-Ha muerto Mao.
-¡ Pues una lástima, porque hacía una cerveza estupenda!
Viejo y mal chiste, pero valga la cosa para recordar que eso de las revoluciones son una cosa demasiado seria para dejarlas en manos de los políticos.
Y como a mis amigos los tengo bombardeados con esas cosas de que la Revolución Francesa, no me pareció más que una guerra civil sin más consecuencias que los muertos que dejó en el camino, voy, por última vez, y atendiendo a las solicitudes del oyente a dejar lo más claro que pueda cual es mi visión de esta cosa de las revoluciones, que una vez aceptada la etiqueta de contrarrevolucionario y reaccionario que se me ha colocado, me da que tengo patente de corso.
Que a pesar de los romanticismos que nos ha transmitido la historia, cada vez que he oído e incluso leído algo sobre una revolución se me han puesto los pelos como escarpias, y evidentemente hablo de las revoluciones encabezadas por líderes medio sicópatas, o sicópatas del todo, que han logrado en un momento dado arrastrar a una masas, a las que acaban devorando, como no podría ser de otra manera.
Para mí, a la historia de la Revolución Francesa, lo único que le sobra es la ordalía sangrienta que conllevó. Y es que la Revolución ya estaba hecha, al menos en el pensamiento, en el desarrollo de la técnica que hizo crecer una nueva clase social con necesidad de espacios para desarrollarse, la burguesía ilustrada, que hubiese cambiado, y de hecho lo hizo, la sociedad sin necesidad de tanta salsa de tomate.
De la misma forma, el régimen zarista, estaba muerto cuando en 1917 estalla la Revolución Bolchevique, y todo lo que hizo fue cambiar el nombre del Zar, de Nicolas a Iósif, que la vida de los mujiks siguió tan miserable antes y después de la asonada de la toma del Palacio de Invierno. Bueno, no, quizás a unos cincuenta millones de personas si les cambió la vida, que fueron directamente eliminados por tito Stalin, unos a balazos, unos en hambrunas organizadas, y otros en el famoso GULAG siberiano.
Y hoy, la única diferencia, es el nombre del Zar, Don Vladimir, que la estructura social sigue teniendo como eje central la veneración casi mística del padrecito, que estará allí, hasta que se muera o hasta que lo muera. Suena a conjura de los boyardos, a Iván el Terrible. Cierto que desde el aspecto cotidiano algunas cosas han cambiado, pero siempre gracias a los desarrollos científicos, a los desarrollos de la tecnología, y a los desarrollos del pensamiento aparejado.
La lucha de clases, esa gran bandera que hay que seguir con los ojos cerrados para que no te califiquen de forma inmediata de reaccionario, carca, y no sé cuantas cosas más. Pero es que si Stalin pensaba que la clase campesina era un lastre para la sociedad que él deseaba crear, Mao lo consideraba desde el punto de vista contrario, ¡los campesinos son los que importan!.
Las campañas de Mao, La Revolución Cultural y el Gran Salto Adelante, basadas como en el caso de Stalin en una brutal dictadura, provocaron millones de muertes, hambrunas sin tasa. Pero su librito rojo lucía lindo en nuestras manos de adolescentes, como hubiera lucido el Bardo Todol, si nos los ponen y dicen que mola.
Pero al final, se creó una nueva casta, una estructura corrupta, una guardia pretoriana, los guardias rojos, y una serie de acontecimientos que hasta el Partido Comunista Chino en 1981, cinco años después de su muerte, publicó un análisis nada favorable acerca de la responsabilidad de Mao en demasiados errores cometidos durante su desempeño.
Pero lo dicho, China, como Rusia, había asistido en 1911 a la caída de su estructura imperial, perdón a la caída de las personas que se sentaban en la cúspide de esa estructura, el país había sido invadido por los japoneses que se habían quedado a gusto haciendo barbaridades en Manchuria, y el poder estaba huérfano. Así, que bienvenido el primero que lo tome, con la etiqueta que sea.
