Crónicas desde Boadas

Cuando te sientas en tu rincón de Boadas con el Negroni en la mano, ves el mundo de otra manera, y ahora que los turistas se alejan prudentemente de la ciudad, vuelven los parroquianos de toda la vida a tomar sus sitios.
Y es que los de Costa Cruceros recomiendan a los clientes andar con cuidado por la ciudad, que les puede alcanzar un independientazo en plena cocorota, y eso a lo mejor afecta a la cuenta de resultados de la naviera.
Parece que se te pone la cara de aquel periodista de gabardina que solo sabía inventar una noticia después del cuarto daiquiri, es lo que dan estos tiempos en los que la mediocridad es como la de los últimos siglos, extensa.
Decía el gran Albite, que con el paso del tiempo, los recuerdos van quitando el sitio a la esperanza, y me temo que, como en casi todo, llevaba razón.
La visión de lo que me rodea, cada vez está más influenciada por las cosas que pasaron, se pierde el sentido de los por venir, que además tiende a mirarse con un cierto pesimismo.
Quizás porque empiezas a sentir que tras tantos años de patear el mundo, a la hora de contarte las heridas ya no queda sitio para una más, no crees que valga la pena tomar el riesgo de perseguir un sueño, cuando empiezas a ser consciente de que o no queda tiempo, o no quedan fuerzas, o no quedan ganas.
Parece que ya sabes lo que vas a encontrar en la cumbre de la montaña, y no apetece subir tan alto, ¿para qué?, es como el sentimiento de repetir curso una y otra vez como el cobaya en el cilindro móvil de su jaula. Al final sabes perfectamente a donde estás llegando, pero no sabes para qué subiste, si conocías el paisaje, el paisaje que nunca cambia, o que sin cambiar aparentemente cambia a cada instante. Cosas de los filósofos griegos, ya sabéis.
Y hoy, como ayer, miras las noticias que se abren delante de ti en los periódicos, y ves que la gente sigue en su movimiento continuo, sin ir a ninguna parte, repitiendo las historias que has visto, que has leído desde que tienes memoria, eso sí, con diferente música, que algo es algo.
Habrá que sentarse en el sillón a ver si consigues no dormirte con el hastío que produce la sucesión de acontecimientos, manidos, tristes, aburridos, tanto que te apetece salir a gritar aquello de ¡Yo maté a Kennedy!, con tal de que te dejen en paz, que no se va a poner uno ahora en plan informe Warren, para demostrar que una coalición de los servicios secretos cubanos y la CIA, en el diseño, y una mano ejecutora de la Cosa Nostra, fueron los facedores del entuerto.
Ni eso, ni pensar que Azaña instauró lo del tiro a la barriga, o que el infarto fatal de Maciá, lo heredó Companys, a quien también rompió el corazón el pelotón de fusilamiento.
Pero si miras al movimiento durante más de diez décadas, todo sigue exactamente igual, a lo mejor los coches brillan un poco más, pero a nadie le importa, que apenas queda sitio para la esperanza en nada, tras tantos siglos viviendo lo mismo.
Y Chuchita está diciéndole a Borja Mari cuánto le quiere, pero no le dice a cuantos más se lo está diciendo en ese momento desde su teléfono inteligente, como nadie sabía cuántos billetes llevaba su mucama a cuántos caballeretes.
Pero Borja Mari, tampoco se estaba quieto, y al final o no pasa nada o un poco de orgullo herido, como mucho.
Nuestra sociedad está vieja, los recuerdos le han quitado el sitio a la esperanza, como mucho, alguien tiene algún gramo de esperanza en un décimo de lotería, pero todos saben que es esperanza vana, los recuerdos son los que te lo indican, y dejas de lado a la esperanza, que los recuerdos han llenado el espacio, como dice, o decía, el bueno de Albite.
A lo mejor es que la sociedad va aumentando su presbicia, poco a poco, de forma inexorable, y no ve ni de cerca ni de lejos, simplemente se palpa, y no vale extender los brazos para facilitar la lectura, no vale.
Quizás haya que buscar algún niño de los pocos que nos van naciendo por aquí, de esos que solo tienen recuerdos genéticos, no intelectuales, ¿qué más da?, quizás ellos aún tengan esperanza, la esperanza del que se sube a una patera, de la que se deja violar para cruzar el desierto y saltar con el bebé en brazos las cuchillas de las vallas de Melilla, o del Río Grande, o de cualquier isla mediterránea en las que la esperanza es sustituida por el recuerdo.
Ya sé qué dirá la derecha en el parlamento de acullá, pero también sé qué dirá la izquierda, y los del centro, que se me perderán en recuerdos, que cerrarán la esperanza de tantos y tantos.
Pero a nadie le importa al final lo que hay o lo que viene, que nuestra vida es mitad egoísmo, mitad sueño, y cuando te acercas al entorno, ves que las cosas, las parejas, los amigos, son solamente de dos clases:
Las que te causan remordimientos, y las que te causan rencor, porque nada lleva intrínseca la felicidad de largo recorrido, lo decía aquella bossa nova, “Tristeza nao te fin, felicidade si”.
Y es con lo que tenemos que pasar estos caminos que nos llevan desde la cuna al nicho, pero tampoco es importante, que el problema, a veces, es que no nos damos cuenta que está en cómo nos enfrentamos al hastío, a la rutina, que es lo que decía un amigo mío:
-Deberías tomarte cualquier relación seria como si fuera un ligue de una noche, o de una hora, eso no deja recuerdos, y ahueca espacio para la esperanza, y es que el mayor sueño al que puedes acceder es quizás que cuando estés haciendo el amor tu pareja aunque sea un par de segundos no tenga su cabeza en otra cama.
Así, que deja correr todo, que al final todo esto no es más que un brevísimo orgasmo con dos decimales.
Y que ustedes lo recuerden