El catorce de abril, y el dieciocho de julio

Dos fechas nefastas para la historia de España, que en casa celebramos durante muchos años.

En el bar Chile, sin faltar a la cita bianual, que se cumplió religiosamente desde los cincuenta hasta los sesenta del pasado siglo, según el registro inexacto de mi memoria.

El bar Chile, estaba junto al cine Chile, como todo el mundo debería saber, allá donde se cruzan el Paseo de San Juan (hoy posiblemente Passeig de Sant Joan) y la calle Rosellón (Carrer Roselló), de la Barcelona de mi infancia y adolescencia.

Recuerdo unos jardincillos realmente útiles en las tales celebraciones, ya que  la fiesta, además de mis abuelos Luis y Marina, se unían sus hijos, (mis tíos, y madre) sus respectivos cónyuges, y los cabrones de mis primos, que son un cielo, pero hay que escribirlos así.

Año tras año. Niño, ¿qué quieres? una bebida imperialista seguro que decía, y mi madre, o mi padre, o cualquiera de mis queridos mayores, seguro que contestaba, vale, una para tu hermano y para tí, a medias.

Vale, yo reparto, y él elige. ¿No hay para unas patatas fritas de esas de bolsa pequeña?. No me acuerdo, pero seguro que unas veces había y otras no, y ¿a quién le importa hoy?

Recuerdo a los mayores enzarzándose en esas peleas interminables, que tanto han gustado siempre en casa. La discusión como placer, y como expresión, al final, del cariño que aquel pequeño grupo de siete mayores y cinco niños no ha dejado de profesarse, década tras década.

Nunca se habló (creo) de política, sí de algún libro, de alguna película que en reestreno preferente, en el mismo Chile, o en el Bailén, o en el Niza, alguien había visto.

Pues a mí las españolas no me gustan nada, o las del oeste son las que de verdad me emocionan….ese Alan Ladd, que se muere tan bien, o la mala leche de la Maureen O’Hara, hasta que venía John Wayne y la calmaba.

La última sesión de teatro en Radio Nacional después del parte, fue preciosa. Pues a mí lo de Matilde, Perico y Periquín me gusta ponerlo, porque a los niños les encanta…o los cuentos de Tambor, cuando vuelven del cole al mediodía.

Nunca gustó Ama Rosa, tampoco el consultorio de doña Elena, que cuando decía aquello de «Hija , deja a ese chico que no te conviene, tú eres joven y bonita y no te han de faltar oportunidades», hacía que mi madre se partiera el pecho de risa.  ¡Será cursi la tía esta!, a ver niño vamos a repasar la cuenca del Ebro….Alagón, Cinca, Gállego, y Segre. Por la derecha el Jalón con su querido Jiloca, y los melocotones de la vega.

Pero ¿a quién le importa?. De las noticias, no se hablaba, ¿para qué?

– Son las diez de la noche, conectamos con radio nacional de España. El parte. Quince o veinte minutos de exaltación de los valores nacionales, alguna reseña internacional, en plan que malos son los rusos, y Dwigth Eisenhower, visita nuestro país. Señores radio oyentes, son las diez y cuarto de la noche, bajen el volumen de su receptor, respetarán el decanso de sus vecinos, y comprobarán que la audición radiofónica es perfecta.

¡Niño!, no te alejes mucho, no sacudas a tu primo, no pises el césped….¿cuánto es?. Bueno nosotros nos vamos a coger el tranvía de Pueblo Nuevo a la Plaza Tetuán, que se nos hace tarde y vienen cada hora.

Así se celebraban esos días, esos catorce de abril, y esos dieciocho de julio, año tras año.

Una vez, tras varias de esas sesiones, un camarero, o un empleado, o el dueño del Chile, preguntó…..la primera parte de la pregunta en voz baja, la segunda en voz natural, quizás un poco elevada.

Ustedes celebran el catorce de abril todos los años. ¿son republicanos?. Había que tener cojones para celebrar en la Barcelona de los cincuenta la tal fecha. Pero claro, estaba el dieciocho de julio, y eso tenía al pollo confundido, ¿celebran también el glorioso alzamiento nacional?

Pues no, la cosa no estaba para emociones socio-políticas. La República había condenado a muerte a mi abuelo, y Franco, hizo lo propio. Problemas de ser mando de la Guardia Civil en Barcelona. Salvó el pescuezo de milagro, y aunque perdió su carrera, y tuvo a su familia en el límite de la miseria y la desesperación, pudo sacar humildemente la cabeza gracias a la ayuda de compañeros.

No, por ahí no iban los tiros de la celebración. Nada que agradecer a regímenes políticos que asesinaron a compatriotas, por ideas, por pensar que las cosas deberían ser de esta o aquella manera, tú por cura, tu por rojo, tú por patrón, tú por obrero.

Voy a la plaza Tetuán a coger el tranvía de Pueblo Nuevo, que sino he de bajar hasta el Arco del Triunfo a coger los de Badalona, y con los niños es un incordio. Ya sabes como vienen de llenos.

El Doctor Robert, aún dormía en un almacén olvidado.

La cosa no estaba para tartas, pero sí para besos, que les dábamos a mi abuelo Luis, cuando celebrábamos que  el catorce de abril de 1888, su madre lo trajo al mundo en la lejana Baeza. Se tardaba más de un día de tren en llegar hasta allí, y de hecho no se conseguía con precisión, que la estación era más Linares que Baeza.

Y se repetía la historia tres meses y algo más tarde, cuando celebrábamos que un lejano dieciocho de julio de 1900, en las costas de Ceilán, a bordo de un barco japonés, el Sadu Maru, su madre filipina, dió a luz a la hija de aquel coronel de caballería que volvía de la perdida Filipinas, tras la traición y muerte de Pepito Rizal.

Así que pasados tantos años, que, por favor, nadie me pregunte si soy de derechas, si soy de izquierdas, o si juego de centrocampista. Creo que la profesión de político es, con muy pocas excepciones, la peor forma de desarrollar una vida.

Buenas noches y buena suerte.