Esotérico

Tengo que reconocer que esas cosas de lo esotérico siempre me han llamado la atención, vamos desde que leyendo a Pauwels y Bergier allá por mis trece o catorce años me tropecé el palabro, lo consulté en el diccionario de casa, y hasta hoy.

Y recuerdo que la palabra llevaba aparejada su antónima, exotérico, que por cierto es palabra sin ningún tipo de “glamour”, que parece dedicada a uno de esos personajes del tufarrismo español, vamos que la palabra no me gusta ni un poco.

Así que vamos a lo esotérico, lo oculto, la Ocultura que postula D. Javier Sierra.

Y sin embargo no voy hoy a hablar del Voynich, ni siquiera de los secretos ocultos de la Alquimia, tampoco de lo oculto en la biblioteca vaticana, que agua pasada no mueve molino, aunque no quito un ápice de interés a ese saber que se esconde entre los legajos de la historia, que hasta a lo mejor guardan las claves de nuestras tres grandes preguntas, a dónde vamos de dónde venimos, y qué coño hacemos por aquí a parte de transmitir nuestro DNA con fruición.

Hoy me apetece reflexionar sobre el esoterismo cotidiano, por el que se nos esconde a todos y cada uno de nosotros de forma intencionada lo que ocurre a nuestro alrededor, cubierto como siempre con el comentario de “ a ver cómo contamos lo que ha pasado sin que se eche la gente a la calle”.

Día tras día nos enfrentamos pues a lo esotérico, que los movimientos del poder deben quedar ocultos, bien ocultos tras los frus frus de las cortinas de los salones, allí donde se deciden nuestras vidas. Lo oculto siempre presente en nuestras vidas.

Creo que hemos llegado a un punto en que ya los seres humanos no vamos más que retazos de la superficie, y además manipulada, incluso más manipulada que las imágenes del fondo de la caverna a la que tanto nos gusta referirnos.

Nos matan a un pollo en un pub británico envenenado con un material más raro que un perro amarillo, o nos desaparecen a un periodista que, digamos, anda tocándole los huevos al sátrapa de turno allá por el desierto de donde el petróleo sale.

No sabemos que hay detrás del corazón del Tito Trump, es esotérico y discreto el sistema por el que se toman las decisiones aunque en pura democracia deberíamos los ciudadanos estar al corriente.

Pero es muy difícil bucear por debajo de la punta del iceberg, y es que siempre nos dicen lo mismo, “solo vemos la punta del iceberg”, lo demás es esoterismo puro.

Así que ya me dirán ustedes cuál es la forma más adecuada para conocer los arcanos de lo oculto, que en lo oculto, parece, y en eso estamos todos de acuerdo que el poder real está en el mundo de lo esotérico, el dinero, por ejemplo en la transmutación de los metales innobles en oro, tal y como la alquimia ha intentado y sigue intentando.

La alquimia hoy es más sencilla a caballo de nuestra civilización, que simplemente algo de corrupción política suficientemente esotérica, nos produce ingentes cantidades de oro.

Ya veis, es sencillo pero solo para iniciados, para aquellos que son del club, del grupo, del establishment, como debe ser, como ha sido siempre. Lo demás no pasaremos, en el menor de los casos de aprendices de brujo. Así son las cosas.

Pero lo oculto ve mucho más lejos, mucho más, y esa es la causa de que sigamos en la inopia, que hoy te dice el telediario, ese que me niego a ver, no sé qué de que andamos tirando comida, y se nos mueren tantos y tantos seres humanos (bien que de segunda o tercera categoría) por mor del hambre, en sitios de esos que no se encuentran ni en el Google Maps. Será que se lo merecen por indolentes.

Es parte de ese esoterismo cotidiano, lo que se cuece detrás de esos regalos que le hace a la Banca española nuestro tribunal supremo (a partir de ahora la tal institución no se merece las mayúsculas).

Es esoterismo, legal, eso sí, lo que se cuece en los consejos de ministros de todos los países, faltaría más, que se entera el enemigo de lo que se debate, y nos la lía.

Dejemos que, en esas minorías que a veces ni siquiera sabemos quienes son o de donde han salido sean como siempre los guardianes de lo esotérico, mal que le pese a Iker Jiménez o a Miguel Blanco. Que los secretos de verdad no están en los textos ocultos en las pirámides, ni en las excavaciones mayas o sumerias, están en los archivos de las agencias gubernamentales, de cualquier país del mundo.

Lo exotérico es lo que le comenta el portavoz gubernamental a los periodistas que intentan preguntar lo que les ha pedido su jefe de redacción en la rueda de prensa.

Y la verdad es que cuando pienso en el esoterismo que rodea a Warren Buffett, o a Bill Gates, o a cualquiera de los dirigentes que controlan el tráfico de armas, el de drogas ilegales, o como se decide qué enfermedad es rentable intentar cronificar, y cuál es mejor no investigar su solución, me da un escalofrío, así que procuro no hacerlo demasiadas veces.

Porque, de hecho, casi todo lo que ocurre a nuestro alrededor es esotérico, que ni siquiera conocemos los entresijos, y mucho menos los conjuros que los alquimistas de hoy en día nos hacen desde pantallas de televisión, de las que sale oro para calmar sus penas y tranquilizar sus espíritus. Alquimia pura.

Así que ni de aprendiz de brujo, lo nuestro es el fondo más oscuro de la caverna, allá donde la luz que nos llega ni siquiera refleja la capa más externa de lo esotérico, de lo que de verdad nos gobierna, nos dirige.

Pero para no aburrirme seguiré buscando entra las noticias falsas que nos separan de lo esotérico, alguno de esos datos, alguna de esas cifras que hacen que vislumbre alguno de los arcanos en los que este este siglo XXI se apoya para su evolución.

Los muertos de hambre y su evolución, los raptados por sectas armadas, los esclavos en los que se apoya nuestro desarrollo económico, los millonarios del crimen, los contactos de mis servidores políticos…..y hasta si te pones pesado los nombres de los extraterrestres que habitan entre nosotros.

Con su pan se lo coman