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La espiritualidad en Occidente

Creo que estamos asistiendo a un nuevo orden espiritual, ya que los cambios del milenio están afectando a demasiadas estructuras de esas que consideramos indelebles, a la vez que inmutables.
Creo también que muchas de las instituciones con las que hemos convivido a través de los siglos están tomando caminos con los que no hubiésemos soñado hace treinta o cuarenta años, y no quiero calificarlo, solo constatarlo.
Creo que la sociedad occidental está evolucionando en sus creencias religiosas, que han sido algo consustancial a la humanidad desde los tiempos más remotos. La creencia en un Ser Superior, la creencia en la trascendencia del individuo una vez deja este mundo terrenal, el concepto religioso que se deriva de todo ello, creo que se está tambaleando de alguna manera.
Creo que el materialismo, que como doctrina filosófica se ha impuesto en buena parte de nuestra sociedad, condenando a una irrelevancia científica la existencia de Dios, de espíritus y de una inteligencia superior que pueda tener efecto en el devenir histórico.
No quisiera pensar que el grito de Nietzsche, ¡Dios ha muerto!, como el triunfo del secularismo de la La Ilustración y que muchas veces asociamos a materialismo marxista, ha cuajado en la sociedad capitalista y de consumo, que por otra parte ha sido pródiga en crear conceptos nuevos como el funcionalismo ecológico, el determinismo geográfico o económico, para intentar explicar el desarrollo de las diversas sociedades a partir de elementos materiales, como su situación geográfica, sus conocimientos técnicos, u otros elementos culturales.
En el materialismo histórico, el manejo de los cuatro elementos primigenios, aire, agua, fuego y tierra, como origen de todo lo existente, incluida la vida orgánica, y final asimismo de todo lo existente sin más trascendencia, marca los pilares del pensamiento.
Las visiones atomistas de la constitución de la Creación, ayudan sobremanera a los teóricos de estas corriente filosóficas, que se remontan a épocas pre-babilónicas, que no fueron inventos de don Carlos Marx.
Él lo usó, creo yo, como un medio de liberar del supuesto fanatismo religioso a las clases trabajadoras, y siglo y medio largo después parece que han arraigado entre nosotros.
Aunque no fue pionero en eso, que si recordamos la visión de las repúblicas comerciales de la actual Italia, vemos que las burguesías florentinas, vénetas o genovesas, hicieron trascender esa suerte de materialismo que es el humanismo, “homo sum, humani nihil a me alienum puto” (soy hombre y nada de lo humano me es ajeno) como una reacción de carácter antiescolástico que se necesitaban como elemento indispensable para desarrollar su actividad comercial.
Claro que algunos pagaron sus ideas con algunas quemaduras en el culo, como el bueno de Giordano Bruno, al sacar conclusiones que se consideraron materialistas y ateas por la Inquisición. Eso le costó enturbiar el olor del Campo dei Fiori, con su carne quemada. Eran otros tiempos. Recomiendo a mis lectores echar un vistazo al pensamiento de Giordano Bruno, uno de los más preclaros de su época.
El pensamiento materialista, ha ido siempre unido al desarrollo del comercio, y críticos como Bacon, Spinoza o Locke han ido reforzando esa visión cosmológica hasta el desarrollo en el siglo de las ideas de Marx y Engels, por Lenin, que de alguna forma lo liga como he dicho al obrerismo, olvidado por los nuevos burgueses del Renacimiento que lo que necesitaban era libertad para su trabajo, fuera de las concepciones escolásticas y teológicas impuestas por la Iglesia, a sangre y fuego demasiadas veces.
Cuando hoy leemos o escuchamos los mensajes de la Iglesia católica, vemos que para llegar a su feligresía deben hacerlo por la vía del materialismo, ya que la satisfacción que las sociedades actuales pueden encontrar en el consuelo divino o en la recompensa en el más allá han perdido fuerza. El mensaje que se “compra” no está ligado a la trascendencia, está ligado al cuidado de los enfermos, a la resolución de la pobreza, a la mejora en definitiva de las condiciones de vida de la feligresía.
Ciertamente las cosas no son blancas ni negras ni los tres mil seiscientos millones de católicos piensan o sienten igual, pero mi impresión es que se espera más a la hora de alinearse con una creencia religiosa de la solución de problemas materiales, o cuestiones morales cotidianas, que de una espiritualidad que en la sociedad occidental, me temo se está perdiendo.
