Así que pasen cinco años

Eso es lo que me tocó ver ayer por la noche en el Valle Inclán, en plena plaza de Lavapiés, y, claro, no puedo por menos que reflexionar un poco sobre lo que ví y lo que me evocó volver enfrentarme de nuevo a la obra de Lorca.

La generación del 27, en donde clasificamos al autor para que a los chicos de mi generación nos fuera más fácil aprendérnlo en la literatura de sexto de bachillerato, tuvo siempre la inconsistencia que los filtros franquistas forzaron para que no profundizásemos, creo yo, en unos autores que representaban todo aquello que el grupo de militarotes esperaba que los chavalotes como yo, ni entendiésemos, ni disfrutásemos, no solo a los literatos sino a la interminable lista de intelectuales de verdad, a su pensamiento.

Cierto que dejando a un lado a estos intelectuales, el nivel cultural del resto del país era un erial, como ahora, vamos, pero con la ausencia de ese grupo que por constreñirlo, se quiso reducir a una generación de literatos.

A poco que nos enfrentemos con las opiniones de los estudiosos de este movimiento, nos daremos cuenta que el concepto de generación es difícilmente aplicable a este grupo de literatos. Yo creo que más que una generación en si de poetas es un grupo que representó una forma de herencia del krausismo y la Institución Libre de enseñanza.

Yo dentro de ese movimiento hubiera ampliado el espectro desde pintores como Dalí, a dramaturgos del humor como Jardiel, o incluso novelistas como Max Aub, por no pasar a otras disciplinas como el cine o la investigación científica, que Buñuel y Ochoa algo se merecían.
Pero claro en mis libros de literatura, de historia del arte o del pensamiento, no iban a incluirse estos hijos del krausismo a no ser que fuese absolutamente imprescindible.

Muchas veces he pensado en la cantidad de inmensos intelectuales se llevó por delante nuestra guerra civil, y posteriormente la Segunda guerra mundial. Esa generación nos dio al menos tres premios Nóbel, Aleixandre, Ochoa Y Juan Ramón, y sin la presencia de los totalitarismos que arrasaron nuestro país seguramente estaríamos hoy disfrutando de la obra de esa irrepetible pléyade desde el conocimiento académico y no solo desde el mensaje político interesado, tanto desde la izquierda como desde la derecha.
Quiero decir, que entre que se explicaban a final de curso, a que la mayoría de los miembros de aquel grupo habían muerto en la guerra, o ésta les había desterrado, mi acercamiento tuvo que ser siempre desde el interés personal y no desde la docencia académica.

Lorca ha sido siempre objeto de mi admiración, y no, no me voy a poner en plan crítico literario, que no tengo la capacidad, ni la vocación, pero si que voy a expresar las impresiones que no solo me produjo la representación de ayer, sino, en general que ha significado la obra de Lorca para mí.
La primera cosa que debo reconocer, es que a estas alturas de la película sigo con la misma sensación de no haber entendido su obra, ya que cada vez que me enfrento a la lectura de un poema, de una carta, o de una canción, descubro nuevos matices, y muchas veces me quedo con la sensación de haber leído algo totalmente diferente, algo hecho con colores que no había sido capaz de descubrir antes.
Quizás ese «no entendimiento» está en la base del surrealismo que la envuelve, ya que bajo ese prisma, lo que se espera del autor es que plasme sus muy personales visiones del entorno de una forma automática, desconectada de cualquier academicismo. Así que sin ser Lorca, es muy difícil la comprensión, no así el que esa visión provoque nuevas sensaciones en ti, y te dé la posibilidad de expresarlas a su vez. No sé.

Ayer, la estética en la escena fue para mi gusto demasiado oscura para una literatura de luz que siempre he reconocido en Federico, pero lo dicho, no he venido a criticar, sino a mostrar mis impresiones, y esa fue la primera.
Eso me hizo pensar que quizás me había perdido algo ya que la belleza de Lorca siempre me pareció ligada a esa estética infantil que aparentemente adorna su obra.

