El Vístula, la tercera teta, y la diputada en cortes

Recuerdo hace bastantes, pero bastantes años, haber leído un libraco de esos que hay que tomarlo con calma, tener menos de treinta años, y muchas, muchas ganas de aprender.
La cosa empezaba a orillas del Vístula, cuando un pescador captura a un rodaballo parlante que le propone la lucha contra la mujer.
Obviamente estoy hablando del libro del controvertido Günter Grass, “El Rodaballo”. Mal acabó su carrera el pobre premio Nobel, cuando le acusaron de todo menos de ser guapo, que eso nunca lo fue.
Así que asesorados por el rodaballo parlante, los dos protagonistas, un hombre y nueve mujeres (una por capítulo) hacen un recorrido en nueve etapas por la historia de la Humanidad, (nótese la coincidencia no casual con el período de gestación de H.sapiens).
Quien lo haya leído seguro que se acuerda de muchos más detalles que yo del libro, de las recetas culinarias que lo salpican, y de la reencarnación constante de los protagonistas para cubrir tan largos períodos de tiempo.
Pero, lo dicho, quien se atreva, que lo lea, que no es moco de pavo ni grano de anís.
Según Grass, y me cuadra, la sociedad original tenía la estructura de un matriarcado, lo que no estaba nada, pero que nada mal, ya que la ausencia de subidas de testosterona a destiempo, ayudaban a una sociedad próspera, ausente de conflictos, donde reinaba una armonía más que aceptable. Además aún, por falta de necesidad, el feminismo militante y agresivo no se había desarrollado, ya que el poder estaba en manos femeninas y nada había que reivindicar. Cosas de la política.
Pero la causa de todo esto, estaba, al parecer, y según el señor Grass, en el poder que a la mujer le daba su tercer pecho. Ahí es donde residía la armonía de la Humanidad.

Así que una vez por las artes malvadas de los más malvados, la mujer perdió su tercera teta, y con ello la sociedad se hizo más miserable, ellas ya no tuvieron más el poder, y fue la testosterona quien gobernó el mundo, hasta hoy.
A partir de ese histórico momento, la lucha fue no tanto por recuperar el poder, que de hecho nunca interesó a las féminas, no lo necesitaban, si no por recuperar buena parte de la dignidad que como seres humanos se les había arrebatado.
Las humildes comunidades recolectoras que han conformado la Historia de la Humanidad hasta hace bien poco, exigían a las mujeres un trabajo tan duro como a los hombres, debían trabajar el campo, la casa, la prole, y asegurar el nivel de supervivencia necesario.
Ese nivel ha pasado siempre por las proles interminables, había que buscar un equilibrio, entre las necesidades de mano de obra en la tierra familiar, la mortandad infantil, la edad de supervivencia de los adultos, y que a la muerte de los padres, no surgiera un testosteronazo que diera al traste en una batalla cruenta por la herencia con la propiedad familiar.
Es en buena parte por esas razones, que la mujer era portadora de su prole, conducta al fin y al cabo de nuestro grupo zoológico, que primates somos. La figura de la mujer con el crío atado a la espalda, es una constante aún hoy en día, posiblemente en más de la mitad de la población del planeta.
No se andan con tonterías, cuando la vida es realmente dura, la claridad en el reparto de papeles debe ser un hecho irrefutable, y esa mujer acarreadora de su prole, la que aún no puede andar, está garantizando su supervivencia, ya que hay aún poca sofisticación en la organización de los poblados, aldeas, o comunidades campesinas de esas que nosotros los occidentales, damos en llamar pobres. (Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo).
Los bebés tienen unas necesidades que si la madre no satisface simplemente el niño deja de ser viable, y no se cumple el principio de economía natural que exige una cierta tasa de supervivencia. Además de faltarle el alimento en el momento de su necesidad, se queda sin protección física, y el riesgo de muerte es alto.
Solo cuando el desarrollo de la sociedad permite abandonar el acarreo constante, creando el papel de “madres profesionales”, es cuando la mujer puede aportar algo diferente a su tribu/sociedad.
Su productividad aumenta de forma que puede, junto con el exceso de producción de otras mujeres en su situación, dedicar de forma provechosa parte de sus ganancias para que otra mujer, o institución se haga cargo del cuidado de la prole, y se transforma de transportadora a depositadora, dando con ello lugar a la especialización rudimentaria de tareas y al desarrollo de su persona y de la sociedad a la que pertenece, haciéndola cada vez más viable y próspera.
Ese cambio, al final, lo interpreto como el retorno del tercer pecho, es decir, la existencia de mujeres que pueden cuidar a múltiples bebés, en una especialización fantástica, no solo para la mujer si no para la sociedad entera. La mujer de alguna forma se libera en tiempo para poderse desarrollar como persona, y retomar de nuevo el dominio de la sociedad a la que está seguramente llamada. No es para mañana, pero sí para pasado mañana.
Estos días nefastos de enero, que desde demasiados puntos de vista no pueden ser más negativos, entre otras muchas cosas, he visto con cierta preocupación el intento por parte de una nueva diputada en cortes de nuestra España de volver a quitarle el tercer pecho a sus compañeras de sexo, al que habían accedido tras milenios de lucha. Vuelve a reivindicar la mujer acarreadora, y a intentar renunciar la vuelta al poder de la mujer libre, con la producción intelectual que necesita esta sociedad dominada por la testosterona.
Parece que los consejos del rodaballo de Grass, han hecho efecto de alguna manera en la lucha del pescador del Vístula, por quitarle el poder a la mujer. Lo que nunca imaginé que pudiera pasar es que fuera la propia mujer quien quisiera volver a la esclavitud de la prole.
Porque en esta puñetera historia, nos ha quedado claro que se trataba de un simbolismo, ya que la señora Bescansa, tenía a su disposición todos los elementos que la sociedad moderna ha puesto a su servicio para que no tuviera que transformarse de nuevo en mujer acarreadora.
He buscado en Wilkipedia algo sobre Doña Carolina, y resulta que viene de una familia bien de Santiago de Compostela, y que le permitió estudiar sociología fuera de su tierra natal, (lo hizo en Granada), y posteriormente en San Diego con una beca para extranjeros de la tal universidad.
Da clases en la Complutense desde 1995, con 24 años, lo que indica que no es una indocumentada, ni mucho menos.
Es por tanto, que el mensaje que recibo, ya que me consta no lleva el bebé a las clases, es el de una persona que de alguna forma está traicionando la lucha de la mujer por liberarse del cuidado constante del bebé, cuando hoy día en nuestro ámbito ese cuidado está a cargo de personas muy especializadas.
Su especialidad docente hace que su decisión sea perfectamente consciente, y que lo que esté recomendando, es que a los mandos de los aviones que cruzan el océano las mujeres que los capitanean lleven el pañolón a la espalda con su bebé, que en los quirófanos las mujeres que van a limpiar una aorta lo hagan con el pañolón a la espalda, que en los laboratorios de infecciosas, mientras mamá intenta aislar el último virus en un ámbito nivel 4 procure tapar bien el pañolón con el traje de protección correspondiente, y no se olvide de descontaminar a su hijo convenientemente.
No voy a listar las profesiones a las que esta actitud fuerza a la mujer a renunciar, lo dejo a mis lectores.
Si a mí como macho funcional, me cabrea, no quiero pensar el rebote que la mujer profesional, luchadora, y que acabará tomando el control de nuestro futuro, habrá pillado.
Veo que el rodaballo llegó a Galicia.
Buenas noches, y buena suerte

2 comentarios sobre “El Vístula, la tercera teta, y la diputada en cortes”

Los comentarios están cerrados.