Quiero excluir de esta reflexión, obviamente al Islam, pero son esas unas sociedades que no tienen el mismo nivel de evolución que la sociedad a la que pertenezco, y la sumisión a sus principios religiosos tal y como aparecen en el Corán, dan hoy por hoy poco pábulo al pensamiento materialista.
Los sentimientos de espiritualidad, no materialista que se da en las creencias induístas, son la reserva de la concepción trascendente que le queda a la humanidad, aunque sus visiones cosmológicas a veces den la sensación de un materialismo al otorgar a sus dioses y espíritus papeles muy materiales. Creo que es una espiritualidad intimista y profundamente humanista.
Es por ello que las organizaciones religiosas de concepción cristiana, han tenido que abandonar parcialmente el componente espiritual como reclamo para obtener fieles, y se transforman en organizaciones no gubernamentales, que se dedican en nombre de Dios, a resolver los problemas cotidianos de la gente, pero sin la carga de trascendencia que un mensaje espiritual debería acarrear.
No quiero incurrir en el error de confundir el materialismo con el consumismo, o con la satisfacción de las necesidades físicas, reales o inventadas que podamos tener los seres humanos, sino incidir en el hecho de que las concepciones sociales actuales que, ciertamente estando muy lastradas por el consumismo, se han alejado de la concepción creacionista, y del determinismo atribuible a un Ser Superior.
Desde mi punto de vista, la adoración se está trasladando a elementos físicos como la propia Tierra (Gaia), a la que se le empieza a conceder la posibilidad de decisión y reacción ante los actos de los seres humanos. Se extiende también al deslumbramiento que ha producido en nuestro pensamiento el extraordinario avance de la ciencia y la tecnología. Creo que en el último siglo no hemos sido capaces de crear una espiritualidad científica, y el resultado es empezar a creer que la ciencia y la tecnología pueden explicar las preguntas trascendentes que como seres humanos tendemos a hacernos.
Uno de los últimos intentos de intentar espiritualizar el conocimiento aportado por la ciencia, fue el del jesuita Teilhard de Chardin, que por cierto no fue muy bien recibido por el Vaticano, ya que de alguna manera al mantener que en el proceso de la evolución estaban involucrados la vida, el pensamiento (espíritu), y la materia, le estaba quitando protagonismo a la idea creacionista de la Iglesia, y a la influencia del Supremo en el proceso de “Creación contínua”.
Teilhard vislumbra lo que llamó el “punto omega” que define como “una colectividad armonizada de conciencias, que equivale a una superconciencia haciendo que la pluralidad de reflexiones a escala sideral, formen una sola reflexión unánime”.
Materializa el concepto de evolución ya que piensa que los problemas sociales, el aislamiento, la marginación actúan como inhibidores de la evolución, ya que requiere ésta una unificación del sentido y del pensamiento.
No hay posible evolución de la persona sin la adecuada asociación con los demás.
Hoy esa evolución en occidente, quizás esté llegando de la mano de Internet, de las redes sociales, que sirven de correa de transmisión de una forma de pensamiento que fácilmente se transforma en universal, en muy poco tiempo, y sin la meditación adecuada, con lo que más que pensamiento es simple sentimiento, y eso trasciende poco, ya que la fecha de caducidad es muy escasa.
Sugiero buscar las opiniones del Santo Oficio sobre los puntos de vista de Teilhard de Chardin, enumeradas por el Padre Leonardo Castellani. Son la pataleta del escolasticismo frente al materialismo suavizado de Chardin.
La Congregación para la doctrina de la fe, gracias a Dios, no tenía tanto poder como la Inquisición, que si no a Don Teilhard me lo llevan de la mano al Campo dei Fiori, y se quedan tan a gusto.
Ignoro hacia donde irán los sentimientos de espiritualidad de nuestra sociedad occidental, en los que las ideas y las reflexiones sobre quién somos, de dónde venimos, a dónde vamos, cuál es nuestro papel en el espacio-tiempo que nos toca vivir, no parecen algo de relevancia.
Así que voy a dejar de escribir por hoy, miraré hacia Oriente, y reflexionaré sobre la gran obra de la creación del universo.
