieren vender por la tele o la radio a la hora de la siesta, y solo se le queda a uno el grito que pegan, en el mejor estilo de las tertulias cultas de la cinco.

No lo sé, que a lomos de las incongruencias que genera mi cerebro, inducidas o no por esa caterva de paniaguados, uno empieza a pensar que es mejor olvidar, o confundir las cosas, que para que me las confundan estos pavos, me confundo yo a mi mismo, que es más cómodo, creo.

Estoy cansado de escuchar en boca de la misma persona aseveraciones definitivas de una cosa y de su contraria, bien que enmascaradas por los toques que la inmediatez ha traído a nuestra convivencia a lomos de las redes sociales, de la tecnología y del servicio del tal Bezos, o del gallego Ortega.

Que si no llega en dos horas lo pido a Alibaba. Por lo menos en el caso del tal chino, pone el nombre de un ladrón a su empresa, que antes que nada y por el buen nombre del negocio, no engañar ni en el título, que aunque el tal Alibaba, nace pobre y leñador, va convirtiéndose en el más aventajado ladrón.

Por eso no lo entiendo, que jamás compraría a alguien así, pero el mundo lo hace. Y no sé si por no conocer la historia recogida en las Mil y una Noches, o por escondidas razones que a mí se me escapan. Ya no sé de qué estaba hablando cuando empecé con toda esta historia bitacorera, y andar de escalada al inicio de la página se me hace arduo, pero sí, que la cosa va de que estoy hecho un lío, y que las motivaciones que me llegan desde afuera no son suficientes para darles mi atención, muy a pesar mío, y en ese dilema tiendo a meterme en la concha molusquera o buscar algo de luz en el hoyo del avestruz australiana.

Y no es aburrimiento, que en mi cueva encuentro montañas de estímulos, estímulos que han estado durante años esperando su turno para ir aflorando, y que no quiero dejar sin atender antes de pasar al Oriente Eterno, que por allí me dicen que te examinan, y que si no apruebas te sacuden de veras.

Y vistas las cosas, no sé si darle de nuevo al Buscón Don Pablos, a Lázaro de Tormes, al Guzmán de Alfarache, o a Rinconete y Cortadillo. Eso sí, sin salir de la picaresca que ha reinado siempre en este país de ricos, donde los ciudadanos son pobres.

Ya ven vuesas mercedes, cuán lejos estoy de acercarme a la Ilustración que quiso traernos Carlos III y que acabó aburriéndole, o de los jeribeques colgados de los sesudos filósofos del Norte frío, que se me hacen imposibles de entender.

Por eso, a lo mejor no soy capaz de entender los mensajes que me lanzan esos nuevos políticos de lo inmediato, y tiendo a confundir el mensaje, por no marear, mayormente, a mis neuronas, o a mi neurona, que ya no sé si reina la soledad en ese reino cubierto por mi boina de Elósegui.

Y de paso, me dirijo al refugio que consiste en olvidarme de casi todo, porque al final resulta que lo único que me interesa es lo que concierne al ser humano, y eso me aleja de los foros en los que se dirime el quién ostenta el poder, y quién se hace con el dinero.

Pero como todo tiene ese efecto colateral, que tan bien les viene a los adoradores de la violencia, mi efecto colateral quizás sea lo de olvidar alguna cita, o no querer recordar por qué página del último libro andaban mis ojos paseando.

Y de verdad, no me apetece comer rabos de pasas, que como estoy, estoy más que bien, ¿qué queréis que os diga?, y si Trump ha dicho otra burrada, pues la olvido, si a su Graciosa Majestad se le levantan los nietos, pues ya lo siento.

Que son otras las cosas en las que quiero estar, y seguro que más de uno me comprende, cuando digo aquello, al mejor estilo de Diógenes:

-Por favor, Alejandro, majo, échate a un lado que me quitas el sol. Así que la vajilla de fino oro labrada, sea de quién la mar no teme airada.

Decía algo?

IL “FU” ES QUIEN DECIDE*

 Asistí hace unos días a una conversación entre dos personas de la que aún no me he repuesto, no tanto por lo insólito de la historia, sino por la naturalidad con la que se narró y se aceptó por el oyente. Diremos entonces que contesció en un país del ecuador africano que una mujer joven, digamos que de unos sesenta años falleció por causas naturales, quizás con algo de ayuda por parte de la ineficacia médica que en esa parte del continente caracteriza a las instituciones sanitarias.

Nada especial en el hecho del fallecimiento, algo cotidiano, que es ley de vida y estamos todos obligados a pasar por el trance, incluso tenemos derecho de expresar a nuestros allegados algunos deseos íntimos que deben ser ellos quienes los lleven a cabo, cuando nosotros hayamos realizado el tránsito.

Y es debido conocer que esta señora, tenía sus deseos, expresados claramente a sus familiares y amigos en vida, y que por otra parte no eran nada difícil de cumplir.

Estos eran que deseaba reposar junto a su marido, que ya había fallecido y junto a un chico que sin ser su hijo biológico había querido como a tal, y que también, por desgracia, había fallecido en vida de esta dama.

