Mi productividad anda por los suelos

Ayer en la oficina no daba pie con bola. Tremendo, ni con el drive, ni con el wetch, ni con el putt. Un desastre.

Y me dediqué durante toda la jornada a despotricar contra el campo. Que si las calles estaban secas, o quizás demasiado regadas, que si los greens estaban picados y ya iba siendo hora de que los segaran.

Y mi socio de gabinete, yendo recto como una “patena” que diría il fu Gil, aprochando casi bien, y pateando decente. Yo a lo mío, no analizaba mis acciones, las decisiones que tomé fueron erróneas en su mayoría, con lo que no hubo forma de obtener una jornada productiva, no como mi socio que consiguió cumplir ampliamente sus objetivos.

Y la razón, en obvia ausencia de una dismenorrea que todo o casi todo puede justificar a casi la mitad del género humano, me vi forzado a buscarlo en otras latitudes.

Y es que me vino a la cocorota eso de que en Brasil, uno de esos países en los que tanta pobreza he visto, un pollo que comparte piso con doña Le Pin, no ha salido presidente a la primera de cambio por los pelos.

Me dicen que la razón hay que buscarla en el hecho de que los de izquierdas, los que defienden a los trabajadores están en chirona…por haber, posiblemente, metido la mano en la caja. No pasa nada, que al final es la perta que se ha abierto en este mundo global en el que las clases medias han pasado a ser clases mitad de cuarto, a lomos de la ambición desmedida de ese uno o dos por ciento que se dedica de forma obscena al almacenamiento de recursos y dinero.

Y claro me viene al coleto que la consecuencia de eso que hemos dado en llamar crisis, no ha sido más que un expolio descarado de esa mass media que empezaba a soñar en un mundo en el que el futuro de las familias estuviese más o menos asegurado. Y no, que parece que todo lo que a través de décadas de lucha se pudo conseguir, se ha diluido como un azucarillo.

Nuevos charlatanes asoman al panorama político, lo hizo Tito Trump en el Imperio, lo han hecho en Italia, lo han hecho en el Reino Unido, que la gente ya no quiere el discurso de la señora Lagarde, ni de los chicos del MIT, o de Harvard.

Ha salido muy caro a la mayoría de los ciudadanos, el hecho de haber soportado políticos corruptos, aquí, allá, y un poco más lejos, unos más burdos que otros, que hasta me han mandado n vídeo en el que el voto en un país africano, se pagaba a 15 euros. Una bicoca.

Y uno, que es como ese Mr. Chance de “from my garden”, recuerda haber leído, o escuchado que el partido nazi subió al poder cuando al pueblo alemán, la codicia de los aliados que habían vencido en la contienda 14-18, empobreció tanto a las clases medias que escucharon los cantos de sirenas de quien, al final, se convirtió en uno de los mayores genocidas que nos ha legado la historia.

Con diferentes estilos, me temo que estamos siguiendo la misma senda, pero de forma global, y van apareciendo, poco a poco, aquí y allí, nuevos grupos, que al grito de arreglarlo todo y volver a los logros del “New deal” arremeten sin posibilidad de resolver nada, contra las pocas cosas lógicas que quedan en el sistema que actualmente más o menos, aún rigen nuestras vidas.

Así que ahora tocan los nacionalismos, tocan los extremismos a los que nos han abocado la última década de expolio. Y es que es muy difícil ir marcha atrás en el tema del bienestar de los ciudadanos sin que haya consecuencias, creo.

Y claro, hablar de estas cosas no son adecuadas para que el día en la oficina sea productivo, es imposible, que además cuando triunfan estos iluminados, como el Sr. Torra, como el Sr. Maduro, o los que poco a poco van adquiriendo parcelas de poder, quienes de verdad acaban sufriendo de forma indecible son los ciudadanos, ¿verdad Sra. May?.

Así, que me quejaré al presidente de mi oficina, que, por favor, arreglen los greenes, que ajusten las tarifas, que nos dejen vivir en paz, que nos dejen vivir dignamente. Creo que no es tan difícil.

Sobre todo cuando el éxito de las políticas de educación de la gente, las políticas de comprar nuestra alma con esos espejitos de colores, han sido un verdadero éxito, al crear unas masas de gente que dirá que sí a cualquier cosa que se le proponga.

A lo mejor es el momento de que el sistema empiece a pensar en el ser humano. No parece tan difícil, ¿0 sí?.

Y esa es la cosa, estamos a punto de aceptar cualquier canto de sirena que nos prometa lo que desde luego no se va a cumplir, pero eso es lo de menos, la nueva revolución será la de los populismos, los nacionalismos, los pasos atrás que nos habrán de empobrecer aún más, y como en la Alemania de los años treinta, seremos los ciudadanos los que habremos hecho posible el dislate.

Y nuestra vieja Europa discutiendo aún el sexo de los ángeles, si el corso debe implantarse en las escuelas, si lo que realmente importa es que en mi pueblo o en mi escalera tengamos la importancia suficiente para ser admitidos en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Nada más importa, que el señor alcalde pedáneo quiere ser reyezuelo democrático, que se ha enterado de buena tinta que si tocas pelo del poder el subidón es la leche.

Yo estoy muy mayor, y muy cansado de que estas cosas aún me afecten, y me impidan hacer mi ración de cuatro o cinco pares, un birdie, y no perder demasiadas bolas en la oficina, que lego mi profe se me desespera, y tampoco hay que fastidiarle.

Por cierto, en Cameroun, me dicen que el presidente de ochenta y cinco años y décadas en el poder se presenta a otro mandato. Bueno, y que en las legislativas gabonesas se ha laminado a la oposición, a cambio de 15 euros por voto.

Total, ¿a quién le importa?

Con su pan se lo coman.