Buenas noches, y buena suerte

Feliz Solsticio

Una vez superado el Thanks Giving Day, el Black Friday, y sin acordarnos ya casi del Halloween, nos vamos a meter en adviento (adventus redentoris como todo el mundo sabe)
Aunque, eso sí, aún está el Ciber Monday, las elecciones del 20 de diciembre el rally de Navidad del Ibex 35 y hasta el día de los Inocentes. Vaya mesecito que nos espera, y yo con estos pelos.
Creo definitivamente que deberían prohibir el mes de diciembre, aunque dejarían sin juguete a todos esos pollos de los que si podemos no debemos, o si debemos no podemos, de los pseudoanarquistas de bollicao y escuela sociata, que no podrían desearnos feliz solsticio.
Puestos a celebrar, siempre he preferido el de verano, que te metes en la Lanzada, en una de esas celebraciones de fertilidad, y con suerte pillas cacho, o te aprietas una gallega, o la gallega te aprieta a ti, y eso que te llevas.
Ahora en diciembre la cosa es mucho más pesada, si quieres playa tienes que irte a Punta del Este por lo menos, y con eso de las low cost a la que te descuidas te dan crianza del Penedés en Business. Un rollo patatero, asi que habrá que echar mano de los cuatro buenos propósitos del adventus redentoris, y a currarlos, a saber, el amor, la paz, la tolerancia y la fe…..¿por cierto tenéis ya lotería de Navidad?, lo digo mayormente por lo de la fe, aunque haya que esperar hasta el 22.
adventum redentoris
Corona de adviento. La simbología de las cuatro velas hace referencia a las cuatro semanas que dura, y a las cuatro virtudes a las que invita a reflexionar.
Del amor no voy a hablar, que luego parece que esto es una de esas cosas como Ama Rosa, por capítulos como los que escribía Don Benito, “el garbancero” o José Mallorquí más en nuestros día, pero ya que estamos veremos que hay por ejemplo de esa cosa que llamamos paz, y que es menos abundante que el oro en Fort Knox.
Como ya he comentado en alguna que otra ocasión, la Humanidad anda matándose aquí y allá, sin descanso, y a los que no nos toca en primera persona del presente de indicativo, nos parece que esas muertes son en tono menor, pero las guerras nunca son en tono menor, y lo que es peor no acaban nunca.
Este mes de diciembre, está media Europa con el miedo metido en el cuerpo, y la otra media soplando a la pluma para que no le reviente un islamista en la misa del gallo; y entre gallos andan cacareando a ver quién es más burro, si Erdogan, al que le han manchado el pasillo aéreo, o Putin recogiendo cadáveres y montando misiles apuntando a Ankara. La paz no goza de buena salud, aunque el Papa se empeñe en pasear por el África ensangrentada para decir a los pobres que no se cabreen, que esto pasa, y para ellos antes, que con cuarenta años ya están en el otro barrio.
Hollande, el putero del Elíseo, ha declarado que está en guerra, y lleva razón, lo está, pero no desde hace unos días por el sangriento atentado en Paris, Francia está en guerra, desde que en el Hotel Crillon, en la Place Concorde, Sir Mark Sykes y François Georges-Picot, allá por 1916, se repartieron los territorios del Imperio Otomano. Protectorados británicos, y franceses cuna de guerras y muerte, que desde entonces a nuestros días, han sido el pane nostrum cotidianum.
El acuerdo fue en si mismo una traición a los líderes locales, a los que se les prometió el oro y el moro si ayudaban a los ejércitos europeos contra el otomano. Para datos de lo que pasó, lean “Los siete pilares de la sabiduría” de Thomas Edward Lawrence, que andaba por allí y le pilló de lleno.
Si Francia está en guerra desde entonces, luego cuando salió de Argelia se recrudeció, y más adelante cuando no supieron tratar como ciudadanos franceses a los argelinos que salieron por pies (negros) del infierno del norte de África, y les buscaron apartamentos en los”banlieu”, crearon un caldo de cultivo maravilloso para el desarrollo de los gérmenes que ahora explotan .
