Hacia Yeravan

Eso de viajar en agosto debería estar sujeto a numerus clausus, como lo de entrar en una universidad pija, de esas que cuando acabas te vienen a buscar, como en las pelis chanis, los señores de negro, que lo mismo son de la CIA, de un gabinete proabortista de Alabama, o de un grupo ecologista del Segorbe, que lo mismo me da.
Yo no debería hacerlo, pero año tras año, y siempre con escusas de lo más adecuadas a la situación y al momento, me veo atravesando cualquier continente con la gomina intacta.
Y siempre me digo lo mismo, que la gasolina está de lo más cara, que el tío del chiringo te vende los mejillones de uno en uno, y le llama media tapa, el muy cabrón, con chupito de cerveza a precio de British pint.
Y lo darías todo, o casi todo por bien empleado, si consiguieras al menos un par de palmos cuadrados en la playa D‘en Bossa, para ver la caída de la tarde, que ya me dirás que gracia tiene, que te vas a Matosinhos, la ves con menos peña, y además te canta un Fado la tuna de Coimbra como poco.
Pero esto debe ir en los genes, en la parte que define la conducta gregaria que nos caracteriza a la raza ovina, y a la humana. Porque, qué gusto ver en la autovía con más baches que la Nassioná II en tiempos del Tío Paco, los camiones esos que te venden cuando quieres un coche, y el tipo del concesionario te coloca un “cross over”, ¡que va a epatar hasta decir basta!.¡Oiga don Usted!.
Los ves con una dignidad heredera del Simca mil, adelantando camiones con la suegra en la guantera y los pequeños energúmenos quejándose porque se han fundido las pilas del móvil de papá por no hablar de la tarifa plana de datos que contrataste un día de agobio con Telefornica.
Pero tenemos que viajar en agosto, que los precios son más bajos en El Corte Inglés, que los de AENA nos confirman records en los aeropuertos, y por último con tanta peña fuera de su casa, va el índice de precios al consumo, y no se pega la galleta hacia abajo que se merece, sino que se mantiene porque las cerezas del Jertes y los melocotones de Alcañiz se han puesto por las nubes.
Y si, nos vamos de vacaciones, de viaje, ponemos unas cuantas mudas en cualquier maleta, y simplemente dejas de ir a los sitios que ibas por un tiempo, para volver, a lo mejor a sitios a los que no ibas desde hace tiempo. Pero ya no te despides, que con los guasaps hemos perdido aquello de tirar rollos de papel higiénico por la borda de los barcos, cuando se separaban del muelle. Pero ya no se viaja así, que si vas en un barco, viajas generalmente en círculo, que es como estar en un parque de atracciones que se mueve.
El viaje de verdad se hace para cruzar desde las costas africanas a España o Italia, y ese no empieza en el puerto, sino que lo hace a muchos kilómetros del mar, en medio de una llanura de hambre de guerra, o de ambas cosas, en cualquier sitio al Sur, eso si al Sur, o como poco al Este. En esos viajes si hay lágrimas de despedida, no hay rollos de papel en el muelle, y el barco nunca vuelve.
Pero los demás, los hijos de este occidente descastado, salimos todos el doce de agosto, para volver el veintinueve, y así poder hablar a la vuelta de que viste el partido de Nadal en la tele en blanco y negro de aquella casita tan mona en mitad de los Montes Universales, tirando hacia Bronchales, que todo el mundo sabe que es un sitio muy chulo y muy fresquito.
Pero los neoesclavos necesitamos dejar de ver al cabrón de Bermúdez unos pocos días al año, necesitamos creer que las Perseidas existen, y que se transforman en lágrimas cuando se cumple ese deseo imbécil que tuvimos mientras mirábamos el cielo, sin recordar que del cielo también caen cagadas de gaviotas. Tenemos que cambiar de miseria por unos días, y como valor añadido, ayudar a la economía nacional gastando lo que no tenemos para que siga rodando la rueda.
Asi que yo también cambio de aires, a contar los frailes que se ha perdido el Prior, como diría alguno de mis ancestros enseñándome a no preguntar nunca aquello de ¿a dónde vas?, ¿de dónde vienes?, y ¿cuántos años tienes?.
Confío que las habaneras de Calella salgan preciosas, que el ron cremat de la playa no tenga más consecuencias que una resaca mañanera, que las sardinas asadas del desayuno en la playa estén en su punto, y que el Txacolí lo sirvan fresquito.
Confío en que los que aún andan en la edad de las brincadeiras, no hagan el imbécil más que lo estrictamente necesario, que luego cumplirán años y tendrán que contar, como yo, historias de jubilatas.
Que lo más que les pase como me contaba una querida amiga, microbiólogo hospitalario ella, allá por donde Asturias se confunde con Galicia.
-Pues si Luismi, que vienen las fiestas del pueblo, los mozos se me van a putas, y todo los años tengo cinco o seis gonorreas que tratar.
-Qué previsible es la vida ¿verdad querida microbiólogo?.
Y así año tras año, hasta aburrirnos, y yo, buscando mayor espacio para mis anhelos, intentaré cambiarle el paisaje a mis ojos, sin darme cuenta que el paisaje vive dentro de mí, y siempre es el mismo.
Acabo, como aquel que dice de aterrizar en Yeravan, y me acabo de dar de bruces con el holocausto armenio, así que a lo mejor cuento algo, cuando lo digiera.
Buenas noches y buena suerte