Archivo de la categoría: Ecología

la fin del mundo o el apocalipsis ecologista

Venía hoy, o quizás ayer, un artículo en La Vanguardia, con ciertos aires apocalípticos, como ya es costumbre en estos temas, hablando de la sobre-explotación a la que estamos sometiendo a la Tierra, y el trabajo recoge los famosos porcentajes de que estamos consumiendo el 75% más de lo que se regenera….bla, bla, bla.

Es como un mantra, un puñetero mantra que nos empeñamos en lanzar una y otra vez a las entendederas de la gente que abrazan las causas “ecologistas”, y a los que no las abrazamos por la carga que llevan de fanatismo en el sufijo “istas”, por ver si, camino de Damasco, nos caemos del caballo.

Estoy seguro de que el tema ya lo he tratado alguna que otra vez, pero la repetición de una idea hasta que cuaje, es un buen sistema como decía aquel Goebbels, de infausta memoria.

Así que voy a ello:

Quizás los que se reconocen como ecologistas deberían leer un poco al Profesor Margaleff, por poner delante de sus narices, a un ecólogo de primer orden, y que publicaba en castellano, y empezar a entender qué diablos es eso de un ecosistema.

El primer concepto que desearía aclarar, es que todas estas proclamas apocalípticas de los llamados ecologistas, en el sentido de que nos estamos cargando la Tierra, son más falsas que un duro sevillano, que el ser humano, no tiene absolutamente ninguna posibilidad de cargarse, ni la tierra ni la vida.

Lo que sí quizás nos podamos cargar, es a unas cuantas especies, miles, quizás millones, bueno tampoco, que si variamos las condiciones físico químicas de un ecosistema, desaparecerán unas especies pero aparecerán otras.

El juego del DNA, seguirá imperturbable, sin duda. La actuación del ser humano sobre la tierra, ciertamente está afectando al ecosistema en el que se desarrolla nuestra vida, la del ser humano, de eso hay pocas dudas, pero realmente a la Tierra le importa muy poco.

Que si sube la concentración de CO2, posiblemente desaparecerán las especies que no puedan soportar esas concentraciones, pero el hueco se llenará inmediatamente de organismos capneicos, y de las especies que desarrollen sistemas orgánicos adaptados a las nuevas concentraciones.

Si la temperatura sube, los organismos termófilos serán felices, y ciertamente los mares se llevarán la casita de la playa de Torrevieja, pero ese es el ecosistema de Doña Eduvigis.

Si desaparece el oxígeno, vivirán como reyes los anaerobios, y los que no sepan qué hacer con esa nueva composición del aire, pues desaparecerán.

Es decir, que a la Tierra todos esos cambios le importan muy poco, y a la vida menos, desde luego. Que prácticamente sea cual sea la composición de un ecosistema, habrá una cadena de DNA moviendo el rabo.

Conseguir la esterilidad no es cosa fácil, hay técnicas, desde luego, como la esterilización clásica en autoclave, o por bombardeo de rayos gamma, pero hasta donde sabemos es así para el entorno en el que se está desarrollando la vida hoy, y por poco tiempo, que mantener un ambiente estéril es muy difícil.

Y seguro que vendrá el “ista” de turno a decirme que mire a la Luna, o a Marte, que no hay vida allí. Quizás lleve razón, pero una cosa es que no la hayamos detectado y otra muy diferente que no la haya.

No hay peor cosa para un microbiólogo buscando algo, ver que en la placa de Petri, o en el tubo de ensayo no le ha crecido nada. Lo primero que hace es desconfiar de su protocolo.

Quizás sí, es más, seguro que sí, que si seguimos por este camino, las condiciones de vida en la Tierra van a cambiar, y mucho, y en nuestra visión antropocéntrica, avisamos de que es la Tierra y la vida en ella la que va a desaparecer. ¡No me mareen, por favor!.

Como mucho van a alterarse seriamente los ecosistemas en los que el H. sapiens sapiens (del Hemisferio Norte más Australia, New Zealand, y como mucho Chile, Argentina, Uruguay, algo de Brasil, Cape Town y Durban) desarrolla su vida, y tampoco creo que demasiado.

Ya que agua hay tanta, tanta que al planeta deberíamos llamarlo Agua, no Tierra, y es solo cuestión de dinero usarla para lo que nos dé la gana, (siempre que seamos del grupo mencionado anteriormente).

Que desaparecen los peces, habrá medusas. Ya sé que es un perjuicio para Doña Eduvigis, que no podrá bañarse en la playita de Torrevieja, pero nada más que para los que son como ella.

