Desde la frontera

Te levantas por la mañana, y te das cuenta que de golpe, choca el invierno con la primavera, choca el sur con el norte, que no sabes de qué forma se te van a quedar las cepas que tienes sembradas en tu jardín para hacer el vino del año.
No importa, y es que la sensación de que el sur empuja está muy presente, el norte pone barreras de hielo, como esas que salen en la serie esa de los tronos, y no nos damos cuenta que la vida está en el sur.
Somos muy borricos, pero no importa, está bien, que contra las vocaciones no se debe luchar, nunca, de ninguna manera, y el norte ha decidido hacerse viejo y suicidarse.
Parecemos el Señor Scrooge de Dickens, en pos del dinero, de la soledad, y de la supuesta seguridad que a lo mejor creemos que nos ofrecen ciertos principios morales y amorales, sobre los que imaginamos se sustenta nuestra sociedad y por ende, nuestra existencia.
En África, la población se dobla cada quince años, en el norte la población, sin los que nos llegan emigrando iría hacia atrás, y tan felices, no nos importa, de hecho poco o nada nos importa, que dicen, y es verdad, que estamos viejos, y los de Iberdrola van a prejubilar a tres mil quinientas personas para rejuvenecer plantillas, para bajar salarios de paso, para hacer que las opciones de los señoritos que mangonean sobre el precio de la acción se revaloricen convenientemente.
Nadie lee esas cosas que tienen una cierta carga de obscenidad implícita, a la que los más jóvenes no prestan atención, sumidos en la pantalla del teléfono listillo, y los más mayores miramos con cierta condescendencia, con hastío, diría yo, aburridos de tanta manipulación, de tanto interés económico realmente ajeno a los intereses de todos y cada uno de nosotros.
No, no nos damos cuenta, o lo que es peor, no nos importa, que a lo mejor el indio navajo ese que de vez en cuando sale en los videos que te mandan por todas partes y nos recuerda que el oro no se come, y que lo que vale es el agua de los ríos, el verde de las praderas, y todas esas cosas bonitas que, así, aisladas nos hacen sentir en estado de elevación, nos hacen sentir que nuestra relación con el planeta es adecuada, y soñamos con ríos cristalinos en los que podemos beber directamente sin que haya peligro de E.coli, S. fecales, o bichejos similares.
Pues no, vamos a dejarnos de sueños provocados, pues a poco que leamos las estadísticas que caen de tapadillo por ahí, veremos que el mundo tiene varias tendencias terribles:
– La población tiende a concentrarse en las grandes ciudades a velocidades que las están dejando inservibles. En las mayores urbes del mundo, retos tan sencillos como el suministro de agua están empezando a ser un verdadero problema, y si no mirad como en Ciudad del Cabo, en Roma, en Beijín, en Ciudad de México, sin ir más lejos, los ciudadanos van a tener que beberse sus orines, no mañana, hoy mismo. Pensaremos que el orín propio tiene propiedades terapéuticas y así tan felices.
– De la contaminación ambiental no es necesario hacer el gran panegírico, se hace solo, no pasa nada, nos asfixiamos lenta y constantemente, y tan felices.
– Los miles de toneladas de deshechos que abandonamos día a día empiezan a ser ingobernables, no hay quien lo recicle de forma inocua, ni aquí ni en Alemania, así que de Nairobi de Shangai, de Bangkok, ni hablamos, ¿para qué?.
Pero la tendencia es imparable, que en el campo no llega la señal de Internet de alta velocidad, el telediario se ve fatal, las series de la tele no las puedes comentar con casi nadie. Un desastre, que te quedas aislado, con tu sentido gregario por desarrollar, una verdadera angustia.
Y la alternativa, tremendamente inteligente es conseguir que la gente pueda trabajar como mucho esos veinte o veinticinco años que van desde el final del último master que necesitas para el curro, hasta que te viene la prejubilación, cuando empiezas a hacer bien tu trabajo. La gestión de recursos humanos se te lleva por delante de forma impía, y así no cumples el mínimo de pensiones, con el ahorro que eso significa para el Estado (suena a l’etat cest moi, señor presidente).
Pero no te preocupes, haces tu plan de pensiones, de esos que pierden dinero cada año, que dejan comisiones en las gestoras, y que cuando los rescatas, el señor Estado, te liquida a marginal el IRPF. Tú a lo tuyo, ahorra de los ochocientos euros brutos que ganas al mes, no seas manirroto, que te dejamos a cambio vivir en una maravillosa ciudad en la que no funciona el transporte ni público, ni privado, que llena de mierda tus pulmones, que no tiene agua para beber, que te asaltan por la calle, que pagas por ese dudoso privilegio una increíble fortuna, fuera de cualquier razón.
Puedes ser feliz, mira la pantalla de tu móvil, ahí está dios, o uno de ellos al menos, que debes estar conectado, que eres el eslabón necesario para que esta rueda nos siga haciendo sentir que hay movimiento, que hay progreso, que prefiero el telefonino que el agua para ducharme.
No podemos olvidar que los recursos están lejos de nuestras ciudades, y desde luego que a quien cumple no se le ha olvidado. Y es que Europa no puede alimentarse con su producción local agrícola, pero China tampoco, ni posiblemente USA o Japón, de forma que tenemos que buscar y comprar, lo más barato posible las tierras del Sur, y el ello estamos.
Me cuesta ser profeta y analizar el futuro de nuestra amada Gaia, pero la tendencia es que muy pocos tendrán a disposición los elementos vitales suficientes para llevar adelante una vida desahogada, ya es así, pero me temo que será peor cada vez, sobre todo por la deshumanización que supone la adoración única al becerro de oro.
Si llevaría razón Fray Luis de León en aquello de
“Qué descansada vida
La del que huye del mundanal ruido
Y sigue la escondida senda
Por donde han ido
Los pocos sabios que en el mundo han sido
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Del monte en la ladera
Por mi mano plantado tengo un huerto…”
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Y la vajilla de fino oro labrada
Sea de quien la mar no teme airada”
Lo que pasa, es que los huertos que quedan, querido Fray Luis, los están comprando a marchas forzadas los chinos y los árabes, con el dinero de tus ahorros.
Con su pan se lo coman