El turista nada accidental

Esta mañana, leyendo uno de esos artículos de opinión que me ofreció, en este caso El País, sobre lo que significa la expansión imparable del turismo, recordé que los mismos argumentos que el comentarista, Don Julio Llamazares, apuntaba, los llevo dentro de mí desde hace un par de décadas por lo menos.
Por diversas razones que no vienen al caso, soy una persona que he viajado por encima de lo que la media de la población acostumbra a hacerlo, y me he ido dando cuenta, poco a poco, de los cambios que en el entorno se han ido produciendo, como llega a decir el Señor Llamazares hasta convertir el hecho de viajar en una especie de tortura.
Él matiza, que hace unas cuantas décadas, eso de viajar por turismo era cosa de élites, digamos con cierto músculo financiero, y era cierto, y eso permitía que llegabas a Roma y entrabas a ver la Capilla Sixtina, sin problemas, o te acercabas a Praga y podías disfrutar de un Don Giovanni cogiendo entradas el mismo día, o entrar en una cervecería y ser el único extranjero.
Las ciudades ofrecían varias cosas que hoy son impensables, que si paseas por Vía Condotti, por el Paseo de Gracia, por el Fabourg de Saint Honoré, por la Quinta Avenida o por New Bond Street, el paisaje es el mismo, solamente cambia la divisa de los escaparates, las tiendas son las mismas.
Y las colas para entrar en los monumentos, o los empujones que te dan los clientes de Ryannair, enfundados en sus calzones cortos, y sus sandalias de Geox respira, son los mismos en todas partes, que es igual de incómodo e impersonal cruzar el Puente de Carlos, que arrastrar los pies por el Rialto o por el Ponte Vecchio. Es lo mismo, siempre es lo mismo.
Y es que ni siquiera puedes disfrutar del contacto humano que la población local puede ofrecerte, porque eres un puñetero enemigo, que has hecho que sea imposible para ese ciudadano poder vivir en su casa, poder pagar sus facturas, poder disfrutar de su ciudad, de sus cafés, de sus restaurantes de su vida local. Simplemente porque ha desaparecido, se la hemos robado uno a uno los turistas de la mano de las low cost, de los Air BNB, de la mano al fin, de la maldita globalización.
Mala cosa, que aún recuerdo cuando en España esta cosa de recibir visitantes que no fueran las tropas de Escipión o de Tariq, o de Napoleón, era algo bueno…¡hemos llegado al turista un millón!.
En aquellos tiempos significó la apertura de nuestros ojos a formas diferentes de ver la vida, de entender que por estos pagos había que pelear mucho si queríamos ser como los suecos, como los ingleses, como los alemanes. Y eso creo que fue uno de los gérmenes que hicieron que nuestra sociedad cambiase, que incluso la dictadura acabase.
Pero la percepción hoy es totalmente diferente, hoy estamos frente al más importante de los problemas, ya que hemos transformado buena parte de nuestras ciudades en puñeteros parques temáticos, donde pagas el billete de entrada, y puedes subirte a todas las atracciones, que además tienes que decir en la oficina, a la vuelta, lo bien que has aprovechado la oferta de Easy Jet, y la habitación de literas compartida, de Air BNB cerca de todas partes.
Es un turismo nada accidental, es un turismo como ya he dicho, de parque temático, de superficie de escaparate o de borrachera, que también se dá, a veces mezclado. Pero no es el turismo de intercambio cultural, eso ya no existe.
Este año del que andamos ya a mediados, he visitado Roma, Londres, Florencia y Lisboa, como ciudades “Parque temático”, y debo reconocer que en todos los casos debía llevar las entradas para las atracciones, que si no, vi la Sixtina, ni la Accademia, ni Westminster, ni San Jorge, y una vez dentro…empujones masas de cosas sudorosas, con piernas…(yo era uno de ellos).
Sintiendo además la tremenda presión de la ley de la oferta y la demanda. Yo era la demanda, y como yo millares de imbéciles, así que el precio de las cosas estaba diseñado de forma especial para esquilmarme. Lo dice también el Señor Llamazares en su trabajo de esta mañana, por si faltaba algo, encima somos carne de cañón y directamente abusan de nosotros en los precios.
Y es que la globalización es lo que tiene, y cuando andas por Londres, por un decir, no tienes la lista de precios “on line” de las pintas de British Ale en los treinta pubs más cercanos a tu posición determinada por el GPS de Google, y si lo tienes, a lo mejor el consumo de gigas, hace desaconsejable la consulta, que a seis euros el giga, a lo mejor vale la pena no andarse con consultas y pagar media libra más.
Y ese flujo de personas y dinero, al final desaparece de las ciudades, que el comercio tiene sede en las Caiman, las cadenas hoteleras en Gibraltar, las cadenas de pubs en Jersey, y los restaurantes en Bahamas, por lo menos.
Que el “comidas caseras de Doña María” ya es propiedad y segunda marca de Burger King, por lo menos.
Así que se paga al trabajador nada y menos que las cadenas le dicen luego a los políticos que si les molestan les dejan a tropecientos mil en el paro, y eso si que no.
Y ahora estoy llegando a mi Barcelona, donde no sé si soy local o turista. Siempre me ha gustado un pescadito en la Barceloneta, pero ya no quedan más que dos o tres que no son de cadenas, o de pakistaníes, que no saben de qué va la cosa, y que se especializan en el paellador y la alpargata con calzón corto…y esa no es mi Barcelona.
Además me temo que esto no lo arregla ni un Catexit exitoso, el camino está trazado, el ciudadano tendrá que dejar paso a la turba de dos días entre crucero y crucero, que cualquier excusa es buena para ver un edificio de Gaudí, entrar en el Gucci de turno, y pedir de golpe los cien montaditos, a ver si revienta alguien.
Con su pan se lo coman

3 comentarios sobre “El turista nada accidental”

  1. Que pena! El otro día volviendo del Liceo… no me crucé ni con un sólo «local»…. una pena.
    Mi barrio, muy castizo y muy en el centro, ya tiene carteles de «fuera turistas» y la hostelería ha decidido hacer su agosto… no con el local, si no con el guiri, que le cobran la caña en terraza a 3,50, a los locales a 1,50…
    Pero es una pena no poder bajarte un domingo al prado o al reina sofía, a echar la mañana, por qué no compraste la entrada con tres meses de antelación… y no hay manera!!!

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