El apocalipsis en tinieblas

Se despierta uno un sábado cualquiera, de esos en los que el sol se ha quedado dormido, y todo son dificultades psicológicas para abandonar el dulce lecho, pero, gracias a las rutinas (Yo no tengo ya obligaciones, solo me quedan las rutinas) y haciendo un esfuerzo sobrehumano consigo poner el pie a tierra.
Te levantas, sacas lo de musulmán que aún corre por tus venas, y vas presto a tus abluciones, que no a tus oraciones, que estoy muy mayor para eso y no soy el Don Guido machadiano, ni en mi baño tengo marcado el Este.
Se abre ante mi una larga mañana, que debes tratar de llenar con algo que no te aburra demasiado. Difícil, pero no imposible, buscas en la discoteca, y encuentras al protegido de Don Luciano, “Il cieco Bocelli”, que se pone a cantar unas arias de esas que hasta los bebés tararean en la cuna. Pero ya me vale.
Que sí, que la “donna” sigue siendo “mobile”, “malgré” las feministas al uso, esas que aplauden cual posesas, cuando las lleva el presupuesto oficial al palco del Liceu, se enfrentan al Rigoletto, y ven que el quinto piso se levanta con el ¡bravo! en la garganta, con el último do de pecho del Villazón de turno.
Pero no estoy para estas cosas, que no sé por qué los dedos me han llevado hasta el opúsculo ese de Don Józef Teodor Konrad, en el que un lechuguino sube el Río Congo, hasta llegar al “productor” de marfil, a Mr. Kurtz. Y lo que son las cosas, que una te lleva a la otra con facilidad, y cómo no, llego al otro Kurtz, al coronel que monta su secta en el confín de Camboya y Vietnam, Coppola dixit.
Pienso que una de las mejores mezclas que se han dado en el Imperio, es la de los italianos que en segunda generación nacieron hablando inglés, pero que llevaban en sus genes los milenios de educación y tradición del otro Imperio, el antiguo, el de verdad, el que hacía romanos a los galos, a los iberos y a los escoceses no, que eran incivilizables, y los dejaron para los presbiterianos, que si se atrevieron a saltar el muro de Adriano.
Y tipos como Coppola, Scorcesse, Puzo, Cimino, De Palma o como Sinatra, Minelli,o Di Carpio (estos en menor medida), o como otros muchos con esas características, que hasta premios Nobel hay (siete), han sido capaces de filtrar la cultura puritana con la romana, infinitamente más abierta, crítica, y por supuesto humanística.
Voy directo a lo que hizo nuestro Coppola con la obra de Konrad, y como la utilizó para hacer un tratado de usos y costumbres como a Konrad no se le hubiese ocurrido nunca, aunque seguro que tampoco lo pretendía, y que independientemente de sus orígenes Ucranio/polacos, fue, al final un viajero de los siete mares, que adoptó el idioma del Imperio Británico, y buena parte de su moral.
Coppola, se atreve a presentar su obra, a poco de la vergonzante salida de Vietnam de las derrotadas tropas del Imperio, sin ahorrar casi nada de lo que llevó a esa derrota que empezó con otra derrota, esta vez del orgulloso ejército francés en Dien Bien Phu. No hablaré de muertos de uno y otro lado, no hablaré de las barbaridades que hicieron los hijos de los puritanos que quisieron controlar aquello, no hablaré de lo que significó para la sociedad americana de Boston a San Diego y de Miami a Seattle.
No hablaré del desprecio con que se percibió el trato que a los excombatientes les profesó su Estado, del racismo que en ese trato se manifestó, y además de la discriminación que se percibió a la hora de reclutar ricos y pobres.
El capitancito alcoholizado que remonta el río para buscar el templo de Kurtz, consigue tener su conversación con el coronel, que sabe perfectamente que viene a matarle, y tiene que escuchar del boina verde aquello de “Nuestra sociedad ha decidido enseñar a nuestros jóvenes a matar, es más les anima a ello, pero reciben un castigo si escriben “puta” en las letrinas”.
Pues sí, querido coronel, nuestra sociedad, que ahora con eso de la globalidad y las redes sociales, distingue poco de culturas, está llena de gente castigada por escribir en las paredes, o como decía el otro pollo, “Hay gente que puede robar un caballo, pero otros van presos por mirar la brida”. La herencia puritana de Calvino, el asesino de Servet, ya que me pongo.
No es para disculparlos, pero es lo que mamaron al principio de su historia, que cuando llegaban los vikingos a sus costas no era para civilizarlos, era para rapiñar, simplemente, y eso se les debió quedar, ya que aunque los romanos llegaron para darles lengua, leyes y construcciones, eso no se les quedó.
Y ahora, ahí están, que quieren que todo el mundo sea una república presidencialista democrática hasta las cachas, puritana a ser posible, que los ciudadanos se conozcan entre ellos, para ejercer el mayor control posible en sus comunidades, y negar el pan y la sal al que no vaya el domingo a escuchar al pastor y, por supuesto, deudora de Wall Street si es posible.
Tan democrática sociedad, quizás debería haberse planteado, preguntando a los pueblos que ha atacado de forma tan impune, si querían tener una sociedad como la que les querían imponer, si estarían dispuestos a renunciar a sus dioses, a cambio de asistir a al sermón dominical del pastor de turno, pasar de comer arroz o carne de cabra, a degustar un KFC, o Mcburguer.
Y sí, que la geopolítica importa, que no vamos a dejar que Mao o Kruschef se salgan con la suya, que son unos ateazos y además estaban promocionando estados totalitarios y expansionistas, y eso sí que no. Https://www.mtholyoke.edu/acad/intrel/pentagon/pent14.htm
Consultar este enlace, donde podréis ver el punto de vista del Pentágono, y justificar la ayuda a los gobiernos del sur de Vietnam, posteriormente en 1964 del envío de tropas, para parar el avance de los comunistas malos.
Como colofón repetiré una vez más el alto precio que hemos pagado al recibir la ayuda de los Estados Unidos en la segunda guerra mundial, que seguramente compensa si pensamos lo que representaría vivir bajo un régimen nacional sindicalista, o directamente comunista. Pero eso es ciencia ficción, lo que nos queda es saber que seguimos gobernados por minorías, que nuestra voz ciudadana no llega a hacerse realidad casi nunca, que somos una línea de una página excel en nuestra empresa, que se puede borrar, y casi no se nota en la última linea de la derecha. Que se compra y se vende nuestra intimidad con cookies o sin cookies, y nuestra persona es otra línea en las grandes bases de datos del consumo mundial.
No sé si preguntarme que es lo que de verdad importa, pero hoy, escuchando a Bocelli lo que me viene es la miseria del Imperio hijo de presbiterianos y puritanos, que se empeñan en que todo el mundo piense como ellos, invaden para destruir, invaden para aniquilar las poblaciones que se encuentran. (Ahora si lo digo, en Vietnam los americanos mataron entre uno y tres millones de personas en veinte años, es decir entre cincuenta y ciento cincuenta mil personas al año).
No quiero pensar que el teniente coronel que interpreta Duval en la película, y que arrasa un poblado desde los helicópteros al son de la cabalgada de las Walkirias, al que el olor a napalm por la mañana le “pone”, o se empeña en hacer surf bajo el fuego enemigo no sea una clara expresión de la arrogancia anglosajona, con su sombrero del quinto de caballería, en honor del General Custer, empeñado también, por cierto en el exterminio de poblaciones autóctonas.
No sigo que me cabreo