La protección de Don Peppino

Hoy en el caralibro he leído uno de esos aforismos que abundan, y que me ha provocado esta reflexión.
“El problema de lo público es que los ciudadanos piensan que es gratis, y los políticos piensan que es suyo”.
Viendo las cosas de esta forma, lo que me apetece es resucitar aquel grito de la FAI, que de rebote escuchaba en el claustro de la vieja Universidad neogótica de mi Barcelona natal.
¡El único estado válido es el que no existe!
Que eso lo proclamen seres humanos, que de individualistas tenemos lo que los lobos o las ovejas, que nos sacan de un clan con sus jerarquías y devenimos en algo inservible, tiene su gracia, pero no deja de ser α y Ω del anarquismo como forma de entender la sociedad humana. Inservible desde luego, pero que puede usarse en determinados momentos para provocar al gregarismo genético del ser humano.
Los gobernantes que dicen ejercer el poder en nombre de los ciudadanos, no toman realmente responsabilidades detalladas delante de ellos, como bien sabemos, y acaban haciendo de su capa un sayo, lo que les da la gana, y nunca por huebos de sus empleadores, los ciudadanos.
También nosotros, los ciudadanos tenemos lo nuestro. En términos generales, cuando vamos con nuestro papelito doblado en el sobre a introducirlo en la urna de los sufragios, lo que hacemos es creer que la interpretación que de nuestro voto haga el futuro gobernante coincide con lo que nuestro corazón cree que hará. Ilusos, a la par que ignorantes, o peor aún vagos.
Para algo tan importante como nuestra gobernación, no exigimos lo que le exigimos al fabricante de mayonesas, por ejemplo, y es que cumpla a cambio de mis dos euros por el tarro, lo que pone en la etiqueta.
Reconozco que no es fácil obtener un programa electoral de cualquier partido que se precie, así que de ahí a leerlo de forma generalizada, de hacer consultas sobre sus detalles a los partidos a través de un correo o de una 902 de esas que atienden quechuas o aymaras, pues un abismo ¡oye! Que diría un vascón.
Pasamos la vida quejandonos amargamente de la letra pequeña del contrato de la luz, de la cláusula suelo, o de las preferentes que nos vendió Pepe, el tendero de la sucursal bancaria de toda la vida, y no exigimos contrato a los gobernantes….Neneeeessss…¿de qué vamos?.
Esta mañana me sorprendo, y es solo un ejemplo, que Doña Colau, quiere darle una pastizara a cosas como asociaciones de gays paraguayos a través de no sé qué oenegeses de esas, entre otros repartos millonarios, teniendo diferentes colectivos en su propio barrio que andan en la cola de Cáritas. Lo más divertido, si la cosa es cierta, sería poner un mapa en blanco del mundo y contar de cien personas cuántas marcan Paraguay en su sitio, de los que van a mandar parte de sus impuestos a esa asociación, por ejemplo.
Me suena a letra pequeña de contrato de hipoteca, o a no mencionar en la etiqueta del solomillo, lo de “comer carne mata”, junto a una foto de un colon como un bebedero de patos.
Para mí los impuestos han tenido siempre una relación directa con los súbditos, e indirecta con los ciudadanos. Me explico.
Aprovechando la naturaleza depredadora del ser humano, que no distingue especies, y menos la propia, alguien tenía que proteger a la tribu, y si me estoy dando de bofetadas para que la tribu de al lado no te apiole a ti y se lleve a las mujeres, necesito parte de tu trigo, o de tu mamut, así que págame algo, ande usted…..y si no recuerde que o se lo quitan los malos, o se lo quito yo que para eso tengo esta tranca tan gorda.
Ese de hecho es el origen de los impuestos, protección. Protección como la que daban los nobles a los siervos de la gleba, o los reyes a sus nobles. Que si venía el sarraceno te mandaban las tropas reales, y a otra cosa, o si venían los malotes del pueblo de al lado, se abrían las puertas del castillo, y a ver cómo nos los quitamos de encima.
La protección está ligada a la necesidad de ser protegido, claro, es decir ligada al miedo de que te pase algo que te han dicho no solo que es muy malo para ti, sino que percibes como algo plausible.
Si hoy nos ponemos a listar los miedos que en las sociedades tienen los ciudadanos la cosa es interminable.
Los miedos a los ataques militares a tu país, a que te atraquen en la calle, a la enfermedad, al desamparo, a no poder trabajar, a la ignorancia (bueno, este no tanto, que los hay muy felices viviendo en ella), al hambre, a los alimentos inadecuados, a la falta de alojamiento, al aburrimiento, a tu pareja, a Dios, al Diablo, al amor, al desamor, a la soledad, a la vida, a la muerte.
No soy un experto en miedos, pero fácilmente se reconocen en estos someros ejemplos, su correspondiente impuesto, al menos en las sociedades que llamamos adelantadas.
Sale pues el noble, el rey, el estado, vamos quien esa semana esté de turno, y como un capo mafioso de la Sicilia profunda, te propone por un poco de dinero protegerte, siempre que le trates con respeto. “Baccio le mani Don Peppino”.
¿Qué le vamos a hacer?, pues pagar, que ese Don Peppino, o ese estado tiene la tranca más grande que la tuya.
Una vez empezado el negocio es difícil pararlo, que Don Peppino se encarga con todos los medios a su alcance de que no te falten miedos para que sientas la necesidad de que te protejan de las posibles consecuencias de los mismos,
Vuelvo pues al argumento expresado un poco más arriba del posible contrato con nuestro Estado, que, ya sé, en titulares está en las constituciones vigentes en todos los países. Pro yo no firmo una hipoteca con el banco sobre el anuncio de la “tele”, sino con el detalle de la letra pequeña bien leído y releído, y la letra pequeña no me la ofrecen ninguno de los que optan a ser administradores de los poderes que como ciudadano he transferido a ese ente que se llama estado.
Alguna vez he podido leer programas electorales, que independientemente de ser un cúmulo de vaguedades, en caso de ser elegida esa opción por el ciudadano, difícilmente se cumple en algo más del 15 o 20%, incumpliéndose además en aquello que más duele a los ciudadanos.
Creo que, con una reflexión seria y documentada, nunca habríamos dado el poder a la mayoría de los partidos que nos han gobernado desde la implantación de la democracia en nuestro país, una vez conocido el fruto de su gestión.
González, Aznar, Zapatero y ahora Rajoy, han sido verdaderos estafadores del capital político que se depositó en ellos. Y lo peor de todo, es que al no existir un contrato detallado con los ciudadanos, nada se les puede demandar, y ellos siguen en sus batallas mafiosas contra la familia rival a la que por cierto necesitan para que el miedo nos haga sentir que los necesitamos, porque sino, ¿quién nos va a defender de la derechona, o de la izquierda, o de los nacionalismos, de la Merkel, o del cometa Halley?.
Ningún trabajador hubiera votado a un dirigente que nos metió en la OTAN, o que nos llevó a la guerra de Irak en coalición con el Imperio, o que siendo un verdadero botarate arruinó el país, o al que redujo la Sanidad a niveles inaceptables o eliminó derechos de los trabajadores con su ley laboral. Todos nos defraudaron de una u otra forma, sin mencionar el hecho de que metieron la mano en la caja, además.
¿O si?
Voy a tener que leer más historias de viajeros a ver si se me quita el cabreo que todas estas reflexiones me producen continuamente.
Buenas noche, y buena suerte