La espiritualidad en Occidente

Creo que estamos asistiendo a un nuevo orden espiritual, ya que los cambios del milenio están afectando a demasiadas estructuras de esas que consideramos indelebles, a la vez que inmutables.
Creo también que muchas de las instituciones con las que hemos convivido a través de los siglos están tomando caminos con los que no hubiésemos soñado hace treinta o cuarenta años, y no quiero calificarlo, solo constatarlo.
Creo que la sociedad occidental está evolucionando en sus creencias religiosas, que han sido algo consustancial a la humanidad desde los tiempos más remotos. La creencia en un Ser Superior, la creencia en la trascendencia del individuo una vez deja este mundo terrenal, el concepto religioso que se deriva de todo ello, creo que se está tambaleando de alguna manera.
Creo que el materialismo, que como doctrina filosófica se ha impuesto en buena parte de nuestra sociedad, condenando a una irrelevancia científica la existencia de Dios, de espíritus y de una inteligencia superior que pueda tener efecto en el devenir histórico.
No quisiera pensar que el grito de Nietzsche, ¡Dios ha muerto!, como el triunfo del secularismo de la La Ilustración y que muchas veces asociamos a materialismo marxista, ha cuajado en la sociedad capitalista y de consumo, que por otra parte ha sido pródiga en crear conceptos nuevos como el funcionalismo ecológico, el determinismo geográfico o económico, para intentar explicar el desarrollo de las diversas sociedades a partir de elementos materiales, como su situación geográfica, sus conocimientos técnicos, u otros elementos culturales.
En el materialismo histórico, el manejo de los cuatro elementos primigenios, aire, agua, fuego y tierra, como origen de todo lo existente, incluida la vida orgánica, y final asimismo de todo lo existente sin más trascendencia, marca los pilares del pensamiento.
Las visiones atomistas de la constitución de la Creación, ayudan sobremanera a los teóricos de estas corriente filosóficas, que se remontan a épocas pre-babilónicas, que no fueron inventos de don Carlos Marx.
Él lo usó, creo yo, como un medio de liberar del supuesto fanatismo religioso a las clases trabajadoras, y siglo y medio largo después parece que han arraigado entre nosotros.
Aunque no fue pionero en eso, que si recordamos la visión de las repúblicas comerciales de la actual Italia, vemos que las burguesías florentinas, vénetas o genovesas, hicieron trascender esa suerte de materialismo que es el humanismo, “homo sum, humani nihil a me alienum puto” (soy hombre y nada de lo humano me es ajeno) como una reacción de carácter antiescolástico que se necesitaban como elemento indispensable para desarrollar su actividad comercial.
Claro que algunos pagaron sus ideas con algunas quemaduras en el culo, como el bueno de Giordano Bruno, al sacar conclusiones que se consideraron materialistas y ateas por la Inquisición. Eso le costó enturbiar el olor del Campo dei Fiori, con su carne quemada. Eran otros tiempos. Recomiendo a mis lectores echar un vistazo al pensamiento de Giordano Bruno, uno de los más preclaros de su época.
El pensamiento materialista, ha ido siempre unido al desarrollo del comercio, y críticos como Bacon, Spinoza o Locke han ido reforzando esa visión cosmológica hasta el desarrollo en el siglo de las ideas de Marx y Engels, por Lenin, que de alguna forma lo liga como he dicho al obrerismo, olvidado por los nuevos burgueses del Renacimiento que lo que necesitaban era libertad para su trabajo, fuera de las concepciones escolásticas y teológicas impuestas por la Iglesia, a sangre y fuego demasiadas veces.
Cuando hoy leemos o escuchamos los mensajes de la Iglesia católica, vemos que para llegar a su feligresía deben hacerlo por la vía del materialismo, ya que la satisfacción que las sociedades actuales pueden encontrar en el consuelo divino o en la recompensa en el más allá han perdido fuerza. El mensaje que se “compra” no está ligado a la trascendencia, está ligado al cuidado de los enfermos, a la resolución de la pobreza, a la mejora en definitiva de las condiciones de vida de la feligresía.
Ciertamente las cosas no son blancas ni negras ni los tres mil seiscientos millones de católicos piensan o sienten igual, pero mi impresión es que se espera más a la hora de alinearse con una creencia religiosa de la solución de problemas materiales, o cuestiones morales cotidianas, que de una espiritualidad que en la sociedad occidental, me temo se está perdiendo.
