Oye…y tu chico, ¿de qué trabaja?

Estaba oyendo un programa sobre posicionamiento de empresas en buscadores de Internet.
El especialista, que por su voz debía ser muy joven, afirmaba cosas como que San Google bendito, llega a tener en el mundo de los buscadores cuotas de mercado que en algún caso superan el 90% en países como España, aunque en China no se comen un colín, ni el agujerito de un Donuts.
Hablaba este muchacho, de que Google empieza sus operaciones allá por 1998, o sea, ayer como aquel que dice, y recordaba algunos de los buscadores que fueron desapareciendo con el crecimiento de esta, hoy, enorme compañía…¿Recordáis Alta vista, Panda, incluso Yahoo, o Terra?. Tan cercanos en el tiempo, y sin embargo tan lejos ya en la memoria.
Al hilo de todo esto, me he puesto a considerar, si realmente ha existido un cambio en las profesiones desde digamos hace tres generaciones, proyectándolas al menos una más hasta los que hoy están en el primer tercio de su vida profesional, y si parece que si por las nuevas prioridades que la Humanidad va definiendo.
Mi abuelo nace en 1888, en un pueblón andaluz, en donde se podían tener muy pocas salidas profesionales si te quedabas en el mismo. Podías ser empleado público, esclavo del señorito, o señorito.
Mi bisabuelo, a parte de varios hijos, que es lo que se daba entonces, tenía un sueldo de empleado municipal, que hoy no estaría lejos de lo que se conoce como secretario de ayuntamiento.
Posiblemente tuviese un cierto nivel cultural, y la única salida que vió para sus hijos fue la milicia, y para sus hijas el matrimonio.
Nunca dejaré de agradecérselo, porque si la solución para su prole hubiera sido darlos a la iglesia, yo no estaría aquí, o querría ser obispo como el yayo.
Podías estudiar leyes, o medicina. También podías dedicarte a la enseñanza, o dedicarte a construir casas o caminos. Algunos más avispados aprendían el oficio de banquero, o directamente iban al comercio, negociantes, vaya, se les llamaba.
Los oficios, directamente emanaban de los gremios, y no los voy a listar, porque son de sobras conocidos….y poco más.
Por fin quedaban los artistas, pero ya se sabe, es una raza de las que nunca han tenido buena prensa entre el “establishment”, mientras el artista estuviera vivo. Luego ya era otra cosa.
El desarrollo de las ciudades en el siglo pasado, hizo cestos casi con los mismos mimbres, con muy poca más especialización, ya que de lo que se trataba era de sobrevivir a los holocaustos que tuvieron lugar en la funesta primera mitad del siglo. Profesiones nuevas, muy pocas, muy pocas. Pero el germen del desarrollo de nuevas profesiones estaba ya en la tierra, bien abonado, y con agua suficiente.
Pero el otro lado de las guerras significó avances en campos de la ciencia inexplorados o apenas intuídos.
Quiero pensar en el desarrollo de las comunicaciones, con dos hitos y medio, el teléfono, la radio, y el medio….la tele, claro.
La cantidad de nuevas profesiones que dieron lugar el desarrollo de estos inventos, los que ofreció la aeronáutica, o el desarrollo de la energía atómica en todas sus aplicaciones, hizo, que la pregunta ¿en qué trabaja tu chico?, se hiciera millones de veces, y la respuesta;
-Pues no sabía que eso existía-, se utilizara también millones de veces.
El mundo de Internet ha puesto las cosas patas arriba, literalmente, y en menos de veinte años lo ha cambiado todo, es decir, todo aquello susceptible de ser cambiado, que los Alba siguen en Liria, los Rockefeller a lo suyo, y los Rostchild, con su vino.
Seguro que muchas veces se ha escrito que esto es la tercera revolución industrial, y como las dos anteriores se va a llevar por delante infinitas formas de vida, ilusiones, sueños en todos los países del mundo. Posiblemente sea así, pero ha cogido con el pié cambiado a demasiada gente, y eso tiene un aquel de injusticia sin culpable definido.