La familia tenía los medios necesarios para llevar a cabo la voluntad de la difunta, y de hecho, era la opción más razonable, dado que el fallecimiento tuvo lugar en la localidad donde estaban enterrados sus seres queridos.

Para entender el contexto de todo este asunto, hay que conocer algunas de las costumbres locales relativas al rito funerario, que aunque no son demasiado alejadas de nuestra cultura, significan algunas diferencias que en este caso fueron significativas. Y es que cuando una persona fallece, la familia debe despedirse del “FU”, y ello conlleva desplazamientos que sin ser muchas veces excesivos en distancia si lo son en tiempo y en dinero, ya que la familia del “FU” debe correr con los gastos provocados por las miríadas (es una exageración), de familiares y allegados que desean despedirse.

Además, como hasta que no se han despedido todos, no está bien proceder a la inhumación, puede alargarse el funeral varios días, quizás hasta casi dos semanas. En este caso, al parecer, la mayoría de la familia vivía a una distancia considerable y se consideró como solución más razonable, trasladar los restos a la localidad de procedencia del grupo familiar, a unos setecientos kilómetros del lugar del fallecimiento, y del sitio en que la difunta, “IL FU”, quería ser inhumada.

Subieron pues el féretro al tren, junto con otros seis o siete féretros de otras personas que iban a ser enterradas en la localidad de origen de la familia, y donde les esperaban para el funeral.

Quiero también indicar, que en esta parte de la tierra, los funerales y las bodas son ocasiones en las que el clan se junta, se dirimen casi siempre de forma positiva, viejos pleitos, se perdonan muchas ofensas, (las perdonables diría yo), y la fiesta es algo consustancial, de forma que se alarga el proceso un tiempo más que razonable.

De hecho, y a lo mejor no les falta razón, sienten cierta pena por nosotros dada la forma en que nos despedimos de los nuestros cuando se van. Piensan que nos los quitamos de encima, y a lo mejor no están demasiado equivocados.

Pero esa es otra historia. Tenemos a nuestra amiga en el tren, alejándose del sitio en el que deseaba ser enterrada, y a no muchos kilómetros de la salida, un descarrilamiento de otro tren, bloqueó las vías, de forma que era imposible proseguir el viaje.

Tampoco es muy extraño ese tipo de accidentes en esa ruta, que el mantenimiento de las instalaciones no es el más avanzado, de forma que se decide bajar los féretros introducirlos en furgones funerarios para proseguir viaje, esta vez por vía aérea. Pero cuando van a cargar el féretro de esta dama, resulta imposible hacerlo, que entre seis fornidos muchachos no podían moverla para subirla al furgón. En ese momento, la hermana de la difunta, se acerca al ataúd y dirigiéndose a la finada, le dice

-No te pongas en ese plan, si no te quieres mover, no pasa nada, yo me quedo aquí contigo, y te enterrarán por esta zona, que no es lo que tú querías, pero es lo que va a pasar, así que se razonable.

Dicho y hecho, un solo hombre pudo subir al furgón, con toda facilidad el féretro, y se dirigieron al aeropuerto. Se pudo cargar el ataúd en el avión, pero cuando fue a despegar tuvo un fallo mecánico que impidió la salida. Hubo que bajar los féretros, y esperar otro avión, y buscar,  por supuesto zonas de almacenamiento refrigeradas, que los más de treinta grados y los noventa por ciento de humedad no son las condiciones idóneas para conservar los cuerpos.

Y la escena se repitió, al intentar volverla a subir a otro avión que la alejaba del lugar en que esperaba ser enterrada, fue imposible. No se podía mover el cuerpo, ni con un Caterpillar.

No es difícil imaginar la desazón de la familia, que a setecientos kilómetros de allí estaba esperando a su familiar para despedirse de ella, según sus tradiciones, además con un gasto de dinero casi inasumible, que cada día crecía más, y por supuesto los sentimientos de todos por no poder despedirse como debían de su ser querido. Finalmente se toma la decisión de hacer caso a “IL FU”, y le dicen que tranquila, que la van a enterrar donde ella quería, momento en el que todo vuelve a ir como una seda, acaba el sepelio, y hasta hoy.

La familia vuelve a casa, y ya está, ya está menos la cara que se me puso a mí cuando, estando yo de testigo, oí narrar esta historia, y a la persona a la que se lo contaban le parecía de lo más lógico toda la peripecia

. -¡Pero,¿ cómo se os ocurrió no hacer caso de la voluntad de la difunta?! .¡Menos mal que al final le dijísteis que la ibais a enterrar donde ella quería!.

Pienso, después de oír esta historia, lo que este mundo industrial y tecnológico ha hecho que perdamos en cuanto a nuestras capacidades de comprensión del mundo que nos rodea, especialmente lo relativo a las sensibilidades intangibles, a la incomprensión de planos diferentes al nuestro, fuera del racionalismo más duro. Alguien me dijo que hemos perdido la mitad de nuestra conciencia y de nuestra capacidad de comunicación, ya que se inscribe únicamente al plano físico en el que nos movemos. ¡Nos vemos!

*En Italia, es el que fue, es decir el difunto. Lean “IL FU Mattia Pascal” de Luigi Pirandello. Deliciosa novela.