Hoy la guerra ha llegado a Paris, (la ciudad que se abrió de piernas ante los fálicos tanques hitlerianos), y será difícil que alguien la pare, incluso en adviento, tiempo en el que la tradición cristiana nos lleva a reflexionar sobre la paz.
Es la desfachatez del Islam, que tumba Bataclán, Les Invalides o la Tour Eiffel,si se ponen a tiro, lo mismo da, no hay respeto.
Todo lo que confío es que no nos toque por nuestro pueblo, que los petardos que aún tienen que reventar los suicidas del Isis, lo hagan por otro sitio, porque hacerlo, lo harán. Tarde o temprano. La tradición islámica no celebra el adviento, ya sabes.
La siguiente recomendación de los días de adviento, es la plegaria por la tolerancia, o al menos la reflexión sobre la tolerancia. Me parto cuando desde esferas religiosas se llama a la tolerancia. Desde el lado oriental, mal lo veo, y a nuestra Iglesia solo la veo si están las cámaras y la prensa delante, o hablamos de los pecadillos sexuales de los mosenes (meter la mano en la caja vaticana ya da las primeras muestras de intolerancia, lo llevan fatal).
Así que la tolerancia ahora es cosa del ciudadano de a pié, y ya hemos hablado de eso otro día, con lo que no veo a la peña muy por la labor de ejercer la empatía, ni siquiera en estas fechas solsticiales. No lo veo, y menos a los de la CUP tolerando a la burguesía de San Gervasi, o al Sr. Montoro que sea tolerante con pasarle pasta a los del CDC. Tampoco se espera tolerancia con la pifia financiera de Abengoa, aunque si se imagina cierta tolerancia con el clan Pujol, o con los chicos de los ERES andaluces, que nunca se sabe. Al final la tolerancia para quien puede pagarla.
Y la cuarta pata del adventum redentoris, la fe, se la dejaremos en parte a la lotería, y en parte a las quinielas, porque aunque machaconamente nos digan que esto va viento en popa, se nos hunde Abengoa por listos, el Ibex un 40% más bajo que allá por 2007, la peña gana setecientos euros al mes y tienen que mover el rabo de alegría, los impuestos más altos que nunca y los gastos del estado creciendo junto a la deuda nacional.
Poca fe queda como digo en lo que nos rodea, menos fe en quienes ostentan el poder, ya que para ellos ya sabemos lo que somos, esclavos externalizados. Menos fe en la calidad de nuestro mundo que se nos viene abajo aunque la culpa la tengan las emisiones de metano de las vacas, que puestas a cuescarse lo hacen con más poder que las centrales eléctricas de carbón de la Chinanachinana te voy a regalar.
Celebraremos pues el solsticio, con turrones y mazapán si da el bolsillo, o con arroz con tomate de Cáritas si eres una víctima del desamor, de la guerra, de la intolerancia o del descreimiento, por separado o en su conjunto, veremos los petardos que da la tele desde Copacabana, o desde la plaza del pueblo, y si queremos repetir, pues vemos las campanadas canarionas, que siempre han tenido su aquel.
Confiaremos, con poca o ninguna fe, que las tortas no nos den, o nos den poco, porque tortas van a repartirse, como siempre.
Ya me perdonaran sus gracias el tono, pero no puedo ser más optimista, ya que cada vez que intento levantar una punta de la alfombra, me intoxico con lo que hay escondido por ahí abajo, y no me venden mascarillas antigás porque dicen que la guerra química está prohibida.
Angelicos.
Buenas noches, y buena suerte

In God we trust….and in the devil as well

Me acuerdo de lo que decía el bueno de Jean Paul Sartre, el gran estrábico existencialista, cuando daba su idea del diablo:
-El diablo son los otros.
Así que en una de sus obras de teatro…Huis clos, a puerta cerrada en su versión española, imagina el infierno como una habitación cerrada en la que los personajes, dos mujeres y un hombre deben estar juntos toda la eternidad mortificándose.
Recuerdo a Adolfo Marsillach, a Nuria Espert y a Gemma Cuervo en el Poliorama de Barcelona. Tendría yo dieciséis años, y se me quedó grabada aquella visión del “diablo-mayordomo” y del triángulo que al montarse debe durar toda la eternidad, cierto que no es un triángulo corriente, ya que deberá tener la pareja de “enamorados” como testigo de su ¿amor?, a una persona que odian. Incluso, cuando les abren la puerta, prefieren seguir allí.
