Huis Clos

Quizás para las personas inquietas, como yo me considero, tener la sensación de que nada ocurre, de que la sorpresa puede ser hasta predecible, te hace comprender a muchos de los pensadores que tarde o temprano acababan aburridos del entorno en el que se movían, y cada uno daba la solución que podía a ese reto al que se enfrentaban cuando los ojos de la niñez le abandonaban para siempre. El reto de “esto ya lo he vivido, y las consecuencias van a ser, esta y aquella”.
Yo desde luego disto mucho de ser un pensador, en el sentido académico y de prestigio que la palabra acarrea, pero la sensación de sorpresa lleva ya bastante tiempo fuera de mi vida, las cosas que me ocurren son predecibles, una tras otra, tanto en lo que se refiere a los actos externos que aparentemente sacuden el ecosistema en el que me muevo, como en las interacciones con los individuos de mi entorno. Las cosas empiezan a ser aburridas.
Es posible, desde luego, y por eso lo pongo en primera línea de fuego, que mi capacidad de observación se haya focalizado en exceso, vamos que me han crecido uno de esos limitadores visuales que se les ponen a las mulas, para que no se asusten, y para que miren solo el camino que está trazado delante de ellas, así que posiblemente sea eso, pero no estoy seguro, de veras que no estoy seguro.
Los que me conocen saben que mi tendencia es la de interesarme por casi todo, vamos que me llama la atención prácticamente cualquier cosa que se mueva, lo que ni es bueno ni malo, sino todo lo contrario. Así que las posibilidades de sorprenderme son amplias, ya que un día estoy viendo lo que pasa en las finanzas mundiales, y al día siguiente ando a ver cómo queda el equipo femenino de natación sincronizada, (antes ballet acuático, que me gustaba más), que puedo hablar de toros, de fútbol, de Platón, o del político de turno, pero siempre con superficialidad que si es un experto a quien tengo como interlocutor, rápidamente capta mis límites, ya que desde luego no los oculto.
Y con todo y eso, no me sorprendo, lo que no quiere decir que este en estado de tedio constante, no es eso, sino que las tendencias de lo que va a ocurrir las tengo presentes demasiadas veces, ya que la sensación es de estar en un déjà vu constante, una especie de día de la marmota, en la que cuando te despiertas, ya sabes cómo van a reaccionar las cosas y las gentes que te rodean.
Como no soy un hombre bien informado, ya que formo parte de esa masa, llamemos inerme, todo lo que llega a mí es lo que antes alguien ha decidido que así ocurra, y normalmente nadie quiere que llegue a la masa inerme nada que pueda perjudicar al emisor, y si se trata de sacudir al enemigo, pues tampoco es información lo que me llega.
Así que lo que me queda es el remedo de información que te ofrecen esa cosa que llamamos “los medios”, y en ese entorno lo que ocurre y sus consecuencias son extremadamente previsibles, ya que la impresión es la de que todo sigue girando alrededor del mismo eje una vez y otra, asi que a la tercera vuelta, ya sabes lo que hay al otro lado de la esquina, aunque eso tampoco importe mucho.
El problema es que no sé si realmente ocurre, o no, si estoy (estamos) viviendo dentro de una obra de teatro, como aquella en que los personajes buscaban un autor desesperadamente, ya que querían reconocerse como individuos, o como aquel gran teatro del mundo calderoniano, en que los personajes ya tenían claramente su sello, y actuaban ora como el pobre, ora como dios, pero circunscritos a su papel, que dios nunca sería el pobre, por ejemplo.
Y es lo que siento continuamente, es como si alguien hubiera definido mi personaje, me hubiese dado un guión, y mi labor fuese únicamente interpretarlo como si fuera un hijo cualquiera del Actor’s, y mi vida siguiese los patrones de Stanislawsky. De esa forma, si quiero vivir otro papel, el autor o me reconduce, o me echa de la obra, y desde luego, nunca tendré a mi disposición otro libreto diferente al que me han dado.
Pero ya van demasiadas representaciones, solo me queda preocuparme, hacerlo, ya que parece que estoy en aquella habitación cerrada de Sartre, y he descubierto el infierno, ese infierno que no es más que la sensación de que lo único que existe es tu microentorno, y que ese es eterno, que lo que ves que pasa en esa habitación cerrada, no es cosa tuya, lo han decidido por ti, y cuando te lo aprendas te darás cuenta de las veces que lo repites, sin cambiar el más mínimo matiz.
Así que ves la organización social de tu país, y ves que es como siempre, pero con las paredes pintadas, que por mucho que se empeñe la ministra de turno, por mucho que corra el AVE, de Gijón a Madrid, solo se llenan dos Talgos diarios, como mucho, y eso apenas justifica la electrificación de Pajares, o que aquí solo trabajan funcionarios, camareros y amiguetes, y diga lo que diga la ínclita señora, al emprendedor solo le queda pagar impuestos y arruinarse las más de las veces.
Que el yanqui hace lo de siempre, y que los británicos son más felices yendo por la izquierda, como los romanos en sus cuadrigas, que los alemanes tienen en el fondo de su corazón el Uber Alles y al italiano «se le frega»
La solución de Fray Luis de León, siempre me pareció de lo más adecuada, retirarse, hacer mutis por el foro, huir del mundanal ruido, y seguir la senda de los sabios, dejar al final de necesitar tanto al decreto ley como al Corte Inglés, estar en hibernación consumista, e intentar esos ejercicios de introspección recomendados por cualquier gurú o chamán que se precie.
Te quitas la mirada de los demás, de la gente de tu entorno, que como creía Sartre, y yo a veces, el infierno está en los otros.
Pero los gurús tienen cuenta en Twitter y en Facebook, algunos salen en programas de radio, y hasta en la Sexta, me han dicho, así que como te descuides te ves danzando como un derviche de Konya, pero con un anuncio del patrocinador de turno en la falda, como un futbolista cualquiera, vamos y los chamanes te pasan el peyote con Denominación de Origen, que el suyo te transporta mejor al fondo de tu alma, ¡dónde va a parar!, que como el peruano de las selvas amazónicas no hay nada, por mucho que se pongan los de las selvas del Usmacinta allá por las tierras calientes de Chiapas.
Haz lo que digo, no lo que hago, lee tu papel, repítelo como un mantra vital, y créete lo que yo te diga, apréndelo, recítalo, y ya pensaré yo por ti, que fíjate la infraestructura de comunicación que hemos montado para tu placer y para mi beneficio, pon otra serie en el televisor, de esas americanas, y tendrás la información que necesitas, aunque ya te la sepas de memoria. Yo soy la mirada del otro, quien te vigila, quien te dirige, tu infierno, y la puerta está cerrada. Claro que si la abro, no sabrás, ni querrás salir, que sin esa carga no sabes vivir.
Buenas noches, y buena suerte