Comerse la materia remota de la Santísima Trinidad

 

Nos cuenta el Padre Coloma en uno de sus cuentos, que un jumento muerto de hambre y sed vió una gavilla de treigo al borde del camino, y le dio una dentellada.

Fue suficiente para que el consejo de los animales le condenara a muerte, como responsable de los males que sacudían al bosque, que pelear con el veneno de la serpiente, la astucia del lobo, y los dientes del león no era buen negocio. Un borrico era barato, y se calmaba al pueblo sin tocar el bolsillo de los poderosos.

Y es lo que me parece le ha tocado a esta pobre Cristina con alma de robaperas, que se creyó que el pueblo la amaba, que se creyó había alcanzado su magistratura por méritos propios, y no se enteró de lo que estaba pasando, y de quién era el cortijo en el que andaba arando.

Ahora ya lo sabe, y quizás si el resto de los mortales nos fijásemos solo un poco, no demasiado, solo un poco, en cómo está repartido el cortijo patrio, entenderíamos perfectamente lo que hay.

Y es que Cristina era un capataz, solo un capataz, útil para los señores, pero inútil si creía que podía convertirse en adalid de la limpieza moral.

La vida es así, está llena de esos errores de apreciación que conducen a una persona a la ruina personal, aunque no sea ruina económica, y a sus cincuenta y cuatro tacos, pasará a prejubilada de lujo, vamos como si fuera apoderada del Santander. Que no se queje, que conozco a más de uno que le ha ido peor.

Yo no sé si consultó con su señorito antes de ponerse a levantar las miserias madrileñas de los Grandes de España que pululan por Madrid, creo que no, que el jefecito gallego seguro que le habría indicado que comenzase a asegurarse de que los trenes de cercanías iban en hora, y que contase bien los autobuses que dan la vuelta a la manzana mordida de la Puerta del Sol, que si tenía que andar en una de esas, ya le dirían.

Ni lo sé ni me importa, y si han conseguido derribarla, solo ha sido porque era fácil, y sobre todo porque la pobre Cristinita no tenía las fotos de éste o aquél en el fondo de su cajón. Una lástima, pero que no lo olvide, ni ella ni nadie.

Por mucho que lo haya creído, o lo crea aún, (que peores casos de empecinamiento se han visto), nunca trabajó para el pueblo de Madrid, la pusieron ahí, simple y llanamente por su calidad de “vaut rien”, y con la esperanza de que Esperanza no saliera demasiado tocada de los desmanes de la nobleza. Y punto.

Y así habrá de seguir la cosa, que si el capataz no es eficiente, no hace caso al amo, o lo que es peor, muerde su mano, se le da una patada en el casto (o no) trasero, se pasa página, y a otra cosa.

Así, que nadie se me escandalice, que Doña Cristina, la hija del general, no entendió que es eso del poder, que quizás por un momento pensó que lo tenía, es más que podía ejercerlo, incluso que podía poner en marcha maravillosos planes para solucionar los pufos anteriores, que si Franco duró lo que duró, fue entre otras cosas porque no tocó el bolsillo de los Grandes de España, de la Nobleza, que tanto quiere a su pueblo y tanto le debe.

Y siguiendo con la historia, no puedo menos que sonreir cuando me hablan del poder del pueblo, del poder que el estado democrático le otorga al mismo, y es que somos como Cristina, como Doña Cristina, que nos creemos cualquier historieta que salga en los telediarios, y además nos permitimos el lujo de discutirla, es decir discutir sobre el montaje de un montaje.

Francamente, llegado a este punto, prefiero discutir si Joselito o Belmonte, si Messi o Ronaldo, que por los demás orificios nos van a dar pero con ganas.

Así, que cuando me envían mis amigos la foto de un desplegable colgado del patio de una Facultad granadina, no sé si reir, o entristecerme.

El desplegable muestra una foto de Stalin con la llamada de ¡En defensa de Stalin! ¡Universidad obrera! ¡La UGR accede al chantaje fascista!¡ no nos callarán! ¡Viva Stalin! ¡Viva el marxismo-leninismo!.

Los amos de este país deben estar satisfechos, que es lo mismo que los muchachos aprueben el curso, el master o el doctorado. La consecuencia es de que no sirve para nada, para nada absolutamente, que el siervo de la gleba debe estar donde está, que la hija del general sirve para que la esperanza no se dañe, para que los privilegios sigan donde están, que el reparto del solar patrio siga con los esquemas que se han mantenido siglo tras siglo. No hay más queridos míos, no hay más, o yo no lo veo.

Para ti la electricidad, para ti la distribución de alimentos, para ti la banca, para ti los seguros, para mí las infraestructuras. Y luego ya hablaréis del reparto local en provincias, que seguro hay muchos compromisos que atender y muy buena gente y muy cristiana que deben sacar a sus hijos adelante.

Seguiremos nuestra andadura que no es muy diferente a la de años atrás, de siglos atrás, y nos creeremos que los méritos de esto o aquello son nuestros, y que tenemos poder, que vivimos en democracia. “Pardalets”.

Y me vienen a contar los ilusos republicanos que lo del borbón aquí, que lo del borbón allá, y no se dan cuenta de que sim comen es porque quedan aún migajas en la mesa del señor conde. Por cierto otro Cristinita el tal señor Conde, que se metió donde no debía a hacer las cosas que solo pueden hacer los amos. Errores de apreciación acostumbro a llamar a esa figura.

Por lo demás, sin novedad en el frente, que la sociedad civil ya tiene en quién ensañarse, que ya hemos quemado a otra bruja en la plaza Mayor, y mientras dure el olor a carne quemada, nadie nos va a fastidiar demasiado. Hasta la próxima.

El populacho tiene su sangre.

Con su pan se lo coman

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