La innoble Nobleza

El sistema te dice, Archivo-Nuevo-Abrir, y te pone la página en blanco del día, esa que te apetece llenar con cualquier cosa brillante, llena de ocurrencias, de símbolos, de guiños al lector inteligente, que no deja la cosa de ser el sueño del que escribe.

Pero no hay forma, a veces las fuentes sufren la sequía pertinaz que tanto hizo sufrir a nuestro dictador asesino, aunque llenó los bolsillos de su clan de dinero pantanoso, que se nos muere la nena estos días, la que acompañó a aquel marqués de Villaverde, (Pisaverde hubiera sido más adecuado), y nos cuentan que la familia no sabe qué hacer con los duros.

A lo mejor no se pelean por la herencia, que decía el patriarca que todo quedaba atado y bien atado, que seguro van tirando con la venta de entradas a turistas en el Pazo de Meirás, no lo sé, y la verdad es que no me importa demasiado, como si ya no viven en el pisito de Hermanos Bécquer, desde donde se veía muy bien como volaban los Dodge Dart presidenciales.

Pero no teman, no voy a meterme con el generalito asesino, que está desde hace mucho tiempo en otras dimensiones que no alcanzo, y me alegro, y tampoco voy a darle vueltas a eso tan manido de la fortuna que puede generarse en el escalafón de la milicia o con el sueldo de jefe de servicio en la Paz, como el Marquesito consiguió, y que le permitió, según la Wilkipedia, cepillarse a casi cualquier cosa con faldas que anduviese a su alrededor. Cosas de los nobles, que te salen folladores, y deben hacer honor a su etiqueta de “Señorito andaluz”, de horca y cuchillo.

A esto me ha llevado la muerte de la tal Nenuca, y cierto estado de náusea al releer las historias de esas familias que encarnan todo lo que se puede considerar detestable en los anales de España, y que por mucho que se intente, (que tampoco se hace demasiado), siguen controlando este país como lo que son, gentes que viven de prebendas que se generaron hace más de quinientos años, como ese Marquesado de Villaverde que proviene de 1670.

Demasiados autores que han estudiado la Historia de España, hacen referencia a que el control de este país por familias que recibieron tierras y títulos cinco o seis siglos atrás es algo aún vigente, y además sin visos de poder controlarse o de desaparecer.

Así, que cuando me dicen eso de que estamos en una democracia donde el poder reside en el pueblo, no puedo por menos que pensar en lo lejos que estamos de que eso sea así, que ni lo estamos ni esperamos estarlo, por más que nos hagan creer lo contrario.

Y eso, que con contadas excepciones, ese grupo social que engloba a los llamados “Grandes de España”, no deja de ser, no solo un anacronismo, sino una prueba palmaria que soporta mi percepción. Que grande de España somos mi vecino y yo, la portera de la finca urbana, el trabajador de la Seat, y el barrendero de Fomento. Solo que no se nos reconoce, que nada más injusto que recibir honores nacionales por un supuesto derecho familiar, que arranca en un hecho de armas de hace no sé cuántos siglos, de unas prebendas reales por hechos olvidados, quién sabe si relacionados con la corrupción que siempre nos ha adornado.

Y encima nosotros el populacho, al que nos han dicho que no nos preocupemos, que detentamos el poder, nos vuelven locos las historias de los Alba, de los de Feria, de los Cualquiera, nos deslumbra su desfachatez, su señoritismo, sus abusos, que no tienen coto, que no tienen control.

Alguien, quizás ya esté hecho, debería escribir la historia de la nobleza española, los orígenes de las fortunas, las miserias, e incluso, en caso de que los hubiera, sus aportaciones al país. Deberíamos ser conscientes de lo que significa en nuestra vida de hoy la existencia de esa casta parásita que representa la nobleza española, de sus posiciones en los consejos de administración de las más importantes compañías de este país, de las posesiones urbanísticas, rurales, a las que han ido accediendo y las formas de actuación que se lo han permitido.

No estoy planteando una Revolución Francesa, ni una guillotina en las Plazas Mayores, solamente que aflorase la información, para que los ciudadanos supiésemos dónde estamos, y sobre todo quién está dirigiendo nuestros destinos mientras el capataz le limpia las espuelas del caballo, le refresca la manzanilla, y le prepara la nueva hija del masovero, que acaba de cumplir los quince, y ya va siendo hora de que el señorito la desvirgue.

Lo que no me importaría es saber, saber qué poder económico tienen, cuál es su influencia en el juego político (no olvidemos que hay títulos nobiliarios en el actual gobierno), conocer sus posesiones, sus declaraciones de ingresos, sus litigios. Todo, que en definitiva, ser Grande de España, o simplemente ostentar n título de nobleza, fuerza a quien lo posea a ser noble en el sentido más popular del RAE, y el noble, el que actúa con nobleza no tiene nunca nada que ocultar, digo yo.

Pero son los sueños del mono loco los que me asaltan, que ya sé que son imposibles, que nadie puede romper un sistema tan anclado en los siglos, y que además se defiende a si mismo desde el gobierno y desde las cámaras legislativas, y en las que por cierto, me encantaría conocer cuántos de los diputados y senadores poseen un título de nobleza. Nos llevaríamos una buena sorpresa, estoy seguro.

Así que el viejo chiste del Perich, a cuenta de una ola de incendios forestales a final de los setentas o principios de los ochenta y el consiguiente slogan del Ministerio andan ambos con una vigencia de siglos:

“Cuando un monte se quema

Algo suyo se quema”

Supo añadirle al final…….Sr. Conde

Iré a ver si me preparo un aperitivo, que estas cosas me dan sed y hambre, y controlaré si el Señor me ha dejado algo en la nevera, que últimamente lo tengo muy nervioso, y es que creo que tiene tierras por el Motnsan.

Con su aceituna lo disfruten