El Altiplano boliviano o alto Perú

Titicaca, Tiahuanaco, Puma Punku

Al Titicaca, subí casi a empujones, exagerando un poco, claro. Es un espacio magnífico, un mar interior creado por los movimientos telúricos de la interacción de la placa del Pacífico y la placa Andina…..pero eso ya lo sabe todo el mundo, está en Wilkipedia, en el Espasa, en el Larousse, e incluso en la British, así que busquen sus gracias que este espacio es para otra cosa.

Llevo unos días hecho una ruina por esto de los casi cuatro mil metros que me rodean, no es que me maree, me duela la cabeza, no….lo que parezco es un osito perezoso, de esos que se mueven a 10 metros por día. Pero es lo que hay, y en el Titicaca no iba la cosa a ser menos.

La parte boliviana tiene poco que enseñar, aparte de cuatro cutre tiendas de recuerdos para turistas despistados, o con la mochila aún con sitio, es el famoso “ya visto” que al viajero de hoy día le persigue por todo el mundo. Hemos enrasado por abajo, y en todos los sitios las cosas son las mismas, sin margen a la sorpresa.

Un monasterio a una virgen negra, y las vistas del lago en un entorno de dejadez, es lo que te ofrece Copacabana, junto a un reducto para mochileros, que creen estar descubriendo el mundo.

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Paseíto por el lago, la isla del Sol, piedras ancestrales de posibles templos precolombinos, pero tan descuidados, que si no fuese por el paisaje que te rodea, no tendría sentido estar allí.

Copacabana, istmo de chamanes, sincretismo a favor de esta “Moreneta” local, cuatro coches a ser bendecidos, y poco más.

 

El país da de sí lo que puede, y no es mucho. Los caminos, ciertamente no te llevan a Roma, el riesgo es pasar directamente a inframundo en unos de los baches de la carretera, el masaje boliviano, creo que se llama.

Cerca de la capital, y parece que estés cruzando Gambia, o los poblados de carretera de Zimbawe. Ya lo he dicho otro día, es lo mismo, y me temo que con los mismos resultados de miseria, a pesar de que la sensación es de una actividad febril.

Cierto que un atardecer sobre el lago es una maravilla, pero sobre el lago Leman también. No quiero comparar, pero creo que el lado peruano tenía algo de más auténtico, no sé.

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De vuelta a La Paz, esta ciudad aturullante, entré a ver el templo de los franciscanos que lo tengo a la vuelta de la esquina, y debo de constatar que el entorno no me impulsó a meditar. Dorados por todas partes, cuadros sucios por el humo de varios siglos, altares barrocos, donde al parecer, solo importaba cuanto oro cubre las paredes. A la calle pues, y dejemos a la orden mendicante con sus riquezas y ostentación.

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Y en la calle, en la plaza, espectáculos callejeros, a la gorra, para pagarse el viaje o la pensión, no lo sé, pero con mucha gente viendo lo que pasaba, y disfrutando como niños. El ambiente bullanguero, donde se mezclan locales con foráneos, y en esas fui a enterarme de donde sale el vestido que muchas mujeres indígenas llevan.

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Las faldas amplias con multitud de combinaciones debajo, no es más que una herencia de los vestidos que usaban las españolas en los siglos XVII y XVIII, junto con el calzado, que al fijarme, no es otro que las manoletinas que pueden aparecer en los pies de cualquier torero.

¿Y el bombín que me gastan?, ¡Ay el bombín!, de la mano del ferrocarril llegó allá por los finales del XIX…que lo hicieron los británicos, y las señoras lo adoptaron, sin encomendarse a Dios ni al Diablo. En cualquier caso, es estupendo verlas a ellas tan dignas con su pollera y su bombín.

Uno de los objetivos de este viaje, que no el único, era acercarme a la extinta civilización de Tiahuanaco, que cubrió casi tres mil años de la historia del Altiplano, desde las orillas del Titicaca, hasta el mar, y a la Cordillera Real de Los Andes.

