BREXIT

Hay británicos a los que eso de Europa no les viene bien en las condiciones en las que actualmente están. Postura lógica, postura práctica, postura muy “british”, please look rigth, que si no se te lleva por delante un “London cab” con la aquiescencia de un Bobby armado con pito y emisora portátil.

Lo malo no es que te maten, es que se te pueden arruinar las compras que con tanto sacrificio has hecho en “Camden”, en Petticoat lane, o en Portobello, una pena.

Los que me conocéis, sabéis que mi relación con la Pérfida Albión, ha sido muy estrecha, durante muchos años. Es más, mantengo contactos cercanos con británicos, a los que puedo llamar amigos, que se remontan a varias décadas.

Sin tirar cohetes, me jacto de tener un cierto conocimiento de su cultura, (por otra parte no tan lejana de la nuestra), de su idiosincrasia, de su forma de entender el trabajo, las distracciones en su tiempo libre, su clasismo y sus estereotipos.

No puedo saber las veces que en mi vida he visitado el Reino Unido de la Gran Bretaña, (que tiene cojones el nombre oficial), digamos que entre cien y doscientas, sin exagerar, y he pisado Londres, sus ciudades universitarias, sus ciudades fabriles, o lo que quedaba de ellas, sus puertos, sus campos de golf, al norte, al sur, sus ciudades monumentales como Bath o Winchester, en fin por no aburrir, diré que me gusta calzar zapatos británicos, que mis camisas viene de Jermyn Street normalmente, que su jabón de afeitar con olor de lavanda me encanta, busco como loco cervezas británicas y las consumo, y la mezcla nº 32 de Harrods del té India Assam, es el que me tomo, sobre todo si estoy leyendo a Chesterton.

Me gustaría decir que disfruto con su gastronomía, pero sería mentir como un bellaco. Si alguna vez en el Reino Unido de la Gran Bretaña, he dicho ¡que rico está esto!, o era un restaurante japonés en New Bond Street, o simplemente el síndrome de Estocolmo.

He cruzado el país en trenes en los que parecía que Agatha Christie se te iba a aparecer ofreciéndote una de esas galletitas de Cadbury, que me parece ya no son inglesas, he comido con campesinos ricos en sus granjas del siglo XVIII, que parecía aquella de retorno a Brideshead, aunque Jeremy Irons no anduviera por allí.

El Stilton siempre me ha parecido una cosa seria, aunque eso de ponerle un vino al lado no les viniese en su libro de estilo, como serios eran los famosos “Dover sole”, que me daba en su restaurante una pareja de gallegos que habían emigrado y siempre me preguntaban por, el Depor en un viejo molino de agua en tierras del Hampshire.

Pasear por Oxford, o navegar por el “Cam river” pasando por debajo de los puentes que unen jardines con colleges de altísima reputación, me pareció siempre algo que no debería desaparecer, y no creo que lo haga.

Me gusta mucho que sus cosas, sus tradiciones, aguanten aunque sea gracias al esfuerzo de los más mayores, y recomiendo en viernes santo, cuando ya hayáis visto todas las procesiones españolas, claro, ir a escuchar el Mesías de Haendel en la “Wedding Cake”, (Royal Albert Hall para los profanos”. No suena igual en ningún otro sitio del mundo.

Me gusta ir al teatro en Londres, claro que sí, y he disfrutado no solo con los grandes actores británicos, a esos que hacen “sir” a la que te descuidas, como “Sir” Lawrence Olivier”, o el bueno de Michael Caine….o ver “La ratonera” en el West End, junto a Picadilly.

Si ibas de comedia siempre tenías la posibilidad de encontrar algún Noël Coward, o un Shakespeare si la cosa iba de drama. Nunca me gustó esa cosa medio turística que han dado en llamar “The Globe” al otro lado del Thames river, The Globe era otra cosa, pero sus primos yanquies tan contentos, seguro.
En alguno de sus musicales me he emocionado, claro, ese Fantasma de la ópera, o esos Miserables, o aquel inolvidable Cats….

Me gustó que nuestra Tamara Rojo fuera reconocida en el Royal Opera House, y tomarme una copita de champagne en los entreactos de alguna Boheme, o de alguna Butterfly. El paseíto desde el Savoy, es encantador, cinco minutitos hasta el Covent Garden, que parece vas a tropezar con Eliza Doolittle mientras Bernard Shaw mira la escena desde uno de los cafés de la plaza.

Siempre he admirado a esas chicas jovencísimas que se acercan al Hippodrome, junto a Leicester Square, con tirantes, hipertacones y superminifalda, mientras cae una buena nevada. Digo yo que el calor lo llevarían por dentro, porque en la cola de la discoteca las tenían un buen rato esperando.