Quiero excluir de esta reflexión, obviamente al Islam, pero son esas unas sociedades que no tienen el mismo nivel de evolución que la sociedad a la que pertenezco, y la sumisión a sus principios religiosos tal y como aparecen en el Corán, dan hoy por hoy poco pábulo al pensamiento materialista.
Los sentimientos de espiritualidad, no materialista que se da en las creencias induístas, son la reserva de la concepción trascendente que le queda a la humanidad, aunque sus visiones cosmológicas a veces den la sensación de un materialismo al otorgar a sus dioses y espíritus papeles muy materiales. Creo que es una espiritualidad intimista y profundamente humanista.
Es por ello que las organizaciones religiosas de concepción cristiana, han tenido que abandonar parcialmente el componente espiritual como reclamo para obtener fieles, y se transforman en organizaciones no gubernamentales, que se dedican en nombre de Dios, a resolver los problemas cotidianos de la gente, pero sin la carga de trascendencia que un mensaje espiritual debería acarrear.
No quiero incurrir en el error de confundir el materialismo con el consumismo, o con la satisfacción de las necesidades físicas, reales o inventadas que podamos tener los seres humanos, sino incidir en el hecho de que las concepciones sociales actuales que, ciertamente estando muy lastradas por el consumismo, se han alejado de la concepción creacionista, y del determinismo atribuible a un Ser Superior.
Desde mi punto de vista, la adoración se está trasladando a elementos físicos como la propia Tierra (Gaia), a la que se le empieza a conceder la posibilidad de decisión y reacción ante los actos de los seres humanos. Se extiende también al deslumbramiento que ha producido en nuestro pensamiento el extraordinario avance de la ciencia y la tecnología. Creo que en el último siglo no hemos sido capaces de crear una espiritualidad científica, y el resultado es empezar a creer que la ciencia y la tecnología pueden explicar las preguntas trascendentes que como seres humanos tendemos a hacernos.
Uno de los últimos intentos de intentar espiritualizar el conocimiento aportado por la ciencia, fue el del jesuita Teilhard de Chardin, que por cierto no fue muy bien recibido por el Vaticano, ya que de alguna manera al mantener que en el proceso de la evolución estaban involucrados la vida, el pensamiento (espíritu), y la materia, le estaba quitando protagonismo a la idea creacionista de la Iglesia, y a la influencia del Supremo en el proceso de “Creación contínua”.
Teilhard vislumbra lo que llamó el “punto omega” que define como “una colectividad armonizada de conciencias, que equivale a una superconciencia haciendo que la pluralidad de reflexiones a escala sideral, formen una sola reflexión unánime”.
Materializa el concepto de evolución ya que piensa que los problemas sociales, el aislamiento, la marginación actúan como inhibidores de la evolución, ya que requiere ésta una unificación del sentido y del pensamiento.
No hay posible evolución de la persona sin la adecuada asociación con los demás.
Hoy esa evolución en occidente, quizás esté llegando de la mano de Internet, de las redes sociales, que sirven de correa de transmisión de una forma de pensamiento que fácilmente se transforma en universal, en muy poco tiempo, y sin la meditación adecuada, con lo que más que pensamiento es simple sentimiento, y eso trasciende poco, ya que la fecha de caducidad es muy escasa.
Sugiero buscar las opiniones del Santo Oficio sobre los puntos de vista de Teilhard de Chardin, enumeradas por el Padre Leonardo Castellani. Son la pataleta del escolasticismo frente al materialismo suavizado de Chardin.
La Congregación para la doctrina de la fe, gracias a Dios, no tenía tanto poder como la Inquisición, que si no a Don Teilhard me lo llevan de la mano al Campo dei Fiori, y se quedan tan a gusto.
Ignoro hacia donde irán los sentimientos de espiritualidad de nuestra sociedad occidental, en los que las ideas y las reflexiones sobre quién somos, de dónde venimos, a dónde vamos, cuál es nuestro papel en el espacio-tiempo que nos toca vivir, no parecen algo de relevancia.
Así que voy a dejar de escribir por hoy, miraré hacia Oriente, y reflexionaré sobre la gran obra de la creación del universo.
Buenas noches, y buena suerte

2 comentarios sobre “La espiritualidad en Occidente”

  1. Cuando lo lea en casa… comentaré que pa las 8 de la mañana es muy sesudo, interesante, y requiere de toda mi atención…

    Por cierto… a Giordano Bruno hay que leerlo…. pero tambien a Rousseau… y a Cervantes….

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