Es posible que desaparezcan elefantes, buena parte de la humanidad, los leones, algunas aves, y los cientos de especies que cada día desaparecen y son substituidas por otras.

Pero la vida ahí sigue, otra vida, otras especies, pero sigue, y la Tierra tan pichi en su elíptica. Así que no me mareen con el chantaje de que nos estamos cargando el Planeta. Está fuera de nuestro alcance, pero el mantra vende.

No hablaría así´, si de lo que me hablasen fuera del final de nuestra civilización, y hablo de la del Norte más excepciones, que aunque lo veo difícil, es posible.

Se irán reduciendo los porcentajes de humanos que puedan pagar los acondicionamientos de sus entornos, cambiarán el ocio, cambiarán posiblemente las fronteras y las superficies de los países. Nada nuevo.

Y de con los otros mundos, el tercero, y el cuarto, ya veremos lo que pasa, pero lo que intuyo es que se reproducirán más deprisa, y vivirán menos tiempo, posiblemente en peores condiciones, pero sobrevivirán.

Acortar el tiempo de generación que nadie olvide es una forma de acelerar las mutaciones necesarias para adaptarse al cambio del ecosistema, y si no que se lo pregunten a los microorganismos multiresistentes a los antibióticos.

De hecho, solo hay que mirar a esa parte del mundo para constatar que los índices de natalidad se van adaptando a las necesidades de repoblación de la especie. Así, que siento decir que los mensajes de catástrofe global de desaparición de la vida, y de destrucción de la Tierra, no son más que reflejos del interés económico de pequeños grupos que desean manipular a la Humanidad en su favor como siempre.

Solo deberían hablar de cómo va a afectar esta evolución del ecosistema a la parte de la humanidad concernida, porque de hecho es lo que están haciendo. Es economía pura.

En lo demás, la ecología nos recuerda que el ser humano, como cualquier otra especie es absolutamente prescindible, y que cuando una especie desaparece, el hueco en el ecosistema será inmediatamente, en términos cósmicos, ocupado por otra forma de vida.

Y ustedes que lo vean

Un respiro

Pues si, parece que ese otoño que anhelábamos por fin ha aterrizado, y constato, que como todos los años, aquí, en la meseta, acabo sacando las chaquetas “tweed” para el Pilar. No falla.

Me dirán los del cambio climático que las medias ponderadas de las temperaturas globales, ciertamente, andan algo desmadradas hacia arriba, y no seré yo quien le quite la razón al señor Gore, o se la dé a Tito Trump, que uno es de natural pacífico, en esas batallas no gano nada, y a la que me descuido me cuentan en la lista de seguidores de unos y de otros, y ya estoy muy mayor para aspirar a título de más popular de mi high school.

Lo que más me divierte de todo este follón que se ha organizado es el hecho de que hay perras invertidas en ambos lados de la línea. Los que no se creen el calentamiento y los que se lo creen, vamos lo de una de las dos Españas ha de helarte el corazón, pero a lo bestia, que esta vez le toca a todo el mundo.

Oyes en las noticias que lo de las emisiones de los coches, “sucios”, dicen los que invierten en otras formas de contaminación, en Europa se van a reducir un 35% en unos años. Bien parece.

Pero nadie me dice qué va a pasar con la contaminación química que irán produciendo las baterías que vayan quedando obsoletas. Seguro que se recicla todo y no pasa ni un picogramo al medio ambiente, cosa que yo no sé y usted a lo mejor se llega a creer.

Si tengo mis duros invertidos en las minas de carbón, o en pozos de petróleo, le juro a usted que no me creo al señor Gore, que de calentamiento por mi culpa, nada de nada, que son los pedos de las vacas, esas que producen los beef steaks que usted se desayuna, por cierto. Faltaría más.

Pero yo quiero vender coches eléctricos, paneles solares, molinos de viento mata paisajes, y mata pájaros, así que por favor no dude usted que hay que cambiar el sistema de utilización de los recursos naturales, vamos, y además deprisita que tengo reunión con analistas financieros y cierre de trimestre, a ver si no voy a poder pagar el cupón correspondiente.

Los que viven del petróleo, lo tienen claro, los que necesitan energía barata, de esa que sale del carbón aunque luego no se vea a un metro de distancia en Pekin, los que ….bueno, creían tener el gato en la gatera, andan diciendo que eso de que suba el nivel del mar es irrelevante, que ellos viven en el Pamir, y el agua no les llega por mucho que la cosa se caliente.

Y así vamos, con los de la energía renovable ganando la batalla del márketing a los de la energía tradicional. Que unos crecen y otros no, que unos son sucios, contaminantes, cavernícolas, enemigos de la Humanidad y de las Malvinas, enemigos de lo azul y del Planeta, en fin, lo que quieran ustedes, y los otros querubines dignos de un cuadro de Murillo.