Esa idea revolucionaria con orígenes en el pensamiento ¿marxista?, desgraciadamente se extiende con la consecuencia de crear dos bloques en el mundo, que por otra parte sigue adelante, ignorando, creo el hecho de que el sistema sea de una ideología liberal-capitalista, o colectivista popular, que las revoluciones nos siguen llegando de otro lado y por cierto de forma incruenta, con el apellido de progreso científico y tecnológico, y el nombre de expansión de la cultura entre una base ciudadana cada vez más amplia.
No quiero pensar en lo que significó la revolución de los Kjemers rojos en Camboya, con aquel asesino que la encabezó, el tal Pol-Pot, y que se cargó a la mitad de la población sin despeinarse, o de la situación vietnamita una vez les dan la patada de Charlot a los gabachos en Dien-Dien-Phu, y a los yanquis, solo se que cuando he visitado esos países, constato que si en algo ha mejorado su vida es gracias a los elementos tecnológicos que esa revolución silenciosa de la cultura, la técnica y la ciencia les ha ido aportando.
Que la ofensiva del Tet, ese desastre militar del ejército comunista se transformó en el escaparate necesario para la sociedad occidental en el que se vió la dureza de la guerra, y sobre todo su inutilidad. Fue la cultura, la tecnología aplicada a la información, al final quien acabó con la guerra de Vietnam.
Y tanto en Camboya, como en Vietnam, cuando los visitas, ves que los usos en la vida de la población son similares a los de hace siglos, salvo la llegada de los móviles, los elementos mecánicos de transporte individual, y poco más que ninguna revolución de las cruentas, salvo en lo referido al cambio de familias en el poder ha mejorado la vida los ciudadanos.
He escuchado alabar los logros de aquel mayo del sesenta y ocho en Paris, al que parece le debemos la proliferación del sesenta y nueve. ¡Joder con los franceses!¡Qué bien venden sus cosas!, Si hasta nos colocan el Nouveau Beaujolais a poco que bajemos la guardia. La revolución sexual del sesenta y ocho la había empezado Hugo Hefner en 1953 cuando comenzó a publicar aquellos artículos tan interesantes y tan profundos en su revista cultural, el Play Boy. ¡No mareen!, y en caso de duda, por favor lean los panfletillos aquellos de “La Perla”, o el “Caballero audaz”, y miren la fecha.
Y es que cuando una sociedad lleva una generación sin guerras, y me refiero a la europea, piensa también en eso del sexo, que todo ha de ser revisitado, y readaptado, a las condiciones sociales del momento. Que en aquel momento, la gente estudiaba, y deseaba romper unas estructuras, por otra parte ya rotas de forma individual, que se trataba de buscar nuevas vías de desarrollo personal.
Claro todo a caballo de unas mejoras tecnológicas importantísimas en los campos de la salud, de la tecnología doméstica, de la difusión de la cultura, de la facilidad del transporte. Que es donde siempre he visto la verdadera revolución. Lo demás ha sido propaganda política, luchas por el poder de unas minorías, y crímenes sin ninguna justificación posible.
En esos sacos incluyo a los ya mencionados líderes, a los Hitler, a nuestro Franco, a los Castro, a los Stroëssner, a los Pinochet, a todos, que no hicieron más que utilizar unas estructuras que estaban en fase Terminal para llenar el nicho ecológico que estaba vacío.
Espero que no surja otro de estos asesinos iluminados que condene a parte de la humanidad a otro baño de sangre en aras de cualquier lema, y sigamos en la revolución diaria que nos está trayendo el desarrollo tecnológico, y que realmente mejora nuestra forma de vida, nuestra salud, nuestra percepción del entorno en el que nos movemos.
Así, que continuaré intentando aprender cada día algo nuevo, en la confianza de que si quiero ser libre, nadie me tiene que dar la libertad, la tengo que conquistar día a día a caballo de la cultura, que debe darme algo de sabiduría, y es que “sapientia sola, liberta est”…
¿O no?