Bien por el nihilista, es una aburrida forma de presentar el infierno, un poco cutre incluso, si me apuran, pero el bueno de Sartre, a través de su obra llena de pesimismo, en su intención de creer dar un atisbo de libertad al ser humano, al eliminar la vida eterna, y con ello la manipulación que las amenazas y supuestos premios que las religiones ofrecen a sus seguidores, no consigue más que construir una angustia creada por la propia existencia.
Se olvida Sartre, al presentar su obra Huis clos, que si su diablo/mayordomo representa un papel para la humanidad, forzosamente debe existir su contrario, es decir, un dios. Las fuerzas no deben estar descompensadas, ya que si su diablo en algún momento hace algo positivo, cambia su rol, y si no lo hace, si su comportamiento es eternamente en la misma línea, es a la vez dios y diablo, ya que sus actos no serían parangonables con lo que cualquier calificación sería imposible.
Hace mal Sartre en declararse ateo, y crear un personaje que representa al diablo. Pero qué le vamos a hacer, era un representante de la Gauche Divine, y le perdonamos hasta que renunciara al premio Nobel, aunque fuera pecado de soberbia, ciertamente.
Santo Tomás, en su Summa Teológica, ya habla de los ángeles caídos, afirmando que su pecado de soberbia, podía ser casi de autoidolatría. Bueno.
Siempre he pensado que de todos los pecados capitales, el peor considerado es la soberbia, es decir, la rebelión, como el deseo de conocimiento y de omnipotencia que la misma Biblia en el Génesis atribuye a los primeros humanos, y por el que seguimos pagando en este ¿valle de lágrimas?.
Algunas interpretaciones del magisterio postconciliar del Concilio Vaticano II, han sido consideradas por ciertos teólogos como la negación de la existencia del diablo, pero me temo que papas posteriores, se han apresurado a comulgar con San Agustín, por ejemplo, y dejar clara su existencia. Lo ha hecho, según creo, PabloVI, y el actual Papa Francisco.
También Benedicto XVI, abogó por su existencia, ya que Juan Pablo II, de alguna forma la negaba, acercándose más a Kant definiendo cielo e infierno no como lugares, sino como estados del alma.
Satanás, llegó a decir, está vencido, ya que Jesús nos liberó de su temor. Creo, sin atisbo irónico por mi parte, que “La Congregación de la doctrina de la fe” que presidía Benedicto XVI, se le venía abajo sin demonios que perseguir, ni mal que acorralar, pero eso es harina de otro costal.
Siempre me ha gustado el dicho popular de ponerle una vela a Dios y otra al Diablo, que no deja de tener un significado teológico campechano muy interesante. La competencia es buena, y la convertimos en oligopolio con el Mazdeísmo. Ahura Mazda, el Dios, necesita la adición de la figura de un fiscal, de un enemigo, Ahriman, y así se cerraba el círculo.
Posiblemente en nuestra tradición judaica, la contraposición a Yavé de un enemigo, de un diablo, que trasciende al cristianismo como el creador del mal, pero no del mal puro, sino como contraposición a la obra de Dios, que tampoco es el bien puro, son dos elementos de fuerzas equilibradas librando su batalla en todos y cada uno de nosotros.
Esta tradición persa del mazdeísmo, posiblemente se trasladó la religión judaica durante el cautiverio en Babilonia…va pensiero. Y quizás provenga de la India, o de los cultos egipcios, en donde también hay fuerzas contrapuestas, el creador y el destructor, que a la vez da la opción al primero de seguir con su obra, y al segundo de destruirla en un recorrido “ad infinitum”.
Hasta las religiones solares (Sol Invictus) como los cultos mitraicos, tienen su opuesto, tienen su nacimiento y su muerte diaria, los ciclos deben mantenerse con el nivel de complejidad que se quiera.
Necesitamos al diablo tanto como necesitamos a dios, so las dos caras de la misma moneda, y además están ambos en nosotros, como mantenía Juan Pablo II, pero con el añadido de la trascendencia a nosotros mismos que sugieren las interpretaciones que ligan cielo-infierno, dios-diablo a un lugar casi físico. Puede estar en una de esas dimensiones paralelas de las que nos hablan los físicos teóricos. La complejidad de la existencia está fuera de nuestra comprensión, o al menos de la mía.
