El esclavo-ciudadano

Las noticias corren que se las pelan, y sobre todo las falsas, que llevan colgadas alforjas de intereses enormes y llenan bolsillos ajenos a costa nuestra, lo que tiene poca gracia.

No sé muy bien por qué pero desde que la crisis famosa puso patas arriba el sistema bancario con las trampas de las “sub prime”, los incidentes relativos a la gestión bancaria no ha hecho más que hacerse plato de cada día.

No voy a detallar ninguno de los casos que conocemos perfectamente, desde as burdas maniobras de nuestras Cajas de Ahorro en todas y cada una de sus versiones, pasando por las multas que les han caído a tantos y tantos bancos de los más importantes del mundo por prácticas indeseadas en casi cualquier área que cubra la actividad profesional de esas entidades.

Uno que es poco hábil y de natural poco fino, no ha podido, por menos que enterarse de las maniobras del Deutsche, de la UBS, de HSBC, y de los palos que les han dado, eso si sin que las tales entidades se vieran fuera de ninguno de sus mercados, y pudiesen seguir con sus prácticas estupendas.

Hoy me levanto con la historia del tema del lavado de cupón, práctica tendente a no pagar impuestos sobre los dividendos de acciones, como corresponde, y cómo no, la banca, la gran banca en el puro medio, como siempre, como casi siempre.

Y la cosa sigue, que ahora le dan la razón en los juzgados esos del supremo para que el ciudadano siga apoquinando ese impuesto tan miserable que te exige el poder para poder vivir en tu casa, algo, por cierto, tanto o más español que las tapas o la siesta.

Que la cosa no es tanto quién paga el puñetero impuesto, si no a cuenta de qué debe existir, que sobre eso el banco también cobra intereses de por vida al incluirlo en el total del crédito hipotecario. Nadie se me alarme.

Y la sensación de andar navegando de forma continua entre lo que sobra del robo institucional es agobiante. Y es que se nos roba por activa, por pasiva, por parte de las instituciones, públicas o privadas, y lo que es peor, por parte de muchos de los individuos que las gobiernan.

Gracias al tribunal supremo nos hemos enterado de que hay por ahí dando vueltas un impuesto que me temo es injusto, que la gente cree que el banco debería pagarlo, y ahí se equivoca, que al final lo pagamos siempre nosotros, con intereses si es parte de la hipoteca, a pelo si lo liquidamos directamente a la hacienda pública, como tantos y tantos impuestos que giran alrededor de la compra de una vivienda.

Solo sé que desde que el mundo es mundo de lo que no se han librado esos ciudadanos/esclavos que somos nosotros es del pago de impuestos al poder, que ya sabemos lo que pasa con las grandes corporaciones que realmente controlan el dinero, que no pagan.

Tendré que llegar a ser na de esas corporaciones, que por pagar hasta se pagan impuestos sobre las pensiones modestas que reciben los ciudadanos que llegan a cobrarlas. Está bien.

Mientras tanto, procuraré no cabrearme demasiado aunque llueva y me digan que no sabemos recoger esa agua en nuestra vertiente mediterránea, que viene muy guarrilla, con mucho barro y porquería, y es que en los últimos cinco mil años de lluvias torrenciales y civilización tecnológica, aún no se nos ha iluminado la bombillita.

Porque al final, como decía el otro día es que no somos capaces los ciudadanos/esclavos de este siglo veintiuno de enterarnos de lo que sucede fuera de la caverna, no somos capaces, no queremos o no nos dejan emprender el camino del conocimiento, el camino del iniciado, el que nos conduce al conocimiento oculto, al conocimiento esotérico, que ese está reservado a los grandes brujos, ¿verdad Señor Soros?

Serán cosas de la gobernanza, que uno es muy modesto, y debe aprender a dejar el paso a los patricios, a los nobles, a los magos, a los reyes, a los sumos sacerdotes, (no confundirlos con el mosén de sopa y olla).

Sobre todo no hay que olvidar que estamos a su servicio, que estamos a recibir las migajas de sus mesas cando se les caen y que el mayor delito que hemos cometido es el haber nacido.

Pensaba en los números ocultos, esos de los que la cábala seguro que se ocupa, por ejemplo el número de personas que sufren enfermedades que tienen remedio, por falta de recursos económicos, o el número de muertos que se producen por no limitar la velocidad de los automóviles, no en las carreteras sino en su diseño. No tiene sentido permitir que haya vehículos que puedan circular a mayor velocidad que la permitida por la legislación. Nunca lo he entendido, a no ser que considere en la ecuación elementos de enriquecimiento ajenos al usuario, y relacionados con el fabricante y su afán por vender velocidad.

Claro que renunciar a la recaudación por multas de tráfico, tiene también lo suyo. Que el dinero que deslizan los amos en nuestros bolsillos debe permanecer lo menos posible en la tal ubicación.

La Luz, el conocimiento no está hecho para los mortales, que el peyote solo lo pueden tomar los chamanes, y los estados alterados de conciencia al final tampoco nos llevan a la Luz.

Quizás sea necesario un nuevo Prometeo, que espero no deje las cosas en “promesas” y realmente arrebate la Luz y el Conocimiento a los Dioses/Amos y lo reparta entre los humanos.

Pero me temo que la cosa quedará navegando entre las palabras del Príncipe Salinas:

“Hagamos que todo cambie, para que todo siga igual”.

Pues eso