Mamá cumple años

Mamá cumple años, y desde luego no seré yo quien descubra la cifra, que hay cosas que deben quedar en familia, y a ser posible, no en toda la familia, sino únicamente entre aquellos miembros en donde sea imposible mantener oculto el dato.

Y es que al final todos tenemos nuestro lado oscuro, nuestros secretos, y ese es uno del calibre de los que justifican no solo la existencia de servicios secretos, sino que justifican esos asesinatos sofisticados con material radioactivo, tan chulos que vuelven locos a los ingleses.

Lo dicho, mamá cumple años, y me llega la comunicación de un amigo, en la que como parte de un estudio me dicen que cada año que pasa nuestra esperanza de vida promedio se alarga tres meses. Está bien, creo, aunque me parece que esto es como la estadística de que en un país de dos personas, como se comen un pollo al día, estadísticamente se comen medio pollo cada día.

Siempre que uno de ellos no se coma el pollo entero, que es lo que acostumbra a pasar, claro.

Así que si nos subimos a la estadística de esos tres meses por año, y la aprovechamos como quieren los transhumanistas tipo ciborg, nos hacemos inmortales, y a lo mejor es un incordio. No lo sé.

Solo sé que a la hora de la verdad, los dioses griegos envidiaban a los humanos porque éramos, y somos mortales.

Desde luego los humanos envidiamos a los dioses por todo lo contrario, aunque no seamos muy finos, en general, a la hora de fijar las condiciones de esa supuesta inmortalidad.

Si a mí me castigasen a la inmortalidad, realmente no sabría que pedir. Que lo de la eterna juventud puede ser una opción, aunque ni siquiera eso de la juventud sabemos muy bien lo que es.

Descarto lo de adolescente, desde luego, que uno no se ve en una tormenta de hormonas, con la cara llena de acné, y sujeto a los exámenes del instituto de forma eterna. No gracias, que además ni una birrita me dejarían tomas, diga lo que diga mi supuesto DNI de ese momento.

-No chico, no puedes esto o aquello, que aún te estás desarrollando y luego eso se paga.

Y aunque le diga que voy por los trescientos setenta y cinco años, el protocolo es el protocolo.

Para ese adolescente, si pido, no sé los treinta y cinco, ya estaremos hablando de un viejo, con lo que la eterna juventud se tambalea, y los veintialgo tampoco parece que….en fin, no se.

Pero mi amigo el transhumanista, a lo mejor se me frustra, que es de la rama ciborg, y con veintialgo, a lo mejor aún no he sufrido amputaciones, mi genética es impecable, y no necesito ningún tipo de prótesis.

Si me quedo ahí, la industria de los cybercomponentes para humanos inmortales lo mismo se tambalea y deja de tener sentido.

Claro que el filósofo me dirá aquello de que la edad ideal es aquella en que la sabiduría a través de la experiencia haya llegado a nosotros. A saber, que muchas veces me planteo si edad y sabiduría van de la mano, pero de eso ya hablaremos otro día.

Todo esto de la supuesta inmortalidad, claro, a lo mejor se ve truncada por el accidente, vamos que te pase el AVE por encima y te deje como la calcomanía del dibujo animado, y eso no lo arregla nadie…creo. Y si eso sigue existiendo, a lo mejor los humanos empezamos a no envidiar a los dioses, y es que vivr en la cárcel de la vida eternamente, solo lo entienden los jóvenes que están deseando reproducirse, (única razón de la existencia de un ser vivo, por cierto). Pero si alguien se plantea el estar produciendo nuevos seres humanos eternamente, con la pasta que cuesta cada niño, y lo poco que te dejan dormir, es para pensárselo.

Y por supuesto, las señoras, eso de estar pariendo toda la eternidad, no sé yo, que seguro que hay gente pa tó, pero me gustaría verlo.

Mamá cumple años, como decía, y a través de las últimas charlas que hemos mantenido, no la veo muy partidaria de la inmortalidad, y es que el chocolate todos los días, también cansa, o a mí me lo parece.

Lo que sí noto, es que echa de menos lo que perdió, cosas como subir las escaleras saltando los tramos de dos en dos, o mejorar este o aquel pequeño deterioro físico. Cosas que nos pasan a todos menos a Don Cristiano Ronaldo, por supuesto, que a la que te descuidas ves que tiene el cerebro en los abdominales.

Pero se nos compensa con la sabiduría, con la experiencia que poco a poco te va dando el paseo por la vida, lo que no está mal, ya que además se va haciendo a ritmo, de forma que cuando ya no puedes jugar al tenis, te pasas al golf, y tan contentos.

Yo confío pues en la evolución de la raza, y que cuando nos vayan llegando los avances de la tecnología, se nos vayan haciendo asequibles a todos los humanos a la vez, que para esto de crear castas nadie como los anglosajones, que nos harán como a los aborígenes australianos, estaremos clasificados como flora y fauna hasta la segunda mitad del siglo veinte.

Confío en que eso no ocurra, y que no se cree una humanidad ciborg, eterna, que posee el poder, el dinero, y otra que apenas le llega el dinero para un implante dental, ya veremos.

En mi caso, no quiero llegar a ser como los dioses, unos aburridos que no hacen más que perseguir ninfas aunque se tengan que disfrazar de toros para que el solaz les llegue con cierta tranquilidad.

Así que confío en seguir mi evolución como ser humano con la menor dependencia posible de elementos externos para la supervivencia, que la vida vale la pena vivirla pero no a cualquier precio, creo yo, y el simple corta y pega de mi conciencia a otro soporte biomecánico para continuar haciendo el gili por toda la eternidad no me compensa, no me renta vamos.

Y que la vajilla de fino oro labrada

Sea de quien la mar no teme airada

Felicidades mamá, y que cumpla los que quieras, ¡qué cojones!

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