La patrona de la diócesis

Hoy mi Negroni no estaba como siempre, y bien merecido que lo tengo, que le puse los cuernos a Boadas y me fui al Dry Martini. Me está bien empleado, que el Eixample es tierra de menestrales y los barrios de la baja Barcelona siempre han necesitado mucha más creatividad para salir adelante que esa tierra de paso que es el Eixample.
Además a mí siempre me han gustado los sitios pequeños, incómodos pero entrañables, y hay tres en mi Barcelona que siempre me parecieron insuperables, mi Boadas, mi Vaso de Oro, y esa Taberneta de la plaza de la Villa de Madrid, donde se recomendaba a las damas en la puerta del baño, que no tiraran la mensualidad al wáter, que cuesta mucho ganarla.
A la Taberneta hace mucho que no voy, y pienso arreglarlo a la mayor brevedad posible, aunque no sé si aparecerá aquella bruja que te echaba las cartas, y algún cantautor al que alguien siempre le pedía que le tocara el sapo (cancionero, claro).
El Dry Martini, creo que quería ser el Sándor, pero no lo conseguía, que en el de Calvo Sotelo, las jais ni te miraban, y en el Dry, si lo hacían, echabas mano a la cartera, que erróneamente, claro, siempre me parecía que estaban de camino hacia Mariano Cubí.
Yo nunca fui de Zeleste, me parecía que había mucho ruido y pocas nueces, y para esos menesteres yo estaba más a gusto en La Cova del Drac, aunque ya estuviese en la Barcelona de por encima de la Diagonal, pero era pequeño, incómodo y entrañable. ¡Qué le voy a hacer!. Luego se fueron Muntaner arriba, y ya no fue lo mismo.
Mis detectives barceloneses preferidos, el Mascarell, y el Carvallo creo que de alguna manera estarían de acuerdo conmigo, que para eso fueron a buscar a sus chicas entre las rabizas de Atarazanas, y comían en restaurantes de amigos, con bacalao al gusto y Priorato con sifón, que esas mariconadas del tinto de verano, son cosas posteriores que mal casan con la hombría de bien. Claro que cuando se hacían la comida en casa, había que tener a mano un buen Gandesa, con el sifón no muy lejos que hay cosas que las carga el diablo.
La calle Ancha, estaba llena de tascuchos, y entre los tascuchos, yo siempre me he quedado con el más incómodo, con el más entrañable, y allá que iba con mis amigotes a tomarnos unos porrones de la bota del abuelo, que nos ofrecía la Mami, para quienes éramos casi, y sin el casi, como sus nietos, adolescentes ruidosos. Nos daba cacahuetes, que eso de los “peanuts”, fue un invento muy posterior, nos sacudía con la escoba (literal) si nos pasábamos, y si se pasaba ella la cosa acababa en que se ponía la mujer (pasada de porrones), a bailar encima de la mesa, o encima de una cuba.
Con la marcha que lleva el Mascarell, no me va a llegar a esa época de finales de los sesenta, en donde empezábamos a pensar de forma muy inocente que a la Bestia del Pardo le quedaban dos partes, (el telediario solo se veía de Sarriá hacia la montaña), y aún le quedaban varias ejecuciones por firmar.
Y ya lo siento, porque fue una buena época, no por lo que daba la ciudad de sí, que siempre ha sido experta en putear a sus vecinos hasta la saciedad, sino porque uno estaba en esa adolescencia en que si alguien manda es la hormona, que aún no has cargado los programas necesarios en el software de tu coco, y tiras de hardware que aunque pete, tiene reparación.
Me viene todo esto, porque estamos de patrona, y aunque era fiesta, como había procesión por la calle Ancha, costaba más ir a los porrones de la Mami, el Paseo de Gracia se llenaba de gigantes y cabezudos, y siempre se le escapaba el globito al niño mimado de San Gervasi, que se había acercado con papá y mamá a ver el desfile.
A mí no me gustaba nada, era una porquería, así que lo que quedaba era, si había perras en el bolsillo, (evento muy poco habitual), intentar ir a las atracciones de Montjuich, y echar la tarde en aquel parque de Atracciones “para mayores”, que el del Tibidabo ya se sabe para quién era.
La Mercé, ese veinticuatro de setiembre en el que debían abrirse los cielos con el temporal de Levante celebrando la temperatura que había cogido el Mediterráneo a fuerza de enfriar ardores playeros que las llegadas de las vikingas producían entre los hijos de Can Tunis y de la Mina, que todos sabían que eran unas guarrillas en busca de un Juanillo español.
La realidad era muy otra, y claro los Juanillos al agua que los calentones también se curan así. Pero yo siempre pensaba que la Mercé procuraba que los cielos se abrieran el día de antes o el día siguiente. No era exigente con el sol, pero prefería que los terciopelos de la procesión, y los cartones de los Gigantes no se arruinaran con una tormenta a destiempo.
No echo de menos todo aquello, pero no abomino de ello, todo lo contrario, es una parte maravillosa de mis recuerdos que siguen vivos, pero no precisos, que la mente es buena amiga y solo quedan los posos de lo que fue bonito, y no pienso buscar el yang para equilibrar todo aquello, pero lo dicho, no lo echo de menos.
Y dentro de cincuenta años, los chicos de hoy, seguramente recordarán su fiesta de la Mercé, con aquellos elementos que hoy les están pareciendo gratos, y comentarán su anécdota con o sin nostalgia, que estas cosas van por barrios. Y si la alcaldesa al final se sale con la suya y cambia la fiesta a la de Santa Eulalia, que de hecho es la patrona de Barcelona, (La Mercé es de la diócesis), pues se habrá instalado el número trece en el calendario de festejos local. Mal agüero me parece.
Ya sabéis, a los trece años fue sometida a trece martirios por los romanos que eran unos malotes, y en recuerdo a su martirio y a su profesión, (cuidaba ocas en Sarriá), hay trece ocas en el claustro de la Catedral de la Santa Cruz y de Santa Eulalia.
A mí se me da una higa, la Mercé es la Mercé, la virgen del Rabal, que huele al pescado de la Barceloneta, al petróleo del puerto, y a los condones usados de la calle Escudillers. A Santa Eulalia, todo mi respeto, pero seguro que es más para los pijos de Sarriá, y a mí siempre me pareció que estaba muy lejos.
Pero claro, esa pollera del Eixample que se sienta en la sede de San Jaume, no es chicha ni limoná, que si quiere ser el Trías, no puede, y si quiere ser la Patro o la Charo, no sabe, así que irá a por el trece de Sarriá….o no.
Buenas noches, y buena suerte