La ética de la cuarta revolución industrial

Hace unos días amenazaba yo, no tanto acerca de las cosas que se podrían discutir en el Palacio de Congresos de Davos, sino de sus consecuencias para nosotros, los mortales, que tenemos vicios tan mundanos como el comer, dormir bajo techo, dejar descendencia que pueda mejorar nuestro legado….si alguno queda.
También advertía que la cuarta revolución industrial de la era moderna, iba a suponer cambios tremendos en la estructura del mundo, aunque se les olvidó decir, del mundo desarrollado.
Un comentario, constatado posteriormente, de esos que cuelgan de las ondas herzianas de los espacios encontrados, me hizo descubrir, que de los siete mil quinientos millones de pululantes terráqueos, unos cuatro mil millones, aproximadamente, tienen acceso a las nuevas tecnologías, pero aún unos tres mil quinientos, no están ni se les espera.
No voy a manifestarme solidario con el brillo de los ojos del ejecutivo de ventas de teléfonos móviles, que a buen seguro, ve en estas cifras un mercado potencial espachurrante, y ya ha planteado planes estratégicos a sus jefes de ventas acerca de cómo segmentarlos, y atacarlos para mayor loor y gloria de su cuenta de comisiones.
Lo que sí que voy a hacer es reflexionar un poco sobre la enorme brecha que estamos abriendo entre las sociedades altamente tecnificadas, y la otra casi mitad de la humanidad a la que cuando nos acercamos, lo hacemos con reparos, al considerar sus formas de vida arcaicas, y lejos de esa burbuja estéril que nos hemos creado, y donde vivimos los occidentales.
En África, actualmente hay aproximadamente algo más de mil millones de habitantes, pero se espera hayan multiplicado por tres esa cifra dentro de este siglo, veremos qué pasa con China ahora que les dejan tener un segundo hijo.
Lo que no parece tan boyante es la cifra de incrementos de población por crecimiento orgánico en el mundo occidental. Aquí somos cada día menos, más cultivados, más ricos, más intransigentes con todo aquello que no es como nosotros, más egoístas, en fín, como el viejo avaro de Moliére, que teme perder su riqueza a cada momento, y actuamos en consecuencia encerrándonos entre verjas, muros defensivos, para defender nuestras miserias de ricos.
Malthus en su obra Ensayo sobre el principio de la población, dice entre líneas algo muy interesante allá por los finales del XVIII, cuando afirma que el crecimiento de la población sigue una progresión geométrica, cuando la disponibilidad de alimentos solo lo hace en progresión aritmética, con las conclusiones de la limitación consecuente del crecimiento humano, al no soportar la producción alimentaria, el crecimiento de la demanda… bla, bla bla. Malthus, pone fechas al posible colapso, basándose obviamente en los datos que en aquellos años podía manejar.
Pero lo interesante, a lo que me refería, es que en sus predicciones, tiene en cuenta que el desarrollo tecnológico puede alterar fechas y cantidades, y en eso no falló. El aumento de la productividad en la industria alimenticia, permite que la producción pueda dar de comer a toda la población mundial, y, en la actualidad, sobra capacidad de producción.
Otra cosa es la distribución de esos alimentos, que, claro, deja con hambre a los que no participan de los bienes de la tecnología. El miedo de Malthus, estaba basado en que el siglo XVIII supuso para Inglaterra pasar de una población de alrededor de cinco millones a principio de siglo, a una de nueve a final, y eso era mucho, sin olvidar el impacto que debió tener en su forma de pensar, no solo la revolución francesa, sino la influencia de Rousseau, a la hora de enfrentarse a esa sociología desarrollista que le rodeaba, en lo que hoy nos parecen tímidos inicios de una realidad que ha ido desarrollándose durante los dos últimos siglos.
No me interesa ahora desarrollar las correcciones que a los incrementos poblacionales suponen la insalubridad, las guerras, las epidemias, incluso las posibles catástrofes naturales, que ya sea por el calentamiento, el enfriamiento o la capa de ozono en plan levantisco, son elementos que al día de hoy están muy controlados, y no suponen riesgos para la despoblación o la inversión de las curvas poblacionales.
