El terror a la hoja en blanco

Tantas veces hemos leído o escuchado a escritores, de esos que son profesionales, que tienen que escribir su página diaria para la revista, o deben entregar un par de capítulos más al editor para el próximo lunes  y , ¡buuuffff! la cabeza en blanco, que no viene la idea, o peor aún, que viene y no hay quien la plasme de forma coherente.

Recuerdo que Kubrik, llevó en El Resplandor , ese síndrome al extremo, haciendo que su escritor hiciera una novela de papel en blanco. La cosa acabó mal, claro.

Hoy estoy un poco en esa línea, salvando las distancias, claro, ya que ni tengo editor esperando un par de capítulos, ni el jefe de redacción del periódico donde no trabajo va a echarme una bronca, y dos días de empleo y sueldo.

Quizás haya sido culpa de  un día de perros en Madrid que me ha impedido salir a contar los frailes, y que me ha recluido en mi garibola, viendo como cuadrar la declaración de hacienda, después de que la Pepa de la radio diera por despertarme con un beethovenazo en toda la cocorota metiendo la quinta con Von Karajan riendo desde el otro lado. No lo sé, quizás una mezcla de todo.

Luego intentar organizar un poco mi biblioteca, que desde que se me murió el lector electrónico, y llegó su reencarnación, las cosas han cambiado a peor.

De cualquier forma, decir algo siempre se puede decir, y hoy echaré mano de eso que cada vez me molesta más, pero con lo que llevamos conviviendo bastantes décadas. Se trata de la intromisión de palabras de otros idiomas en nuestra fabla cotidiana.

Cierto es que con la proliferación de escritos, conferenciantes, presentaciones, discursos, radios, televisores, formas de expresión que te obligan a usar un número determinado de caracteres, y todas esas zarandajas, el idioma se ve sometido a un trajín que no era tal cuando   se circunscribía solo a los monjes de los monasterios que en una semana te pintaban una letra…. preciosa, eso si, pero una sola letra.

Así, que tenemos toneladas de palabras que han aparecido en nuestra lengua, algunas con tal fuerza, que han conseguido doblegar los, a veces, esclerotizados brazos de nuestros académicos, que al menos.por el momento, se defienden bien de los acrónimos.

Los ejemplos, por  si alguien se me ha perdido, son incontables. Hacemos Road show, cuando realmente son exposiciones itinerantes,  se usa make-up, en vez de afeites, o hacemos business en vez de negocios… bueno que voy a decir que no se sepa.

Hay personas, que han entrado en campaña para defender la pureza de nuestro idioma, intentándolo alejar de esos barbarismos, y en principio me parece bien, si no fuera porque es una práctica que se viene llevando a cabo desde que el mundo es mundo y por todas partes. Veamos.

El primer ensayo que me trague, justo acabando de leer por primera vez Moby Dick, fue un pequeño texto de Austral, «En torno al casticismo». By Miguel of Unamuno.

Reconozco en aquel libro leído, hace posiblemente más de cincuenta años, la causa de que no volviera a leer un ensayo en más de diez años, pero que también me dio la oportunidad de entender muchas cosas más adelante enormemente útiles para caminar por la vida

Entenderemos  con D. Miguel, que el  casticismo en el idioma, es esa jerga que los gremios utilizaban para entenderse entre ellos, y facilitar  tanto la salvaguarda de sus  secretos, sus técnicas, como el reconocimiento de sus iguales, y dentro del gremio, los diferentes casticismos, que diferenciaban a maestros de oficiales y aprendices….

De ahí se han derivado hasta sociedades secretas si me apuras, o simplemente profesiones en las que un posible intrusismo podía ser no solo incómodo sino hasta peligroso. Pensad por favor, en un abogado, cuando redacta un texto profesional que  el profano necesita que se lo interpreten, por no hablar de los latinajos que a la que te descuidas han aparecido en la conversación.

De los médicos y los científicos en general, ni hablamos. Han tenido que inventar la especialidad de divulgador para que el común de los mortales entendamos de qué hablan, o qué nos duele.

Las nuevas profesiones, o aficiones que han ido apareciendo durante los últimos ciento cincuenta años, como no podía ser de otra manera, han traído también sus casticismos, en general marcados por la zona del mundo de donde proceden en primera instancia. Así hablaremos de foot ball, no de balompié, ( a no ser que te pongas estirado) tirarás  un córner, difícilmente  un saque de esquina… gritamos goal, no  objetivo. Bueno suficiente.

Esto, si lo tomas con un cierto sentido del humor te puede llevar a situaciones chuscas como cuando te pones a comentar algo de ese deporte u otro cualquiera, que arrastra su jerga, su casticismo, con un neófito. No te entiende, de la misma forma que yo no entenderé cuando me hablan de semicorcheas, o cuando me dicen que el ataque del allegretto fue brillante.

Pues apliquémonos el cuento, los informáticos tienen su jerga, el mundo de la moda, la suya, el del deporte, también, el del motor, o los fabricantes y consumidores de goma de mascar, pues no son menos que los fabricantes de vidrio de Murano, o los tejedores de seda, o los militares.

Veamos el toque sociológico. Hace unos días  comentaba, de paso, (he evitado con elegancia el galicismo), que la lucha de clases había sido muerta, y enterrada, pero los humanos que somos muy nuestros, y gracias al cartesianismo, nos encanta pertenecer a algún grupo, clasificaditos y reconocibles, que para eso se inventaron las tiendas de camisetas del Atleti, en mayor o menor medida.

Los norteamericanos inventaron algo muy interesante en aquel ambiente de fin de la segunda guerra mundial, mientras se daban de tortas por el paralelo cincuenta y dos. «El american way of life».

En teoría, el sistema te recompensaba en función de tu esfuerzo, de tu ambición , en definitiva, de tu aportación al país. Está bien, porque eso permitió generar tiempo libre y crear grupos de gente a los que les gustaba el ejercicio, a los que les gustaba la pesca  o cualquier otra  cosa, y con ello, y su difusión mundial  exportaron también los casticismos que conllevaba la nueva situación. Porque la mayoría de las veces la afición era realmente nueva.

Donde antes las clases no se mezclaban, ahora los que no se mezclan son los runners con las fashion victims. Es lo que hay. Y no se puede pretender entrar en un grupo sin comprender sus jergas, sus usos, sus sentimientos en definitiva. De ahí que mi abogado preferido jamás podrá intervenirme un apendicitis, ni mi adorado cirujano, representarme en un juicio de faltas.

Por el momento, la suerte que tenemos es que los japoneses, son muy suyos, y los chinos apenas están saliendo del medievo, que si no también su jerga nos llegaría junto con cualquier cosa que puedan desarrollar y vender al mundo, y,pues ya ves, a meter expresiones escritas en casitas para hablar del nuevo juego de ordenador o de la forma de sacarle la pasta al vecino, que lo mismo da.

Así que no se me aturulle la concurrencia, y si Nadal le mete un ace al Federer, se disfruta, y si yo en el hoyo cinco me hago un hole in one, se me aplaude y a otra cosa.

Por último, si ves un texto, o una publicidad que no entiendes, no te preocupes, no está hecha para ti. Descubre al friki que llevas dentro, presentarte en ese círculo, y lo entenderás todo perfectamente, sin que a ti te entiendan un carajo los no iniciados ni falta que hace

Cosas de la Aldea Global.

Buenas noches and good luck

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