Leonidas

Trescientos dice el cómic que murieron en la Termópilas, ¿quién sabe?, que a lo mejor ni hubo batalla en las Termópilas, que a lo mejor no hubo tampoco tan valerosos guerreros espartanos, (lo de valerosos lo pongo por aquello de la literatura, que matar gente aunque sea tenida por enemiga no da sello de valor), queda muy bonito en los relatos de la antigua Grecia, queda muy bien en las pelis esas que dibujan actores por encima de los actores, queda muy bien, muy bonito decir que si al final fueron arrasados fue por un traidor que conociendo el terreno, llevó a los malditos persas (malditos para los espartanos) a terminar con el grupo de, bueno, eso de espartanos.

Y estos días me dicen los telediarios, las noticias esas que salen de la lámina tonta y que luego reconfirman las puñeteras redes sociales, que han matado a trescientos, pero multiplicados por dos, y no uno a uno y a mano como en las Termópilas, que aquí parece que el fuego viene desde el aire.

En Siria, en Ghouta para ser más o menos precisos nos dicen que los malos los que apoyan al dictador Al Assad no hacen más que enviar desde el cielo bombas asesinas, apoyados por esa Rusia, llena de gente malísima.

Pues bueno, seguiré tomando mi copita de cognac de buen año mientras las imágenes del dolor van apareciendo en pantalla una detrás de otra, que aunque me importe, lo que veo no es más que una parte interesada del hecho, que posiblemente se esté desarrollando en esa tierra. La verdad, es que no sé lo que pasa, parece que sí que desde este lado del río han matado a seiscientas personas.

Pero para lo que voy, con que le hubiesen roto una uña a una sola persona, por un acto de violencia, por un acto de guerra, cuyo fin es exportar influencias, exportar armas, probar nuevas formas de matar, ya tendría el cabreo encima.

Los médicos que intentan actuar en la zona dicen que ya no pueden más que están exhaustos, que no tienen elementos de trabajo para tratar el desastre humano que parece se ha organizado, seguramente no hay agua, no hay comida, y los corredores humanitarios que se han diseñado para la evacuación de la población civil, no funcionan, que si se ve una ambulancia los otros malos se imaginan que dentro hay armas o vaya usted a saber qué, y le tiran una buena granada. ¡No me jodas, esto es la guerra¡.

Así que estamos todos muy preocupados y todos haciendo nuestro negocio como podemos, y nos permitimos juzgar, desde nuestra copa de cognac, que si los rusos son los malos, que si Al Assad es un asesino de su propio pueblo, que si el tal Putin no hace más que vender escopetas y lo que haga falta, y que el pobre Trump está desolado, a ver si la lágrima de cocodrilo que resbala por su mejilla, le sirve para que las redes sociales le aúpen a una candidatura ganadora al Nobel de la Paz.

Creo que ha sido la Cruz Roja quien ha dicho que no hay que preocuparse, aún hay un stock de alrededor de cuatrocientas mil personas embolsadas en la zona, y esto de apiolar a seiscientos es un entrenamiento, que no hay forma de saber quienes son terroristas y quienes no.

Nada nuevo, que parece la cruzada contra los albigenses:

  • Tú mátalos a todos, que Dios ya discriminará los buenos para tenerlos a su lado.

Aquí parece que se aplica la misma técnica, y si la gente pasa hambre, no hay problema, la ONU envía comida y bebida hasta los más recónditos lugares de la zona de guerra, y además ofrece a las señoras de buen ver algo de sexo, que ya se sabe, con el marido en el frente, y con los ruidos de las bombas, seguro que las mujeres necesitan un alivio, y ahí están los empleados de la ONU para sacrificarse.

Los tres países que más o menos están en el conflicto, me han recibido de una u otra forma a lo largo de mi vida, y hoy, reconozco que a donde no quiero volver, es a USA, a Siria me dolerá volver, por los efectos de la destrucción que ha producido la guerra, y a Rusia, sin problemas, en caso de que no venga el aire siberiano, que uno es muy Mediterráneo.

Recuerdo en Siria, que ni mi guía, ni su chófer estaban cómodos si intentaba hablar de la situación política. Era como en tiempos de nuestro dictador, que uno no sabía quien era de la secreta, y te jugabas desde unas hostias en comisaría, hasta un buen garrote, o un paredón al amanecer.

En Rusia, y en las ex repúblicas soviéticas que he visitado, salvo los estragos y el atraso que ha dejado el régimen, no fui consciente nunca de que la gente tuviese ese miedo que aparecía en los ojos de los sirios de antes de su guerra. Pobres pero sin miedo al poder, aunque en algunos casos, debería mirárselo.

De la histeria americana prefiero no hablar, ellos sabrán. A mí no me interesa.

Lo que sí me interesa de esos últimos seiscientos, es que la noticia parece un parte de la guerra orwelliana en los que las tropas euroasiáticas, (creo), avanzaban sobre las afroamericanas o algo así. Que se da la circunstancia que no me creo ninguna de las noticias que me llegan desde el escenario de una guerra, así que, a la hora de condenar algo, condeno la barbarie que conlleva el conflicto armado, y su consecuencia sobre la integridad física o moral de cualquier ciudadano.

Así, de la misma forma que pienso que lo de los famosos trescientos, si no fue verdad, fue bien y oportunamente narrado, lo de los seiscientos tiene visos de parecerse, que no es más que una noticia de guerra.

Y si dicen los malos que son seiscientos, sea, si los otros malos dicen que son trastopecientos, sea también, una uña rota por esas disputas, ya es execrable, así que, por favor mantengan las armas a buen recaudo, y dejen de disponer de vidas y haciendas ajenas.

Con su pan se lo coman