En Cuarentena

El confinamiento tiene sus ventajas, qué queréis que os diga, decía un amigo mío, ese que de vez en cuando se me echaba encima mientras en mi rincón de Boadas apuraba mi Negroni.

Yo la verdad no tengo el coño para farolillos, y me cuesta ver los beneficios del tal ejercicio, mayormente porque no me pongo a pensar las cosas que hago en este estado.

La primera es que he dejado de jugar al golf, como si eso contagiare o contagiase, que yo juego solo y mantengo la distancia de seguridad de doscientos metros que nos pide el Marshall del campo, para no romperle la cocorota a Don Fermín que va jugando su partido de jubilata con tres de su quinta, y tiene previsto acabar el algo menos de seis horas y bajar de ciento sesenta golpes, Mulligan flotante incluído.

Si, ya sé que el empleado de recepción tiene que cobrarte el “fee”, y cuando acabas, el paso por el hoyo diecinueve, es obligado, y ahí también puedes liarla parda.

Tremendo, solo te queda coger el wedge de sesenta grados y tratar de meter la bola por el agujero del fregadero, aunque con mi grado de precisión puedo acabar con todo el menaje.

Pero no hay mal que por bien no venga, al menos no perderé bolas en los barrancos de la Alcarria, que lo de los lagos americanos, lo tengo ahora dejado a un lado a la espera de tiempos mejores.

Las cosas son así, y cuando te has cansado de noticias, has visto todas las series de todas las plataformas, te has chupado los documentales de la dos, sin pestañear, y en un alarde de masoquismo rayano al suicidio, empiezas a ver los de ARTE, en gabacho y en alemán, es cuando te das cuenta de que tu amigo, el atorrante, el que te interrumpe los Negroni en Boadas, no va a convencerte de las maravillas de la cuarentena, ni de coña.

Que ahora que no lo tengo enamorado, le ha dado por la introspección, que no está mal, aunque mi amigo introspecciona hacia afuera, y así no vale.

-Que te pones a pensar, dice, en todas las cosas buenas que has hecho, y en los errores que has cometido, y te abocas a una especie de catarsis liberadora.

Yo medito un poco lo que dice, me pongo más absolutista que Fernando VII, y le suelto un “¡Vivan las caenas!”, que no estoy ahora para liberarme, y menos vía introspección, con lo que apenas me queda, una vez desechado el tema de las series de televisión el programa que me sugería mi tía Maria Luisa, lo de “Lavadero y biblia” Era una forma de pasar los fines de semana cuando no había un duro, ni se le esperaba, que la mujer pasaba a la terraza de la parte de atrás de su casa, donde daba el sol, se remangaba las enaguas, y sentadita al sol, pasaba tranquilamente leyendo algún capítulo del Deuteronomio o del libro de los jueces, que no importaba. A lo mejor sonaba Ama Rosa en la radio, ni me acuerdo, ni tampoco es importante, lo importante era aquel confinamiento no deseado, como este, pero provocado por la falta de dineros, no del exceso de virus de diseño.

Mi amigo me dice también, que este confinamiento es una oportunidad de oro para reorganizar la casa, y no sé cuántas cosas más, que si poner bombillas, limpiar los lomos de los libros, y sobre todo para darle a la lejía en superficies, y no sé cuántos sitios más.

Será así, pero no tengo ningunas ganas de hacerle caso, que lo que me apetece ahora es dilucidar si las fuerzas armadas de este país van a conseguir a fuerza de multas pagar la factura de todo esto, que me dicen que ya es uno de abril, y los de Hacienda ni perdonan ni olvidan….¡hay que ser rencoroso!.

Yo tranquilo por otra parte, ya veis, escribiendo un poco, y escuchando, a la que me descuido, el parte de guerra del que hablábamos ayer, que sigue sin mencionar lo del ejército rojo desarmado, de forma que ni parece que los del prucess salgan de chirona, ni de coña aparece la famosa luz al final del túnel.

Me dicen que tengo que salir al balcón a aplaudir, no sé si al gobierno, o a los que se juegan el pescuezo intentando resolver las cagadas de nuestras autoridades, atendiendo enfermos, o poniendo multas a ritmo de naranjero, capa verde, tricornio y bigote a la turca como la sonata de Mozart.

Pues sea, aplaudiremos, balaremos como las ovejas manipuladas que somos, e iremos a donde el pastor diga que tenemos que ir, que estas cosas son así, y sobre todo no olvidemos que hay que declarar a Hacienda los logros del año pasado, y que nadie se alarme, que nos van a devolver unos diez mil millones que trincaron de más el año pasado, y de intereses de demora, nadie habla, que los que hicieron la ley bien lo tuvieron en cuenta.

Me estoy poniendo pesado, y veo que además el móvil no da para más que se me acaba antes de que caiga la tarde. Será que le estoy metiendo caña, que ya dije que eso de la introspección hoy no me apetece, aunque mi amigo que no deja que me tome tranquilo mi Negroni, cuando me ve en Boadas, insista.

Así que quizás, mañana más, que todo esto ya empieza a preocuparme, y no es por la posibilidad de que el bicho me pille, sino por todo lo que me temo que se va a llevar por delante este tinglado de la antigua farsa.

Respirad