El Mandarín

Es muy humano eso de pensar que lo correcto es que mi mierda la acarree otro, no está mal, ciertamente no está mal, pero además de insolidario, al final acaba el argumento volviéndose contra quien lo esgrime.
Y digo esto por una razón fundamental, ligada a un estudio que se ha publicado recientemente, y en el que explica lo que ha hecho el mundo occidental para disfrutar de sus cachivaches, bien baratitos, y cuales son sus consecuencias.
Un artículo publicado hoy en El País, y firmado por Don Manuel Ansede, se hace eco de una publicación del economista chino Dabo Guan, aparecido en Nature, una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo.
Parece ser que la fabricación a bajo coste, esa que hemos ido poco a poco desterrando de occidente y que ha recalado en China, entre otras muchas cosas desprecia los problemas que producen al medio ambiente, sus emisiones, sus vertidos, y claro, la realidad que es tozuda como una mula, te devuelve a la puerta de tu casa la porquería que has esparcido en el viento.
El artículo se ciñe a la producción de partículas de diámetros inferiores a 2,5 micras, (milésima de milímetro), que se asientan en los pulmones, en los alveolos más concretamente, y que pueden pasar al torrente sanguíneo, sin mayores problemas.
Al parecer hay cálculos, que indican que en el año 2007, más de tres millones y medio de muertes prematuras en el mundo, pueden tener su origen en estos contaminantes, pero el drama aparece cuando 411.000 de esas muertes estaban relacionados con bienes producidos en regiones del planeta diferentes, y consecuentemente producido por los contaminantes fruto de esas manufacturas.
Peor aún es el dato de que 762.000 muertes se producían en la región donde se producían los bienes que en su totalidad eran consumidos fuera de ella.
Así que el profesor Guan mantiene que unas regiones consumen mientras otras producen, y sufren los efectos en su salud. Me recuerda los muertos por silicosis en los valles asturianos, para que en Madrid tuviésemos calefacción. Son otras magnitudes, pero el concepto es el mismo.
Afirma de nuevo el profesor Guan:
“ Si el precio de los productos importados es bajo porque en las regiones de producción las leyes contra la contaminación son menos estrictas, entonces los ahorros de los consumidores podrían estar generándose a expensas de vidas perdidas en otras regiones”.
Nada nuevo, que ya Montesquieu nos recordaba, que sin la utilización de esclavos negros en la producción de azúcar, el precio sería inasumible para el “mundo civilizado”.
Desde el punto de vista más egoísta, la respuesta es bien sencilla: ¡Ellos sabrán!, que a nosotros nos encanta ver el cielo azul, pescar salmones en los ríos, y ver la nieve blanca en la cumbre del Aneto, sin ir más lejos, pero al final, cada vez que compramos un coche fabricado con acero chino, o utilizamos cualquier producto que haya sido producido con fuentes de energía “barata”, estamos de alguna forma matando a alguien, estamos matando al Mandarín, como hizo aquel empleado del Ayuntamiento de Lisboa, en el cuento de Eça de Queiros.
Si matas a alguien que no conoces, solo con desearlo, sin mancharte las manos alcanzarás la riqueza te propone el diablo, y nosotros hemos aceptado, sin pensar nada más que en nuestro dinero.
Y además, como estas cosas no se explican demasiado, que luego los líderes mundiales tienen que trabajar más de la cuenta, cuando el hecho es que aunque el Mandarín muera con las tales partículas dando vueltas por sus pulmones, y por su torrente circulatorio, hay otra parte importante, en los países impolutos, que también muere por esas emisiones, más o menos entre dos y tres veces las que ocasionan los accidentes de tráfico.
Así que quizás deberíamos pensar, y en esta ocasión en contra de lo que plantea Tito Trump, no en recuperar medios de producción baratos, si no directamente exigir que la producción de todo lo que de forma compulsiva consumimos en todo el mundo, esté sujeto a protocolos de fabricación que eviten no solo este tipo de emisiones, sino los salarios de miseria, la inseguridad en los sistemas de producción, y cualquier elemento que para ser producido en el mundo occidental requiera protocolos o sometimiento a leyes que nos hemos dado por estas tierras de consumidores compulsivos.
Que al final, todo se paga de una forma u otra, que la porquería te la vuelve a depositar el mundo en la puerta de tu casa. ¡Que si no hay esclavos el precio del azúcar es inasumible!.
Ahora que empezar a ejercitar acciones para que el azúcar de hoy en día se produzca sin esclavos, no parece tarea fácil, que quitar la esclavitud, es algo que aún no se ha conseguido, por mucho que digamos. Estadísticas mencionan más de 35.8 millones de esclavos ahora mismo en el mundo, (visitad www.findelaesclavitud.org) de los que el 79% son esclavos sexuales, y el 18% esclavos laborales. Que hace unos días se han detenido a tres portugueses por tratar “esclavos” en fincas agrícolas de Cáceres de forma mísera. (EFE Guarda Portugal, 10/02/2017).
Así, que para comprar azúcar, llevar un nuevo coche, y hablar por el último chirimbolo de la manzana mordida, necesitamos que trabajen esclavos (o al menos obreros en condiciones inaceptables en los países consumidores) necesitamos que los sistemas de producción sean agresivos con el medio ambiente, aunque luego llegue la contaminación a matar a casi tres mil personal al año en España.
Creo que deberíamos revisar un poco lo que hay detrás de las cosas que compramos, deberíamos considerar si hay esclavitud, muertes prematuras, y no solamente llorar porque nuestro puesto de trabajo se marchó a China, lo que ciertamente ha hecho mucho daño en Occidente. Hay más, hay mucho más, pero lo fácil es poner la dosis de azúcar en el café sin romper el presupuesto familiar.
No me toca a mí buscar soluciones a temas que son viejos como el mundo, que siempre ha buscado el ser humano el abusar de otros seres humanos para que su vida material fuera más placentera, y a lo mejor es lo que hay que hacer, aunque a mí no me parezca adecuado.
Pero debo confesar, que cuando me subo en mi coche, cuando abro una botella de vino, cuando compro algo barato, no pienso nunca en lo que hay detrás de la producción de ese acero, del humo que echo por mi tubo de escape, de cómo se fabricó la botella de vino y qué nivel de dignidad tenían los que recogían las uvas para mí.
Así que tendré que hacérmelo mirar, o callarme y no pensar, no sea que me pase como al funcionario del Ayuntamiento de Lisboa, que aceptó desear la muerte de un Mandarín de la China a cambio del dinero que le ofreció un espíritu maligno con poder.
Con su pan se lo coman

8 comentarios sobre “El Mandarín”

  1. Sería muy bonito dar con la solución y tener el valor de llevarla a cabo y cambiar el mundo
    ¡Te ha quedado estupendo el artículo!

  2. Hoy has tocado un tema peliagudo, recuerdo que en la asignatura de Ecología ya estudie que para que una población prosperase tenía que ser a costa de otra, que es lo que, normalmente, Occidente ha estado haciendo con las regiones ricas pero menos desarrolladas en la explotación de su propia riqueza, explotarlas y prosperar a su costa.
    Un abrazo

    1. Pues sí Enrique, así es, pero es que llevamos demasiado tiempo con los papeles repartidos, y esto deberá en algún momento equilibrarse…o no.

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