La donna è mobile

La donna è mobile, qual piuma al vento, canta el Duque de Mantua, mientras el puñetero jorobado, trama su venganza que acaba con la vida de su cursilísima hija, fruto de la educación recibida por el retorcido Rigoletto.

Con esa música en los oídos, que hay cosas que uno tiene ancladas en el productor de endorfinas, escucho esta mañana que hay un grupo de abogados muy seriecitos ellos buscando ubicación para el congreso mundial de móviles del año que viene.

Que lo de los móviles y Barcelona, va a ser lo del Rigoletto, que se lo va a llevar el aire, como una pluma, y las quinielas están abiertas.

Y ya sé que hasta 2023 hay cosas firmadas, y que si cancelan algo habrá que pagar, que para eso están los contratos, pero quien va a pagar, pero de verdad, es la ciudad, es la industria española, los trece mil cristianos que estos días tendrán su contrato eventual, los hoteles, los restaurantes, los comercios.

Si van a llevar razón los de Tabarnia, que me da no es mala solución dejar a los segadors segando en las comarcas del interior para que sigan mirándose con amor el ombligo impasible, mientras arrancan los terrones de la tierra recibiendo las subvenciones europeas o españolas, que me da lo mismo.

Demasiadas veces he dicho el dolor que siento por lo que está pasando en mi tierra, por el espectáculo que ese tipo de catalán, el histérico nacionalista, en contraposición al catalán universal que es lo que quiero ser cuando sea mayor, está dando como una bendición papal, “urbi et orbe”.

Llevo desde que me conozco con esa apreciación, con esa división de la población de mi tierra, el histérico nacionalista, y el universal.

Del primero, ya vemos de lo que es capaz, que si arrasan con el congreso mundial de móviles, les importa muy poco, que ellos viven de criar cerdos, de coger peras de los árboles, y esas modernidades no les van, vaya no les van, no las entienden, no les gustan, y si se tienen que fastidiar los de Barcelona, que se fastidien, que no pasa nada, que la Unión Europea ya les mandará los euros de la subvención al peral, o a lo que sea que crían.

Cosas de payeses, de masías, del calçot con vino del Priorato en porrón, del que si se caía na gota en la camisa, te hacía un agujero, vamos como la sangre de Alien, esos payeses que alguien diría que se están pegando un tiro en el pié, quizás sí, pero de entrada se lo están pegando en la cabeza a mis conciudadanos barceloneses.

Posiblemente, si esta deriva acaba en la separación de lo que sea, de La Vall d’Arán de Catalunya, de la tal Tabarnia de lo que quede de nuestra tierra, y se quedan los payeses, los segadors ahí metidos en su terruño destripado o por destripar, si se acabarán pegando el tiro en el pié, que en Barcelona no pasa nada si la fruta viene de Aragón, los pimientos de Murcia, la carne de Galicia, y el vino, ¡ay el vino!, de Rioja o de donde sea, (evitad, con perdón, la Ribeira Sacra), y tendrán que tirar de pasaporte para moverse, aunque no creo que se muevan.

Quiera el diablo que no se vaya el congreso ese de los móviles que te hacen la compra, que te llevan el coche con solo guiñarle el ojo, y que te hacen el suizo de Petrixol, sin colas, a las tres de la mañana, si te pones tontorrón. Que no se vaya el congreso, que alguien le diga a la alcaldesa, (que me perdone, pero lo de señora alcaldesa se me atranca), que quiera o no, sus ciudadanos, los que pagan su salario, necesitan esos quinientos millones de euros que se quedan en la ciudad, y aunque vengan de la mano de ese capitalismo execrable que a ella le da de comer, porque lo que está claro es que al presidente del parlamento catalán no le importa un comino, los suyos son los payeses, son los segadores, y esos no necesitan (aún) tanta pollada de teléfono inteligente, que lo de los robots lo arreglan ellos haciendo parir a sus hembras, que no hay mano de obra más fiel y más barata que la que va pariendo la parienta.

Y me estoy temiendo que el soterrado concurso para la nueva ubicación del evento, una vez desechadas las grandes ciudades europeas que te piden un pico por un tres estrellas en el extrarradio, y una pasta por un frankfurt industrial, intentarán cosas como Málaga, como Niza, pero, al final la cosa va a acabar en Dubai, seguro, que esos con tal de que le llamen europeos, serán capaces de sobornar a cualquiera con poder, y que quiera cambiar el yate.

Año tras año, se ha aprovechado el evento para joder la marrana, un año, huelga de metro, otro año, los taxistas, este los indepes jodiendo la marrana, y el chino de Samsung, con cara de que os vayan dando por el orto, que aquí vengo a vender “telefoninos”, y los sueños de los payeses bien poco me importan.

Así, que quizás deberíamos pensar en el caso de que el tal evento acabe un tierras del moro infiel, desviar de los fondos de ayuda a la agricultura leridana, a la ganadería gerundense, y gastarlos en la ciudad a la que el odio de todos estos le privará, con seguridad.

Ya sé que no es posible, pero apetece, que las peras aragonesas, las manzanas asturianas, los melocotones de Calanda, y el aceite de cualquier otro sitio.

No voy a ahondar más en el comentario, deseo con todas mis fuerzas que el World Mobil Congress, siga hospedándose en Barcelona, y obviamente deseo también que se restablezcan las condiciones que permitan al evento desarrollarse con la paz y el sosiego que necesita el mundo de los negocios para florecer.

Mientras tanto, recordaré a quien me quiera escuchar, que el peor boicot al mejor producto de Barcelona, que es el de recibir visitantes, lo está realizando la mugre independentista, desde su pocilga de tierra adentro.

Con su pan se lo coman