El señor Ortega, y sus dádivas

Gracias señor Ortega por intentar ¿regalar? trescientos y pico millones en chatarra de esa que se usa para curar una de las enfermedades más dañinas que pueden sufrir los seres humanos, muchas gracias de verdad, pero por una vez estoy de acuerdo con el gobierno que le ha sugerido a usted, a don Amancio el de los trapos, que utilice su dinero de otra manera, que por el momento en estos pagos, no necesitamos que nos diga usted en qué debemos gastarnos el dinero.
Teniendo en cuenta que usted, Don Amancio, no se gasta un duro en publicidad, vamos de esa que te interrumpe la peli de miedo, o la porno, que para el caso es lo mismo, ha hecho usted con esta historia un “study case”, digno de ser estudiado en Stanford, por lo menos.
Y es que se va a hablar de usted, y consecuentemente de su firma, mire usted, que hasta este mindundi lo está haciendo, pero es que este mindundi está literalmente hasta los cojones, y espero que mis lectores, entre los que me consta hay personas de piel muy fina, disculpen el exabrupto, de ese intento de fundaciones como la suya, y otras de pelaje similar, en brillar con el dinero que se ahorran de impuestos usándolo para hacer política, sea esta social, o de lo que a usted le dé la gana.
Mire, creo que si realmente quiere hacer usted un bien a la sociedad, empiece por poner orden en su casa, y quiero decir con esto que pague a la parte de empleados que tiene usted en semiesclavitud por todo el mundo, un sueldo…¿alemán?, si, me refiero a sus empleados, o a los que trabajan de alguna forma para su organización en Nepal, en Bangla Desh, en la India o donde sea que los tiene.
Y ya sé que es algo que podría costarle la compañía, que la competencia es muy mala en esas cosas, pero con su fortuna personal que ha salido de los lomos de todos esos ignorados seres humanos que trabajan para usted , si podría compensarles, sin quitarle un duro a los accionistas.
Trescientos millones de euros se gasta usted en publicidad comprando cuatro cacharros que dentro de dos años serán material obsoleto, y que además, por la razón que sea no han sido considerados adecuados por las autoridades sanitarias que los españoles hemos elegido democráticamente…¿es que quiere usted gobernar en la sombra, un poco más de lo que ya lo está haciendo?.
Puedo darle otra idea, si cree que subir la renta de los semiesclavos que trabajan para usted no le parece bien, y es que ya que le interesa eso del cáncer, dedique usted su fortuna a la creación de un instituto de investigaciones oncológicas que actúe a nivel global, y que ceda a la humanidad todos sus desarrollos, y por favor, no nos recuerde cuando lo haga que está usted detrás, será entonces cuando lo admire.
Lo demás es ostentación, y ambición de más poder, y yo no le he votado, Don Amancio, no le he votado para que interfiera usted en la política sanitaria de mi país.
También podría sugerirle que fuera usted casa por casa de ese casi treinta por ciento de españoles en riesgo de exclusión social, casi quince millones y cubriese usted sus necesidades, de forma anónima, claro, que con los casi setenta mil millones que dicen que usted patea, nos resolvía el drama, y a lo mejor ganaba algún cliente.
Pero no, queda mucho más bonito decir aquello de que me sobran trecientos y pico millones, y como ya tengo piso, apartamento en la playa, coche para mí y para la señora, y hasta un barquito, pues lo dejo para que la gente se cure del cáncer.
Creí que no lo diría nunca, pero estoy de acuerdo con la decisión del gobierno de sugerirle Señor Ortega, que evite usted el gasto, que la política sanitaria de la lucha contra el cáncer es un tema de la organización administrativa de un país democrático, y sus injerencias, como poco molestan, y realmente lo que hacen es ofender.
Y que conste que no le envidio Señor Ortega, no envidio ni su posición, ni su fortuna, ni siquiera su carrera profesional, que todo eso me parece muy bien, es más le aplaudo de corazón, y no dejo de adivinar mucho buen criterio en la historia de su vida, pero como le he dicho, no quiero que usted interfiera en la política de mi país, a no ser que usted se presente a unas elecciones con un programa que me parezca adecuado no solo para mis intereses, o se limite a ejercer su derecho a votar la opción que le parezca más conveniente.
Y dicho esto, permítaseme extender esta bronca al señor Gates, al dueño de Caralibro, y a tantos y tantos que usan su dinero para alardear de la limosna que dan, que si lo hicieran de forma anónima, que es como se da la limosna, nadie se enteraría más que el receptor del favor.
Todo lo demás son intentos de manipulación más o menos burdos en aras de mostrar el brillo personal, y los beneficios que tan generosas almas dan a la humanidad.
No quiero pensar en tanto bienhechor, cuando se han enfrentado, no ya a una crisis en sus empresas, sino a una posible reducción del dividendo, en la forma en la que han sacrificado a sus trabajadores, y ya sé que no fueron ellos en primera persona, que para eso ya tenemos el departamento de recursos humanos.
Así que por caridad, dejen ustedes de fastidiar con sus limosnas, limpien primero su casa, en el improbable caso de que no esté limpia, vayan a jugar al golf en su isla privada. Vuelen en su jet, también privado, o naveguen en su barco de cien metros de eslora, pero dejen que la sociedad tome las decisiones siguiendo las reglas del juego democrático, que para eso lo tenemos.
Así que ustedes disimulen

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