Todos tenemos un poder de creación, a la vez que un poder de destrucción, en nosotros mismos, y aunque queramos negar a veces su existencia, están en nosotros, a niveles quizás desconocidos, o en niveles rutinarios, pero nuestra concepción dual del entorno con su calificativo de bueno o malo, de conveniente o inconveniente, de positivo o negativo, hace que continuamente perdamos la perspectiva real de nuestro entorno.
Nos es difícil al analizar un hecho, no juzgarlo y clasificarlo de inmediato, decidiendo si está del lado de dios o del diablo, sin darnos cuenta que siempre, cualquier hecho, cualquiera es en esencia neutro, somos nosotros quienes lo demonizamos o lo deificamos, además, las más de las veces sin análisis.
Ya he comentado en anteriores ocasiones el hecho de que rechazo los “ismos” y los “istas”, así que de la misma forma que estoy separado de las liturgias del lado de dios, también los hago de las liturgias del diablo, ya que pienso que la única liturgia está en nosotros mismos, y no nos debe ser dada de forma externa. Eso se llama adoctrinamiento.
Así, que a este nuevo dios, el del billete del dólar, debemos contraponerle una fuerza similar, que pueda destruirlo para que nazca de nuevo, y tengamos los ciclos que necesita la existencia.
Ese posiblemente sea el origen de nuestra crisis de valores, que está devorando a la sociedad de la era de Acuario, ya que no aparece diablo que nos haga considerar, con fuerza, el no adorar al dios dinero de la era nuestra. No se me ocurre un diablo con la suficiente fuerza que no sea la cultura sin ataduras, pero me temo que el portal de Belén ha sido alquilado a un grupo hotelero por una buena cantidad de dinero, y la cultura universal, no tiene sitio donde nacer.
Buenas noches, y buena suerte

In God we trust….others pay cash, Credo in unum Deum

Es un viejo chiste de bares americanos, ya sabéis, ¡Aquí no se fía!. El famoso lema de los billetes de dólar siempre me ha parecido una declaración de intenciones milenaria, es la última elevación del monoteísmo en su forma de becerro de oro.
Las cosas no son nunca casuales, el lema apareció por primera vez en una moneda americana allá por 1864, una moneda de dos centavos, en pleno mandato de Abraham Lincoln, y con el Sur casi derrotado. Fue una moneda de dos centavos.
Hasta 1956, Eisenhower, no cambió el lema “E pluribus unus” de los Estados Unidos en el escudo, por “In god we trust”, con lo que cerró el círculo iniciado con la declaración de creer en el Dios dinero, a pasarlo a lema nacional.
Como he dicho muchas veces, no creo en casualidades, y esa unión del dinero, el lema de una nación, y la creencia en un Dios, me parece humanamente peligrosa, y creo que se diseñó de forma consciente.
Eran lo años del “American way of life”, las casas americanas en urbanizaciones impolutas, los “haigas” por las calles, los primeros grandes deportivos ronroneando por la interminables autopistas que unían estados. Las famosas interestatales. Con un oficio sencillo tenías aparentemente una vida cómoda, una lavadora, un lavaplatos, y cine por las noches a un “pavo”, con palomitas.
Cierto que Eisenhower había ganado una guerra, que se había desarrollado en otras tierras, Alemania y Japón destruídos, Rusia solamente un problema ideológico y militar controlado. Eran los verdaderos amos del Universo, con todo el poder, con el mejor ejército.
Eran los tiempos de la guerra fría, se cerró en falso la guerra de Corea, empezó el avispero vietnamita, y los desastres humanitarios en Laos y Camboya. El Dios de “in God we trust” estaba venciendo.
Siempre he creído, que no hay nada más antiliberal que creer en un solo Dios, sobre todo porque su definición ha sido siempre confusa para mí. Podemos hablar de una fuerza creadora, de un origen de las cosas, de un pulso que hizo expandirse a la materia, y en una de sus múltiples y aleatorias combinaciones dio lugar a lo que entendemos por vida los humanos.
Podemos pensar en una Fuerza que controla el Universo, pero nuestro antropocentrismo hace que empecemos a circunscribir la idea al las calidades del ser humano y al ecosistema que nos rodea.