Y alguien debe llevar razón, que la cosa va por ahí, que nos están llenando el planeta de porquería, que tenemos los pulmones hechos un asco, y que además, bueno, además, son o chinos o republicanos, gente nada cool, y poderosa. Y los otros son los demócratas, los liberales de Harvard, los restos de las izquierdas que dejó huérfanos el comunismo.

Algo de eso habrá, que parece que seguimos usando los derivados del crudo como locos, y los precios no dejan de subir, que no dejamos de enriquecer a los ricos con nuestras necesidades de pobres aunque nos desplacemos con patinetes eléctricos por el centro de la ciudad.

Y todo esto me lo trae al coleto el hecho de que tengo que desempolvar el tweed, que el Pilar está a la vuelta de la esquina, y la tradición es la tradición, que aguantaremos sin calefacción hasta Todos los Santos, y se nos llenará, como siempre, la atmósfera de partículas de esas dañinas que nos dejan las tecnologías anticuadas de utilización de la energía.

Aunque me dicen que mi Carmena va este año a evitar que se nos suba la mugre en Madrid, vamos, que va a cerrar la ciudad a los que vienen de Alcorcón e incluso de más allá. Que no quiere esos coches viejecitos que tienen los pobres, que los motores dice que le engorrinan las estadísticas.

Nadie nos ha dicho nada de si se van a incrementar las frecuencias de metro, nadie nos ha dicho si se van a incrementar los servicios de cercanías, nadie nos ha dicho nada excepto la amenaza de lo que se va a prohibir por nuestro bien.

La condena de los pobres, ya se sabe, agradecer al esbirro los latigazos que te dan, y a sonreir mientras chorrea la sangre.

Aún recuerdo aquel prohibido prohibir que se gritaba en las algaradas de los anarquistas de salón cuando se colaban en los patios góticos de mi Alma Mater de la plaza de la Universidad, y mi Carmena seguro que los escuchó, quizás hasta los secundó, no lo sé, y la verdad es que no me importa.

El único cuidado que debo tener es que andando por mi acera de Serrano, absorto en los brillos de los escaparates de Suárez o de Rabat, no me atropelle un patinete con exceso de velocidad, que parece que aunque la regulen, no llevan matrícula ni identificación alguna. Se llaman andana, y encima no hay presupuesto para radares de bicis, radares de patinetes. Tremendo.

Solo falta ya que regulen también a los corredores mañaneros y vespertinos, que van a veces más deprisa que Doña Eduvigis, y además no llevan intermitente para señalar la maniobra. Me la arrollan. Seguro.

Pero sea todo en aras de conseguir un aire como el desodorante, ese que huele a limones frescos del Caribe, que si los chinos son malotes quemando carbón, y nosotros tenemos que hacerlo para salvar la minería asturiana, habrá que compensar con esas necesarias e importantes medidas que se toman desde nuestras casas consistoriales.

Gracias Sr. Gore.

Con su pan se lo coman

 

