Luchas rituales

La naturaleza, siempre sabia ha desarrollado para protección de la vida individual, y en algunos casos para la preservación de alguna especie, mecanismos que impiden la lucha a muerte, mecanismos que por lo menos le dan a los individuos la posibilidad de valorar las fuerzas de su contrincante y dejarse de hacer tonterías si la cosa no iba a ir bien parada.
No sé, quizás los cuernos más grandes y con ramificaciones de los ciervos, les permiten en su lucha por las hembras darse unos empujoncitos, pegar unos berridos y dejar claro quien se va a dejar la piel a tiras cubriendo a todas las hembras de la manada.
O a lo mejor los hipopótamos que abren la boca a ver quien la tiene más grande, aunque de vez en cuando se les vaya uno colmillo y dejen mal parado al otro. En definitiva estamos rodeados de ejemplos en los que un enfrentamiento físico menor, es lo que decide algo tan importante en la naturaleza como es el hecho de la transmisión del ADN.
Hay incluso especies que tienen su enfrentamiento de forma ritual, es decir que no se necesita contacto físico para dirimir el problema, y por supuesto, si la cosa no funciona, se pasa a mayores y a cascarla que diría mi amigo aragonés.
En nuestra especie la cosa va por barrios, que en el mío, de chaval, la cosa era a ver quién meaba más lejos, que no está nada mal, aunque falto de cierta precisión si de lo que se trataba era de demostrar mayores o menores habilidades a la hora de transmitir el ADN.
Y ahí andamos los humanos, que somos muy nuestros, y que en demasiadas ocasiones parece que se nos va la mano, y en vez de ver quien mea más lejos, le meamos el “tuxedo” al novio de la parienta y la cosa acaba más que mal, ¿qué le vamos a hacer?, somos así, que dicen por ahí los que saben, que somos seres racionales.
La cosa de todas formas, y eso teniendo en cuenta de que nos seguimos matando como locos en esta malditas guerras del siglo XXI, que es casi como nos decía Orwell, guerras lejanas de continente a continente, en las que un rato gana uno, otro rato gana otro, pierde siempre el mismo, y los yates y las villas en Lugano, son siempre de los mismos.
Pero hay que ver quien mea más lejos, que nos sale el gordito coreano, exhibiendo pilila, y diciendo que mea en parábola hasta Guam, por lo menos, (en tiro tenso, no lo menciona), y Tito Trump, dice que a salivazos llega a Pionyang, y el Comité Central del Partido Comunista Chino, dice que tiene una bayeta que le ha diseñado Tito Putin que lo deja todo libre de excrecencias.
Y así nos andamos, siendo lo más divertido de todo que nos creemos la película, que llueve muy lejos de nosotros, y ya se sabe, hasta aquí no llegan los huracanes, y mucho menos los tifones.
Es como ir a contemplar una buena berrea desde un observatorio de naturaleza de esos que te preparan los biólogos de Doñana. Y fíjate bien, que a lo mejor hay un accidente y hasta ves sangre, que solo escuchar el entrechoque de las astas y cuatro berridos de machos cabreados tiene gracia, pero menos.
Lo que me preocupa de todo esto, es que estos meones certificados, de vez en cuando actúan como los leones, que se creen ellos muy bravos, y ya se sabe, al viejo macho a lo mejor no lo matan, pero a los cachorros desde luego, que no están los leones para cuidar a la futura competencia, y mucho menos a esperar que las hembras desteten y se pongan en plan fértil.
Y a lo mejor en esas estamos, que los dientes y los chorros de orina, los miden los grandes machos, y así ellos no se hacen demasiado daño, pero la factura la pagan al final los débiles de la camada, los que no se pueden escapar, los que no se pueden defender.
De forma que si tenemos que ponernos en plan defendamos al pueblo, habrá que recordar al pueblo,(concepto que todo el mundo menciona y nadie sabe definir con la precisión requerida), que a lo mejor hay que empezar seriamente a defenderse de ciertas reinas y ciertos zánganos de colmena y hormiguero, que si hay que ponerse un pelín jacobino, va y se pone uno, que no pasa nada, y si pasa se le saluda.
Y que nadie olvide que al pueblo se le puede diezmar, y quedan noventa donde había cien, pero a la reina y al zángano, no se les puede diezmar, aunque se les puede eliminar, emborrachas a las hormigas guerreras, y te plantas en la cámara real, que tampoco es tan difícil.
Por lo demás, miraré a ver cómo van los partidos por esas guerras orwellianas que andan dando de comer a las fábricas de escopetas, y a lo mejor vemos que algún árbitro pita penalti injusto al que yaya ganando el partido, garantizando el espectáculo más rato, por lo menos hasta presentar los resultados del trimestre.
En cualquier caso, la próxima reencarnación que me toque, voy a solicitar al ejecutivo de la Tyrell Corporation, que no me suelte con el código de barras que corresponda a un cachorro de león, que me mola más cualquier otra cosa más segura, vamos que si hay que ponerse chulo, que me ponga encima de un buen tanque que ya decidiré yo si cañoneo o no, que esto de ser pacifista está muy bien (como error), en esta reencarnación, pero en la próxima, tabla rasa, y si retraso mi llegada a la luz definitiva, pues mala suerte, aunque no creo.
Y es que a lo mejor, esa cosa que llamamos pueblo, y que nadie sabe definir, aunque todo el mundo habla de ello, está formado por los malotes de otras épocas que al reencarnarse están pagando pecadillos pasados. A saber, pero tiene su lógica.
Pediré por tanto a los leones que quieren hoy pelearse en mi tierra, que se dejen de dentelladas y miren a ver quien mea más lejos, o más alto, o más rato, que se me da una higa, pero que dejen ya de tocarnos los cojones a todos.
Con su pan se lo coman