Me explicaré, hasta mi tercer curro, que apareció un ordenador en mi compañía, un IBM 36, que nos hizo de lo más modernos, y se usaba para poco más que llevar la contabilidad, eso de la mecanización se reducía a una máquina de escribir eléctrica, y a una grabadora de casette, si querías dejar algún comentario o una instrucción a alguno de tus colaboradores. Hablo de la década de los ochenta, en la que debías llevar monedas por si tenías que llamar a la empresa si andabas de viaje y te surgía una urgencia. A mí me formaron para eso en las escuelas a las que asistí, y si se me hubiera ocurrido decirle a mi padre que mi vocación era la de posicionador de contenidos en buscadores de la red, le da un para allá como poco, y me manda a Sant Boi a que me lo miraran. (Sant Boi era donde estaba el manicomio de Barcelona, vaya, lo de Ciempozuelos en Madrid).
La generación de mis hijas se enfrentó con el mundo digital en estadíos más tempranos que yo, les pilló en su fase de estudios universitarios, pero aunque me sonaba, incluso a mí, si me dicen que se van a dedicar al diseño de sistemas para la explotación de la realidad virtual, les hubiera puesto la misma cara que mi padre me puso a mí cuando le dije eso de la Biología, a finales de los sesenta.
-¿Y eso para qué sirve?, dijo mi padre, y llevaba razón en el momento, la mía fue de las primeras promociones, que antes estaba eso de Ciencias Naturales, y poco menos te veían de “boletaire”, o con una redecilla y un salacof persiguiendo mariposas, actividades por otra parte dignísimas, claro, pero que no se veía si luego te daban para comer o para lo de la hipoteca.
De contar guisantes para ver las leyes de Mendel, o aprenderte las clasificaciones de Linneo, a ser experto en secuenciación de DNA, hay un mundo, que se ha recorrido en muy poco tiempo, demasiado poco, me temo, aunque se ha hecho con eficacia.
Miedito me da cuando veo a los enanos de la familia, dándole a la Tablet de turno, con una facilidad pasmosa, como cualquiera de sus coetáneos, y me hago la misma pregunta, una y otra vez.
¿Serán las profesiones y las especializaciones que empiezan a sernos hoy familiares las que harán productivas a las nuevas generaciones?.
Mucho me temo que no, que ellos vivirán en un mundo que hoy ni nos imaginamos, y lo que hoy es el reino de las telecomunicaciones, con todo lo que conlleva, ignoro totalmente si seguirá siendo la estrella, o los tiros irán por otro lado.
En mi limitación e ignorancia de casi todo, lo que he aprendido, es que la única profecía que he visto, de alguna manera hacerse realidad, fue la de Orwell en su 1984, publicada año y medio antes de mi nacimiento, todas las demás….2001 de Clark, o los cuentos de Bradbury, o las historias catastrofistas, ni se han hecho realidad, o se han desarrollado en universos paralelos. Ni siquiera la peliculilla de “regreso al futuro” dio una en el clavo.
Así que ¿para qué debemos preparar a las generaciones que ahora están apareciendo?. No lo sé, realmente no lo sé, fuera de las tradicionales profesiones milenarias, que ya veremos cómo evolucionan, si la inteligencia artificial sigue desarrollándose.
Muchas veces pienso que al crear protocolos para la mayoría de las cosas que hacemos, junto con el desarrollo de la robótica, mi médico del futuro, será una pantalla, con una inteligencia artificial que posea todos los conocimientos médicos, y unos protocolos que seguirán al pié de la letra, para, seguro, mi beneficio.
Y esa visión es ampliable a lo que se quiera, fábricas con impresoras en tres dimensiones, regidas por inteligencias artificiales, y con robots como obreros. Ya veremos.
Ignoro el futuro, incluso ignoro si el ser humano será bienvenido al futuro, ya que nuestras capacidades son limitadas frente a las máquinas, así que le diré a mi hija que considere legarles a mis nietos los más amplios conocimientos de humanidades posibles, para que al menos sean capaces de entender el que para mi es futuro, y que para ellos será el ecosistema al que deberán adaptarse.
Buenas noches, y buena suerte

2 comentarios sobre “Oye…y tu chico, ¿de qué trabaja?”

  1. Tomo nota 😉
    No tenemos ni pista de lo que vendrá, creo que para lo que hay que prepararse es para salir bien parados de cambios continuos, que para adaptarse a la rutina ya venimos mejor diseñados de fábrica, digo yo.

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