Caniculares globales

Hace calor en esta España, hace mucho calor, como siempre por estas fechas en las que nos vamos acercando a ese diez de agosto en el que creo se celebra el día de San Lorenzo, el que acabó asado en una parrilla dice, no sé si la leyenda o la historia.
Y sí, aquí el calor tiene sus especializaciones, que si te pilla la calima en Canarias, esa que lleva toda la arena del desierto, y se une a la dulce humedad del océano, tu final puede dejar al del tal Lorenzo en una broma.
Claro que si te pilla un día tonto en Córdoba, no te lo cuento, o unos buenos cuarenta en Alcudia, o…
Y como decía el otro día un podcast de Santiago Camacho, con el que me despepitaba, hace tres años tuvimos un año record de calor, hace dos, otro, y este, seguramente, lo será también.
Nos pasará, decía, como a la rana que murió hervida porque el agua en la que nadaba iba subiendo de forma muy lenta su temperatura, y el animal iba adaptándose poco a poco…hasta que se le desnaturalizaron las proteínas, cosas del calor.
Y apuntaba el bueno de Don Santiago, que a lo mejor a nosotros nos acababa pasando lo mismo, que se nos está calentando el agua de la piscina y no nos estamos dando cuenta, y cuando queramos hacer algo, resulta que tendremos los huevos pasados por agua.
Y a lo mejor la cosa está relacionada con la precisión de los sistemas de medida, que en estas cosas y en otras muchas a veces soy como Doña Euduvigis, o como Don Agapito, que no les hago mucho caso, que no me doy cuenta, que lo que me pasa es que leyendo a Delibes y viendo lo que me dice del campesino castellano que vive de su secano, cuando mira su luminoso y azul cielo que solo le trae moscas y sequedad a su grano, es cuando lo entiendo todo.
Que la Naturaleza es muy suya, y le importa un pimiento que se nos seque el trigo, o que la especie humana siga o no siga, que siempre quedará ADN en bacterias extremófilas, y poquito a poco, evolucionando ya veremos hasta donde vuelve a llegar la cosa.
Parece que sí, que nosotros los humanos, (a partir de ahora “la peña”), algo le estamos haciendo al planeta, mejor dicho, al ecosistema que nos sustenta, que el planeta sigue siendo redondo, da sus vueltecitas alrededor del sol, y sigue en su sitio, que para algo se colocó ahí, o lo colocaron, que ¡vaya usted a saber!.
Cuando me pongo en plan de que otra extinción me importa un carajo, no me aguanto ni yo mismo, pero es cierto, que al parecer no echamos de menos a los grandes dinosaurios esos que dicen andaban por aquí hace sesenta millones de años, y a nosotros, los Ciborg que se alimenten de polvo marciano, y transmitan el ADN envuelto en algoritmos interpretables al órgano, tampoco nos echarán de menos.
Y como buen epicúreo que me siento, diré aquello de que lo que me apetece es pasar el calor lo mejor posible, si en zonas fresquitas…sea, que debajo del aire acondicionado…sea, que conectado al barril de Mahou en vena, pues sea también, que no vamos a ponernos histéricos por unos grados de más, y si reventamos, que al menos sea con una sonrisa.
Porque si la cosa sigue así, reventamos, como la rana a la que le va subiendo paulatinamente la temperatura del agua de la charca, pero la cosa tiene también sus ventajas, que si yo reviento por eso de calentamiento global, delante o detrás vienen todos los que me llevan dando la lata con sus monsergas, sus manías, sus sígueme, sus ¡me gusta!.
Que nos vamos todos al carajo, pues muy bien, que espero no encontrarme en el lado etéreo donde solo viven los espíritus, al Tito Trump, al indepe de turno, al Marianico robapobres, y a todos y cada uno de esos tocapelotas con los que, a la que nos descuidamos, nos amargan los huevos fritos del desayuno, esos que ya no te dan en ningún sitio con puntillita, ni con su gotita de aceto balsámico, como recomendaban los gourmands de los setenta del pasado siglo.
Y si nosotros los humanos tenemos la culpa de esto, ¿qué le vamos a hacer?, en el pecado llevaremos la penitencia, y si no, si es cosa del planeta, que le ha dado un pronto, pues pagaremos los platos rotos, pero por lo menos dejaremos de ver las fotos de la osa blanca con sus oseznos haciendo equilibrios en un trocito pequeño de hielo ártico.
Que los que nos vamos seremos nosotros, sea, pero al parecer, desde que hace más calor de ese, global, por las porquerías que echan los chinos y los yanquies a la atmósfera, la población de osos polares no deja de crecer, y la seres humanos también. Será que el calorcito nos viene bien.
Me dicen aquellos que tienen un concepto antropocentrista de la Naturaleza, que a los calvinistas que comen mantequilla por las latitudes aún fresquitas del Norte, se les va a venir la hembra del Anopheles a picarle en el culo, como si fueran un niño del ecuador terráqueo, y eso es terrible….para ellos que el Anopheles y el parásito asociado, amplían mercado.
De mal aria han muerto emperadores romanos mientras paseaban por el Foro, y todos tan guapos, y ahora el Bacillus cereus, de una variedad puñetera anda limpiando la selva centroafricana de chimpancés. Ya lo siento por ellos, pero es el juego de la vida, que el chimpancé es muy majo, pero el Bacillus cereus hace unas colonias preciosas si lo hacemos crecer en un medio de cultivo específico, de esos que se venden en la compañía en la que anduve unas décadas.
Y si alguien me dice que hay formas de vida mejores que otras, acabaré cerrando el pico, pero lo que mi estupidez ve, es que por aquí de lo único que se trata es de mantener cadenas de ácido desoxirribonucleico en funcionamiento, y si las secuencias no dan un humanita, no importa, dará otra forma de mantener ese secreto que es la vida, y lo que menos debe importar es la forma en que se manifieste.
Así que si la cosa sigue calentándose, haya yo cerveza fría, o buen champagne frío también hasta que se me coagulen los entresijos, que daré un abrazo de bienvenida a los termófilos, y a los extremófilos, que ¡coño!, también tienen derecho a transmitir su ADN.
Con su pan se lo coman