No es fascismo, es otra cosa.

Ya veremos si estos populismos derivan en fascismos, o estamos delante de un fenómeno nuevo, que a pesar de las similitudes con los acontecimientos de los años veinte del siglo pasado son realmente temas diferentes, con raíces diferentes, en escenarios diferentes.
Cuando surgen los movimientos fascistas del siglo pasado, en Italia, Alemania y España, acababan de colapsar los antiguos regímenes imperiales que habían perdido la guerra del catorce.
La situación en Italia, Alemania y España era en principio la de un enfrentamiento de los restos, llamémosles de derechas, que habían salido maltrechos del antiguo régimen imperial, y de las clases obreras que intuían un aire de libertad y de obtención de unos derechos en el trabajo, que les prometían las diferentes facetas de la Revolución Marxista en Rusia.
Países sin ninguna tradición democrática, se enfrentaban a situaciones de violencia callejera, que forzaba incluso a los ejércitos a intervenciones que nadie deseaba.
La dictablanda de Primo de Rivera en España, que estuvo jalonada de la violencia que los enfrentamientos entre las clases obreras urbanas con las patronales, fue nuestro ejemplo, como lo fue en Alemania la República de Weimar, que no pudo dar la respuesta que la sociedad esperaba, de una estructura que había salido de una forma de voluntad popular, y condujo a situaciones de violencia en todo el país.
En Italia, los enfrentamientos entre obreros del campo con sus patrones, y en las ciudades con la incipiente industria, en donde los trabajadores, por cierto como hoy, no podían vivir con el fruto de su trabajo, significaron también ese portal que se les abrió a quienes prometieron, solucionar esos problemas.
El bolchevismo no era la solución, la solución debía salir de casa, y en España fue la aparición de los movimientos falangistas que partían de una derecha que se gestó en los cafés donde los señoritos quemaban el tiempo, y el dinero.
Que tarde o temprano se intentara eliminar la amenaza de las falanges, o del bolchevismo, era cuestión de tiempo. Los populismos en España nos llevaron junto a los fascismos a una cruenta guerra civil, y en Alemania e Italia, a algo mucho peor.
Pero estábamos en sociedades donde el concepto de la democracia no estaba asentado, y al final tuvieron que ser países en donde realmente había una tradición democrática quienes nos salvaran de nosotros mismos, pagando altos precios, desde luego.
Los índices de alfabetización, o simplemente la no existencia de clases medias medio ilustradas, hacía muy difícil que el diálogo que necesita un sistema democrático, pudiese darse, y lo que quedaba era simplemente la llamada a la necesidad básica de los ciudadanos iletrados y sometidos a condiciones laborales impropias.
Parece ser que la actual distribución de la riqueza, es muy parecida a la que en aquellos años se daba en Europa, y consecuentemente, la facilidad que se dio y que ahora se da a los movimientos que proponen soluciones simples, y que damos en llamar populismos encuentren el caldo de cultivo adecuado para germinar, y crecer.
Pero lo más diferenciador, según mi criterio, con la época a la que me estoy refiriendo, es que a día de hoy las estructuras democráticas están firmemente asentadas, y además estos movimientos, no buscan la destrucción del sistema democrático, sino reconducir las políticas que consideran dañinas para los más de los ciudadanos. Otra cosa es que sus planteamientos sean los correctos, o que no oculten ambiciones espurias de enriquecimiento personal, o de acceso al poder, que de otra forma sería imposible que alcanzasen.
No creo que el Sr. Iglesias esté seriamente pensando en instalar en España un sistema dictatorial de izquierdas con todos los aditamentos del bolchevismo, ni que la Sra. Le Pen desee poner en marcha sistemas políticos que lleven de nuevo a los franceses a las armas, y organizar una dictadura fascista en Francia.
Y por supuesto, nuestro querido Tito Trump, con todas las barbaridades que consiguen escandalizarnos día tras día, no desea para su país un régimen autoritario.
Los ciudadanos de las democracias occidentales, posiblemente no lo permitiríamos.
Creo honestamente que la situación que estamos viviendo ahora, aunque tenga similitudes con aquellas que ya vivió la Humanidad hace casi un siglo, difiere fundamentalmente de la actual en el hecho de que poseemos unas estructuras de estado firmes y con convicciones muy sólidas a la hora de considerar opciones totalitarias, por mucho que desde el punto de vista económico haya serias semejanzas.
Y ciertamente, nos rechaza alguna de las propuestas que de estos dirigentes populistas surgen, pero nadie en su sano juicio pensaría en tomar las armas para destruir nuestra forma de concebir las estructuras del Estado, y cambiarlas por aquellos movimientos fascistas del primer cuarto del siglo pasado.
Creo que los ciudadanos debemos mantener la posibilidad intacta de poder optar por el tipo de dirección política que más se acerque a nuestros intereses, consiguiendo asimismo, que los problemas que nos asolan, se vean reducidos, o simplemente se resuelvan, pero siempre dentro de nuestras estructuras estatales, que al final, y de alguna forma nos hemos dado a nosotros mismos.
Esto no quita que sea necesario una puesta al día de las formas de vida y de las leyes que marcan nuestro ámbito vital, pero siempre dentro de unas reglas del juego que en su momento nos dimos, para no revivir la destrucción del Reichstag, los sufrimientos de los romanos, o nuestra guerra civil.
Esta batalla populista que está estallando poco a poco por todo el mundo, se basa en que el pueblo, de nuevo se ha sentido expoliado, y a falta de posibilidades de reacción violenta, permite la ocupación de estos nichos políticos a fuerzas que no pudieron sacar un solo voto en ninguna elección de la segunda mitad del siglo XX.
Y quedémonos tranquilos, si alguno de estos partidos alcanza el poder, lo más que podrá hacer será implantar políticas que nos sean más o menos agradables, o que nos produzcan mayor o menor índice de confort, pero nunca nos tendremos que enfrentar a las situaciones terribles que mencionaba al principio.
El espectáculo va a seguir, pero si hay bofetadas no creo que se den ni por los problemas de desigualdad en los que el capitalismo sin el contrapeso del socialismo, ha metido al mundo en una ceremonia de adoración al demonio del dinero. Las bofetadas vendrán por la lucha que se está ya desarrollando entre los poderosos que más que necesitar desean la posesión exclusiva de mercados, de los que viven. Así que estaremos atentos a China, a Rusia, a los Estados Unidos, a Japón, y poco más que Europa ya no existe.
Y espero que no sea el campo de batalla.
Buenas noches y buena suerte

4 comentarios sobre “No es fascismo, es otra cosa.”

      1. Me gustaría mucho coincidir con tus comentarios, pero creo que son demasiado «buenistas», hay que preocuparse mucho, muchísimo de estos populismos de nuevo cuño que se están extendiendo por toda Europa, en España, para variar los tenemos de «signo contario» al resto, básicamente de ultraizquierda. La prueba de que un pais con instituciones democráticas relativamente asentadas se puede ir al garete la tienes en Venezuela, pais riquísimo que conocen muy bien Iglesias y cia. con 90 muertos diarios y que no tienen ni para comer.

        1. Quizás si Enrique, pero me temo que Venezuela nunca tuvo unas instituciones suficientemente bien asentadas, y su ejército con demasiada tradición golpista. En cuanto a las consecuencias de lo que estamos viviendo, lo único que me preocupa de veras es la zafiedad de la que hacen gala los payasos que salen en representación de parte de los ciudadanos, que los más se quedan en casa. No creo que tengan hoy el poder de liarla parda de verdad, como mucho tocarán pelín los huevos a unos y a otros pero sin sangre.

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