Es lo que tienen aquellas de las que te enamoras, no puedes hablar de ellas con ecuanimidad.
O estás absolutamente ciego por el ataque devastador de la hormona, o te lanzas contra ella con una furia, digna de mejores empresas.
Cada vez que vuelvo me duele un poco más, reconozco que lo de «L’amour fou», quedó ya en un tintero en el que no volveré a mojar la plumilla.
Lo que no hay que hacer con los amores, lo hice. Esperé más de lo que me quería, o podía darme, y acabó cabreándome, y no un poco, un mucho, ¡voto a Tal!.
Recuerdo que de niño, cuando me emborrizaba por aquel Pueblo Nuevo, y paseaba un día excepcional por el Paseo de Gracia, (a palo seco, claro), era como tocar el cielo con los dedos. Los edificios del Apeadero de Gracia, las zanjas de la calle Aragón asomado a las barandillas de Bruch o Lauria, esperando que me sorprendiera el vapor, o el humorro de las Mikado que arrastraban el rápido de Madrid, o el lento de Valencia, que tanto daba.
Recuerdo, algún domingo, una horchata en el Tío Ché cuando mi padre conseguía a la vez algo de dinero en el bolsillo, y un día de fiesta.
Ya de adolescente, La Alianza del Pueblo Nuevo, o el campo de Júpiter, al lado del Juan de Austria, donde me desasnaban mientras lo construían…..Sr. Anglada, que le traemos la pizarra
-Pasen ustedes que hoy andamos con Euclides y las avezadas mentes de mis muchachos, no necesitan del tal elemento.
Antes la Muntsan….la literatura me la daba un chavalito conquense, que nos hablaba de su ciudad, e intentaba que conociéramos a León Felipe. ¿Se acuerda Vd. Sr Del Pozo?. Raulete le llamaba la canalla a la que se dirigía, con notable éxito. Por cierto Don Raúl, ignoro si por otras razones, quiere Vd. olvidar aquella etapa, pero en lo que me atañe, agradecí sus lecciones y no me hubiera importado que algo de aquella época, hubiera salido en su curriculum. En fin, son sus cosas.
Los tiempos eran cutres, los tranvías de Badalona nos traían y llevaban a la calle Trafalgar, y de vuelta a PedroIV con Bach de Roda. La guerra había acabado hacía ya más de veinte años, y aquello no arrancaba ni a empujones.
A Pedralbes y la Bonanova, solo se iba a visitar a los tíos ricos, Don Julián el comerciante, el del Siglo, y Don Paco, el latinista.
Luego a que nos pelaran al baloncesto los de la Salle Bonanova, o los de la Avenida Pearson. Estaban mejor alimentados, no había nada que hacer.
Me gustaba mi ciudad, con su Raval prohibido, (no te metas por Robadors). En Escudillers es donde se esconden los maricones, cuidadín.
Ya de más mayor transgredí un poco, curiosidad juvenil, nada más. Saqué la cabeza por allí, no me llamó la atención…y a otra cosa. Era un lumpen muy cutre.
Los trenes de mercancías cruzando por Colón cuando iban del Bogatell al Morrot, con el mozo delante, banderita roja en la mano, avisando a la peña, que no se cruzara.
Los merenderos de la Barceloneta, o las cloacas del Bogatell. C’Antunis (Casa Antúnez entonces), simplemente no existía en mi geografía.
Alguna subida al Tibidabo, los muñecos mecánicos, el avión y la atalaya. De la montaña del castillo, había malos recuerdos en casa, y tampoco iba.
La ciudad era literalmente una mierda. Pero yo me iba enamorando de ella, sin darme cuenta, era como yo, de barrio, vapuleada por el Régimen. Nos entendíamos.
Yo me tuve que ir, y ese mismo día, dieron la muerte del dictador en la tele. La pirenaica lo había hecho un par de semanas antes. Allí supe cómo no quería morir.
A poco, alguien dijo aquello de “¡Posat guapa!”. Y fue como si le hubieran, de pronto, crecido las tetas. Del capullo, salió la mariposa que se nos había escondido durante tantas décadas. Hasta el metro llegó a los barrios pobres. Estaba anonadado, allí estaba ella, sugerente, limpia….y amable. El archivo de cortesía de Cervantes, se expresó en aquellos meses anteriores y posteriores a las olimpiadas del 92.
Estaba enamorado de mi Barcelona, y ahí me lo dio todo. Vivía lejos pero procuraba estar en ella por cualquier motivo, por cualquier razón. Ya no había trenes por Colón, el 70 y el 71, junto con el 45 eran ahora elegantes autobuses, el metro, hasta casa, las cloacas del Bogatell, ya no se veían, y pusieron una preciosa playa donde antaño acampaban los gitanos y desembocaba el gran colector central. Nunca me bañé en la Marbella, una paella como mucho en el Puerto Olímpico.
El siglo XXI empezó una separación con la que yo no contaba, nos llevábamos muy bien, y disfrutábamos el uno del otro.
Iba a mi Boadas, tenía mi mesa en Vía Veneto, rezaba en Santa María del Mar, iba a la ópera a mi sitio de siempre en el Liceu y departía en ese catalán barcelonés que horroriza «als segadors del Baix Amporda», pero a ella y a mí, nos valía, y si se hablaba en castellano, pues bien también….Who cares?
Pero los políticos, decidieron que era demasiado bueno para todos, quisieron tomar el poder ¿para los de casa?, y lucharon con todas sus fuerzas para conseguirlo.
Y lo que han conseguido, ha sido que el Archivo de cortesía que fue la ciudad, su cosmopolitanismo, y su aspecto de bella moza de los noventas, se haya resquebrajado, ha involucionado, se ha hecho provinciana, vendida a no sé quién, pero ya no es ella.
Nos aguantamos, pero le veo el plumero, fracasada la operación Forum, (els fills de la Bonanova no han comprat a la Mina), la última remodelación de las Glorias y los taxistas que ni hablan catalán ni castellano, que les tienes casi que llevar tú, porque solo conocen la Plaza de Cataluña y las Ramblas. En las tiendas del Paseo de Gracia impera el japonés como lengua vehicular, hemos conseguido arrebatar el público de Lloret y lo hemos traído a Las Ramblas. Hasta mi Liceu, de vez en cuando me sorprende mal….pero eso es harina de otro costal.
Seguiré rezando para que el ciclo, de nuevo, le quite ese aire de Castellfullit de la Roca, imperante en la ciudad, y se vuelva a mirar en los espejos de quienes deberían ser sus iguales. Las grandes ciudades del mundo.
Ahora, que si la derrota no cambia, habrá que abrir de nuevo el Doré y el Salón Rosa, ir a misa a La Concepción, y pedir que acristalen la calle Aragón para ver pasar los trenes eléctricos.
Buenas noches y buena suerte.