No me romperé los dientes con una piedra

No sé si es una moda, o una campaña de esas que hacen los malotes con sus intereses espurios detrás del mensaje virginal, pero me estoy empezando a preocupar.
“Sigue la pista de sexo o de dinero y encontrarás a asesino”, te dirá cualquiera que haya leído un par de novelas policiacas, así que voy a intentar hacerlo y así me entero de lo que pasa, porque hasta donde llego, y, sí, ya sé, no llego demasiado, parece que los viejecitos molestamos, vamos que en las hojas Excel, esas que gobiernan el mundo, aparecemos en rojo, en esa área de “eliminar para cuadrar la hoja”.
Pero ¿qué quieren vuesas mercedes que diga? , que voy a coger una piedra y romperme los dientes cuando cumpla los setenta, y así mi hijo no tendrá dolor de corazón en subirme a la montaña, abandonarme, para que muera de frío e inanición porque la tradición dice que a los setenta uno ya no aporta a la sociedad lo que come más un pico para los que suben.
Eso está bien en esa obra que siempre recomiendo ver, y leer, “ La balada del Narayama”, escrita en 1956 por Shichiro Fukazawa, y llevada a la gran pantalla en dos ocasiones, una en 1958, dirigida por Keisuke Kinoshita, y posteriormente en 1983, por Shohei Imamura, y que se llevó la Palma de Oro en Cannes.
La lectura que los autores hacen de esa sociedad campesina de los Alpes japoneses, es perfectamente extrapolable a nuestras sociedades occidentales de hoy, con un pié puesto en el transhumanismo y otro en la porquería que tantos y tantos inútiles han sembrado pensando y llevando a término esos postulados en los que solo esa edad entre los treinta y los cuarenta es útil para producir dinero.
Estoy aburrido de ver como tanto y tanto ineducado, ha introducido en la hoja Excel, que acaba tomando decisiones sobre vidas y haciendas, que solo son válidos para la sociedad, en todos sus aspectos aquellos que creen que tienen la experiencia que se niega a los de veintipocos, y a la vez la energía, que se les niega poseer a los que tienen cuarenta y pocos.
Al menos esa sociedad campesina de los Alpes japoneses, esperaba a los setenta para el desahucio vital que en el mundo puñetero de las empresas “Leader” se empieza a negar a los que han pisado la quinta década de su vida.
Valga todo esto, para comentar esa nueva ley, o proyecto de ley, que una sociedad mercantilista, calvinista, cutre y puñetera, desoladora de los países donde puso su planta como Sudáfrica o Indonesia, donde no dejó cultura sino memoria de latrocinio y expolio, y me refiero a la holandesa, se atreve a plantear, o implantar, que me da lo mismo
No creo que sea en aras de la libertad de los individuos que puedan sentirse agotados por el esfuerzo vital por lo que se está proponiendo o aprobando, la ayuda al suicidio, de aquellos ciudadanos que crean que ya no pueden aportar nada a su entorno, y que al sentirse una carga, rompan sus dientes con una piedra, para que su hijo les suba a la cima de Narayama y puedan allí morir de hambre y frío.
No me gusta en estas páginas escribir exabruptos, pero esta vez no puedo por menos que decir en voz bien alta que una sociedad que se plantea facilitar a sus mayores a muerte porque se sientan cansados de la vida, es una sociedad maldita.
Y siento tener que decir a los holandeses, que pocas cosas hay más miserables que facilitar la muerte, a quienes ya no son productivos en una sociedad opulenta como la suya, que posee todas las armas para conseguir que ninguno, y digo bien ninguno de sus ciudadanos pueda pensar que la muerte gubernamental es la salida más razonable para su hastío (supuesto) de vivir.
Espero con todo mi corazón, que estas iniciativas no prendan en el resto de Europa, y sé que en nuestro bendito sur la cosa no es fácil, porque si les veo un ápice, me hago seguidor del Tardá en Twiter, que con suerte nos hacemos indepes, nos echan de Europa, y la norma no se aplica.
La miseria holandesa, ha sido capaz de crear una sociedad en la que sus súbditos, pueden desear la muerte por aburrimiento,
-que la muerte por enfermedad cruenta e incurable es otra cosa-
o simplemente por ese término tan relativo que ha sido dado en llamar vejez, solo por unos números en un documento.
Con todo mi cariño, les diré a los holandeses que se lo hagan mirar, tienen una renta per cápita un diez por ciento superior a la de Alemania, y escasamente un cinco por ciento inferior a la del Imperio. Casi doblan a la española. Una sociedad opulenta como esa no debería animar a sus mayores hastiados a transformarse en seres de luz. No deberían.
Por favor, inviertan en hacer que la vida sea agradable a todos sus ciudadanos, a cada uno según su circunstancia y condición, sin permitir, bajo ningún concepto que nadie, ninguno de sus compatriotas sienta que es mejor la muerte que seguir paseando por los canales de Delf, o asombrándose con el nuevo matiz del museo de Van Gog….(entiendo que lo de Rembrandt o Spinoza mejor lo dejen a un lado, que deprimen a cualquiera).
Usen su dinero de forma creativa para que sus ciudadanos estén orgullosos de vivir eso 122 años de máxima, que parece que por el momento se nos otorga, haciéndoles sentir que son útiles a la sociedad.
Pero claro, entiendo el planteamiento, que tiene una carga economicista brutal, y es que si desde los cincuenta estamos diciendo por activa y por pasiva a la gente que ya no es útil, que no se les necesita, simplemente por la aplicación de presupuestos erróneos, y tras veinte años de ostracismo fácil es que pidan la muerte por aburrimiento.
La pasta que te ahorras con una inyección, como si fuera tu mascota que ya no tira, equilibra los presupuestos nacionales, ahorro en Sanidad, en pensiones, y si hay patrimonio que transferir a las generaciones que esperan, algún pico en impuestos se llevarán las arcas públicas, y a mí me da que es eso lo que se esconde. Por cierto, las sociedades que implantan el senecticidio, están a un paso de implantar el infanticidio.
Anuncio desde aquí, que no voy a darme con una piedra en los dientes, para que mis hijos me suban al Narayama, que voy a luchar con todas mis fuerzas por ser atractivo y útil a las personas que me rodean hasta que el diablo se me lleve, que si algo he aprendido en esta vida es que el éxito de cada individuo está directamente relacionada con su capacidad de adaptarse al medio en el que vive, a su ecosistema que decimos algunos desnucasapos, y si a los holandeses les parece más limpio, y barato, por supuesto, una inyección, que el hecho de que un calvinista se les tire al tren ¡con lo que cuesta eso!, o les manche de sangre y vísceras la entrada al rascacielos de la Unilever, que no me inviten a esa fiesta y que
Con su pan se lo coman

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