Los restos que hoy quedan, son muy escasos, porque nos referimos a la arqueología, que muy posiblemente en el corazón de estas gentes muchas de las costumbres, creencias, e incluso ritos, procedan directamente de esa civilización.

De nuevo remito a mis lectores al enciclopedismo para entrar en detalles de lo que significó esta cultura, que desde 1500 antes de Cristo, hasta 1200 de nuestro tiempo, y con unos cinco períodos diferentes, según la clasificación que han dado historiadores y arqueólogos, tuvo una influencia enorme en la zona.

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Su final, es un misterio, si por final entendemos el abandono de los pueblos y las ciudades, que según cálculos llegaron a tener casi sesenta mil habitantes, lo que a la vista de estas tierras es una barbaridad.

El expolio a través de los siglos ha sido brutal, ya que su final no se sabe realmente a qué se debió. Posiblemente a alteraciones del clima, que hicieron inviable la supervivencia, forzando a los pobladores a buscar otros asentamientos.

Lo que se guarda en el museo es una pobre muestra de lo que pudo haber existido, aunque la visión de la puerta de sol, o de los templos que se alineaban con la estrella del sur dan una sensación de que una cultura importante estuvo casi tres milenios en el Altiplano.

La famosa puerta del sol es algo magnífico, a pesar de que no se encuentra en su lugar original, con inscripciones que pueden ser hasta un calendario religioso, relacionado con las fechas importantes, solsticios y equinoccios, que corresponderían a los ciclos de las cosechas.

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La llegada de los incas, y posteriormente de los españoles, fue tras la desaparición de estos sitios. Un poco como el abandono de los templos Mayas, que por cierto tiene cierta coincidencia en el tiempo.

Es muy interesante constatar que las construcciones son similares a las de Cuzco en la calle Hatun Rumiyoc, o en las afueras en el sitio de Sacsayhuamán. Enormes piedras encajadas entre si perfectamente, que no podemos imaginar hoy en día como se pudieron ensamblar, o siquiera transportar, ya que las canteras, están a bastantes decenas de kilómetros.

Es similar a muros que he visto en la isla de Pascua, donde el manejo de las piedras es también hoy un misterio.

Por último, mi asombro visitando el sitio arqueológico cercano, de Puma Punku, ha sido constatar que bloques de posiblemente más de cien toneladas, estaban formando el suelo de los templos, con marcas de ganchos, lo que sugiere un transporte desde más de treinta kilómetros, sin que se sepa cómo pudo hacerse.

Aquí no hay animales de carga, la llama apenas puede transportar 20 kilos, y teorías de deslizamientos sobre arcilla mojada se me hacen difíciles de asumir.

Para añadir más misterio a la cosa, hay unas piedras pulidas con ángulos perfectos, de una roca llamada andesita, que no se me ocurre como han podido hacerse a la vista de los materiales que se exhiben en el museo. Parecen cortes hechos con láser, y no exagero.

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Es un tema abierto a la especulación, y aquí desde Von Danikken, al Dr. Jiménez del Oso, o los más modernos que se dedican a estas cosas, se hacen sopas imaginando que tecnologías procedentes de una galaxia muy, muy lejana, a bordo del Halcón Milenario, fueron los que realizaron estas maravillas que lo son.

Yo como soy muy bruto, me quedaré con el misterio de algo excepcional que hoy por hoy no tiene una explicación aceptable. Esta gente, asombrosamente no dejó libros de instrucciones, no hay escritura, así que de piedra Rosetta, nada. Champolion habría hecho aquí un pan como unas tortas.

Anímense sus gracias, y sin prisa, piensen en acercarse por estos parajes con los ojos y el corazón abiertos. Seguro que aprenden mucho, o abren un mundo interior de preguntas.

Buenas noches y buena suerte