Y aunque tanto esta obra como “El público” son al teatro lo que los relojes de Dalí en su cuadro “La persistencia de la memoria” a la pintura, es decir una expresión más del surrealismo, yo no fui capaz de sentir ese hecho en el montaje.
La visón del director no me pareció que hiciese honor a esa concepción de la obra que necesitaba la blancura de la esperanza del novio, la alegría de la novia al rechazarle tras hacerle esperar cinco años y mostrarle los buenos cuernos que le había puesto con el jugador de rugbi…y sobre todo la cara de circunstancias que el padre de la novia tenía que poner frente al desaguisado.

Quizás sean cosas de la crisis, y ahora veamos en negro todo lo que nos rodea, ya que en el programa nos recordaban que justo a los cinco años de la publicación de la obra desaparecía el poeta, muy posiblemente asesinado por gente de su entorno, o por la guardia civil, o por milicianos falangistas, o por la envidia, o por su condición sexual. Así que dejando a un lado la gracieta macabra que se marcan en el programa, junto con la mención política ramplona a la famosa memoria histórica y a las cunetas llenas de muertos, eché de menos la alegría del poeta.

Lo que si es cierto, es que entender el surrealismo en el arte escénico, implica saber apreciarlo también en las artes plásticas, y para mí en la pintura de Miró es donde puedo reconocer parte del mensaje de Lorca, que no es más que el color y la luz del Mediterráneo, mirando al mar en Miró, y a tierra en Lorca. Dalí nunca fue para mí el diccionario donde encontrar la traducción de los sentimientos del granadino.

Lo que me transmiten ambos es ese automatismo con el que se pretende trascender a la lógica enciclopedista, y de la mano de Lorca en “Así que pasen cinco años” lo que yo intuyo es una plasmación automática del sentimiento provocado en el artista por la vida del campo andaluz que le rodea. Es la tradición que fuerza a la novia a esperar, siempre esperar, al novio a esperar mientras hace su fortuna y envía regalos, al padre que debe preservar la tradición durante la espera, y la ruptura de todo ese asfixiante mundo con la llegada del sexo prohibido del sueño de la novia con el mayor de los machos, el jugador de rugbi.
La crueldad de esa sociedad le asoma de forma automática en el diálogo del niño y el gato muertos.

Miró es la ruptura en luz del mundo de la estética constreñida a formas predeterminadas. Se rompen esas formas academicistas con los colores que cualquier niño, con las formas que cualquier niño puede hacer aflorar de forma automática si la luz blanca con todos los colores del Mediterráneo se rompe en su lápiz.
Otro día quizás reflexione sobre lo que esta época desgraciada dio en otros ámbitos de la cultura, y lo haré, claro desde el surrealismo menos académico, no sea que Paul Eluard se despierte y venga a asustarme por la noche, mientras De Chirico se parte el culo de la risa.
Voy a escuchar las variaciones Goldberg para desengrasar….
Buenas noches y buena suerte

5 comentarios sobre “Así que pasen cinco años”

  1. Mi pasión por Lorca, me hace reflexionar mucho sobre el contenido de estas palabras tuyas, tan acertadas o no, pero con muchos matices dignos de valorar.
    Gracias!

  2. Mi pasión por Lorca, me hace reflexionar mucho sobre el contenido de estas palabras tuyas, que acertadas o no, guardan cantidad de matices dignos de valorar.
    Gracias!

    1. Los contenidos no pueden más que ser acertados, ya que son mis impresiones, y vienen de la sinceridad ya que no se trata de vender nada. El que sean coincidentes o no con el academicismo o con otras opiniones no es lo que me preocupa, y si se necesita tener un intercambio de opiniones, no seré yo quien lo rechace. En cualquier caso muchas gracias por el amable comentario

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