No sé por qué, pero el común de los mortales acabamos confundiendo a Dios con las teorías religiosas, con las normativas morales, y consecuentemente con diferentes grados de sumisión al final, así que empieza a gritar que hace esto o aquello, en nombre de Dios, que hay que proteger a Dios, que hay que luchar y morir por Dios….”In God we trust”, que hay que confiar en Dios.
Lo más chocante de todo esto, es que nadie tiene clara la idea de Dios. Se tiene la idea que las confesiones religiosas nos han inculcado en nuestro adoctrinamiento, y se tienen claros los ritos que hay que hay que seguir, la moral a la que hay que subyugarse, voluntariamente, claro. Pero la idea abstracta, no se la he oído a muchas personas.
Recuerdo cuando el Profesor Satorras, en sus clases de filosofía, pugnaba por desasnarme intentando que entendiese los postulados de Tomás de Aquino, que demostraban la existencia de Dios, y algo se me quedó, que si el primer motor inmóvil, la causa sin causa, la esencia la existencia , la jerarquía de las cosas , el orden del Universo.
No voy a ponerme en plan teólogo, no es mi intención, es mi recuerdo de la filosofía de sexto de bachillerato del plan 56, y se me quedó corto para entender que de todas esas causas enunciadas por el filósofo italiano al principio del siglo XIII, llevaban a un Dios que es una idea, no a la idea de Dios que las diferentes creencias religiosas intentan introducir a sus seguidores.
Creer en Dios se ha transformado en algo complejo si se trata de separarlo de las religiones, que desde mi punto de vista lo que transmiten es una especie de héroe con superpoderes, alguien, (no algo) capaz de crear, de destruir, de vengarse, de amar, es decir con todos los atributos de los seres humanos pero en plan superlativo.
Para eso nuestros ancestros egipcios, griegos, germanos….transformaban la Cosa en un creador de dioses, y luego cada una de esas creaciones tenía una función que daba la posibilidad de una adoración, o una fuente de deseos. Lo malo fue la intransigencia de los monoteísmos, que aunque se mitigó con los santos, los profetas, no dejaban de retratar ese pasado de creencias de nuestros ancestros, aunque se introdujo el elemento del, llamémoslo, Dios dictador, suponiéndole una cualidad humana que podía infundir terror si te alejabas de Él .
Hoy, decimos en el billete de dólar, “in God we trust”, y lo ponemos en la orla del escudo del Imperio. Es un nuevo Dios, moderno, terrible, agresivo, frío, pero que despierta amor, ya que todos quieren poseerlo, que construye más que crea, pero que nos aleja de la idea que deberíamos tener cuando alguien nos pregunta ¿qué es Dios para ti?, y estemos forzados a centrarnos en la idea, no en la funcionalidad, no en la moral de la religión, sea esta cual sea, incluída la religión del poder, de la ambición, de la bondad, de la guerra o del amor.
Así que al quitarle a Dios los atributos humanos, con que lo hemos dotado, que cada uno se pregunte, que es lo que queda, y si se ve algo, eso quizás sea la divinidad.
No podemos pensar que en el objeto de adoración “urbi et orbe” que es hoy el dinero, está todo lo deseable, y que fuera de él esta el llanto o el crujir de dientes, pero es muy difícil evitar esa idea, somos nuevos “Gollum” abrazando nuestro tesoro, nuestro saco de monedas, nuestro anillo de poder.
La única posibilidad que nos queda de una posible apostasía, es el aislamiento de la pobreza, y la ignorancia a que nuestro entorno nos someterá como el peor castigo que a seres gregarios que somos pueda condenarse.
El siglo XXI, nos ha traído el esplendor de los nuevos Sumos Sacerdotes de la religión del “In God we trust”, y nos dedicamos a admirarlos, a intentar copiar el garaje californiano, o la tienda de modas gallega, ¿qué más da?. Ellos en nombre del dios al que adoran, nos ofrecerán como sacrificios de sangre para elevar “ad infinitum” su comunión suprema. A Él seguirán adorando, estableciendo la moral que nos permita ser acólitos de su religión. Fuera está el llanto y el crujir de dientes
Buenas noches, y buena suerte