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Rechazo a la sumisión

Estos días de reivindicación de los derechos de las mujeres, han sido para mí tremendamente ilustrativos, en cuanto lo que significan no solo las muertes que por violencia directa se ejerce contra ellas en todo el mundo, que aquí no hay sagrado geográfico, si no por el tormento de por vida al que se las somete, siempre a caballo de la posición dominante del macho, (que aquí no tiene que ser forzosamente ibérico).
Es evidente que la primera denuncia, la más obvia, es la del asesinato pasional, “la maté porque era mía”, he escuchado en las noticias demasiadas veces, y hasta la frasecita me parece que fue motivo de una letra de cuplé o de cualquier otra vaina, que ahora no viene al caso.
Pero en la católica España, una mujer muerta a la semana, me parece una aberración, como me lo parecería una muerte cada lustro, que no es cuestión de cantidad, lo es de calidad, es de respeto a la vida y al derecho a decidir que todos los seres humanos tenemos en relación a nuestro cuerpo, a nuestros sentimientos, y sobre todo a quién queremos tener a nuestro lado, incluyendo a nadie, por supuesto, que el buey solo bien se lame.
Mía y de nadie más, suelta el animal que llevamos dentro, que eso de transmitir nuestro DNA, parece que es mucho más importante de lo que realmente es.
Y a lo que parece, las formas de violencia son infinitas, que a demasiados machos se le hacen los dedos huéspedes cuando se ponen a mirar a su pareja, y no es la suspicacia lo que debe regir las relaciones entre personas de distinto sexo, pero eso que se lo vayan diciendo a esta sociedad en la que las posiciones de dominio y control está en manos solamente de la mitad de los humanos, que parece que la otra mitad está solamente para el servicio y satisfacción del macho.
He tenido conocimiento estos días, entre la cantidad de salvajadas que se les hacen a las mujeres desde tiempos ancestrales, de la técnica de la vagina seca, y no me podía creer lo que leía, y mucho menos lo que me explicaron después.
Consiste en que la mujer antes del coito se aplique bien hierbas, bien ungüentos, calor directo, o incluso tierra dentro de su vagina, para conseguir para el macho que la va a penetrar la sensación de que está penetrando a una virgencita, o casi, y en cualquier caso que lo hace a una mujer que al no lubricar le demuestra que el sexo no le es placentero, con lo que el cabestro del macho queda en el convencimiento de que esa mujer no andará buscando otro hombre.
Lo primario del argumento, y las consecuencias para la mujer, dejando a un lado las psicológicas, (que ya es dejar, y que tienden a suavizarse a través del adoctrinamiento al que someten a las niñas las mujeres de la familia), puede conducirlas a graves infecciones, o incluso a la muerte.
La educación recibida es cómplice de esas actuaciones, que son las mujeres de la familia quienes enseñan las técnicas y adoctrinan a las niñas para que no se desvíen de ese camino, que corren el riesgo de ser rechazadas por los hombres, que si sienten que el sexo para ellas es algo placentero, las consideran poco menos que prostitutas y las rechazan. Claro que con la vagina seca también lo hacen cuando las consideran demasiado mayores, y las abandonan para buscar niñas casi impúberes, si pueden pagarlas, claro.
No menos grave, aunque en la misma dirección son las técnicas de ablación parcial o total del cítoris, o de la eliminación traumática de los labios vaginales, o la más extrema, la infibulación que consiste no solo en la cliterectomía, sino en el cosido vaginal, permitiendo un mínimo orificio para le orina y las descargas menstruales.
Esas barbaridades no son más que el miedo del hombre al poder de la mujer, y la utilización de todo aquello que hayamos podido tener a nuestro alcance para intentar someter al otro sexo, que parece que aquí lo único que importa a los machos de casi cualquier especie de mamíferos superiores es la transmisión de nuestro puñetero DNA, como si eso valiese para algo.
Y la cosa viene de lejos, que al parecer, y a la que nos metamos en los textos de los arqueólogos, o en los mismos textos antiguos, (hablo por ejemplo de la Epopeya de Gilgamesh), nos encontramos con que al parecer, la primera mujer que se creó, no fue la tal Eva, que fue una tal Lilith, creada del barro a la vez que el hombre.
La tal Lilith, montó un buen lío en el Paraíso, cuando no aceptó una posición sumisa en el sexo frente a Adán, que ella deseaba al menos lo mismo que su compañero. Las quejas de Adán llevaron aparentemente al Creador a tomar posición, y lo hizo a favor del macho.
Lilith se rebeló, pronunció las cuatro letras del nombre de Dios, y salió volando del Paraíso.
Fue entonces cuando de una costilla de Adán se creó a la segunda mujer, Eva, que ya sumisa a su compañero se la considera la madre de la especie humana.
Sugiero a quien le interese el tema que indague en la tradición hebraica acerca de esta mujer, que una vez abandonado el Paraíso se une a Samael (Satanás), creando una saga vengativa contra los hijos de Adán y Eva. La tradición masculina no puede permitir que no se maldiga una tal conducta de insumisión, y así andamos.
Leed las maldiciones, que también se encuentran en la Biblia contra los onanitas, que Lilith amenazaba con yacer con quienes se masturbasen despreciando el semen que debía fecundar a la hembra, y los conjuros que debían hacer las hijas de Eva para no perder el marido. (Nótese aquí el miedo a la Lilith gran prostituta de Babilonia, o de Carabanchel, que recoge el semen que el hombre vierte fuera de su hembra, y sobre todo de los canales establecidos fuera de la libertad que se le supone al ser humano).
Al final, y tras las barbaridades escuchadas de esa manada de supuestos bestias y supuestos violadores, especialmente en estos días en los que no como excepción, deberíamos pensar un poco más en nuestra relación con el otro sexo, (el femenino para mí), y darnos cuenta de lo que todos perdemos por intentar dominar a otro, por la lucha de nuestro supremacismo.
Co su pan se lo coman