El tren de la mañana

Aunque me despierto temprano, no me gusta bajarme de la cama con la rapidez de mis tiempos de prostituto, cuando, a cambio de dinero vendía mi vida y mi tiempo a un grupo de ricachones que se escondían detrás de un nombre, de esos a los que se añade un Inc. de incorporated, y que cotizan en Wall Street.
Hay algo de perverso en ese acto, que no dejan de alabar todas las culturas relacionadas con la supuesta vida sana, el puñetero “ora et labora”, y no sé cuántas zarandajas más que nos salmodian desde enanos, para que nos vayamos ejercitando en el noble arte de la diligencia.
Y yo pienso, que si nos ponemos de acuerdo todos los esclavos que somos en este mundo, lo implantamos y santas pascuas. Porque miren ustedes lo que pasa cuando uno se despierta temprano, después haber dormido poco, y se encuentra a horas intempestivas encima de un tren.
Pues nada, que va lleno de esclavos, ¡qué diferencia con los trenes de las once y media!, que huelen a notario y a gente acostumbrada al tee del uno con tiempo suficiente como para acabar el juego a la hora del aperitivo de las dos y media.
A mí siempre me gustaba aquel personaje de Jardiel Poncela, o de Mihura, que me da lo mismo, que hacía el viaje en el expreso sin salir de su cama ni de su casa, con su mayordomo avisando de las estaciones, y de las incidencias del viaje….¡Ventaaa de Baños!, treinta minutos, parada y fonda.
Pero en estos trenes de casi madrugada, (que madrugás solo hay una en Sevilla, que lo demás son malos inventos), a la que te descuidas te ponen en la pantallita de la tele “Los últimos de Filipinas”, eso sí en colorines tecnológicos y sin cantarte el “Yo te daré”, que las cosas han afinado mucho en forma, que el fondo es el mismo.
De las cosas malas que tiene todo esto, es que uno se tiene que afeitar deprisa, que la ciudad te confirma que hay más coches que calles, y que en el tren van todos muy seriecitos pegados al móvil y a la tableta, como he hecho yo mismo durante décadas, mientras me recordaban el puto lema de los campos nazis, “El trabajo te liberará”. ¡Y una mierda!, lo que te libera es el dinero, esa cosa que ya hoy no sabemos lo que es, pero no importa, que si dicen que lo tienes, ya vale.
Que me acuerdo aún de los billetes marrones de cien pesetas con Julio Romero de Torres y su mujer morena, diciéndote aquello de que “El Banco de España, pagará al portador….”que hoy estamos sentados en una burbuja en la que nos creemos que las patatas valen tantos papelitos de tal color, y que mientras tengas apuntes contables suficientes en tus cuentas bancarias, todo va bien.
No, no me gusta el tren de por la mañana, que huele a prisa, a “lo siento cariño tengo una reunión en Barcelona”, llegaré, espero a tiempo de darle un beso a los niños antes de que estén dormidos, huele a esa vorágine en que el mundo nos ha metido apenas sin pedirlo, y casi se ve en las caras de los desplazados, que aquí no hay viajeros, esa añoranza que Bauman nos explica en su Retrotopía…
Pero así son las cosas, hoy no he echado la última cabezada con las noticias de las ocho, ni siquiera he oído como abrían los mercados bursátiles, pero sin embargo he visto ese movimiento de la ciudad que siempre me ha parecido cutre, duro, con olor a sobaco y con dolor de mucama llegando tarde a casa a limpiar la mierda de otros.
Mis amigos políticos siguen diciéndome que la macroeconomía va bien, y que con el proletariado ya verán qué coño hacen, que es un fastidio tener que escuchar cada día que no llegan a fin de mes. Y ser proletario ahora es algo cutre, que cuando se pedía, en otra forma de arrebatarles el fruto de su esfuerzo, que se unieran en una fuerza mundial, bien se sabía que fuera de esa consigna propagandística solo había ambición de unos pocos, que los demás son esos autómatas que cruzan la calle de buena mañana, y que esperan llegar a casa antes de que se duerman los niños.
No hay mucho más, que amaneces con los posibles sobornos brasileños, con que Tito Trump hace aguas, con que como siempre nadie hace nada, nada que no sea en su estricto progreso, y hoy como no estás en duermevela hasta que dé la hora de ir al campo de golf, pues te enteras de que el mundo es de unos pocos, muy pocos.
Pero siempre queda el consuelo para algunos de que ya es viernes, de que nadie debe preocuparse, que posiblemente hará sol por los barrios, y que el que tenga fiesta, podrá disfrutar de su tan merecido descanso, podrá gastar su dinero comprando en los grandes supermercados la pitanza de la semana, esa que a veces nos dicen que nos envenena, con aceite de palma, con azúcares añadidos, con la lista de conservantes añadidos autorizados, con sus hormonas añadidas a los filetes de primera B, que los solomillos los cuidan bien, o algunos de esos metales pesados que dormitan en los atunes de donde sean….
Pues sí, disfrutad del fin de semana, que la Liga de fútbol, me dicen que se está acabando, y está a punto de empezar el verano de playas asaltadas, de montañas sin sitio en los caminos para pasear, y del sudor más agrio a las siete de la mañana en la línea 6, o en el tren de cercanías.
Por lo demás todo bien, sin novedad en el frente, que no se ha muerto nadie que no tuviera que morirse, que no ha nacido nadie a quien no se esperara, que pocos panes vienen debajo de los brazos de los nuevos niños.
Ya solo a esperar que empiecen a nacer robots vivíparos, que los de hoy son demasiado mecánicos, que ni sienten ni padecen, y todo esto mientras el tren se empeña en que acabe el viaje, que al regreso ya se llenará de notarios en primera y de jubilados en turista, porque los demás estarán intentando hacer hucha para ese plan de pensiones que hace fuertes los balances de las gestoras, y al pagano, bueno, a ese ya se le compensará como se pueda.
Los últimos de Filipinas llevan dos horas sufriendo en la minipantalla del tren, la estúpida lucha inútil de la buena gente, ya se sabe, no sirve para nada, para casi nada, que los generalotes y quienes los mandan, ya retiraron a tiempo sus activos.
Solo os deseo que no seáis accionistas del Popular, de esos de toda la vida, que allí el “ora et labora”, anduvo de lema indestructible, y ahora…”campo de soledad, mustio collado”
Buen augurio