Alabanzas en vida

Mâitre corbeau, sur un arbre perché, tenait en son bec un fromage.

Mâitre Renard pour l’odeur alleché lui tint à peu près de ce langage…..

Anda, no me seáis vagos, y leeros el poemita, que no tiene desperdicio, como cualquier cuento de esos que llamamos infantiles, o cualquier fábula moralizante, que lo que se reaprende con estas cosas, no tienen precio.

Y es que anda todo el mundo con la misma cantinela, hay que alabar al que tiene, o parece que tiene algo, para que abra la bocaza, el pico, la mano, el bolsillo, el alma, o incluso las piernas que para todo hay, y de esa guisa, mientras el susodicho se mira el brillo del pelaje, o intenta demostrar la belleza de su noveno do de pecho cantando aquello de “A mes amis…”suelte lo que nos interesa, y a otra cosa.

Así, que cuando empiezan las alabanzas a uno le entran los temblores, y empieza a aferrar honra, cartera, sueños, en fin todo lo que no tenga a mano, que a la que te pongas a ver lo bello que eres delante del espejo, ya sabes le levantan las faldas a la novia, a ti la cartera, y hasta el apartamento de Benidorm si te descuidas.

Son las cosas esas de la vida, y lo mejor es echar a volar como debió hacer el cuervo, con su queso bien apretado en el pico, y si te he visto, no me acuerdo.

Pero qué difícil es luchar contra la vanidad, que si pudiésemos, haríamos el fantástico negocio ese que dicen que se hace si uno tiene un argentino a mano, ya sabes, lo compras por lo que vale, y lo vendes por lo que dice él que vale. Y esa vanidad es la que nos pierde, que la cosa de alcanzar honores, relumbrón, poder incluso, es lo que por lo visto pone a la gente, que ser tenido como el mejor de la tribu, o la reina del hormiguero, a lo mejor te facilita la puñetera tarea esa de transmitir el DNA que se nos ha confiado.

Y eso nos sale carísimo, sobre todo, aquellos que se enfrentan estos días a “el qué hacer con la paguita extra”, antes de que se la lleve el banco, o el teléfono, en cualquiera de sus ajustes tarifarios.

Que te sale por la lámina tonta el pollo que te dice, si compras lo míiiooo, no eres tonto, si compras lo míiiiooo eres el puro canon de la belleza, si crees que necesitas apoyo, yo te opero las tetas, o el rabo, que no importa, o te vaporizo con mi desodorante, con mi colonia.

O te sugiero que bebas lo que te mereces ¡Campeón!, que si además te pones esos tejanos con el Death Valley a tus espaldas, eso, de espaldas vas a tener al sexo opuesto.

Y como les hagas caso a todos, vas a tener más parches que Frankenstein, habrás soltado tu queso demasiadas veces, y por supuesto ya no sabrás quién coño eres.

Nos atraen también las luces, todo aquello que brilla, lo que nos hace creer que lo que vemos en el anuncio de tejanos, en la lancha cruzando el “Gran Canal”, somos nosotros, y abrimos el pico, perdemos el queso.

Y hay imbéciles irredentos, como este imbécil ahora a las teclas, capaces de ponerse una chaqueta blanca de etiqueta, los zapatitos de charol y meterse en cualquier Rick’s café, para sentirse como Bogart en Casablanca, aunque Ingrid Bergman no vaya en el paquete, que tampoco la cosa es para tanto, y rubias las hay a patadas.

Y el tal Rick’s café, nunca existió aunque haya un montón de ellos por ahí, incluso en Casablanca, pero importa poco que se rodara en un estudio californiano..smoke get in you reyes, mientras Sam hace lo que puede al piano.

Tenía un conocido, cátedro él de disciplina científica, que mantenía, creo, que más de lo que era no quería ser, pero menos tampoco, y esa es la puñetera realidad, que por mucho que nos empeñemos, o nos digan, somos lo que somos, y es cuestión de las circunstancias la posición temporal que podamos ocupar en esta feria de la vida.

Así, que como decía antes, dejémonos de tonterías, que por mucho que nos pongamos la camiseta de Messi, no nos transformaremos en un petiso con patas de conejo y la cuenta corriente a rebosar, y aunque nos pongan unas gafas de realidad virtual, con su añadido de inteligencia artificial, no habremos ganado ni al tenis, ni posiblemente al golf a Rafa. Ahora si lo que sentimos no tiene parangón con lo que somos, entonces, ¡ay amigo!, nos hemos transformado en presa fácil de charlatanes de verbo huero chirle y hebén, y compraremos botellitas de cosechero de Bordeaux a precio de oro, para conquistar el corazón de Adina.

Pero tampoco hay que ponerse estupendos, que de vez en cuando hay que alimentar un poco al ego, sobre todo ahora que entramos en época de cuñados, y la cosa se puede poner peluda tras la tercera copa de cava, que ya se sabe, entre el que no te ha perdonado que te llevaras de casa a su hermana (a veces el rencor es mutuo, por haber permitido que te la llevaras), el que lo sabe todo de buena tinta, el leído, el indepe, el futbolero, el petimetre, a lo mejor aunque pierdas parte del queso vale la pena enseñar la última colonia arrasahembras, la tele más grande y curva, vamos, la que mea más lejos, ponerte la camiseta de CR7, soltar que sabes de buena tinta las tendencias sexuales del ministro número tres, garantizar que lo de Pooch-The-Mont, y el tal Oriol no es más que un problema de celos, que los dos están enamorados de Ada, que no de la de Nabokov, claro, que para eso hay que ser pelín leído.

Y así vamos pasando al siguiente momento, mi cognac es el mejor, mis zapatos son chulos, y venga a perder queso en cada envite que no pasa nada, que al final te acaban proponiendo para jefe de negociado, con el mismo sueldo, desde luego, pero con derecho a limpiar la sala de juntas donde el Señor Conejero Delegado re reúne con los accionistas. Pierdes el queso, desde luego, pero meas más lejos que nadie.

Con su pan se lo coman.

2 comentarios sobre “Alabanzas en vida”

Los comentarios están cerrados.