Basura de la historia

Llueve, esto parece Inglaterra con sus “shower”, y me dicen que lo que pasa es que el anticiclón ese ha decidido irse de vacaciones al trópico, que se ha echado na novia por el sur y ahí se ha quedado.

Pues bueno, habrá que aprender inglés, sacar el Barbour, ponerse esos zapatones de Church’s o de Crocket and Johns, hacer de tripas corazón y sobrevivir al tiempo inglés.

Me decía el otro día un amigo de Svalbard allá por los nortes salvajes, que hacía calor por allí, que tenían cuatro bajo cero, que no era normal tanto calor. Es decir, cosas de noruegos, que es gente muy recia, como los de Calatorao pero en altos y rubios.

Hoy ya andaban por los diecinueve bajo cero, que para ellos debe ser el tiempo de apagar el aire acondicionado, ponerse sus galas y pasar la tarde en una agradable terraza, que luego viene el frío y no hay quien departa con los amigos en sitio público.

Y a lo mejor es verdad, que esto parece, salvando las distancias, esas historietas que te cuentan los apocalípticos a cuenta de que las temperaturas hagan lo que les apetezca, como creo que han hecho siempre, que nunca me han preguntado cuándo voy a marcar la temperatura de hoy.

Total, para qué, que me dicen también que los embalses vuelven a tener razón de ser, menos los del Segura, claro, que uno no sabe nunca para qué los hicieron.

Llueve, y parece que de la lluvia emana esa tranquilidad que la vorágine ciudadana día tras día trata de arrebatarte. Y la buena de Clarita Ponsatí, decide que es ya hora de abandonar al Puchi, que prefiere el fish and chips que el moules avec des frittes, y a bordo del Thäis se nos escapa a las Casitérides, y no a cualquier parte, que no sé si juega al golf, pero irse a Sant Andrews, por muy profesora de economía que sea, tiene un tufillo elitista notable.

Seguro que no es así, que yo soy muy mala gente y siempre me pongo en lo peor, pero es que estos fugados de lujo, que huelen a subvención estatal me tienen muy mosca.

Seguirá pues Doña Ponsatí entre el Old Course y el Jubilee, y si se empadrona en el pueblo, podrá hacerse los dieciocho hoyitos sin gastar más que lo necesario, más la propina del caddie.

Lo que no le tolero a esta señora, y que los indepes me disimulen es que ande con ínfulas de exiliada política, y no sé cuantas gaitas más, que al final no es para mí, claro, y solo para mí, una enemiga de Catalunya, que debería responder de sus ruindades en su tierra que es la mía.

Todos los éxitos profesionales le deseo en el retomar esa etapa profesional que nunca debió dejar de lado, que para lo que ha hecho en mi casa, no la necesitábamos para nada.

Y allí, la lluvia no habrá de faltarle, claro que la luz andará haciéndole de las suyas, pero no importa, a mí no me importa, y siento que la prensa, y los medios de comunicación anden publicitando tan magno acontecimiento, que una prófuga indigna se vaya a Saint Andrews a enseñar economía.

Ya son dos de los adoctrinadores de esta mamarrachada que damos en llamar “prucess”, que encuentran acomodo en centros de educación en esta Europa vieja, podrida, anquilosada, calvinista, tacaña y ramplona. Ellos sabrán que mensajes deben darles a las generaciones que les siguen, ellos sabrán cual es la moral que esos profesores han de llevar a las aulas.

Yo me alegro del hecho que encuentren continuidad a sus carreras a miles de kilómetros de aquí, de nuestra Dolça Catalunya, patria del meu cor, que no son migrantes, que no son exiliados, que son desplazados por intereses profesionales, nada más.

Veremos el Puchi flequillero en qué acaba, que parece sus méritos académicos no dan para tanto, quizás para caddie en Saint Andrews, quizás para vendedor de frittes en la Monnaie.

Lo que sea, que triunfe en su nueva etapa cuando consiga afianzarse, que lo del paro, si lo cobra, no sé si le dará para tanto, pero por favor que no deje de considerar que el mundo es muy grande y que por estos pagos no se necesitan personas de su catadura.

Llueve, quizás en la Grand Place, también, quizás en Waterloo gotee, y se me da una higa lo que ocurra, que por aquí lo que me importa es que por fin mi tierra pueda ser regida por personas de bien, que mi país empiece a pensar en lo importante que es el hecho de que los ciudadanos sean tratados como personas.

Quisiera pedir a los medios de comunicación que nos ahorren las peripecias de toda esta gente, que importa poco si empezamos a comparar sus actos con las cosas que de verdad están moviendo el mundo, que están moviendo a nuestra piel de toro, donde tanto sufrimiento individual se está creando día a día, por gentes, que como esta Doña Ponsatí, ese Don Puigdemont, o esa Cupera de cuyo nombre no quiero acordarme, que con sus actos egoístas y ciscándose en millones de personas solo buscan, al final una forma elitista de sobrevivir.

Confío en que la justicia sea ecuánime con ellos, que pueda analizar los hechos con la mayor de las imparcialidades, que ponga los focos en los perjuros, y de a cada uno lo que merece, y si no se ponen a disposición de la misma, que por favor no se hagan eco de sus memeces interesadas ninguno de los medios de comunicación que reciben de alguna forma cualquier beneficio del estado.

Que el estado somos nosotros, y me temo que el hartazgo que acarreamos de un tiempo a esta parte va a tener consecuencias no deseadas para más de uno que desea ser nuestro líder.

Mientras tanto sigue lloviendo, y alguien estará intentando cruzar el Río Grande, o el estrecho de Gibraltar, sin nombre, sin apellidos, sin un puesto en la Universidad de Saint Andrews, o en la de Ginebra, o sin que nadie le pague un sueldo de seis o siete mil euros a su santa esposa por dos horas de trabajo de vez en cuando, mientras el Puigdemont come frittes con moules en Waterloo.

Con su pan se lo coman