La toallita limpia zapatos

Hoy me iba a limpiar los zapatos, y de la caja esa donde guardo los útiles, sale uno de esos pañitos blancos que te dan en los hoteles, y que siempre me he afanado por guardar, que nunca se sabe.

Trump, pone en tal pañito, y si, recuerdo haber estado en ese hotel en Columbus circus, allá donde Broadway se vuelve verde, que hay cosas que uno no se cree, como que el parque central de la gran manzana siga sin que se hayan hecho rascacielos por sus sendas.

Trump se quedó en el límite, que seguro pensó en levantar torres infinitas en aquel trozo verde increíble, y pienso en su argumento fuera ya de la pura rentabilidad: ¡No os quejéis que aún queda el parque Battery!.

Yo voy a limpiar mis zapatos con el nombre del presidente del Imperio, ese ser de imagen zafia, que a saber quién ha puesto en la supuesta primera magistratura del Imperio.

Es lo que tienen esas cosas del mercadeo, que lo importante es la marca, y yo, querido presidente de imagen zafia, limpio mis zapatos con el nombre de su padre, de sus hijos, y tan a gusto nos quedamos, yo con los zapatos limpios y usted con el puñado de dólares que en su momento me cobró por vivir varias noches con vistas al terreno potencial de sus sueños de constructor.

Mi querido amigo, no sabe usted como me hacen sonreir estas cosas que el mundo moderno nos trae, y como me recuerdan que el que gesticula y grita es un actor, un payaso si hace reir, y un ser patético si no transmite nada.

Me dicen por los rincones, que quienes de verdad están moviendo los hilos, desde Waterloo, por lo menos, son unos chicos prudentes y discretos, una familia de unas doscientas personas, no muchas más, y que no usan demasiado su apellido para dar relumbrón a sus actividades, apenas un banco, que es banca, y un vino excelente, que no puede beberse cualquiera, y que los más afortunados habrán podido degustar una o dos veces en la vida.

Y lo que tiene este muchacho de ojillos pirris, de peluquín mal disimulado y con aires de matón de taberna barata, es que este menda, jamás abriría una botella que se anunciase con el apellido de su familia, que uno espera delicadeza, personalidad, y placer sereno dentro de un vino, y no parece, no parece que sea el caso. Así que con limpiarme los zapatos con su nombre familiar me basta y sobra.

Cuando llegó a esa magistratura mi proveedor de toallitas para limpiar los zapatos, me preguntaron la opinión que me merecía el tal personaje, y hasta el momento he desarrollado una resistencia a darla, dada la vacuidad perfecta del personaje para el trabajo que le han encomendado.

Y es que alguien me dijo aquello de que el mayor triunfo del diablo era convencer a la humanidad de su no existencia, que así le dejaban el campo libre y nadie iba a achacarle los desaguisados que pudiese organizar.

Y en este caso, parece que los verdaderos amos discretos de este mundo, han acertado. Nuestro amigo el de la toallita que limpia los zapatos, les hace el trabajo de maravilla con su metafísica marxista, de Groucho, claro, pero mal entendida y sin la finura que caracterizaba al buen hermano Marx.

Ya sabes, vale lo que digo y lo contrario, que no tengo problemas en decir la verdad o la mentira que se adapte al momento, a la ocasión, que las afirmaciones, o las posturas no tienen por qué ser eternas, con que duren lo que dura la aparición de la siguiente boutade, todos tan felices, que para lo que vamos a vivir…

Pero a lo mejor es lo que cumple, que lo interesante para quien mueve los hilos del mundo, en caso de que alguien lo haga, es tener de pasmarote a un amigo como el de las toallitas limpia zapatos, que nos va haciendo juegos de manos de esos burdos, nos quedamos embobados viendo por donde sale el conejo, y de pronto alguien hace unos duros con unas opciones put sobre Amazon sin ir más lejos, o nos asustan con que Apple se va a pegar un tortazo porque la última baladronada twittera intenta llevarnos por ese camino.

Seguramente estoy equivocado, pero de pasar del insulto tabernario al muchacho coreano, a sentarse en la misma mesa, aparentemente el paso no es tan corto, y a lo mejor se ha marcado territorio con una meadita perruna antes de comenzar a discutir, que para eso si que sirve mi proveedor de toallitas limpia zapatos.

Hasta donde llego, todo lo que he visto, es que el muro mejicano sigue donde estaba, que si hay que vender unos misiles nuevos que acaba de diseñar la Lokheed o quién sea, enseñamos unas fotos de niños asfixiados por unos gases de guerra, que la gente no entiende, que cuatro matraces y dos bidones asustan mucho, y cualquier excusa es buena, que me viene a la cabeza los botes de extracto de levadura que tenía Sadam Hussein y nos enseñaron las teles del mundo antes de la tormenta perfecta.

Lo que he visto, es que los tratados de libre comercio se van a renegociar, y que la posición americana sobre el cambio climático sigue inamovible por mucho que Al Gore nos venga con la parte dos de su verdad incómoda. Al final huele a Republicanos contra Demócratas, que quien ocupa la primera magistratura cada vez más me huele a pelele de vaya usted a saber quién.

Así que, seguiré limpiándome los zapatos con el nombre de la familia Trump, qué le vamos a hacer, que es todo lo que me queda como habitante de esta tierra que parece lo soporta todo, y seguiré rezando porque en mi entorno cercano nadie estime conveniente probar misiles o cabrear más de la cuenta a unos u otros en plan experimento, de esos de a ver que pasa si invento una razón para que la sociedad se divida, creo un germen revolucionario, separatista, de origen religioso o cualquier otra barbaridad, ya que aunque me limpie los zapatos con el apellido del presidente del Imperio, me van a dar por donde amargan los pepinos. Sin duda.

Con su pan se lo coman