Lo curioso, es que parece haber una relación directa entre el desarrollo tecnológico, y el descenso de los índices de natalidad, cuando, si pensásemos que Malthus llevaba razón, la abundancia de alimentos, de seguridad sanitaria, la ausencia de guerras de exterminio global, debería estar la explosión demográfica en este lado del Pecos, y no parece que sea así.
Creo que la razón está en la distribución que de la riqueza se hace en esta sociedad desarrollada. A las clases trabajadoras que mantienen esta rueda sin fin de incrementos de productividad, les llegan cada vez menos recursos económicos relativos, lo que les puede llevar a la pobreza dentro de una sociedad rica, al no tener acceso a los bienes de consumo.
La cuarta revolución industrial, nos está llegando con una ética dominada por el concepto de liberalismo económico feroz, siendo el acceso a las fuentes de donde manan los recursos financieros, es decir, al trabajo, más escaso, y por lo tanto más difícil.
La llegada de la robótica, la comunicación instantánea, el desarrollo de software de gestión conllevan aumentos de la productividad, que no se repercuten en el ciudadano trabajador, ya que este mecanicismo permite hacer el trabajo que requería ocho horas hace unas pocas décadas, en tres o cuatro hoy, los ciudadanos deben seguir de forma individual trabajando como mínimo cuarenta horas a la semana, si quieren seguir perteneciendo a la sociedad de consumo. Así que ese incremento de productividad, no repercute en los ciudadanos, ya que no se llega a esa sociedad del ocio que en algún momento se esperaba obtener como consecuencia de todos estos avances.
Las horas de trabajo disponibles en la OCDE, vienen a ser hoy día, a la población involucrada, lo que la limitación de recursos alimentarios imaginó Malthus para el desarrollo demográfico, y concretamente en nuestro país lo estamos constatando de forma palmaria, cuando vemos censo tras censo reducciones de población a la vez que incrementos de la producción económica, junto, obviamente, a la menor disponibilidad de horas de trabajo a repartir entre la población.
No estamos muy lejos del robot enamorado, como en su intervención de ayer el gerente y subdirector del F.M.I. insinuó, y le hacía gracia pensar en la respuesta que esta sociedad con un pie en esta cuarta revolución industrial iba a darnos.
La verdad es que esos temas de la sexualidad robótica se la dejo a tan preclaros próceres del F.M.I, ya que a mí lo que me preocupa hoy, como a los ciudadanos del siglo XVIII, es si la generación que me sigue, tendrá horas de trabajo disponibles de forma suficiente para poder alimentarse toda la vida. Y eso no lo tengo claro.
El desarrollo de la inteligencia artificial, debe suponer la desaparición de oficios que actualmente permiten el acceso a los bienes de consumo a más de la mitad del mundo. No sé cuál será el resultado, e imagino que algo así debieron pensar los analistas de la primera revolución industrial, y en mi limitación, ignoro si se está desarrollando toda esta nueva filosofía de la producción a favor o en contra del ser humano. ¿Pasará todo por recibir el pago de mi salario como el alquiler que a la empresa de turno le pase por el uso de mi robot?.¿ Cuál será la nueva funcionalidad del ser humano?.

Son preguntas a las que no sé responder, pero lo que sí constato hoy, es que la nueva, la cuarta revolución industrial está eliminando recursos humanos de los sistemas de producción, y el trabajo no se reparte, ya que los incrementos de producción son los que mueven el sistema.
Las palabras malditas, son estancamiento de lo que sea, de los P.I.B., de los precios, de las producciones. Crecimiento es el nuevo Dios al que hay que adorar, servir, y entregarse.

Diré, pues que la ética de esta nueva revolución industrial, se ciñe a incrementar la producción con el fin de potenciar la existencia de élites cada vez más reducidas, con lo que de alguna manera, el maltusianismo habrá triunfado como predicción profética del desarrollo de la humanidad.

Los otros tres mil quinientos millones de seres humanos que pronto habrán doblado su número, representan, posiblemente un problema, al que le intentaremos dar una solución a través de una comisión parlamentaria….la próxima legislatura, si me acuerdo. A lo mejor dejamos de llamarles seres humanos, y ya no tenemos que preocuparnos.
Buenas noches, y buena suerte.