La caló que se nos viene

Me decía, hace ya tiempo un amigo sevillano, cuando intentaba visitarle para jugar unos hoyitos en el Real Club de Golf de Sevilla (luego me llevaba a Pineda, pero esa es otra historia), que había que ir entre la última semana de enero y final de febrero.
Su razonamiento era absolutamente irreprochable:
-Mira, me decía, pa esas fechas ya se nos han pasao las livideces de las fiestas, y los días empiezan a ser más largos. Además el solecito calienta sin molestar.
-Es que luego empieza la Semana Santa, luego la Feria de abril, el Rocío, y “la caló”.
Como digo, irreprochable mi amigo, y llevaba toda la razón, que mucho meternos con los calores andaluces, pero es algo que hay que vivirlo, y ya no te digo si es jugando al golf, porque si es en el tajo, ni te cuento.
Y hoy, viendo el tiempo en la tele, se me ha venido encima el recuerdo de mi amigo, que las temperaturas empiezan a ser demasiado altas por allí abajo, y reconozco que me da cierto apechusque el cruzar, no digo Despeñaperros, que con pasar de Madridejos uno ya no es persona.
Y eso los europeos no nos lo entienden en el día a día, que cuando se vienen por estos pagos a ponerse ciegos de sangría, (¿qué sería de los grandes vinos de la meseta sur sin esa clientela?), les importa muy poco que medio borrachos, o borrachos del todo, se les olvida hasta el Brexit ese.
Pero con “la caló”, no se puede jugar al golf, que se lo tengo dicho a mi amigo y compañero de palos, hoyos, bolas y putters, que uno se deshidrata y te salen unos rabazos que no son dignos ni de tu juego ni de tu edad. Pero es lo que tienen estas cosas.
Así que imagínense sus gracias lo que debe ser hincarla en el tajo, o lo que es peor en el campo ese de nuestra Andalucía verde por la primavera y rubia por el verano. Que todo muy bucólico, pero servir cervezas a borrachos europeos a más de cuarenta grados diez o doce horas al día y todo por mucho menos del salario mínimo que cobraría un francés o un alemán, dice mucho del valor de nuestras gentes.
Y encima tenemos que aguantarles la tontería de que anden diciendo que si el PIB no sube un uno por ciento y el déficit se dispara medio punto porcentual del acuerdo de no sé dónde, van a enfadarse mucho, y nos van a poner multas de echarse a temblar.
En este mundo perro, soy y he sido viajero, soy y he sido turista, pero cada vez que uno de estos puñeteros turistas que bajan al sur desde sus míseros países llenos de dinero a quejarse de que en esta tierra se duerme la siesta (el que puede, claro), les hago si tengo la ocasión la sugerencia de que visiten las ruinas de Itálica el veinticinco de julio a la tres de la tarde, y que me lo cuenten a la vuelta. Tengo a dos ya que se me han desmayado en el intento (literal), y que después de la experiencia no salen del hotel hasta que no dan las diez….por lo menos.
Pues sí, me sube la biliurrubina cuando me enfrento a esas hordas de cafres que nos visitan y que no somos capaces de rechazar con dos buenas bofetadas, y que encima permitimos que se sienten en las mesas de nuestros restaurantes de forma que jamás harían en sus países, o que se nos meen en las calles.
Yo entiendo la importancia que tiene el turismo para nuestro país, lo entiendo, pero lo que no entiendo es la permisividad de nuestras autoridades con los incumplimientos de las normas ciudadanas más básicas por mor de los veinte euros diarios que se gastan en sangría, que luego vomitan y nos cuesta cincuenta limpiar.
Y con ello debe revisitar la mala administración pública que tenemos que soportar, una panda de inútiles arribistas que sin la formación adecuada cada vez que surge un problema, son incapaces, aunque sea por omisión, de dar una respuesta adecuada.
Voy a darme un paseo por Londres este fin de semana, y desde luego, espero que no se me ocurra mear en la estatua de Wellington, o ir al té del Ritz en pantalón corto y camiseta, aunque sea de diseño y luzca “peluco” de los de a tropecientos, que en la primera duermo en comisaría, me sacuden una multa de las que aquí te espero, y en la segunda, simplemente no entro.
Creo imprescindible que se tomen nuestras autoridades en serio toda esta historia, y que dejen de marear la perdiz, porque yo lo tengo muy claro, si en el restaurante al que voy a cenar, se permiten pantalones cortos, me quitaré los míos, y si está medio limpia la silla los calzoncillos también, y desde luego no volveré.
Y si alguien está incumpliendo las normativas que regulan la convivencia urbana, y la autoridad no actúa, tendré muy pocas posibilidades de defensa, ya que partirle la cara al turista guarro, a mí sí me sale caro.
No quiero ni pensar en los vecinos de los barrios que son asaltados por las hordas de turistas borrachos, (en el mejor de los casos), que impiden el descanso y la convivencia de las personas que los habitan. Están indefensos, y no les dejan organizarse en somatenes para arreglar la cosa, aunque la violencia al final no lleva a demasiado.
Eso sí, que no se te ocurra poner la radio un poquito más alta de lo que dice la norma, que aparece el policía de turno haciendo mediciones y te sacude un multazo de los de toma pan y moja.
Algo no funciona, y es que me da la sensación de que la ineptitud es quien administra nuestra convivencia, que son ineptos hasta para robar.
Notareis que no he hablado de las hordas que acompañan a los equipos de fútbol, y a las que tampoco se les controla para que no dejen las plazas como verdaderos vertederos, en el mejor de los casos, que en el peor te las llenan de sangre. Si son del Depor, o del Hércules, se les ha caído el pelo, pero si son del City, o del Chelsea, por aquí agachamos el testuz, que esto se arreglaba con multas millonarias, y cárcel sustitutoria, amén de la expulsión de su club de las competiciones. Pero parece que eso no interesa, que el fútbol aliena y adoctrina mucho, que es un entrenamiento básico para aborregar a los que luego siguen a los partidos políticos.
Solo faltaría que los hinchas no fueran borregos, y pensaran de forma individual, informada, y con criterio.
¡Se nos hundía el tinglado!.
Con su pan se lo coman

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