Me las encontraba al salir de la ópera, mientras buscaba un pub o un italiano que aún no hubiera cerrado, para tomarme un plato de pasta con chianti malo, o una sheppard pie, con una London pride.

Sí, mis relaciones con el Reino Unido de la Gran Bretaña, me han permitido conocerla un poquito, me han permitido hacer cursos con las compañías que he colaborado, he estado en sus espectáculos deportivos en Twickenham sintiendo su espíritu nacionalista, sin ofender al rival, y hoy me salen con que veremos, si al final, nos apetece ser europeos o no.

Es un poco como la novia que te abandona, que quien pierde una gran mujer, no sabe lo que gana…..pero a lo mejor lo que pasa es que este maldito nuevo milenio ha terminado con esa cultura tal y como yo la conocía, y ahora con la recuperación de Canary Warf, la llegada masiva de ciudadanos de la Commonwealth, con su pasaporte británico en la boca a desarrollar negocios de alta tecnología, a comprar o vender empresas, a construir edificios de esos que en Barcelona dejamos vacíos porque tienen forma de pepino, o por cualquier pueblerinez que se le ocurra al edil borrico, el viejo espíritu ha desaparecido, o ha disminuido bajo las montañas decrecientes de las libras petroleras .

Ya no está Sir Neville Mariner para que escuches su versión de las cuatro estaciones bajo la mirada de Nelson, en Saint Martin in the Fields, y la Tate, con sus retratos cruzó el río, dejó Chelsea, y consiguió que un almacén de los Docks recogiera el nuevo templo del arte moderno. Menos mal que una pasarela la conecta con Saint Paul, y si no miras más que de frente, al menos la noria no te molestará.

Foyle’s con eso de los libros electrónicos anda, parece, de capa caída, y no sé si la visitaría otra vez a ver qué novedades aparecían en sus cinco o seis pisos abarrotados, como no visitaré de nuevo His Master Voice, a comprar el último Now…That’s what we call music, o a Totenham Court road a buscar el último artilugio de sonido. Amazon es más fácil y menos romántico, claro, que el regateo con un pollo indio por una cápsula “Sure”, o el nuevo radio-despertador de Sony, tenía su gracia.

A lo mejor si se van, si quedan solo en británicos/galeses/escoceses, que no europeos, me costará una pasta visitar el British, ¡Vaya gaita!, echaré mano de recuerdos.
Tengo que reconocer, que aunque el policía del aeropuerto ya me conocía, siempre me pedía el pasaporte, y cuando me preguntaba “The reason of your visit”…siempre le contestaba lo mismo, “for spend my money”, y pa dentro. Pero te dejaban claro que no eras de allí, que el Canal de la Mancha, (creo que es un invento británico) estaba allí para algo, y que bueno, que bienvenido, pero sin exagerar, que aquí conducimos por la izquierda, y el jefe se nuestra Iglesia es una señora.

La bronca de los británicos que la dilucidarán en junio en unos” polls” referendumales, es que los europeos que se ponen a currar allí, si se quedan sin trabajo, hay que pagarles el subsidio, y eso si que no, que la “Sterling”, se inventó para otra cosa.
Claro que los escoceses, no están por la labor, que pierden las subvenciones que por área deprimida de la Unión Europea les enviamos desde aquí, ni los del Ulster, que para cruzar a Irlanda ahora tendrán que cruzar otra frontera.

Hemos conseguido con cesiones del espíritu europeo, que este Cameron de la Isla, nos prometa que va a hacer campaña a favor de la permanencia… .¿ De qué vamos?.
Claro en un sistema mayoritario como el que tienen en la Pérfida, se le ha revolucionado medio partido, el alcalde de Londres, piensa que si Cameron la pifia, él se muda al 10 de Downing en un plis, y eso parece que le mola al pollo.

En la City, están que no saben, que les viene muy bien eso de mover los euros arriba y abajo, y que si nos salimos, por favor, no cambien ustedes la hora y hagan del mercado de Franckfurt algo que nos pueda hacer la pascua. Paris, ya sabemos que no vale, que eso está solo para ver las puestas de sol desde tu ático en el Meurice, con las Tuilleries a tus pies.

Veremos qué pasa, a mí, a estas alturas de la película, que estos pollos quieran recuperar la soberanía que en más de un 75% hemos cedido a Bruselas, no me parece ni bien ni mal, allá ellos. Quizás con sus primos les vaya mejor, o con la Commonwealth, o solos, como cuando por una tormenta en el Canal de la Mancha se aisla el continente.

Para mí el resumen es que ésta es otra vaina de los políticos, que les pone eso de tener entretenida a la peña, que les encanta que hablen de ellos aunque sea bien, y hay razones para que se vayan o para que se queden, pero a mí se me da una higa.

Buenas noches, y buena suerte

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