El funeral del cielo y los Torajas

COL_1090Los ritos funerarios hablan mucho de los pueblos, y es algo que desde que el hombre está sobre la tierra, ha sido parte fundamental de su cultura.

Hoy me gustaría dar un pequeño repaso por dos de los ritos funerarios que más me han llamado la atención, de entre los que he conocido viajando por ahí.

Básicamente, las dos formas de honrar a los muertos, pasan por la conservación o no de los restos del «Fu». Liberarlo del cuerpo que le ata a la vida, o dejar el cuerpo cerca de la familia, para así, mantener su memoria de una forma más o menos cercana o bien facilitar el reconocimiento del cuerpo por el espíritu en caso de necesidad.

El rito del funeral del cielo está ligado a la cultura tibetana, y a mí me pareció absolutamente enternecedor, a pesar de lo aparentemente difícil de entender para nuestra cultura.

Cuando muere la persona, se prepara un altar y el oficiante descuartiza el cuerpo, siguiendo un rito preestablecido, en el que se llega a aderezar el cuerpo.

De lo que se trata es de atraer a los buitres, así estos animales devoran al cadáver, llevándolo al cielo.

Los restos óseos que no son devorados, los recoge la familia los pulverizan y los preparan de nuevo,aderezándolos convenientemente, con una harina «tsampa» para que los buitres acaben llevando al cielo todo el cuerpo del muerto.

En algunas comunidades, en el momento de la muerte, se intenta concebir un nuevo ser dentro de la familia, en la creencia de una reencarnación inmediata.

El concepto de liberación del alma del cuerpo que la contiene, junto a la creencia de una reencarnación, a mí me parece  reconfortante para los que se quedan.

Una visión totalmente opuesta a estas prácticas se dan entre los miembros de los Torajas de las Célebes. (Sulawesi)

Cuando alguien fallece, al «Fu» se le mantiene en su habitación rodeado de sus cosas, hasta que la familia reúne el dinero para llevar a cabo los complejos ritos funerarios. Es tan caro el rito que en ocasiones, las familias venden campos de arroz, casas, y piden dinero a familiares y amigos.

Hay que comprar un buey, como el de la foto, un bicharro de casi una tonelada de peso y un precio que puede costar a la familia varios años para conseguir la cantidad necesaria.

 

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Cuando al final se puede comprar el buey, se organiza una fiesta funeraria, con asistencia de todo el pueblo, donde se honrarán también a los otros fallecidos que en el período se hayan producido.

 

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El recinto puede acoger a quince o veinte funerales, las familias están en una especie de «palcos» donde reciben regalos, (yo regalé unos cartones de tabaco) y ofrecen comida y bebida a los invitados.

El recinto es circular, de unos cincuenta o sesenta metros de diámetro, y allí se sacrifican los bueyes, cerdos, y en algunas ocasiones pelean gallos.

La muerte del buey, es para que el animal acompañe al muerto a su paraíso, (el Puya), y en función de la riqueza de la familia, más animales se sacrifican.

Todo esto está acompañado por cantos, bailes en una ceremonia con predominio del color rojo de la sangre y los vestidos.

Los Torajas piensan que el alma no abandona el cuerpo de forma inmediata, y que el tránsito es algo complejo, que puede durar años. De esta forma mantienen una especie de muerto viviente en casa.

Claro que la cosa no acaba aquí. El cuerpo es trasladado a cuevas donde se deposita, o en ataúd o simplemente envuelto en las telas de momificación que lo han mantenido en su casa durante años.

En los acantilados de las cuevas, se colocan unas efigies de los finados realizadas por artesanos de la comunidad, como muestro en la foto.

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Posteriormente hay que hablar con los canteros que deben hacer una especie de menhir ( ved foto), que se planta en un bosque de menhires. Y ahora si, requiestcat in pace.

 

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Si muere un niño, al que no le haya salido aún el primer diente, la ceremonia es preciosa.

Se pone el cadáver en el tronco de una árbol, que lo llevará hacia arriba. Es la forma de retornarlo a la madre tierra.

Otro día hablaré de otros ritos, y de las diferencias entre las calidades si de pobres o poderosos se trata, que no todos debemos ser tratados de la misma forma.